martes, 18 de julio de 2017

Engrenages. Quinta temporada.

No es fácil resumir la quinta temporada de Engrenages, con bajas inesperadas y muertes con móvil en la boca, ataques de perros peligrosos y planchas ardientes, con padres que resultan no ser padres y padres con muy bajos instintos, con madres que no conocen al padre de sus hijos y padres que hace tiempo que no ven a sus hijos. También hay madres que no conocen a las viudas de su hijo. Todo un tejemaneje difícil de explicar pero que para ojos del espectador es reconfortante entre tanto caos. También reflexiona esta quinta entrega con el valor de la palabra dada, de ejercer de chivato, de jefes con buenas intenciones y jefes que su diarrea peteriana solo les hace poner ojos en un ascenso. Hay muchos tipos de malos: los que juegan con millones de euros entre Libia y Francia, los que juegan con cientos de miles de euros con camiones robados y los que juegan con cientos de euros para llenar la barriga de cerveza con muchas consonantes. De todo, como en Versalles, de reyes solares a jardineros con hambre. Saltos al río y secuestros que nunca salen bien. Coches que desaparecen. Palizas que llegan. Y todo lo demás, también.

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