miércoles, 13 de abril de 2022
Severance. Primera temporada
Una mesa de juntas. Doce sillas. Una tijepa zanahoria boca abajo en la mesa. Preguntas. Cuestionarios sin motivo aparente. Cinco preguntas. Y así empieza Severance. Sillas verdes. Llantos en coches y alfombras verdes en recepciones serias con recepcionista seria. Relojes que marcan horas demasiado tardías para empezar a trabajar. Hágase querer por un trabajo, por una raya en el pelo, por el recuerdo del color de los ojos maternos. Y en el escritorio, más alfombras verdes y separadores verdes y ordenadores que no son verdes sino azules que parecen verdes. Turturro haciendo el Turturro sin chupar una bola pero tendiendo la chaqueta en la percha que no es verde. ¿Y por qué no recordar un regalo de leche en polvo? ¿De leche? ¿Refinado de macrodatos? ¿Qué pijo es eso? Y la Arquette de Amor a quemarropa se ha hecho mayor, y va tintada y sin gafas de Elvis. Hasta la Mona Lisa envejece. Empresas que gotean antes de chorrear, porque como decía el hombre de la camisa verde, antes de llover chispea. Y si que somos ganado: ganado al por mayor, en busca de un matadero mejor hoy que mañana. “Todo lo que imaginan lo seres humanos suelen crearlo”. ¿Hablamos del coronavirus un rato? Mejor lo dejamos para después, sigamos con Severance, sigamos con las tiritas en la frente, sigamos con alfombras verdes sobre un fondo verde de una tele del pasado. Procedimientos. Cronologías perceptivas para separar lo laboral de lo familiar. ¿Dónde hay que firmar? Mejor no acordarte de nada del trabajo. Por supuesto que sí. Siempre. Y los vecinos, aquí y en Amor a quemarropa, traen siempre sorpresas. Pero siempre hay grietas en los recuerdos, o en lo que queremos recordar. Grietas infernales, en plan Borges. Hágase querer por un implante, hágase querer por un agujerito en la crin, hágase querer por una mentira. ¿Acaso no vivimos ya en una cárcel? ¿No sería mejor no recordar nada de la vida en el trabajo y nada del trabajo en la vida? ¿No estamos casados con nuestra profesión? Ríase usted de la caverna y los mitos filosóficos, y de las apariciones y de la nieve en mitad de ningún sitio. Y chequeos y salas de descanso y de bienestar y salas que se llaman salas porque cárcel ya estaba cogido. Y prisión, también. Y penitenciaria. Trabajar sin saber en lo que trabajas. Otro show. Mejor no saberlo. Vivan los sofás verdes. Y Turturro y Walken haciendo de Turturro y Walken, haciendo de raros en un mundo raro. Y sonidos enlatados y mierda verde, y árboles verdes, y sonidos verdes. Ahora que solo nos invitan a comer alfalfa, y carne sin sabor, y café sin cafeína (el mundo convertido en la parábola que ya vimos en El Club de la Lucha), solo nos queda seguir haciendo el gilipollas. El gilipollas universal, sin ataduras: hagamos el gilipollas sin límite. ¿Cómo hemos llegado a este nivel de gilipollez? ¿Cómo a este nivel de indecencia? ¿Todo vale para pagar facturas? Y canciones que ya escuchamos en Mr. Robot y que se repiten, ducha aparte, en Severance. Y momentos Memento sobre la piel, que esa película ha creado escuela. Y ocupas que meter en casa, y buscar respuestas bajo una ducha, y jefes de departamento sin futuro ni decepción, porque todo es un estado de ánimo, desde la viudedad hasta la escritura. Mensajes ocultos de desesperación. Sinceridad enlatada. Mierda etiquetada bajo la apariencia de locura. Sinergias de desesperanza. Réplicas detallistas que no sabes si dan miedo o hacen adorar la naftalina. Arrepentimientos forzosos. Cuadros, libros, móviles, y perdones y huidas repetidas que nos saben a recuerdos viejos. Expiación continua. 1072. ¿Qué sería del cristianismo sin oración ni vigilia? Pero no eran raros los raros, eran normales. Croquis y mapas, relojes repetitivos. Viva la hipocresía. Guillotina en sujetadores de anillos. El Infierno hecho oficina. Libros para pensar, citas para seguir reflexionando. Y esos problemas que te dejan colgado. Muy colgado. De por vida. Severance es una forma de ver el fracaso en muchos sentidos de la vida. Como si de un ejército de regaladores de consejos se tratara, Severance nos lleva a ese límite que va de la crucifixión a la resurrección. ¿Debemos creer para seguir con la palabra sagrada? Fallos en Matrix, que Severance también tiene su parte de Matrix, cambiando chips por pastillas, Morfeos por Armonías, refugios por oráculos. Bolsas marsupiales para todos. Y no sabía si estaba poniendo la carga de lavadora o en el anuncio de Norit o en ese sucedáneo de existencia que vivimos. Nueve valores, nueve mentiras. Y pensar, como cada día que vas a trabajar, en la desconexión. Viva la desconexión.
Da miedo pensar en lo mayor que se ha hecho Patricia Arquette, y la cara de mala que pone. La verdad es que la serie a pesar de ir algo lenta tiene buenas perspectivas. Con ganas de ver la segunda temporada.
ResponderEliminarLas expectativas son altas
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