jueves, 9 de diciembre de 2021

Las flores cierran en invierno

Etiquetar los textos que engloban Las flores cierran en invierno es un ejercicio difícil pero que enriquece (lo mismo que ocurre con cualquier cosa que firme o en la que colabore Federico Volpini). Historias de cerebros de faraones y de señores medievales que en Valencia hacían de las suyas, de certezas a medias y de la vida inanimada de los electrodomésticos. Eso, para empezar. Y, como siempre, FV deja sus pildoritas para reflexionar. En Festín, comienza de la siguiente manera: “La sangre derramada es siempre sangre virgen. Y emborracha”. El proceso neuronal y la desaparición de un número concreto nos lleva a un mundo distinto del que vivimos, como si nuestro retrato (falso, verdadero, insípido, necio) nos convirtiera en presidentes o en mendigos, en flor de cactus o en oso adorado en el Medievo. En Tiempo, metido a Marc Bloch, nos dice lo siguiente: “No parece que el tiempo pueda tener consciencia de sí mismo: ubicuo como es, omnipresente, eterno, multiforme y todopoderoso, ¿de qué le sirve al tiempo, cuando el tiempo carece de deseos?”. Más preguntas que nos deja FV en el sendero de nuestra ignorancia: ¿Cómo plantear la muerte de la muerte? ¿Es posible? En Saturación escribe FV que “en la virtud está la esencia de la felicidad”. Y, como en unos viejos libros, nos lleva a tierras cuyas fronteras a veces son difusas: “Se afirma en Anatolia que en el Juicio Final a los borrachos se les ahogará en vino y que a los tibios se les permitirá que lo contemplen”. Adán, Eva, manzanas, y más vino, cajas y más cajas. Lobos y fantasmas de la creación. Juega FV con los elementos que perturbaban la Einstein y a los geniecillos de bata blanca, a los que acumulan dolencias y paranoias. Derrotas que, durante horas, por pura ignorancia parecen victoria. En Desilusión hace despertar a aquellos que se mueren por poder poner selfies de sus correrías: “Cualquier viaje carece de sentido”. En El arte de la guerra, como si de una crisis financiera se tratara, nos relata la lucha sin cuartel y los intereses cruzados: la mentira sobre la mentira. Como un politólogo sin carrera (que lo somos todos), FV se pregunta: “¿Es el mono el eslabón perdido entre el hombre y el presidente del gobierno?”. Atavismo es un cuento para pensar, siempre y cuando no estés operado de apendicitis o de las muelas del juicio. En Fiesta aldeana asegura que “la sangre del duende fertiliza las tierras”. Del duende dice, que no del alumno. Para empezar En el principio, FV pone a un hombre a meditar: “Pensaba que es difícil pensar; que la meditación no lleva a nada, a menos que uno se desplace con ella; que solo la experiencia de lo externo te acerca a la verdad que es, a pesar de todo, inabarcable”. En Diferencias, FV asegurara que “olvidar es como un bálsamo sobre la piel herida de nuestros sentimientos”. Después Volpini nos recuerda la desdicha de Mahoma. Lo de los puntos cardinales me lo guardo para mi 1º de ESO. No está mal tampoco creer en las tradiciones, aunque para José Perona fueran tradiciones envejecidas. En el siguiente apunte tengo recurrir al diccionario de la RAE para definir el derviche: entre los musulmanes, especie de monje. Toca rezar, volver(se) asceta, encontrar la lucidez al alba, al mediodía y cuando haga falta. Siempre asimilamos silencio (o casi siempre), pero no siempre castidad, pero FV le pone la etiqueta de danzantes a los derviches en cuestión. En Leyenda nos preguntamos por flores y por entrepiernas, por secretos que llevan a secretos y verdades que nos da miedo asimilar. En el resto, finales largos en comparación con el preludio, saboreamos la gloria de batallas y viajes que nos podía contar un profesor de Medieval. O de Arqueología. O de cualquier ciencia historiográfica, en la que el de bata blanca nos diría que los labriegos corrían y volvían a correr, espada en mano, cantar de gesta de un futuro que siempre era próximo. En Cuentos irlandeses, hay dos palomos que van tras la misma tórtola (o eso creemos nosotros), hasta que se antipodizan (amén). En Samuel, volamos hacia un siglo XI inglés, cuando empiezan a confundirse reyes normandos y británicos, preludios de guerras que posteriormente protagonizaron doncellas y fuegos eternos, aunque aparecen en el mismo texto la palabra judío y Navidad (amén al cuadrado). En Jerusalén compartido (amén, amén, amén), nos adentramos en cruzadas del Temple (nada pone del Santo Sepulcro ni del Hospital), pero no solo en Tierra Santa: las preguntas llegan a otras ciudades santas… y menos santas. En Hablando de suplicios se llega a la valentía de pensar en la diversión de los dioses del panteón. Bendita valentía y bendita lectura la de Las flores cierran en invierno. Coda: A veces idealizamos lo que ocurrió en épocas pasadas, o fabulamos en exceso pero no ponemos en valor lo suficiente lo que cuesta esa recreación, sea por escrito o en imágenes, sea utilizado para versionar el fin de los días o el principio de un cisma. O tal vez, no.

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