lunes, 5 de abril de 2021
La batalla de Occidente
Cavar, cavar y cavar. ¿La Primera Guerra Mundial? Cavar y seguir cavando. La batalla de Occidente de Eric Vuillar es uno de esos libros que te hace meditar el motivo que lleva a una guerra. Los motivos. La incoherencia. ¿Se escribe así? Creo que sí. Da igual. Cavar, cavar y cavar. Empieza hablando de primos reyes, citando a Guillermo II: “La guerra será fresca y gozosa”. Esos primos (¿o deberíamos decir primates?), nietos de la gran Victoria, uno alemán, otro inglés. Y acaba hablando de J.P. Morgan y de los asesinatos de Garfield y McKinley. Todo un círculo: cavar, cavar y cavar. Habla de los dirigentes barbudos que nos llevaron a la I Guerra Mundial, prehipsters en un mundo que ahora es una mezcla de Homo Antecesor y de teléfonos inteligentes para analfabetos funcionales. ¿Pero no eran también una panda de palurdos aquellos que nos llevaron a la IGM mientras estaban de vacaciones en playas gabachas? Contaba Del Nido que Gil y Juan Muñoz no hubieran dado aquel espectáculo televisado si el no hubiera estado de vacaciones. ¿Dónde estaba? Pues no lo sé. También habla Vuillar en La batalla de Occidente de los colores de las guerras y del nombre del barco de J.P. Morgan, Corsario. Corsario. Y, según cuenta Vuillar, se jactaba de ser descendiente del capitán Morgan. Robar, robar y robar. Porque en las guerras, aparte de cavar, cavar y cavar, hay mucho de préstamo y robo. También escribe Vuillar en este maravilloso librito de la escuela de guerra prusiana desde 1910 y del efecto que hacen esas dos palabras juntas en una misma frase: escuela-guerra. Como decir Rocíito (nunca sé donde narices poner el acento en la Carrasco) y publicaciones, como decir Busquets y piscina, como escribir selectividad y talento. O no. ¿Quién dirigía un ejército de la IGM? Eso nos lo cuenta EV: niños bien hasta unos años antes, hasta que la guerra francoprusiana de 1870 cambió muchas cosas. También me pregunto yo muchas cosas cuando digo Sedán en una aula de Alquerías y a la mayoría les importa una mierda: Sedán y Alquerías. Pero siempre hay algún alumno que te sorprende. O no. “La guerra es una inmensa empresa que se prepara sin cesar”, escribe EV al principio de LBDO. Cavar, cavar y cavar. Hasta del dios Moloch se acuerda. Pero entonces, también hay que hablar de Sarajevo y de Schilieffen, (¿se escribe así, profe), ese “enjuto anciano avinagrado”. No mojamuto. No. Todavía no estamos hablando de las ratas, pero también habla EV de las ratas, de las ratas que comían en las trincheras. ¿Por qué cavar, cavar y cavar? Para hacer trincheras. Esa victoria rápida que pensaba el viejo enjuto no fue así, y se alargó el asunto. También escribe EV sobre Moltke (¿hablé en Alquerías también de Sadowa?), y de lo mal que se llevaban desde siempre los alemanes y los franceses. ¿Somos más de Griezman o de Muller? Y mete también en la coctelera más factores: “Todo ello no es sino la consecuencia del maremoto revolucionario: una exaltación de la cultura, que no suele ser más que la tradición disfrazada”. Y ahora que hablamos de Comunismo o barbarie, de Ayuso y del farinhístico Iglesias, también nos recuerda EV el factor del populismo: “El populismo será una manera eficaz de remedar la democracia, conservando todos los valores del viejo orden”. Fácil, porque todo es mentira. Siempre es mentira. No podemos creer nada. Y para ponerle más pimentón (picante, por supuesto), agrega a la recta el nacionalismo: “El nacionalismo imitará el fervor de los nacionalismos republicanos sin las ideas políticas de la revolución”. Creo que era así la frase, que estoy escribiendo muchas cosas de memoria. ¿Y qué fue Sarajevo? ¿Qué fue aquel junio de mierda? Pues otra gran mentira, y hasta de los orígenes de la esposa del archiduque se acuerda (de la que yo no me acuerdo en mis clases, o cuando doy algo parecido a las clases), que era de sangre noble pero no real. Que no es lo mismo. Y se acuerda de los hijos de aquel matrimonio, y como dos de ellos acabaron en manos de la Gestapo en 1934, limpiando mierda y llevándolos a la locura. Y también nos recuerda EV los nombres de los que montaron el asesinato, como si del quinteto de un equipo de baloncesto de Split sorprendente se tratará. Tres puntos, colega. Hasta se acuerda del darwinismo “brutal y zafio” que llevó al mundo a la IGM. Y también nos recuerda el asesinato de Jaurès, y de como su asesino se refugió en Ibiza tras el paripé carcelario y acabó asesinado a su vez en el 1936 español: curioso, que no casual, que las casualidades no existen (el hombre de la camisa verde no estaba siempre de acuerdo con esta afirmación). Crisis sobre crisis. Define a esas realezas sin reales huevos, a esos “Luis XIV de bazar, viejas malas razones de Estado”. Ya no hay nada sagrado en ellos, según EV. Y apostilla: “Ni bombonas de agua bendita bastarían para hacer de esos príncipes otra cosa que majestades de folletín”. Cavar, cavar y cavar. Sigan cavando, que dice Nadia Calviño que los resultados van a ser malos (los de marzo 2021). Pero sigamos, que EV tiene para todos. Recuerda el bombardeo de la iglesia de San Gervasio un Viernes Santo (sin Salzillos, que ordinariez), y de la inflación, y de los obuses de 900 kilos y del ruido de la guerra. El puto ruido de la guerra en el continente que hasta en las islas británicas se escucha. Cavar, cavar y cavar. Esos obuses tratados por manos femeninas. Las ciudades abandonadas, como Lille. Y el agotamiento, no solo de cavar, cavar y cavar. Y las condiciones climáticas, esas que también nos recuerda EV: “El gran invierno gélido de todas las guerras que se prolongan más de un verano”. Y el símil de los caracoles, y los campos de deportados (antesala de comunismos y fascismos) y de los mutilados sin rostro en plan Boardwalk Empire y de las facturas. Todo es mentira, pero las guerras dejan millones de muertos de verdad. Cavar, cavar y cavar, pero que los banqueros siempre ganen. Y apostilla EV: “Y es que el dinero y la sangre siempre se intercambian y se vierten –vencimiento, plazo, muerte--, y rigen sobre el número y el tiempo. Un libro excepcional.
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