miércoles, 9 de febrero de 2011

Generation Kill


No ha sido fácil ver Generation Kill. He visto un capítulo cada 3 semanas (me ha pasado algo parecido a lo que me ocurrió con la primera temporada de Oz). La puta invasión norteamericana, y también inglesa, con apoyo moral y económico de las potencias de la península ibérica. ¿Valió para algo la foto de las Azores? Pues, la verdad, por lo que muestra Generation Kill, parece ser que no. Reina la anarquía, aunque eso sea un oxímoron decirlo. Lo que no tengo muy claro es que esta sea la serie que David Simon tenía en la cabeza, la verdad. No lo tengo tan claro. Una guerra es una conjunción de fracasos en los que se puede sacar algo en claro: ascensos de los cabecillas y marrones y cajas de muerto para el resto. Lo demás es una cruz detrás de otra. Y el cuerpo de marines queda retratado como una casa de putas de las buenas. Un burdel de una estrecha y muchas enfermedades venéreas. El placer es un riesgo y meterse en Irak una infección generalizada en un cuerpo maltratado por el VIH. Los celos, las continuas peleas, la muerte, el sufrimiento… ¿para qué? No nos engañemos, (o sí, como hacemos con la mierda de democracia cuando nos convocan los mismo de siempre a las elecciones, dejémonos engañar), no nos engañemos. ¿Quién en su insano juicio se iba alistar en los marines? ¿Alguien lo haría? En un momento de la serie, cuando llega el correo procedente de Bushilandia, vemos la verdadera realidad de estos jodidos desgraciados: sus vidas personales son una auténtica mierda. A casi todos les esperan facturas que no podrán pagar y, en el mejor de los casos, a una nueva exmujer a la que tener que pagar la pensión alimenticia de unos hijos a los que verán durante un mes cada dos años (bueno, eso si sigues vivo). Lo demás, como todo, una mentira como la mezquita de Damasco de grande. Pero, que no se nos olvide a los europeos (o ya, como nosotros, mitad norteafricanos, mitad nuevomundos) que gracias a Yankilandia se puso fin a la I Guerra Mundial, y sobre todo, gracias también a ellos no hablamos todos alemán, y no llevamos bigotito y no estamos trabajando en un arsenal nazi. Que no se nos olvide nada, que la corbata sólo nos aprieta porque queremos, que nadie te obliga a comprar ese coche, ni esa casa, ni pagar las facturas con esa mujer que dice que te quiere. ¿Y tú que sabes? ¿De dónde viene el petróleo? ¿Del nuevo parque temático? ¿Cómo sabe el ocaso? ¿Raro? ¿Irak es grande? ¿Y tu casa no es un puto infierno? ¿Por qué no está bien visto un gintonic a las diez de la mañana? Todo es mentira, siempre. Y estamos en la época de los delatores, así que esperando que el tiempo se acabe, mirad bien vuestros relojes. Sí, miradlos, antes de que se atrasen. Somos cabrones a los que sólo nos preocupan los objetos. Coleccionamos cosas innecesarias, coleccionamos Iraks como si la democracia fuese una cirugía estética. Mientras escribo esto ya no recuerdo el buenismo de Churchill, ya no estoy seguro de que si suena el timbre de la residencia catastral en unos minutos, sea el lechero. No creo que sea él. Seguro que no. Imposible.

Coda: Dejo como acabo la serie, en cristiano. ¿Tú no comes alambre de espino? ¿Tú no meas napalm?

Coda 2: ¿Qué? ¿Cómo se te queda el cuerpo? Pues eso: borracho a capricho. Y punto

4 comentarios:

  1. Buena reflexión. Yo me quedo en pañales, como siempre. Un abrazo

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  2. has dicho una gran verdad:¿quien coño en su sano juicio se alista a los marines?....un banda eso son, una banda

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  3. Bushilandia y Yankilandia... siempre me hacen reír al leerlos... :)

    Para guerras, prefiero videojuegos, que siempre ganan los buenos, y luego puedes llevar a los malos...

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  4. Lali, a magaear un rato.
    Marqués, menuda tropa.
    Felipe, ahora los niños dicen Obamalandia, pero suena light!!!

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