martes, 17 de julio de 2018

PATRIA

Terminé PATRIA un 15 de julio de 2018. En la primera de muchísimas escenas, Tacones sobre el parqué, escribe FA que no debemos renunciar a la alegría. No pide nada el autor. Casi nada. ¿Qué pensar después de semejante libro? ¿Qué no pensar después de la obra de Fernando Aramburu? Ya junté letras por aquí refiriéndome a Los peces de la amargura y sobre La gran Marivián. Ante PATRIA, antes o después, hay que posicionar(se). Y no olvidar. Hace unos días se cumplían años del asesinato de Miguel Ángel Blanco. PATRIA es una obra sinfónica, con acordes que a veces te hacen reflexionar sobre la maldad humana; a veces, sobre abrazos que sobrecogen. Tal vez no sea fácil resumir (fácil no, imposible) PATRIA, o sacar una sola conclusión. Mi generación, la de finales de los 70’s, se atragantó muchos días comiendo (o dejaba de comer) viendo muertos en el Telediario. Me acuerdo de Vallecas; me acuerdo (como si fuera ayer) de la bomba que mató en Murcia a García Rabadán; me acuerdo de muchas. Le decía a mi gente si podíamos cambiar la tele de canal, que no me apetecía ver destrozos humanos mientras le metía el colmillo al conejo del arroz de mi madre. Tal vez, fue por tipos como yo, los que preferíamos cambiar de canal, por los que no se le daba solución al “conflicto vasco”. Es muy complejo. En PATRIA también hay veces que la comida sirve de tapón a otros asuntos. Es complicado. Muy complicado. A lo mejor, desde la distancia, se pensaba que nunca nos tocaría (hasta que nos tocó en la capital del Segura). Un ejemplo. En el curso 93/94 empecé a tener de compañero a Josu Iturbe, que acababa de llegar de Basauri. Nunca le pregunté por el País Vasco. Veinticinco años después, todo sigue estando ahí: los atentados, los minutos de silencio. Recuerdo que trabajando en Beniel, en el curso 2007/2008 se rezaba en el instituto cada vez que se producía un atentado mortal y había algunos compañeros que odiaban hablar del tema. Del asunto. Del conflicto vasco. ¿Cuántas veces no hemos escuchado eso de “putos vascos”? ¿Cuántas veces no se mezclan churras con merinas? PATRIA pone un ejemplo que no está de más. El del fútbol. Xabier, el hijo del Txato, el asesinado, socio de la Real Sociedad de San Sebastián. Solo he visto dos veces en directo a la Real Sociedad dos veces en directo en Nueva Condomina siendo abonado del Real Murcia. Una vez en primera y otra en segunda. Y otra vez con los putos vascos de mis alrededores de la grada llegándome a mis tímpanos. Aramburu pone el ejemplo de la visita de la Real a jugar contra otro Real en Zaragoza. Las matrículas, los coches dañados simplemente por una maldita matrícula. “Los putos etarras” englobaba a muchos. Incluso a víctimas fuera de Euskadi simplemente por llevar una matrícula guipuzcoana. O no. O, quizás, simplemente, sea una anécdota dentro del dramón que es PATRIA. O muchos dramones en una gran obra con muchos daños colaterales. Los cursis nos han hecho mucho daños hablando de daños colaterales y, sobre todo, de “zona de confort”. Se habla, se escribe, de aproximadamente unos 250.000 exiliados. Depende de la fuente. ¿Pocos? ¿Muchos? ¿Hubiera sido yo un abertzale si hubiera nacido en el País Vasco o Navarra o en Iparralde? Vaya usted a saber, pero muy probablemente, sí. Pero, aunque expresión cursi, me quedo con los daños colaterales de PATRIA. No solo es el muerto, el Txato, en su pueblo; no solo Bittori, su esposa, que decide marchar a San Sebastián y que no puede enterrar en su pueblo a su marido; no solo sus hijos con unas vidas personales destrozadas de por vida. No. Es todo. Es el día a día. Por la familia de uno de los miembros del comando encargado de su asesinato, igual. Y luego, las enfermedades, los vecinos, las fiestas y las pintadas. El maldito día a día. El amigo Zoilo, vivió aquello en primera persona del singular estando su padre trabajando en Intxaurrondo. El patrón trabajando en la cárcel de Sangonera la Verde también me contó como estaban los etarras en prisión y el modo de comportar(se) y los brindis los días de asesinatos. Alguna vez en clase, explicando en 4º de la ESO y en 2º de Bachillerato asuntos de la España contemporánea, les he dicho a los alumnos que piensen por un momento. ¿En qué? ¿Qué pensaría yo si tuviera un hermano como Bolinaga? La respuesta (casi) siempre es la misma: ¿Quién es Bolinaga? Les pongo la cara de Bolinaga antes y después de salir de la cárcel. Les repito la pregunta y los pongo en la tesitura de ser familiar de Gregorio Ordóñez. Tampoco saben quién era [del obispo Setién no he tenido oportunidad, pero ya lo haré si Adelita me permite seguir en el negocio]. Ese es uno de los grandes problemas: que no se habla. Parece que se ha olvidado. Y no. No podemos olvidar. Una tarde (reconozco que no lo escuché en directo), Dieter Brandau empezó su programa recordando el nombre de todos y cada uno de los asesinados por ETA. Sí. Igual que el 11-S de todos los años se recuerda en USA el nombre de los asesinados tras aquella masacre, nosotros no debemos olvidar. ¿Cómo lo vamos a olvidar? Ahora no se entiende lo que está haciendo Grande-Marlaska al frente de Interior, pero eso será para otra entrada y con más ganas. No podemos olvidar Hipercor, no podemos olvidar a Zamarreño, no podemos olvidar a Fernando Buesa y su escolta Jorge Díaz, no podemos olvidar a Fernando Amor ni a Tomás y Valiente, no poemos olvidar el atentado a Aznar y cada uno de esos nombres. Tampoco podemos olvidar el GAL. Tampoco. Por supuesto. Ni el papel de los medios de comunicación, altavoces y señaladores en dianas con nombres y apellidos. El cuarto poder y sus daños colaterales. Otra vez. Y tampoco, yo que no falto a misa, el papel de la Iglesia, de Setienes y adláteres de Setienes, Serapios que rimabana con sapos y que pasaban a cobrar el impuesto revolucionario en nombre de ETA antes de hacer la misa de 8. Recogiendo el dinero rapidito, que no puedo llegar tarde a los oficios. Aramburu hace pocas referencias a PNV, a Herri Batasuna, a LAB y otras organizaciones que fueron fundamentales para el conflicto vasco. Y recuerda, con razón, que los familiares de muchos que estaban a favor de Franco eran los más radicales del independentismo vasco, los más herribatasunizados. Nada nuevo bajo el sol. También les recuerdo a los alumnos en clase lo que hizo el PNV cuando estalló la Guerra Civil en el 36: en cada territorio, una cosa. Aquellos Aguirres trajeron estos Ardanzas, estos Ibarretxes, estos Atutxas. O tal vez, no. El árbol, las nueces, los chicos de la gasolina y todo lo demás. Empieza uno quemando contenederos y autobuses y acaba pegándole tiros al vecino o pasando información para que le peguen un tiro al jefe. Da igual. Mucha mierda sobre mierda. Recuerdo, como si fuera ayer, las veces que nos pararon el fin de semana que ETA acababa con una de sus treguas (trampa) y en el que iba con mis padres camino de Huelva para pasar allí unos días. No recuerdo las veces que había controles en las carreteras; o las veces que al bajar el Puerto de la Cadena estaban haciendo controles. En fin. Sé que me dejo muchas cosas de PATRIA, pero es que hay que leer el libro. Y, quizás, pasados unos meses, releerlo. Te trae a la cabeza demasiados asuntos y demasiados nombres: Pakito, De Juana, las Gestoras ProAministía, Bidart, y otra vez la imagen de Gregorio Ordóñez en aquel programa de Antena 3, y Miguel Ángel Blanco aquellos días de julio, y los tipos riéndose de todo en la Audiencia Nacional en sus peceras correspondientes, y el bar Tánger, y los pisos francos, y Ortega Lara desorientado y con aquellas barbas, y los funerales con aquellos policías y guardias civiles y otros compañeros llorando, y los cócteles molotov en las sedes de los partidos políticos, y tantas y tantas cosas. Por eso y por tantas cosas, hay que leer PATRIA. Coda: Joder, Sergio, he tardado demasiado, pero ya me lo he leído. Coda 2: Y me ha hecho recordar esta entrada de MMC que leí en mis clases de 1º de Bachillerato la última semana que trabajé allí.

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