jueves, 31 de marzo de 2022
Anne (Justicia). Primera temporada.
Con Anne (Justicia) no hay término medio. Una muerte: Kevin Daniel Williams, que no llegaba a los 16 años. Un partido de fútbol. 1989. Y una madre que lucha por saber la verdad. Anne (Justicia) es una de esas obras que hacen los ingleses que ilustra una impotencia, pero con matices. ¿Luchar por saber la verdad? Tenemos la imagen del hooligan borracho y luego tenemos la del fan que va a ver partidos a cualquier sitio con su equipo. En Italia, muchos padres dejaron de llevar a sus hijos a los partidos porque en las inmediaciones de los campos, o en los aledaños, se daban de palos. Pero aquí fue una serie de errores lo que llevó a aquella muerte de casi cien personas. Y esa persecución de la verdad supone un continuo desgaste que lleva a la locura, a crear grietas en unas vidas ya destrozadas. Y nada es casual. Todo es un horror, todo es dolor, todo es evasión sin victoria, porque después de aquel desastre no había triunfo posible. Y esa reconstrucción del caos, del infierno, de las ambulancias que no podían pasar, de los espasmos de los moribundos había de realizarse. Y en esos años, sin dormir, una madre debe intentar seguir hacia adelante, pero sin dejar de mirar atrás una y otra vez, buscando esos segundos o minutos finales de la vida de su hijo. ¿Hubiera podido sobrevivir? Es complicado, es arriesgado, pero es necesario. Hasta Margarita sale. Esos 96, más los heridos, todos deben ser recordados. ¿Y olvidar? La justicia y sus falsos mitos. Hágase querer por una venda en los ojos, hágase querer por una balanza, hágase querer por una injusticia. Esas 42 ambulancias fuera del campo que no entraron porque la policía no lo permitió. Carteles publicitarios hechos camillas. Muertos sobre anuncios. No hay un 105x70 que olvide todo eso. Y el papel de la prensa, la búsqueda los que ayudaron a las víctimas. Y las imágenes que lo cambian todo. Y los nombres y apellidos de los hombres que intentaron salvar a Kevin. Da miedo por momento Anne (Justicia). Da pavor. ¿Podía haberse evitado aquella tragedia? Pero no hay redención, no hay segundas oportunidades, no hay premio de consolación. Y luego, el decepcionante Tony Blair, esa farsa de laborismo disfrazada de falsedad. Y de la máquina de escribir a la impresora, y del cansancio a la desesperación. Y la Champions de Benítez de 2005, y Steven Gerrard. Y los veinte años, los aniversarios que no deberían celebrarse o hacerlo todos los días, en eso las opiniones son variadas. Y más gobiernos de mentira subvencionado, en ese número 10 que es, simplemente, un chiste interminable te llames David o Theresa. ¿De qué sirve el consuelo si no hay consuelo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario