martes, 11 de abril de 2023

Los chicos de Hidden Valley Road

“La enfermedad les aterroriza, no quieren ni pensar en ella”. Esta frase aparece en la página 405 de Los chicos de Hidden Valley Road (en la mente de una familia americana) de Robert Kolker y traducido por Julio Hermoso, pero valdría para muchas de otras páginas de este libro que es, a la vez, una clase de ciencia y una novela de terror, una historia de abusos y la consagración de la negación, una paranoia interminable y un cuento gótico en el que todo lo que imaginas es superado en el siguiente capítulo. Y después de ese capítulo, otro, y otro, y otro más. “Todos tenemos historias que nos gusta contarnos”. Sí, pero lo desagradable, tiende a separarse, a apartarse. Tendemos, con pinzas de madera, a agachar la cabeza cuando no queremos ver algo. Pero ese algo, de pronto, llega a nuestra familia, y se queda. Para toda la vida y hasta la muerte. Y no se larga. Nunca. “Ser un Galvin significaba no dejar nunca de andar detonando cargas explosivas en tu recorrido por el campo de minas que era la historia de la familia, enterradas en lugares extraños, escondidas por pura vergüenza”. Secretismo, abusos, locura, terapias, nombres y más nombres de múltiples medicamentos, pastillas equivocadas: todo mentira. Y la desesperación, la escapada, el síndrome de Jerry García y los Grateful Dead, el estar sano y desear la muerte de los hermanos enfermos. No es fácil de entender todo lo que se cuenta en LCDHVR, como no es fácil de entender casi nada en esta vida. Reflexiona el autor en LCDHVR sobre la carestía y la lentitud del avance científico: “También han continuado las disputas sobre lo biológico frente a lo adquirido, aunque a un nivel más atomizado. Si la conversación giraba antaño en torno a Freud ahora es sobre la epigenética: los genes latentes, activados por desencadenantes medioambientales. Los investigadores ahora discuten sobre qué podría estar actuando como desencadenante: ¿algo ingerido como la marihuana, o algo infeccioso como una bacteria?”. Aunque, a la hora de sacar conclusiones, yo solo veo desconcierto, o más dudas, o más errores disfrazados con un barniz que huele muy bien y brilla mucho, pero que pasado el tiempo borra esa falsa imagen y muestra una fachada vieja y con muchas grietas: “Cada año hay más pruebas de que la psicosis se halla dentro de un espectro, con nuevos estudios genéticos que muestran un solapamiento entre la esquizofrenia y el trastorno bipolar y el autismo. La investigación más reciente sugiere que un número sorprendente de nosotros podría estar al menos un poquito enfermo mentalmente: un metaanálisis publicado en 2013 descubrió que un 7,2% de la población general ha experimentado alucinaciones o delirios; otro estudio de 2015 sitúa la cifra en el 5,8%”. Pero hay algo más que genética en LCDHVR: “De un modo u otro, somos producto de las personas que nos rodean, la gente con la que nos toca crecer y la gente con la que elegimos estar más adelante. Nuestras relaciones pueden destrozarnos, pero también pueden cambiarnos y restaurarnos, y nos definen, aunque nunca lleguemos a ver cómo sucede. Somos humanos porque las personas que nos rodean nos hacen humanos”. Y más medicamentos, y recitar el credo niceno, y esas peleas entre hermanos que nunca acaban, y la presencia de la policía en la casa familiar y muertes que nunca cesan: “Una de las consecuencias de sobrevivir a la esquizofrenia durante cincuenta años es que, antes o después, la cura se vuelve tan dañina como la enfermedad”. Como en Juegos de guerra, la única manera de ganar es no jugar: “La clave para comprender la esquizofrenia es que, a pesar de un siglo de investigaciones, dicha clave continúa siendo esquiva”. ¿Qué sería de nosotros sin delirios? ¿Qué sería de nosotros sin alucinaciones? ¿Qué sería de nosotros sin voces en nuestro interior? En la página 49 nos dice el autor lo realmente importante sobre la esquizofrenia: “Levantar un muro y aislarse por completo de la consciencia, primero de forma lenta, después de golpe, hasta que ya no eres capaz de acceder a nada de aquello que el resto de personas acepta como real”. ¿Uno de cada cien? ¿82 millones de esquizofrénicos? ¿Sabemos el nivel de locura que puede llevar al resto de personas que están alrededor de ellos? Al final, son más las preguntas que las respuestas, y quizás, por eso, siguen siendo tan atrayentes las páginas de LCDHVR. Habrá que volver a ellas.

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