jueves, 24 de febrero de 2022
The Responder. Primera temporada.
The responder es un querer y no poder. Saber que tienes que trabajar en un ronda de noche pero la pintura da miedo. Necesidad frente a realidad. Hay veces que hay que parar, pero no puedes. El policía de guardia nocturna que es llevado al colapso… pero eso es que pasa en todos los trabajos. Cuidarse y descansar, le recomienda la loquera. “Este trabajo me mata”. ¿Y a quién no? ¿Para qué sirve apagar un fuego en mitad del infierno? Dice el prota: “He olvidado la última vez que hice el bien”. Nada como ser odiado, nada como ser un borde, nada como refrescar el pasado para joder bien el presente. La terapia y la pérdida de tiempo. Lo chocante es la patrulla solitaria, con el loco haciendo solo la noche por esas calles del demonio, rodeado de yonkis, pajeros solitarios y muertes súbitas. Nada como ser degradado como para recordar otras cosas, otros asuntos, otras mierdas. “Los polis son porteras”. Asuntos pendientes, ir de recados nocturnos, demasiada mierda en mitad del vertedero. Esas noches son una ciénaga, casi tanto como un primero de ESO. Nada como venderse, nada como dejarse comprar, nada como estar siempre a punto de la lágrima. Y las residencias de mayores y sus factores, y los cuernos, y volver a pensar, como David Jiménez Torres, en El mal dormir. Hay mucha gente a la que nadie le importa una mierda. Solos en el infierno. ¿De qué sirve a alguien que le alarguen su agonía? ¿Y los curas borrachos tienen solución? ¿Y hay perversión en el error continuado? ¿De qué sirve la reputación cuando no tienes dinero en el banco? The Responder nos hace reflexionar sobre la capacidad que tenemos las bestias, entre las que están incluidos muchos humanos, de caer en la repetición del error, una y mil veces, hasta buclear el infinito.
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