miércoles, 27 de julio de 2022
Sumisión
Sumisión es el primer libro que leo de Michel Houllebecq, recomendado por un grupo que tengo olvidado. Me extraña que no aparezca la palabra suicidio, la del suicidio de la civilización occidental, hasta muy al final. En el compacto de Anagrama que tengo entre mis manos no es hasta la página 241: “Europa ya se había suicidado”. He ido alternando el libro, en menos de una semana, con música de Nirvana y Pearl Jam, y Jeremy y Alive han sido canciones recurrentes. Jeremy cuenta la historia de ese chico que se vuela la tapa de los sesos en clase, como cuenta Ronen Givony en Not for you, y en el instituto no paran las clases: todo se ve como algo normal. En Sumisión se nos cuenta la islamización de la Europa contemporánea y, como en el instituto de Jeremy, todo sigue igual. En Sumisión, MH nos lleva a las cuitas de un profesor universitario, más preocupado por su ajetreo sexual que por sus clases al principio del libro, más preocupado en hacernos mención de lo que come (en todos los sentidos) y del tiempo que hace. Pero conforme pasan las páginas, lo único que no cambia es su obsesión por Joris-Karl Huysmans, desde el día de su tesis hasta el final: “La noche de mi defensa fue solitaria y muy alcoholizada”. Muestra MH la imagen (muy reconocible) del profesor universitario ( en este caso de Literatura del XIX) rodeado de seres en una facultad en la que hay fascinación por el dinero y el consumo: “Adoración de iconos variables: deportistas, diseñadores de moda o de portales de internet, actores y modelos”. Y mientras adoramos lo que no tenemos que adorar, llega la decadencia de occidente. Se inventa el autor una serie de personajes con los que el profesor obsesionado con Huysmans que le sirven de altavoz de sus pensamientos: “Cada vez estaba más influido por el pensamiento de Toynbee, por su idea de que las civilizaciones no mueren asesinadas, sino que se suicidan”. Y es en ese final, allá por la página 242 cuando lo resume a la perfección con la palabra que da nombre a este ensayo hecho novela: “La cumbre de la felicidad humana reside en la sumisión más absoluta”. Vivimos rodeados de gente hastiada con su trabajo, y me reafirmo en primera persona leyendo a Houellebecq: “Nunca tuve la menor vocación docente, y 15 años más tarde, mi carrera no había hecho más que confirmar esa falta de vocación inicial”. Y aplaudimos memes que nos llegan al móvil, y noticias sin interés en Twitter, y mierdas varias mientras ya no hay ni palos ni sombrajo. El profesor de Literatura del XIX va sustituyendo las alumnas que le hacen compañía y le calientan la cama, o él es el sustituido, depende de las borrascas y los anticiclones, de la bruma occidental o de la comida del libanés de turno. La historia se centra en la llegada de un partido musulmán al poder en Francia con la sumisión de la izquierda, y posteriormente en otros países, en solitario o en coalición. Y va soltando frases, pero no España ya hace tiempo que tenemos este problema pero no lo queremos ver: “Nunca he estado convencido de que sea buena idea que las mujeres puedan votar, estudiar lo mismo que los hombres, acceder a las mismas profesiones, etcétera. La verdad es que nos hemos acostumbrado a ello, pero ¿seguro que es una buena idea?”. Y ese profesor, que se “sentía tan politizado como una toalla de baño” va adaptándose a la nueva situación, como si ese palo astillado que entra por su culo y llega a sus entrañas no fuera ni palo ni estuviera astillado. Pero como todo vale para frenar a la extrema derecha, comemos halal o lo que haga falta: “El avance de la extrema derecha, desde entonces, hizo que las cosas se pusieran un poco más interesantes al introducir en los debates el olvidado escalofrío del fascismo”. Y en ese punto, en la solución a un problema que no tiene solución, sale la izquierda unida al islam como intento de solución a ese jodido problema que no tiene solución: “El islamoizquierdismo era un intento desesperado de los marxistas descompuestos, en plena podredumbre, en estado de muerte clínica para salir del cubo de la basura de la historia agarrándose a las fuerzas ascendientes del islam”. ¿Y enfrente? ¿Identitarios trasnochados disfrazados de algo que no quieren? ¿O sí quieren? Buena pregunta, antes de la respuesta: “Para los identitarios europeos está claro que, tarde o temprano, estallará necesariamente una guerra civil entre los musulmanes y el resto de la población”. Y uno es intocable hasta que deja de ser intocable. Y en la educación está la clave: “Quien controla a los niños controla el futuro, punto final”. Sumisión nos pone en un escenario en el que nos encontraremos, pero en el que ya tenemos ciertos factores presentes en el juego. Si no queremos verlo, es nuestro problema, y en la ONCE nos acogerían con los brazos abiertos: “Las ratas son mamíferos inteligentes. Muy probablemente sobrevivirán al hombre; su sistema social, en todo caso, es mucho más sólido”. Y equivocamos el sentido de la brújula, o no tenemos brújula, o no queremos tener brújula: “El verdadero enemigo de los musulmanes, lo que temen y odian por encima de todo, no es el catolicismo: es el secularismo, el laicismo, el materialismo ateo”. El buenismo nos hará morir rodeados de los nuestros, y no como ahora, con viejos solos en casas o en residencias. Pero luego repasando las notas, me di cuenta de mi equivocación. Aparecía la palabra suicidio, en el sentido estricto, en la página 196: “Me estaba aproximando al suicidio, sin sentir desesperación ni siquiera una tristeza particular”. Quizás, como ya adelantó el hombre de la camisa verde, nos pasa poco y queremos más, y mientras hacemos el gilipollas en bodas y comuniones, y olvidamos lo realmente importante: “Nietzsche dio en el clavo, con su olfato de viejo cabrón: el cristianismo era en el fondo una religión femenina”. Todo es mentira, incluso en el comunismo: “Trotski había tenido razón frente a Stalin: el comunismo solo podía triunfar a condición de ser mundial. La misma regla, advertía, valía para el islam: sería universal, o no sería”. Y apostilla MH: “La Iglesia católica se había vuelto incapaz de oponerse a la decadencia de las costumbres”. Cualquier gilipollas de turno se enfada con el cura cuando no deja bautizar a su hija si el padrino o la futura madrina, están divorciada. No pises la iglesia, no pienses en la iglesia. O no pienses en nada. Sumisión es un buen libro para hacernos pensar muchos asuntos, e, incluso, si vamos a suspender las clases en el próximo suicidio de un niño en un colegio o si solo estamos preocupados por no ponerles falta a los alumnos el día de la fiesta del animal sacrificado. Viva Napoléon, el nuevo Imperio sin romanos y las conversiones masivas. Y todo lo demás.
Coda: Y en 34 días empieza el curso. Viva la vocación.
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