lunes, 26 de septiembre de 2022
La lección. Primera temporada.
No sé si viene al caso o no, pero al empezar a ver La lección se me vino a la cabeza una frase de las que soltaba el hombre de la camisa verde en mitad de cualquier conversación, con o sin sentido alguno: “Está el precio del ganado y por otro lado la calidad del ganado”. Luego volveremos con las cabezas de ganado, un poco más tarde. La lección nos lleva a un instituto de Israel, donde nos mete, de cabeza, en jaleos sobre opiniones y religiones y abusos de opiniones. Las mentiras con altavoz tienen su eco. Y si se mete la prensa a joder la marrana (esto iba de ganado), peor todavía. En la cuadra, entre mierda sobre mierda, el ganadero debe poner orden, debe inyectar semen a la cerda madre, debe fumigar los alrededores, debe desparasitar a las bestias, debe vacunar a los jóvenes animalillos. El ganado y los deberes, siempre en clase y con falta de clase. Y en ese cuadro, en esa naturaleza viva y después muerta (porque en La lección hay mucha referencia a las muertes ocurridas y no ocurridas), se reflexiona sobre el sacrificio y el valor que tienen los muertos y los no muertos, los vivos con problemas y con necesidades físicas y afectivas varias. Y ante ese panorama pastoril, antes o después, bestia parda muerta y llantos y rechinar de cascabeles. A veces no está bien volver al encuadre del instituto, aunque ese encuadre solo sea un motivo más pensar en películas como Perro blanco. Si algo nos enseña el buen pastor, aparte de ser citado en Pulp Fiction, es que todos llevamos un Tarantino dentro y que siempre un samoano puede cruzarse en nuestra vida. Y quien dice un samoano dice alguien que no piensa como nosotros, o es más lechoso, o bien peinado, o enseña filosofía o valores o educación cívica, si es que queda civismo que enseñar. Hágase querer por un charco bien lleno de barro que los cochinos querrán meterse en él; hágase querer por ese micrófono y la batidora de mierda pesebrista llegará al cielo y al infierno; hágase querer por el sacrificio animal que es tan equiparable al humano como los días que acaban en ese y nuestras cabezas, sean más o menos animales, acuden al instituto para la sorpresa del día. Y aunque no acaben en ese, todos los días tienen a la manada deseosa de sangre, deseosa de carnaza, o pienso, o hierbas varias, que siempre hay que tragar sangre para escupirla. Una buena lección la de esta serie.
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