sábado, 30 de marzo de 2019
Traitors. Primera temporada.
Después los primeros momentos de la primera temporada de Traitors te das cuenta que estás ante una gran serie. Con argumentos. 1945. Victoria de los laboristas británicos. ¿Motivo? ¿Quién financia ese asunto? ¿Cómo se explica que tenga Lenin estatuas en plazas británicas? ¿O era Stalin? ¿Cómo frenar este asunto? Siempre procuro recordar a mis alumnos frases volpinianas: "El Diablo es un agente doble al servicio de la Providencia? Luego me dice Paco el Cuervo que me pongo retórico, pero es que esa frase (y muchas otras), resume bien el argumento. Y ahí, desde ahí, a darle hilo a la dichosa cometa. A espiar. A conspirar. Hacer el mal para hacer el bien y todas esas cuestiones que dicen que están en el Antiguo Testamento. ¿O era en el cuadro de la última canasta de los Bulls de Jordan ante Utah? Todo es mentira. Una puta mentira. Y siempre salimos perdiendo. Siempre. Y me parece bien la premisa. La de cortar (mal/bien/regular) políticamente desde dentro. Desde las entrañas. Desde el mismo tuétano. Y siempre hay una muñecas, o varias muñecas (rusas) delatándote. Y los cómplices, los secuaces (casi como los de de San Eloy con Peñafiel), los colaboradores, las víboras, lo peor de lo peor. Da la curiosidad (que no casualidad, que las casualidades no existen) que mientras veo Traitors estoy empezando a leer (muy lentamente) Memoria del Comunismo. Da para varios artículos Memoria del Comunismo. Para ver Traitors hay que dejar a un lado sentimientos ("los que te nublan el entendimiento") y prejuicios. Hay que hacer cosas que uno no quiere hacer. Tragar sapos y buscar agujeros alternativos. Y en medio de toda esa jodienda, las conversaciones para la partición de Palestina, unos y los otros con intereses (y no solo petroleros). Siempre el jodido tablero de ajedrez. Siempre. El despacho, la oficina, el traje y corbata, no son la vida real. No. Y deja frases Traitors desde el final al principio y te da ideas de lo que hacer con el Fenobarbital. Y con otras muchas cosas. Y pastillas. Y con Palestina. Si hay que partir, se parte; acelerar, pues se acelera; matar, también. Traitors supone obligación y pensamiento. ¿De verdad que tras la Segunda Guerra Mundial el sol no se ponía en el Imperio Británico? ¿Que era La India? ¿Y Ceilán? Y siempre acelerando. ¿Qué era el comunismo en 1945? ¿Igualdad racial cuando los blancos solo podían llevar armas y los negros conducir y cargar en la guerra? Teoriza Traitors sobre los primeros agentes de inteligencia de la postguerra, de los 40's, con preveer las revoluciones antes de que ocurran. El comunismo, los cascos, la muerte, las reuniones, los postres y sus daños colaterales. Asegura la prorrusa que "no se puede destruir una idea". O tal vez, sí. También dicen los espías de la OSS, de la CIA, de Yankilandia que "la única manera de vender democracia es tener ojos y oídos en todas partes". Debajo de las piedras. Y tener estómago para matar y aguantar y no llorar y no enseñar los moratones de la vida aunque eso suponga perder. Porque siempre salimos perdiendo. Siempre. Y, sí. Definitely Maybe, como Oasis, hay frases lapidarias: "El capitalismo, egoísmo estructurado". Y todo lo demás, también.
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