domingo, 5 de julio de 2009

Pero sigo siendo el rey.

He acabado de leer entre este julio esquimal la novela de Carlos Salem titulada Pero sigo siendo el rey, publicada por Salto de Página. Las tres adquisiciones anteriores de esta editorial, Chamamé, El Paseo millonario y Gólgota fueron tres agradables sorpresas. Con este libro de Carlos Salem me ha pasado lo mismo. Lo primero que hay que decir es que hay que ser valiente para meter al rey Juan Carlos en una novela. Y una vez que se hace, haciéndolo bien. En cuatro días me la he liquidado, y dada mi baja tensión, eso es síntoma de dependencia novelesca. Un detective no en horas bajas, sino en segundos plagados de tinieblas, es el acompañante existencial de un monarca que abandona su trono para iniciar una road movie plagada de extraños compañeros de viaje y rarísimas curiosidades. Pero esto es España, a fin de cuentas. Una mezcla heterogénea de personajes que intentamos convivir entre la envidia generalizada. La España envidiosa, rencorosa, asquerosa, maniquea, genial, farsante, idiotizada, soñadora, juguetona, triste, viuda de genialidad, saltimbanqui y atrasada. Pero es lo que tenemos. Y a falta de pan, buenos son los tequilas. Y todo lo demás. Pues eso, altamente recomendable para este iglú veraniego en el que nos encontramos. Porque la escarcha, como el infierno, es una cosa muy personal. Y punto.

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