miércoles, 6 de marzo de 2019

La Maravillosa Señora Maisel. Segunda temporada.

Vuelve La Maravillosa Señora Maisel, vuelven los altibajos. Esta segunda temporada vuelve, con su plenitud, pero también con su tono agridulce. ¿Qué nos hace falta para ser realmente felices? ¿No tenemos en cuenta París ¿Tampoco los canadienses? Vestidos bonitos, maquillaje bonito, perfiles manifiestamente mejorables. Y meter(se), y meter(te). Con todo Cristo. Con todos. Con el puto universo. Pero lo bueno de decir los asuntos en voz alta, es que provocas cambios. Y, sorprendentemente, positivos. Muy positivos. Y sí, muchas veces, hay muchos jefes indios en la tienda. Otra vez. Y los tecnicismos, divorcio sí, divorcio no. Bandas como plato alternativo. Y sí, hubo un Polaris antes de Polaris. Antes de Torre Pacheco, El Jimenado (¿se decía así?). ¿Seguro que sabemos lo que hacemos con los amigos? ¿Pasar de apellido de casada al de soltera? ¿O directamente Super Maisel? Pero el 59 era el 59. Ni teníamos idea de Don Draper. Y cada copa, a su hora. ¿Toca balbucear o blablucear a ciertas horas? Un capítulo de LMSM hace más por las mujeres que cinco huelgas en nombre del feminazismo del 8M. Y, ciertamente, nadie perdona. ¿Para qué narices perdonar? ¿Tenemos que cambiar verdades por mentiras cuando todo es mentira? Esto suena a canción de George Harrison. Y no es de exnadas, ni de exnazis, ni de exbeatles. Y escapar, en plan amaralístico, y salir corriendo y acabar en bares vacíos de Philadephia. Y cenas familiares de verdades y mentiras y medias verdades y medias mentiras. ¿Era ese el orden de las cenas familiares? Coda: La mejor frase es la del carpintero que no es carpintero: "Imagina una manada de lobos con diarrea, encerrados en tu piso durante un mes, y llegas tú con una cuchara. Esa es la cantidad de mierda de la que hablo". Y apostilla: "Vivir consiste en no parar de comer mierda". De comer mierda. Coda 2: Y esos himnos para acabar cada capítulo... Coda 3: ¿Qué sería de nosotros sin chascarrillos?

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