Creemos que la victoria es una salvación, y no lo es. Estamos equivocados. La victoria no es definitiva. Es un sueño. Un principio equivocado. Puedes pensar muchas cosas, pero es una victoria efímera. La segunda temporada de de Penny Dreadful es la de las ocasiones perdidas: demasiada evocación para un final demasiado abierto. Muertes necesarias, siempre. Te despides y no sabes dónde mirar. Y sólo queda un crucifijo en la pared. Y no valen los árboles talados. Ni las casas olvidadas. Ni los bailes de salón. Ni las pesadillas. Ni los escorpiones. Solo queda un crucifijo que, antes o después, arderá en una chimenea. Y esa victoria, como todas, era mentira. Y punto.
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