Informe Z. Primera temporada.
El perro. El puto perro. El perro. El 38 en la ONCE Murcia. El puto perro. Ha tenido que llegar el boliviano, las Atalayas y todo el postconfinamiento de rigor para que escuchara (del tirón) la primera temporada de Informe Z. La última letra del alfabeto viene por lo de zombie (gran canción, también). Informe Z. Me metí en Informe Z sin saber nada de lo que iba. No soy un fan especialmente destacado del género zombie, aunque alguna serie he visto. Ahora escuchando Informe Z vuelves (otra vez) a dar(te) de la fragilidad de todo: un puto perro, niños que lo tocan todo (y lo quieren todo), sangre, saliva, contagios, infecciones, ejército, violencia, transformación, monstruos por doquier. Como con el coronavirus, todo se vuelve terrorífico. Diarreas infernales, drogas caníbales, paranoias en gasolineras, bichos comerranas, conversiones maléficas y colegios convertidos en caos (bueno, tampoco hace falta un bicho para que un colegio, una guardería o un instituto sea un caos). Un puto caos en general, aunque se escuchen bromas de Broncano y compañía de fondo. Y para acabar, como si en España, "a lo sumo, un caso o dos", siempre hay que utilizar un eufemismo para bajar la persiana, para acabar con todo: borrado absoluto. Grande Informe Z.
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