lunes, 25 de julio de 2022
Gaslit. Primera temporada.
Viva la mentira, porque vivimos en ella. Gaslit es una sucesión de mentiras, como nuestra vida, pero a diferencia de ese chiste ambulante que es la nuestra, Gaslit brilla. “La Historia no está escrita por las masas débiles, los Don Nadie: los comunistas, los afeminados, las mujeres. Está escrita y reescrita por soldados que portan banderas de reyes. Eso es o que significa ser fuerte, eso es lo que significa ser norteamericano; eso es lo que signfica ser Nixon”. De Nixon, a veces, nos acordamos por Oliver Stone. O por cosas así. O por aquel gesto del helicóptero. Por esas despedidas sin reconocer nada, como cuando te llamaban la atención de pequeño (o de adulto). Gaslit nos hace vivir la mentira institucionalizada, la mentira desde arriba, pero que también llega abajo, al día a día, a las protestas de los veteranos de Vietnam, a las calles llenas de mierda (¿alguna vez no han estado las calles llenas de mierda?). Mejor no pensar, mejor no pensar nunca en el sitio de aquí a un año, mejor no preguntar y así no desaparecerán las pirámides. Gran pregunta esa de la desaparición de las pirámides, parece como si la hubiera hecho el hombre de la camisa verde. O no. Siempre volvemos a La Biblia, siempre adoramos, como en Cartagena, a Cayo Mucio Escévola. En Casi Famosos decían que “la gente guapa no tiene valores”; en Gaslit, aseguran que “la gente importante tiene la importancia que los demás les otorgamos”. Todo mentira en esta vida, aquí y en Arkansas: “Jesucristo no vencería los republicanos en las primarias”. Pero nos estamos haciendo mayores, o, mejor dicho, me estoy haciendo viejo, o me estoy preguntando si realmente nací viejo. Me costó un capítulo y pico darme cuenta de que Sean Penn era Sean Penn (con papada, pero Sean Penn). Quizás se esté convirtiendo en el nuevo Gary Oldman, y ya salga disfrazado en cualquier sitio, en cualquier velada nocturna, en cualquier chiringuito de verano, en cualquier mentira con traje (¿hay alguien con traje en política que no sea mentira?). Cuba, Méjico, confusión, todo mentira. Cuidar al café, como en un barco de vela. Comparar el matrimonio con un buen jardín, o un buen jardín con un matrimonio, ya no me acuerdo del término real y del término imagen. No deja de ser una montaña rusa, o norvietnamita, pero Gaslit nos ayuda a pensar en la balanza de la oscuridad, de que todo llega entre el fracaso y la vida cotidiana, entre lo asqueroso y lo que parece lúcido, entre un lunes por la casa encerrado en casa con las persianas bajas y unos zapatos que te hacen daño al salir un viernes por la noche. “Cada mentira que permitimos erosiona nuestro sentido de la verdad, hasta que nos convertimos no solo en mentirosos sino en la propia mentira”. Y en esta vida no vale solo reir, que las ratas tienen hambre de otras ratas, tienen hambre de soledad, tienen hambre de locura, tienen hambre de enfermedad. Quizás, simplemente, es que no pensamos lo suficiente, o nos escuchamos lo suficiente, o lo suficiente hace tiempo que no nos conviene: “¿Ha escuchado su propia voz en una grabadora? Suena extraño, como alguien más, alguien que no conoce”. Lo dicho, Gaslit, todo mentira.
Coda: Todos desnortados, entre otras cosas, porque la mayoría son sureños.
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