viernes, 21 de febrero de 2025

El Pingüino. Primera temporada.

El comienzo de El Pingüino no sabes si tomártelo en serio o si va de una parodia mafiosa de poca monta. Luego se va enderezando, porque “nadie es intocable” y ya sabemos que todo es mentira porque hay preguntas que se contestan solas: “¿Cómo va a saber alguien lo que vales si no se lo dices?”. El Pingüino, en su versión de monstruito postmoderno refrito de muchos otros capos salidos de abajo y con aparato (da igual que sea en las piernas o con cicatrices en el rostro), nos muestra lo que vale hacer negocios y de que el trabajo no siempre es la salida profesional para el ascenso: “El mundo no está hecho para que triunfe el hombre honrado. Ser mecánico es un buen oficio, ese debería ser el sueño americano, una historia bonita con final feliz. Pero el mundo no funciona así. Todo es un chanchullo”. Y en esta historia, entre saltos en el tiempo y padres muertos, entre oleadas y medallitas para el tartajoso, nos deja claro que “no se dan premios por morir en los suburbios”. O quizás, mejor hacerse el tonto y no buscar letanías, porque “si te crees nada, serás nada hasta el día en que te mueras”. El Pingüino se concentra más en el pasado que en el presente, es una historia de mentirosos que no pueden superar a la mentira universal. Ni a ninguna. Ni al fuego ni al agua, aunque te abracen cuando te quemas o cuando te ahogas. O te obligan a la llamada, y luego no hay solución porque “no se construye un imperio con dos putos cubos”. En el cambio de cromos que es la vida nunca sabes si hay suficiente pegamento para aguantarlo todo, o para gasear a la familia. La diferencia no es importante. En ese tablero de ajedrez, todos somos “peones, ignorados, prescindibles”. Y aparte de peones, somos setas que buscamos una humedad en cualquier túnel, también ignorado, también prescindible. Pero al final, todo es codicia y la búsqueda de una lealtad que no solo se consigue con dinero. Y puestos a humillar, siempre es más fácil hacerlo cuando parece que no habrá mañana y no hay que dejar a nadie que sepa nada por el camino.

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