domingo, 23 de mayo de 2021
Halston. Primera temporada.
Nada como sesiones de soledad en el recreo de un instituto para leer, estudiar o ver series, cuando el mundanal ruido se hace mayor y todo parece de una infantilización total. Pues en esas circunstancias, como si fuera el enésimo triple-doble de Westbrook, he visto en ratos Halston. Ni tenía ni idea del personaje, ni de las gasas ni de su obsesión polas orquídeas. Ni idea. Únicamente vi Halston por el ryanmurphismo de The Politician, no por otra cosa, y la verdad es que se me hizo empalagoso el personaje, con ese Ewan con una cadencia al hablar que da miedo (o, quizás, otra cosa). Y aparece una casa en Indiana, al principio, y no hay canasta de baloncesteo. ¿Pero esto qué es? ¿Esto es real? El espectro de JFK y Jackie, su caída, y preguntas para relfexionar: “¿Cuándo dejó la gente de llevar sombrero?”. Vaya usted a saber. Hay menos frases lapidarias que en The politician, pero es que eso son palabras mayores. Quizás la atención se vaya al personaje de Liza Minelli, a los colaboradores de Halston (vaya pandilla), a las vicisitudes entre empresarios y credores, entre artistas y creadores. ¿Se trivializa todo en Halston? ¿Es todo una exageración? Esa sucesión de pasos de peatones, de fiestas, de disputas y celos (y celas, y celes, que al final no todo va a ser celaaísmos y monterismos). Perfumes, ropas, maletas, facturas… Quizás todo se distorsiona y se desorienta, ahora que estamos de resaca de Pentecostés, quizás tanto Studio 54 no era para exagerar. O sí. Y esas preguntas neoliberales, que nos recuerdan a Ronaldo y Margarita: “No perdemos dinero, pero no ganamos lo suficiente”. Y en el día (veremos si se materializa) el descenso de Estudiantes a LEB Oro, nos recuerda el tal Halston siempre con gafas de sol (de noche y de día) a aquel Almodóvar que apareción en la final del Europeo contra Rusia de 2007 en los Madriles con sus gafas de sol en el Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid. Y para acabar, los tabús, con el VIH que se nombra lo justo aunque siempre esté ahí. Y sí, el Infierno sigue lleno de buenas intenciones.
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