lunes, 27 de septiembre de 2021
El italiano
Empecé a leer El italiano después de ver el segundo capítulo de Kin, un capítulo sobre el drama y el luto inmediato, el de la pérdida inmediata, el de la muerte reciente, el del llanto y la sed de venganza. De mucha venganza. Y a la vez, ese mismo día, se estrenó el quinto capítulo de Vigil, una serie inglesa sobre crímenes y submarinos. Y, tirando del hilo, El italiano de Pérez-Reverte, una novela sobre barcos y tipos que intentan hundir barcos, un libro sobre mujeres que encuentran nuevas pasiones y luchan por volver a sentir y salir de la atonía interior, un conjunto de páginas sobre tipos que bajo distintas banderas intentan defender unos ideales o, simplemente, ganarse el jornal entre un Gibraltar y alrededores en plena Segunda Guerra Mundial. ¿Nada nuevo bajo el sol? Quizás, aunque habría que decir nada nuevo bajo las procelosas aguas gibraltareñas. El libro se lee rápido, aunque tarda demasiadas páginas en contar el inicio de la historia, en contar los antecedentes y los desencadenantes. No. No es un cuento de Borges aunque con la extensión de una novela de Bioy Casares hubiera estado mejor. O quizás, nos hemos vuelto exigentes leyendo y no nos vale una obra simplemente por el nombre del autor o por la historia que nos engatusa. Pedimos más, o, mejor dicho, creemos que podemos pedir más. Releí fragmentos de El Tango de la Guardia Vieja para un club de lectura hace unos meses, y me parece una obra más redonda. Pero quizás es lo que nos toca en 2021, un sucedáneo, algo que no es lo que esperas pero te entretiene un rato. ¿O pedimos más a una lectura? Quizás, definitivamente, no. Y Vigil me ha gustado más.
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