jueves, 21 de julio de 2022
Dark Winds. Primera temporada.
Dark Winds nos lleva, en helicóptero, a 1971 y a lugares envidiablemente icónicos, pero que te meten en líos. El helicóptero en cuestión vuelve a esos lugares, ya no tan icónicos y si muy sudorosos, después de un robo a un camión de seguridad que salía de un banco repleto de bolsas. Entierros, ritos y películas de indios y vaqueros en blanco y negro, que todo el dolor no va a ser televisado en directo. Y yo no veo brujas en los sueños, las veo continuamente en la calle y en el trabajo. Policías tribales con asuntos no solamente tribales. Cañones para todos en territorio Navajo. Vietnam y el adelgazamiento físico de los cuerpos de seguridad, obligando a alistarse para acabar con los rojitos de ojos achinados. Dos muertos, un viejo de 60 sin hígado ni ojos, y una niña de 19 años en el mismo lugar. Y en ese mismo lugar, una ciega y muda y vieja, que es testigo pero que no puede ejercer de testigo. Y entre policías navajos y FBI, comienza una historia que te engancha desde el principio, porque hay mucho a lo que engancharse. Y tipos que vuelven a su pasado, sin necesidad, pero con motivo, sin utilidad, pero con dolor. Todo tiene una explicación en la vida porque todo es mentira, sea sangre familiar o ajena. Presentimientos que dan trabajo. Embarazadas con síntomas variables. Y siempre hay un curandero en la familia. Y cada agente, especial o no, acaba como doble, trabajando al servicio de La Providencia, de los dioses indios, del FBI o de lo que cantara John Lennon. Perros muertos que no falten. Hasta curas de origen indio tiene Dark Winds. Hágase querer por un riachuelo y verá lo que no está escrito. Y morir de miedo, como casi siempre en la vida, y escapar, y magias que no se pueden entender (¿acaso alguna se entiende? ¿acaso se entienden las remontadas en el SB? ¿acaso se entiende algo en la vida?). Ritos, ceremonias, falsas apariencias, pasados que se confunden entre el polvo que se convertirá en barro y el agua que bendecirá tinieblas. Pero como siempre, nada es lo que parece, todo es mentira y una explosión no vale para cerrar heridas. Una buena serie para pensar que no todo vale en cualquier momento, que los principios hay que respetarlos y que siempre hay un resquicio para la esperanza. O no.
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