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domingo, 11 de mayo de 2025
Canijo
En vez de Canijo debería llamarse la novela de los vómitos. No, mejor. La novela del mono. Vaya retrato del mono hace Fernando Mansilla en esta obra titulada Canijo. Ahora que parece que todos son seguidores de Glutamato Ye Ye tras la muerte de Enrique Fernández en la ciénaga de las redes sociales, recuerdo la letra de El suicida mientras terminaba Canijo (a partir de ahora LNDM), porque había personajes que no escogían el camino menos tortuoso para quitar(se) de la circulación. En este cuadro, el de LNDM, aprendemos que “los camellos del caballo no entran a sus clientes, no hablan, te miran a los ojos y esperan, son los amos”. Estos tesoros nacionales de la España de fines de los 80’s, entre las 3000 viviendas y calles con nombres de santos en Sevilla, nos muestran lo peor de la vida hecha rastrojos: “Porque el caballo tiene eso, que pica, y es agradable, pero pica mucho y los chavales se rascan con frenesí, sobre todo las narices, que es donde más pica”. LNDM muestra cuernos y violencia tras entierros, muestra golosinas de terror y lugares de yonquis sevillanos, pero sobre todo muestra lo que el nombre alternativo al título nos quiere decir: “Los síntomas y señales del síndrome de abstinencia en su cuerpo: el descontrol muscular, los espasmos, el desdibujamiento siniestro de su rostro, la expresión ida, la terrible ansiedad que transmitía su sistema nervioso”. Y apostilla FM: “Algo al otro lado que acababa con el desasosiego: el calor interior, las arcadas de placer, el control de la realidad, la desaparición absoluta de la ansiedad. Aire, combustible, calor, realidad…”. Escribe el autor, y subraya, que la droga no engancha, que la droga posee. Muestra la bestialidad de las bestias, también convrtidas en camellos, la bestialidad de aquella persona cuyo mejor día en la vida fue el que probó la heroína. Enfatiza FM en LNDM: “Yacía en el catre aplastado por toneladas de mono, de gorila inmenso”. En este paseo por el desierto, en esta Biblia desgastada y sin salvación y casi sin venas, leemos en la página 270: “La primera verdad del drogadicto es: no te fíes ni de ti mismo. De ti menos que de nadie. Cumpliéndose también la segunda verdad: el cliente siempre lleva las de perder”. En la página siguiente, leemos: “La tercera gran verdad del drogadicto: el cliente siempre espera”. Y la dependencia no solo era hípica, sino económica: la deuda infinita. Sumando doses, cincos y sietes, llegamos a la siguiente conclusión: “Todos nosotros, poseídos por el Espíritu, orgullosos de nuestra condición de yonquis, conscientes de entregarnos sin condiciones a la ruina más absoluta por un buen chute de heroína y cocaína. Capaces de darlo todo, la vida, el amor, la amistad, el prestigio, el orgullo, la honradez y la hacienda entera. Todo. Por un chute de heroína y coca”. Todo. No hay mejor resumen porque como transmite FM, “este es un submundo habitado por la no-normalidad”. Superado el ejército espartano (+2), seguimos sumando ideas para el cambio a LNDM: “Cuando pides para quitarte el mono te da igual que te miren como te miren, el yonqui pasa de todo y la opinión de los demás te importa menos que nada”. Todo, menos que nada y saber que “cuando uno está enganchado, el cerebro trabaja siempre a favor del enganche”. Y en ese pum pum del ring, leemos como “cada vez se hacen los monos más insoportables”. El retrato se pone más borde al final con el SIDA, bicho de esos finales de década, con el epílogo hospitalario y el juego del olvido: “El que prueba las agujas ya se puede hacer la cruz”. LNDM es un retrato que da miedo, pero que hay que leer para intentar comprender la complejidad de esa España que miraba para otro lado ante el enganche definitivo.
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