martes, 12 de julio de 2022
The Lazarus Project. Primera temporada.
Unas caras reconocibles de otras series nos llevan a días repetidos y líneas temporales descartadas, a otra pandemia en 2022 y al enésimo caos mundial (sigo contando, y no paro). The Lazarus Project nos lleva a la disyuntiva (¿se puede decir disyuntiva y no coyuntura entre la séptima y la octava ola COVID-19?) de poder elegir volver atrás. Empieza The Lazarus Project con una acción inusitada para series de televisión y preguntándonos sobre la posibilidad del inicio del Apocalipsis y con el supuesto de saltos temporales hacia atrás como en 1963 o 1973, que siempre hay misiles o crisis de misiles o cabezas de misiles robadas. Siempre. Y a las desgracias universales se unen las personales del protagonista, que se pregunta sí todo lo que pasa alrededor suyo es culpa propia. Jugar con esas cuestiones solo te mete en líos. Mutantes con bucles temporales que recortan fragmentos de su vida, que ven cada reseteo del mundo, como en 2018. Lugares tristes para alcanzar algo que se repite, una y otra vez. En definitiva, máquinas del tiempo que evitan, muchas veces, la Tercera Guerra Mundial. Podían haberla utilizada hace 200 días en lo de Rusia y Ucrania, pero por lo que se ve no estaba operativa. Pero esta maquinita no la utilizan siempre, solo en situaciones especiales y eso da mucho que pensar, sobre todo cuando hay algo que afecta personalmente a uno de los protagonistas y se empeña en darle al botoncito de rewind como si de una minicadena de los 80’s se tratara para escuchar una canción grabada en la radio para escucharla en bucle. Y, precisamente, The Lazarus Project es un bucle que nunca acaba, que se repite una y otra vez sin solución de continuidad, que se enquista y se gangrena. Y nos lleva a preguntarnos si necesitamos salvar el mundo continuamente (todos los días, siempre lo mismo) y si nos hemos convertido en una plaga. ¿Somos plaga y necesitamos plaguicida? ¿Por qué no ser simplemente prescindibles? ¿Por qué no olvidarnos de todo y mandarlo todo al carajo? ¿Por qué no dejarlo todo en la singularidad? ¿Por qué no volver a hacernos olímpicos en plan La Costa Brava? Quizás, la única pega a The Lazarus Project es el algargue excesivo de bucles que se repiten hasta la extenuación al final, pero que tienen su explicación. Una buena serie con la que pensar en cada uno de los actos que hacemos, en si deberíamos volver atrás (si pudiéramos) continuamente y enmendar los errores. O quizás, todo sea un error.
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