domingo, 2 de mayo de 2021

El bosque. Primera temporada.

La historia de El bosque es la de tantas otras: un pueblo, una desaparición, un sitio en el que todos se cruzan en la escuela, en el instituto, en el bar, en la panadería. Y con la desaparación, empiezan las sospechas, los enigmas, las dudas. Y siempre es fácil acusar a los etiquetables, pero en este tipo de pueblos todos tienen secretos, oscuros pasados, infedelidades, pasos al lado oscuro y apariciones de lobos blancos si hace falta. Hasta los judíos, las niñas perdidas, los silencios y las mentiras, y las ropas de las desaparecidas. Vivan los tópicos en los que caer, vivan las huidas y los policías con dramones familiares y los jaleos escolares y las cabañas en los bosques y las muñecas con signficados varios y los dibujos inclasificables. De todo hay El bosque televisivo. Y empiezan las detenciones, y las equivocaciones. Y por tener, hasta tenemos cintas de videos, con grabaciones de psquiatras y cibercafé y direcciones que seguir. De loqueros y para acabar en loqueros, tiene de todo. Y siempre hay un sospechoso barbudo, y un marido que se equivoca y una adopción y suicidios e interrogatorios. No son como los de Line of duty, pero algo es algo. ADN. La palabra ADN ya tiene que salir a relucir en cualquier momento. Siempre, y junto a un esqueleto, y un profesor de Historia que ha escrito una libro sobre la Batalla de las Ardenas. Viva el chauvinismo y que buenas series hacemos. Viva Francia. O no.

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