martes, 1 de febrero de 2022
El mal dormir
Cohesión y continuidad. Nada más empezar El mal dormir, David Jiménez Torres utiliza esas dos palabras para hablar de su mal dormir, ese que nos atormenta a todos. Personalmente, recuerdo las noches enteras sin dormir e ir a trabajar y volver hecho un zombi, y repetir eso durante varios días, y estar tres o cuatro días sin dormir y con la cabeza a punto de estallar. A veces, es infernal. Insomnio. Es una palabra repetida, en bucle, en muchas personas. Yo aprovecho para leer, ver deporte yanki, escuchar programas de radio o mirar el techo (aunque soy más de estar Mirando al suelo). Escribe DJT la palabra fracaso, y yo sigo sin carnet de conducir. He escuchado de todo al respecto: cobardía, recelo, miedo. Con el sueño me pasa todo eso y más. Hace un repaso a algunos referentes artísticos en los que la falta de sueño es denominador común (me apuntó esos “sespirianos”). Empieza el autor hablando de las noches. Con el deporte no me duermo. Nunca. Ahora lo que intento es ponerme una serie aburrida y en versión original, y, a veces, funciona. Pero no siempre. Cuando estoy en La Manga, hay veces que me tengo que cambiar de habitación para no estar escuchando las olas durante horas y horas. ¿Fórmulas mágicas? Incide el autor en las paradojas y subraya que, hasta hace bien poco, los asuntos del sueño eran absolutamente desconocidos, y al respecto se han hecho auténticos disparates para su control y mejora. Cita DJT el ritmo circadiano y la presión del sueño, melatonina y adenosina. Recuerdo cuando llegaba la carta de ajuste y no tenía fuerzas ni para leer y siempre me preguntaba: “¿Y ahora qué?”. Muchas veces le digo a mis alumnos que no saben la suerte que tienen para no aburrirse con el arsenal de inventos que tienen a su disposición (muchas veces los libros no entran en sus planes). Me he pasado noches enteras leyendo con la NBA de fondo, y luego, a currar. El primer examen de la carrera, allá por 1996, de Historia Contemporánea (era sobre las revoluciones), lo hice sin dormir las dos noches anteriores. La profesora me acusó de copiar porque no entendía cómo haciendo tan bien los trabajos que había presentado había redactado tan mal en el examen. Aquello me sentó como un tiro, y no hablaré por aquí de una profesora que ya está muerta, pero aquel parcial me tocó recuperarlo después. En fin. Y nos lleva DJT al Paleolítico, a los que no dormían porque tenían guardia nocturna en la cueva o en la selva. Y ahí pone énfasis el autor, en unos maldurmientes que no hemos evolucionado lo suficiente. Recuerda DJT las advertencias de la OMS y de organismos gringos que hablan de “epidemia de falta de sueño”. Otra epidemia más. Será por epidemias. Y hace hincapié en que el mal dormir también está relacionado con la modernidad. También se refiere a nuestras costumbres. En 2018 me dijo un psicólogo que no era la cantidad lo importante, era la calidad del sueño lo que nos permitía pasar después un día decente para poder rendir. En mi caso, luchar con alumnos de ESO, lleva implícito estar atento ante una buena parte de ellos, que desea tu caída por las escaleras del instituto y poder grabarlas con el móvil. Hay que estar al loro, que diría Laporta. Pero si estamos mal. Reflexiona el autor sobre la hipocondría respecto al sueño. Me da envidia mi padre con la facilidad que tiene para dormirse. En unos segundos, y da igual que esté la radio o la tele puesta, o esté mi madre hablando conmigo por teléfono. A mis alumnos de Bachillerato les digo que lleven mucho cuidado con sus historias de Instagram nocturnas o sus tuits o los mensajes a sus exnovias o exnovios, que el cansancio y la falta de sueño, unidos a la adolescencia, son un peligro. Hace pensar lo que escribe DJT sobre la hiperactividad mental a este respecto, la verdad. Y subraya esos minutos, y esas horas… Yo siempre comparo la falta de sueño con un grupo de alumnos en el que no pasan los minutos. Es que no pasan, se paran los relojes y ni horas ni minutos. Pues con el sueño, igual. Lo mismo. Siempre recuerdo lo que decía aquel rubiales en Un papá genial a Adam Sandler: “Dormir es aburrido y una pérdida de tiempo”. Y la forma y las costumbres a la hora de intentar dormir también son analizadas por DJT. Mis horas y tardes enteras jugando al baloncesto han hecho que mis bisagras digan basta muy a menudo y crujan solas cuando estoy intentando, entre podcast y triple de Doncic, dormir algo antes de que toque levantarme (no he puesto un despertador en mi vida). Compara el autor la calidad de las camas, poniendo ejemplos como el de la descripción en el Lazarillo de Tormes. Me ha sorprendido la cantidad de tiendas de colchones que hay, por ejemplo, en el centro de Murcia, independientemente de la capacidad adquisitiva media del barrio. Y con la pandemia, mucho más. Yo creo que el personal ha valorado mucho poder, o al menos, intentar coger bien el sueño con un buen colchón y una buena cama. Y pone DJT la palabra depresión para comparar la situación de Occidente, lo que hemos pasado en la etapa contemporánea y cómo nos adaptamos a la realidad presente. Después pone el autor su atención en la vigilia solitaria que se padece, o se hace padecer, o se intenta solucionar. Muchas veces le digo a mi mujer si quiere que me vaya a otro dormitorio, pero no está por la labor. Nombra DJT a Michael Corke, un tipo que falleció a causa del llamado Insomnio Familiar Fatal. Además, pone en la ecuación el tema de la angustia, y de ahí pasa al miedo, siempre relacionados y aún más con la guerra, institucionalizada durante siglos. Respecto al miedo nocturno televisado, nunca he creído mucho en él. Ni cines ni leches. Me acuerdo que me encantaba ir al cine y pasarlo bien mientras otros pegaban gritos con Sé lo que hicisteis el último verano o la tercera de Scream. Mi mujer si tiene pesadillas, y muchas, y la veo pasarlo mal y preguntarle sobre la pesadilla del día (que no es la del instituto, esas son a plena luz del día). Ahora rezo con mi mujer por las noches, aunque siempre me pregunto si Dios ayuda a los que no saben memorizar, ni rezar ni contemplar nada. Pero eso da para varios ensayos, es verdad. Con este tema DJT profundiza en la vida monástica, sus horarios y sus sueños, sus celdas y sus suelos en los que intentar dormir. Y sus cilicios, pero de los cilicios habrá que reflexionar otro día, que no quiero romper nada. Y no he contado ovejas en la vida, por mucho que lo recomienden. Nunca. La segunda parte del libro me ha parecido más académica, pero distinta. No quiero decir con eso que me guste más o menos, sino que es diferente. Quizás muchas veces pensamos que nuestros conocimientos sobre un tema sean grandes y luego sean un chiste. No. Pero que hay que leer a DJT para intentar conocer un poco el asunto. Un buen libro aunque me he quedado con ganas de más.
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