martes, 18 de marzo de 2014

El ala oeste de la Casa Blanca. Quinta temporada

El único año en que fui alumno vespertino, allá por el curso 96-97, llegaba de la facultad y tocaba estudiar y radio. Manuales y música, y aparecía Jesús García Roa y nos decía aquello del manual del buen dj, "empezar con énfasis y acabar de forma triunfante". Con El ala oeste de la Casa Blanca, antes con Sorkin y ahora con Wells, ocurre un tanto así. Empieza con la herencia recibida, como el gobierno rajoyesco y nos va dejando algo que nos intriga. Quizás la comparación sea francamente lamentable, pero es así. Ya no llovieron los premios sorkianos pero seguiremos recordando episodios en la retina: búsqueda de Zoey, otra vez Qumar, el nuevo vicepresidente, la historia del pianista, la sucesión en los tribunales, Israel, Palestina y todo lo demás. ¿Lo anterior era hiperbólico y la quinta tan mala? No. En absoluto, los premios no lo son todo, pero al final, en primera persona del singular quizás los cambios no sean bien vistos, no sean tan considerados como en el pasado. Eso, y que todos pintan canas, y Ziegler sigue enfadado con el mundo, y Josh siga siendo un vacilón, y C.J. sufre y recuerda una noche y un ascensor, y la primera dama toma Valium y siempre hay demasiadas cosas que recordar.

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