sábado, 6 de marzo de 2021
Homeland. Quinta temporada.
Empieza la quinta temporada de Homeland entre iglesias y clubs, entre idiomas extraños y sesiones de mercado web, entre impuntuales y negocios de infieles. Siempre hay distintos tipos de infieles, pero eso se lo dejo a mis alumnos musulmanes de este año, a dos en concreto, que tienen puntos de unión con Hitler al hablar de los judíos. Tal que así. En fin. Vamos a Homeland, que no quiere pecar, y luego no tengo virtudes para contrarrestar el asunto. Fundaciones buenísimos, embajadores libaneses, agregados israelís, reuniones varias, gente de la bandera del pino. De todo hay en la quinta de Homeland. “El fin de los tiempos”. El Corán releído con ojos de otra época pero cambiando contextos. Lo de morir por el Califato, eso sí, algunos lo mantienen. Lo mismo desde el siglo VII, pero ahora entran en juego también los rusos, los robos de datos en Berlín, los viajes con el ricachón de turno al Oriente más salvaje para hacer(se) fotos con refugiados y en campamentos con gente que hace caca en barreños. En esas estamos. Pero en fin, es lo que tienen los ricos y el buenismo y todo lo demás. También hay ración extra de secuestros, de bombas, de agentes fuera de la agencia, de agentes dobles que no sabes si deberían estar muertos o no. Fronteras, que gran mentira en mitad de ningún sitio a la hora de cambiar ceses, dimisiones y mierdas varias. Y bien retratado el reclutamiento de niñas para el ISIS. Tanta series que ven en Galapagar Square y no hablar de esta serie ni de este reclutamiento. Curioso, que no casual, que las casualidades no existen. Esta serie no tocaba. Esta no. También tenemos segundo plato de asesinatos a sangre fría en nombre de la libertad, en nombre de la supervivencia. Y preguntas de las que no podemos olvidarnos: “Consideramos terroristas a los terroristas?”. Aquí en España, no: aquí son amigo de la paz y de la concordia, antes gordos y ahora más gruesos todavía aunque el pendiente sigue en la misma oreja. ¿Libertad o ocupación? Más frases: “No soy estadista; soy un espía”. Y más: “Ustedes son humanitarios cuando juzgan al prójimo”. Y para seguir con el hilo, madeja para todos: “Si apuntas a matar, no falles”. De Beirut, de Bagdag, de Langley… en Homeland son de todos sitios. Siempre vuelven. Ponga un bipolar en su vida se meterá en el origen del caos. Y el pasado, jodiendo con la marrana. Y traiciones por doquier, y gases que asesinan, y malos con principios y rusos más malos que la quina. Y también, de postre, lugares comunes: bombas, trenes, atentados masivos y caos organizado. Las mochilas, aunque el gorila en la niebla aquí es primata (sí, primata, que en dos días es 8M) aunque no lleva tres pares de calzoncillos. Y robar mentiras, porque todo es mentira: “La última ilusión de un hombre sin ilusiones”. Y punto.
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