miércoles, 22 de enero de 2014

Pasaporte renombrado

Ya hablé por aquí de Poemas para zurdos de Virginia Cantó. Y de lo que evoca y no la poesía, como este Pasaporte renombrado. Es cierto, hay viernes que buscan un tipo determinado de aceras, aunque el azul del cielo no sea de Alberti. A veces, los posos de los vasos de ginebra son indescifrables. ¿Releer a Don Vicente? Cualquier momento es bueno. ¿Deleitarse con tito Leonardo? Siempre es una buena opción. Cuando se escoge la derrota, por defecto, el empate es utópico. Y las perlas, sean mates o grises, nunca se olvidan. Pero ese mismo gris, ya sin perla, se vuelve turbio. No creo en las casualidades, aunque curiosamente las intersecciones y esquinas dan un juego increíble. Y el acre repetido, de nuevo. Reinventar la historia, incluso para el más pervertido de los revisionistas, es complicado, se tengan más o menos tickets a mano. Y los bostezos urbanos del otro lado del Atlántico. Y volviendo a ese revisionismo, por muchas mañanas que pasemos en los museos es imposible reconciliarse por la historia. El aquí y el ahora, como los demonios, como ese tráfico repetitivo, como ese parque de reinvención. Y la desobediencia, aunque sucia, es llamativa, tanto o más que el olor a ozono. La revolución de los colores siempre tiene una cara B, una casa vacía y la fijación en los libros de los extraños en los aeropuertos. Y la cena tibia (por qué no recalentada ahora que Coppini ya no está?). Y ordenar los olores por meses, y volver al azúcar, mil veces. Y prohibiendo imágenes bíblicas, Adán se recreaba viendo a Eva dormir, y desde entonces (casi) siempre desayunamos solos. Y que suenen violines, o, en su defecto, que bramen violas. Y surge de nuevo la gran pregunta, si el Apocalipsis vendrá un domingo por la tarde o la noche de un lunes invernal. Y caricias añiles, y el eco de la nieve, y los distintos eneros y el insomnio eterno de las horas interminables. Y todo lo demás.

2 comentarios:

  1. Más de una vez me he leído algún libro no por el libro en sí sino por lo que otra persona ha escrito sobre él. La mayor parte de las veces lo que esa persona había escrito era mejor que el propio libro.

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