lunes, 17 de enero de 2022
Mayans M.C. Tercera temporada.
Ha tenido que llegar todo esto para volver, dos años y casi dos meses después a Mayans M.C. Con esa espectacular entradilla, su tercera temporada, para mí, mejora con su tranquilidad inicial para contar y seguir con las historias, para introducir nuevas rutinas y recordar los infiernos del pasado. Pero la idea original, la idea primigenia sigue ahí, aunque algunos necesitan cambiar a la persona original por sucedáneos, aunque algunos busquen al otro lado de la frontera cambiar orden por anarquía, aunque algunos sufran siendo vendidos al Gran Hermano Yanki, aunque algunos demuestren el Principio de Peter en su posición al mando, aunque algunos tengan que recuperarse en el Infierno para volver a la penumbra. Ya no hay tipos escribiendo en los tejados, no hay diarios sobre los que moralizar pero si reencuentros y preguntas, miseria y muro, penitencia y disparos, niños drogados con labios amarillos y bizcos que buscan un plan b cuando no hay esperanza. Pero la esperanza en Mayans M.C. es utópica: no se puede salir de una ciénaga estancada, perenne y atemporal. Hay momentos en los que crees que puedes ver el mar aunque todo sea dantesco, que crees en la lucidez cuando todo está turbio. Pero son solo unos breves instantes, porque lo peor siempre está por llegar, y llega. Pasado siempre presente, que decía el hombre de la camisa verde, que pasaría perfectamente por un mayan, que él también tuvo su particular accidente de moto aunque no llegó a ser telleriano. Pero Mayans M.C. va mejorando capítulo a capítulo, y nos pregunta sobre el verdadero valor de la esperanza, sobre la mentira de la confianza, sobre el dolor impuesto bajo las caretas de la política, sobre el día a día de la desesperación, sobre la falsedad de la rehabilitación: siempre hay que matar a los diablos. Quizás tengamos a Sons of Anarchy en un pedestal (y con razón), que a partir de ahora tendrá que compartir con Mayans M.C. Se comprueba cada día que “la libertad es una mentira”. Cuando crees que has alcanzado algo puede que sea el momento de abandonar, de huir, de escapar, porque si no te matan lo harás tú mismo. Y como en el Perro semihundido de Goya, no vale hacerse preguntas de si nos ahogamos o nadamos o buscamos pájaros en el horizonte, porque hace ya mucho tiempo que estamos esperando que alguien nos recoja muertos en la orilla del mar.
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