domingo, 26 de febrero de 2023
Casas Viejas, 90 años después
Empieza Casas Viejas, 90 años después, y te das cuenta, escuchando el relato (o el relato dentro del relato), de que no es que ocurriera el asunto de Casas Viejas. No. Tampoco que pasara lo de Castilblanco o Arnedo. Menos. Te das cuenta de que lo raro era llegar, no los problemas al llegar. Siempre tenemos un doble rasero a la hora de medir la segunda república en España. Demasiado tarde, demasiado pronto. Algunos le ponen la etiqueta de demasiado para todo. Demasiado, y sobra. En la reconstrucción de aquellos dramas que hacen en Onda Cero, no dejan nada fuera de la órbita, desde el primer capítulo con los antecedentes, desde el tiempo y los daños colaterales o la creación de entes que no se digerían bien. No había Almax forte para todos. Hubiéramos necesitado continentes de sal de fruta para que aquello acabara bien porque nadie decía lo bueno que estaba el primer bocado. Ni el postre. Pero desde el primer capítulo al cuarto, el sonido recurrente, las palabras que se repiten son el de antecedente de la Guerra Civil, el prólogo a una locura que era cuestión de tiempo, que iba a ocurrir de cualquier manera porque era lo que tocaba, era lo que pedían las entrañas. No hubo poción mágica para salir de aquel atolladero. Al final del relato, o de ese relato dentro del relato del que hablaba en la primera línea, está la derrota: en la guerra y en el 36, apenas hubo muertos en Casas Viejas porque ya los hubo antes. Hubo un capítulo final, un epílogo a algo que ya había ocurrido en una espacio pequeño. Escenas de una película que ese filtraron años de que fuera incluso rodada. Eso fue Casas Viejas. Lo de Azaña y Casares Quiroga le pudo pasar a Lerroux o a cualquier otro; lo de la Guardia Civil o la Guardia de Asalto era normal en aquel contexto; la injusticia, cotidiana; rebelarse contra aquella república de palos y cañas entre chozas de techo de castañuela, lo inevitable; la paranoia de Rojas tras su paso por África, otro episodio dentro de un quijotesco libro de locura militar en la España del XX; el papel de la prensa, fundamental. Pero, ante todo, desilusión. Una constante desilusión en la que es imposible perdonar porque aquello fue un dramón, fue la unión de jaurías en busca de sangre, y la sangre, como escuchamos más de una vez, se la beben los perros una vez fusilados y quemados sus dueños. Solo les quedo quemar el cielo, pero no había alcohol, en ese momento, para tanto. Gran documento sonoro. Y ya he abierto los ojos, pero sigo viendo la sangre y olor a carne humana quemada.
Coda: Ríase usted de los cineastas españoles que no han tenido los cojones de ilustrar con imágenes este suceso con los medios actuales (solo me acuerdo de López del Río hace mucho tiempo, en plan amateur), pero creo que para eso habrá que resucitar a Sam Peckinpah.
miércoles, 22 de febrero de 2023
La chica invisible. Primera temporada.
Patios con cal y macetas, rosales y geranios, escaleras viejas y muebles añejos (que no solo van a ser añejos los vinagres), niñas con pelo audritotuzidados (que decía el hombre de la camisa verde), y adelgazamiento de la base humana de un instituto de un pueblo sevillano en el que hace mucho calor y el personal pide botellines una vez y quintos, otra vez, indistintamente. Pese a su insultante lentitud, pese a sus imágenes desenfocadas, pese a la ausencia puntual de música, La chica invisible es una buena serie, atrayente y fácil de asumir en sus principios fundamentales (tampoco sé si esas eran sus pretensiones, o eran pretensiones mayores, o son difícilmente evaluables). Pero, en resumen, La chica invisible traza una serie de premisas reconocibles y atrayentes, con un paisaje que conocemos todos (o por lo menos, todos los que lo conocemos): feria de pueblo, asesinatos, investigación guardiacivilista, personal que se conoce desde chico, atmósfera de sudor y manzanilla, estancia perpetua en el bar, abusos y trapicheos varios, individuos, individuas e individues que en su proceso de crecimiento adolescente comparte imágenes en redes sociales y salivas y fluidos varios. En definitiva, el mapa existencial de personas en las que desconfiar, con dolores interiores y traumas que se sobrellevan entre ayudas legales e ilegales, entre casas ajenas y colchón en el suelo. Y los puntos suspensivos ahí siguen, esperando más partes en su huida hacia adelante (como si tuviéramos otra huida que no fuera esa). Un buen producto.
martes, 14 de febrero de 2023
14 de abril (de Paco Cerdá)
Llegué a 14 de abril de Paco Cerdà sin pretenderlo. Apareció entre otros salvajes libros y fue a la mochila y en una jornada hice la lectura. Sin saber nada del autor, ni referencias. Disfruté el libro, y disfruté la forma de cerrar los párrafos. Los que nos fijamos mucho en obituarios tenemos algo ya a favor con 14 de abril. Y es extraordinario el esfuerzo informativo, de archivo y búsqueda de datos de los que no salen sus nombres casi nunca (o cuando salen, no les prestamos atención, o no queremos prestarles atención). Aquella jornada de 1931 que iba a cambiar tantas cosas luego no cambio tantas, o las cambió de forma inacabada, o fue un cambio de cromos pero no un cambio de régimen como debía ser. Y no lo fue. Aquella república burguesa tenía mucho de burguesa y poco de república, con los mismos políticos de casi siempre, con una herencia y unas puertas giratorias que chirriaban mucho y necesitaban un engrasamiento. “El poder es ambición”, escribe Cerdà. También que “un entresuelo burgués no es lugar para un castor”, hablando de Lerroux, de ese Lerroux metido en una caverna esperando la gran luz. Describe PC instantes epifánicos, de esos que se recuerdan y que no se repiten, porque son únicos. 14 de abril vive de retratos quemados y bustos que vuelan, de una euforia colectiva sin contención, de una ilusión que no solo se acabó en Casas Viejas. No. Hubo más cosas. Más asuntos. Y, entre aquella fauna, describe a Juan de la Cierva: “A Palacio, según qué días, según que hombres, se llega de etiqueta. El ministro Juan de la Cierva es uno de esos hombres en uno de esos días”. Un JDLC que va al encuentro de Alfonso XIII, a ese tipo que no era un cualquiera: “Tres décadas de reinado efectivo. Con veinte presidentes del Consejo. Con ciento dos gobiernos distintos. Con dictaduras y dictablandas. Con desastres marroquíes y una semana trágica en las calles catalanas”. Y ese día no estaba la magdalena para pespuntes. Toca huir. Gran verbo ese de huir. Y reflexiona el autor sobre la fuerza: “El poder es la capacidad de infundir miedo. De atemorizar y controlar para evitar la anarquía. De amedrentar y castigar para impedir la insurrección”. Apostilla Cerdà: “El poder son las armas. La potestad de utilizar la violencia en régimen de monopolio y a discreción. El resto son circunloquios o constituciones: rodeos elusivos de una incómoda verdad”. Y el apoyo de la Guardia Civil como fundamental para el cambio que no lo fue tanto. O quizás si lo fue y nos negamos a verlo: “Para algunos, sería el golpe de gracia al rey y a la monarquía. Pues sin armas ni miedo, que le queda a una corona desprestigiada”. Y añade Cerdà: “Las aramas y el miedo –el poder- abandonan al rey”. Y entre ratas, PC nos lleva a un cuadro que no es tal, porque no hay santos óleos que ungir, o si los tenemos pero no los utilizamos porque nos cansamos de rezar demasiado pronto. Y Romanones, y Niceto Alcalá-Zamora, y ese escenario velazqueño: “En Breda se capitula y se entregan las llaves para salvar el cuello. Y esto es Breda. Un bando va a presentar su rendición; el otro respetará su retirada, nada más. Pero esta vez, trescientos años después, en esta nueva Breda sin pintor de cámara regia, la Corona española pierde”. Y más frases que suelta el autor: “La revolución exige poetas que aviven el fuego”. Banderas que cambian de tonalidad en nombre del amor, y de la patria, y de la fe, y “todo cosido por el hilo incandescente de la épica”. Y en Madrid y en Barcelona, sucede la Historia, pero también en Éibar y en Cádiz, y todos los rincones de España en los que hay que cicatrizar suturas: “El exilio, la cárcel, las renuncias. Las derrotas, los desengaños. Tanta suela gastada, tantas penalidades para llegar aquí. A este instante sudoroso en el que se asoma al balcón”. Y si se mueve la bandera, es porque hay algo que sopla: “Pero el viento parece haber cambiado. Crepúsculo de los reyes, está despuntando el alba”. Y en esa Historia de olvidados, PC nos recuerda a los mártires de Jaca, a Galán y García Hernández, fracaso honroso pero con cementerio final. Y Ramón Acín, y la bata de Julián Besteiro, y el recuerdo de Carrillo. También 14 de abril habla de escribientes, de escritores de discursos de reyes en su despedida (Gabriel Maura), de la retórica sin vuelta atrás. Y la figura del infante don Juan, y las maletas por hacer. Y nuevas direcciones, que ahora “el poder sigue al pueblo, y no al revés”. Pero no era todo tan fácil. Nada fácil. Y el recuerdo por los nombres y las fechas del ayer que se levantaron contra la tiranía: Porlier, Daoíz y Velarde, Lacy, Riego, Hoyos y Lluch, Martín, Miyas, Torrijos y Manzanaeres, Sujuto, Abad, Aso, Rumi y todos los demás. Y las meses de derrota, con nombres y apellidos de ministros, del último consejo de ministros con el rey: “Alfonso XIII levanta la vista. Allí está la sombra alargada de su ancestro en esta hora aciaga, a las cinco de la tarde”. Y un dos en la quiniela, que se estaba perdiendo en casa: “La derrota apesta, la derrota hierde, avisa de lejos a cualquier pituitaria entrenada en los juegos del poder”. Exilio. Unamuno. La palabras de rigor: “Hoy ha comenzado una nueva era y terminó una dinastía que nos ha empobrecido, envilecido y entontecido. Vosotros, a los que se ha llamado chusma encallada, habéis dado un hermoso ejemplo de ciudadanía manteniendo el orden contra los del orden, que no eran más que el desorden organizado”: Y visitas italianas del calcio, que sin fútbol no somos nada. Ni nadie. Ni nunca. Y Franco y Millan-Astray, y las variaciones de los himnos que se hicieron populares, y el vacío carcelario y Margarita Xirgu y todo lo demás de lo que los yanquis se quisieron enterar: “En España se desmorona una dinastía de dos siglos y medio. En Washington preocupa la rueda de prensa de un miércoles de abril. Relinchos y cascos. Lacayos y palafraneros. Y el miedo real a la repetición de Ekaterimburgo, y los muertos de Navamorcuende y Zamora y Melilla y todos los lugares. Los daños colaterales. Y los golpes de resignación, porque no queda otra: “El poder está cambiando de manos. Todo va deprisa, muy deprisa. Maura empieza a llamar a los gobernadores civiles, uno a uno, para que entreguen el poder a los presidentes de las audiencias provinciales o a los líderes republicanos de cada territorio. Allí mismo, el comité designa a Niceto Alcalá-Zamora como presidente del Gobierno y Jefe del Estado; el comité revolucionario se convierte automáticamente en Gobierno Provisional de la República. Sin traspaso de poderes. Sin formalismos. Un golpe en la mesa y ya está”. Pum, pum: “Los golpes fuertes (…) La proclamación ha culminado. Quien no haya cenado, ya puede cenar”. Y otra vez Nicolás II y su recuerdo, y Alejandra, y los niños de nombres inolvidables: Olga, Tatiana, María, Anastasia Y Alekséi. Y las palabras del padre Coloma que recuerda el autor: “Ser rey es una misión peligrosísima. Un rey tiene que estar siempre dispuesto a morir, y para esto se necesita un valor muy grande. Jamás se disculpa a un rey la cobardía”. Y el recuerdo de los atentados fallidos de 1905, de 1906 y de 1913. Pum, pum. Y la carretera del Palmar, ahora avenida del Palmar (viva El Lugar de Don Juan, y, antes, Aljucer) esperando. Madrid camino de Cartagena por carretera, y llegar al puente de los peligros, y pasar el barrio, y cruzar por la puerta de casa de mi abuelo Juan, que era azañista. Alfonso XIII por Aljucer, un visto y no visto (esto es cosa mía, pero me la estoy imaginando y me gusta). Y el puñado de comunistas mal vistos: “Los camaradas no comparten lo que ven. Perciben un soplo de conservadurismo muy alejado del vendaval revolucionario que anhelan. No es esto, no es esto. Continuismo tras un velo de ilusión. Viejos políticos monárquicos revestidos con ropajes republicanos nuevos. Los amos de siempre mandando en el corral. La enésima mutación del capitalismo. Sucias impurezas". Le falta música de Joy Division, o de The Duruti Column: “Que no quede rastro. Ni gloria ni recuerdo: el olvido. A eso quiere el pueblo condenar a Alfonso XIII y a la monarquía en estas primeras horas republicanas. El rey se ha marchado de Palacio. Pero con eso no basta. La Corona debe pagar. Hay sed de venganza”. Y añade el autor: “No solo es iconoclastia, violencia simbólica y destrucción. Ha llegado la hora de resignificar. De construir nuevos mitos”. Y el catalán de Guillermo Reinlein, y nombre de los primeros ministros y la nueva legalidad: “Detrás de la retórica, del nuevo escudo y del marco orlado late un mensaje implícito. Hay un nuevo Gobierno en España con plenos poderes, que se declara investido directamente por el pueblo, y que está dispuesto a suspender los derechos necesarios sin intervención judicial con tal de proteger a la República de sus enemigos, ya sean monárquicos, comunistas o anarquistas. Es el orden. Lo que todo poder codicia”. Y Josep Pla en los Madriles, y “nadie al otro lado da señales de vida. Nadie intenta evitar el hundimiento de la monarquía, el derrumbe de quince siglos de monarquía roída por la base y apolillada por la altura. No es una lucha de clases: uno de los dos bandos no ha comparecido en la batalla”. Y listas de reyes, de Don Pelayo a Juan V de Portugal, Requiario y Teodorico de Galicia. Y más pum pum, que diría don Andrés Serrano del Toro: “Pienso en los libros que he leído sobre España, apuntas. En general, todos estos libros dicen lo mismo. España es una cosa inmóvil. La monarquía es una situación eterna. La duración de esa monarquía está garantizada, primero, por el Ejército y la Marina, que es una clase intocable. Después, por el latifundismo del Sur, de Andalucía y Extremadura. Después, por la Iglesia católica, apostólica y romana, por la que los españoles sienten una adoración viva, activa, pintoresca e indispensable. Después, porque la industrialización es incipiente, porque el orden público es fácil y porque la clase media es rabiosamente monárquica, y una mayoría del pueblo, también. Ahora bien: hoy, día 14 de abril, todas las impresionantes columnas del templo inmóvil se han derrumbado. Me vienen tales ganas de reír que, si no estuviera tan cansado, estas ganas serían aún más abundantes. Y por eso te conformas con la sonrisa, dejas la pluma y te hundes en la cama a dormir”. Pum pum, que diríamos ya todos. Y de Cartagena a Marsella, y la familia en casa, que mañana toca tren, y Ena, “la madre extranjera de una familia desgraciada. Desgraciada a su manera, pero desgraciada”. Añade Paco Cerdà: “No una reina, un príncipe y cuatro infantes. Las máscaras han caído, arrumbados han quedado los coturnos, ya para qué interpretar papeles. La auténtica tragedia se explica sola, sin shakespeares que la adornen. Y en esta tragedia hay una madre, cinco hijos y un destino: el ostracismo”. Y Cartagena y frases sobre monarcas que antes o después caen: “Los reyes no son más que polvo. Un solo día bastará para destronarlos y arrebatarles su poder”. Una buena opción para una lectura de domingo para coger el AVE Madrid-Murcia (aunque Alfonso XIII tardó menos que yo en hacer el trayecto en coche).
domingo, 12 de febrero de 2023
The Outlaws. Primera temporada.
Llegas a The Outlaws por Christopher Walken y te quedas. Según su hija es “un cabrón, mentiroso, ladrón y egoísta”. Palabras repetidas por su nieta y con añadido: “Del que no te puedes fiar”. Sale de la cárcel y va a casa después de 8 años con sus pelos de loco, y su pulserita de tobillo para tenerlo bien controlado. “Entendió mal que no se pueden falsificar los cheques”, termina la hija. Y también hay ladronzuelas de supermercado y gente de mal vivir y peor soñar, que diría el hombre de la camisa verde. Y de todos los colores y religiones (sobre todo amigos, amigos de lo ajeno). Y en ese Misfits revisitado (porque te acuerdas de Misfits, aunque me quede la última), se mezclan individuos que van a sufrir los trabajitos a la comunidad (otro eufemismo de mierda para una mierda de eufemismo). Formas de hablar. Pollas como arenques, hablando de carne de supermercado. 100 horas por cumplir, un poquito más que una troncal de nueve horas en la carrera. Y preguntas sobre heces humanas (y de las otras). Otro de los misfits del grupo asegura que “tenemos un sistema penal que se doblega ante la brigada pobre de izquierdas”. Y le sigue dando a la carretilla: “Hoy no puedes ser de izquierdas si no eres un vegano transgénico alérgico a las nueces que hace jabón”. Frases impostadas o, directamente copiadas, de un periódico de Albión, en la que también se puede leer que “a los rojos les pirra eliminar a los suyos”. Velocidad y sonrisas y lágrimas. “¿Por qué roba una persona inteligente?”. Tampoco se trata de ser educados por padres que te compran juguetitos educativos y no de los otros. Y hasta estrellas del cuore tienen su penitencia. Y hay que probar a leer, y no solo con palabras sobre caballería, infantería y armada. En The Outlaws hay chascarrillos inteligentes, pero sin rayarse. Van de lo útil a lo sencillo, como deberían ser las buenas comedias, por muy macabras que sean. ¿De verdad que se puede trabajar más que una prostituta con un par de colchones? ¿Qué fue de la palabra somier? ¿Ya no se utiliza? ¿Seguimos diciendo Sénder o solo Sender? Viva la vida. “Ojo por ojo y al final todos ciegos”. Castigos para todos. Universos por descubrir. ¿Cuál es la diferencia entre una persona de color y una racializada? ¿Hay alguna diferencia? ¿Hay? ¿Códigos? ¿Delatar? ¿Mierda enlatada? Y conocerse, y huir de los pepinos, y rayar coches, y el vandalismo disfrazado de destrucción de estatuas de personajes blancos. “Tengo una madre asiática: la tobillera de la naturaleza”. Pero las malas compañías no son siempre las peores. No. Hay gente con traje y corbata aún peor. Y otros, sin brújula moral. El capitalismo y la clase obrera y los colores de pelo que no duran ni un estornudo. La repercusión. La responsabilidad. “Si flota o vuela, alquílalo”. Mentiras y más mentiras. “Con los chinos no se puede negociar, no se sabe si son comunistas o capitalistas: son como el partido laborista”. Pero The Outlaws se pone borde y cafre, y eso está bien, porque hay que ponerse borde y cafre de vez en cuando en la vida. O no solo de vez en cuando. Y la decepción paterna, y la decepción con el padre, y cuando te gritan que te comas algo. The Outlaws va de más a menos, pero deja buenas preguntas sobre la forma en la que actuamos cuando nos metemos en problemas. Y los problemas siempre están ahí. O lo estarán.
miércoles, 8 de febrero de 2023
Infiesto
Desapariciones que no lo son, o lo son y las vendemos como otra cosa, o con otro nombre. O sobrenombre. Infiesto. Shock. A ciegas. Lluvia fincheriana Secuestros. Días de marzo de 2020 en la que todavía, con las calles vacías, no sabíamos realmente la que se nos venia encima. Y mascarillas al poder. Y más neblina, y cuadras, y demonios, y adelgazamiento de la base poblacional de España, y clases de Geografía con provincias del norte, y muñequitos y escondites y zulos y gente que nunca sonríe. Hágase querer en una ermita. Esto de hacer películas con búsqueda de zumbados no es fácil, y en Infiesto lo hacen bien. Buena historia y buenos grises. Pero no es Seven, la verdad (aunque tampoco lo pretendían, o parece que no lo pretendían). Y se dice prisión permanente revisable, aunque ya no se hable de ella como se hizo (hubo un tiempo que no se hablaba de otra cosa). “Nosotros no estamos enfermos, es la sociedad. “¿O es que no veis lo que está pasando ahí fuera?”. Profetas de obras inacabadas. Faroles que van y vienen, pero siguen sin iluminar esa ciudad con lluvia eterna y hospitales que se van llenando y viejos que van cayendo como moscas. Muñecos de paja y pajas celtas que se hacen eco en la quijotera de un zumbado. Y los muertos, y el no poder despedirse, y escapar con la vida porque ya no hay más. Y aquí no hay tipo con cámara de fotos y gabardina, pero al final, todo se parece a otra cosa. O a muchas cosas.
martes, 7 de febrero de 2023
Happy Valley. Tercera temporada.
Antes del drama, deporte: lanzamiento de electrodomésticos a la policía. Estos británicos siempre adelantando un chiste en el velatorio, siempre poniendo una bromita en el caos, siempre bebiendo en la borrachera continua. Cuenta Leonardo Sciascia en su informe sobre el asunto Moro que varios de los pisos francos de las Brigadas Rojas fueron encontrados gracias a atasques en tuberías de edificios que propiciaron los descubrimientos y con un motivo parecido (el drenaje, siempre el drenaje) empiezan a aparecer huesos y cuerpos y huecos de balas en la tercera temporada de Happy Valley. Jubilaciones a la vista, pero antes, más deporte y sufriendo bien: ¿Quién dijo que no sufrir no es deporte? ¿Y qué responderías si te preguntaran sobre ocho años atrás? El pasado, siempre jodiendo la marrana. Viva San Cristóbal. Y las adicciones y la locura desatada, y dejar de creer porque ya no se puede mirar a ningún sitio. Y ese control coercitivo que se vende como otra cosa y el trapicheo nuestro de cada día. Y la confianza quebrantada, y comprar lo que no necesitamos para meternos en cebollas que solo nos hacen llorar o no buscan la ruina en todos los sentidos. Luego podemos creernos que esto es la repera, y que por discutir y por escribir buenos diálogos hay gente que puede llegar a orinar agua bendita. Una temporada correcta y llena de buenas intenciones. Se esperaba mucho más.
lunes, 6 de febrero de 2023
La Chica de Nieve. Primera temporada.
Llevaba tiempo sin que una serie me recordase a otras películas y otras series durante todo su desarrollo. Y para bien. No quiero decir que La chica de Nieve copie. Todo lo contrario. Tiene momentos de inspiración que nos llevan, antes o después, a historias que van desde El silencio de los corderos a otras muchas que por momentos te trasladan. Te llevan. Pero deja puntos suspensivos, y al final, siempre hay algún malo que va venciendo [(Que no sea Kang, por favor), que aquí todos nos inspiramos en algo]. Desaparición, violación, corrupción, cintas de video, locura, esterilidad, huecos de los que se intuyen profundidades, pero no se ven (o, directamente, pozos), llamadas sin contestar, héroes metidos a villanos, periodismo con doble rasero y, unas musiquillas de Julio de la Rosa con las que recrearse en lo que produce y es provechoso del terror en los demás. Y la vida no es solo coger uva ni canciones de Antonio Vega. O, quizás, también.
Coda: Y habrá que leer el libro, digo yo, que quizás estamos perdiendo más escenas que se han quedado fuera.
domingo, 5 de febrero de 2023
La divina probabilidad de los recuerdos extintos
Llevaba un mes y pico La divina probabilidad de los recuerdos extintos encima de la cómoda, en un Carlos III sin enciclopedias pero con reformismos nada borbónicos. Olvidado tras un encargo, tras algo cotidiano que hay que hacer para que no cambie nada. Perdidos en un tiempo sin ilusión, solo salvados por algún himno de los Stone Roses, por alguna bestialidad embíddica y tamizados por un disfraz de normalidad que no tiene nada de normal. Y en un día de maratones y medias distancias, volví a La divina probabilidad de los recuerdos extintos. “Un humano que trató de descubrir el sentido del vacío en un mundo no humano”. Dentro de la robotización del día a día (más bien, idiotización), está bien romper cánones no escritos (o demasiado repetitivos y copiados) y escapar por una horita: This Is The One en bucle y La divina probabilidad de los recuerdos extintos, con neblina de fondo y “su adicción a lo no pasajero”. Y un protagonista, perdido, pero buscando, reencontrando imágenes de abuelas de un pasado de éxodo: “Era una especie de pescador náufrago cuyas redes rotas solo apresaban en mares sin turbulencias”. O quizás la cita esté fuera de contexto (como todo, como el sonido y el olfato, y la imagen de Dios). Y esa orfandad en una existencia inacabada y la posibilidad de encontrar genealogías que esconden engendros. Pero siempre hay alguna mención al sol en este mundo de tinieblas, y no todo por la mañana es malo: “Se despertaba siempre con la tenue alegría de saber que por delante tenía cientos de libros que leer que ocuparían su espacio mental y que le permitirían alejarse de la soledad que lo rodeaba”. Ojalá fuera tan fácil, o ilusoriamente real. O lo que fuese: “La lectura era una operación de alto riesgo”. La gente te mira raro (no solo por la hora, pero por lo otro) cuando vas con un libro en una estación de autobuses a las 6 y pico de la mañana, y piensan lo peor en su embestida (“la lectura era una operación de alto riesgo”). Escribe Iury Lech sobre la quema de aquellos libros “que no pasaban la censura de lo intangible”. De lo intangible se habla mucho en baloncesto, y yo lo hago en mis clases, y golpeo una mesa, y está bien diferenciar lo que es y lo que no lo es, el juguete de feria y el oso que no es oso sino espuma rosa: “A sus ojos, el mundo era un absurdo museo de baratijas consideradas valiosas por los habitantes pero que les convertían en una sociedad autofágica abocada a la autodestrucción y al suicidio masivo, dado que no había una educación para afrontar el sacrificio y aún menos para soportar el dolor”. Y ese concepto de postbarbarie, para subrayar y volver a leer en voz alta, tangible o intangiblemente: “Declive hasta la actualidad, en la que se había instalado la postbarbarie, el grado cero de pensamiento, la glorificación de lo efímero e inmediato”. Y apostilla el autor: “En luchar, pero solo para no caer en los exterminios de la desolación. Una sociedad que se cree inteligente, cuando sus pensamientos no son más fluidos y decisivos que el aliento de un marsupial, se destierra en el apagón existencial que la canonizará desde las descarnadas órbitas del Homus Negator”. Todo es mentira: “Dios no ha muerto, ni siquiera lo han hecho la filosofía o la poesía. En realidad, quien ha desaparecido es el hombre. Se ha eclipsado por su desprecio hacia lo absoluto de la realidad”. Y el autor, aclara, para escépticos y seguidores del mantra televisado: “Cito a Dios no como algo aprehensible, sino como una idea del infinito universal. Cada cual tiene su dios o se cree dios. En este caso, el azar que propone la cultura antropogénica para definir su razón e Ser es la que lo ha empujado hacia el matadero espiritual. La existencia contemporánea ha abrazado la nulidad de la ontología fenomenológica y el exilio de los mejores –el de los indispensables—ya ha sucedido”. Y salen cuchillos, y gritos, y aullidos postmodernos, refritos historicistas sobre los que no queremos reflexionar porque hemos quitado la palabra reflexión de nuestro vocabulario: “Es la que ejercen los bárbaros más preparados contra las clases menos favorecidas, pero siempre reivindicando que esa misma violencia no les afecte a ellos ni a su acomodada forma de vida. Es una violencia que no reivindica nada, solo es el eco de la pulsión deicida de una sociedad elitista parasitaria”. Y si la palabra reflexión fue excluida, más todavía la de creer(se) escuchante: “Arteficial le había predicho a Wolef que los humanos fracasarían en su intento de dominar la naturaleza y que la utilización de la ciencia y la tecnología para controlar y dirigir la evolución solo desembocaría en la creación de monstruos”. No hay futuro, estamos perdidos. Pero de momento, este domingo, suenan los Stone Roses y nos creemos que son posibles los meses de domingo. Y ya, otro día, si eso, le pegamos fuego al pueblo donde nacimos. Viva el fuego y la divina probabilidad de los recuerdos extintos.
sábado, 4 de febrero de 2023
Yellowstone. Primera parte de la quinta temporada.
Y lo que nos faltaba: John Dutton gobernador de Montana. 53 por ciento. Me parece poco. Tenía que ser algo que rozase lo anticonstitucional, como le decía Federico a Ramón Luis cuando conseguía el 60. El trabajo por hacer y el trabajo por deshacer, dice Dutton en su discurso, con su indumentaria. “Los agricultores y ganaderos que viven con la tierra, no sobre ella”. Y el confeti no acaba con la idea de fratricidio. Nunca. Ni otras ideas. Y el drama, desde el principio, más institucionalizado que nunca. “No busco buena voluntad, busco el final del aeropuerto en mi tierra”. Buena política. Y reflexionar sobre la libertad citando hospitales y escuelas. Eso sí es libertad, hablando con sombrero vaquero, y separando progreso de mierdas indecentes. “Montar es para lo que está el caballo”, muera o no muera. Y la lucha entre hermanos, o entre lo que deberían ser hermanos y la intrusión de agentes externos, y la locura desde el poder y las fronteras del poder. Hacer lo que no quiere uno porque no hay otra cosa que poder hacer. Y las muertes innecesarias pero que le dan más valor a la vida. O a lo que queda de vida. Yellowstone sigue en plena forma, aunque se esperan venganzas ante las traiciones, sangre sobre la sangre, huida sobre la estancia obligada. Y la lucha contra lo que no nos gusta resumida en buenas frases: “Los cobardes gobiernan el mundo estos días. Con reglas cobardes y costumbres cobardes. Para tener éxito todo lo que tienes que saber es cómo culpar y cómo quejarte”. Todo es mentira, aunque “la vida se acaba, eso es parte de ella”. O no.
miércoles, 1 de febrero de 2023
Litvinenko. Primera temporada.
¿Qué no es una historia real relacionada con Putin? Litvinenko es una pequeña historia, una anécdota dentro de un océano de maldad, dentro de un universo infernal. Ahora, gracias a las hemerotecas, todo es más fácil de relatar, todo más recreable, todo es vómito prieto del día de Todos los Santos de 2006. Lo que paso esos días después en la historia de Litvinenko es bien conocido, pero no está de mal recordar el poder del mal, que decía el hombre de la camisa verde. El poder del mal siempre disfrazado de plan b. “La verdadera razón por la que nadie quiere el caso es porque piensan que este hombre ha perdido la cabeza”, dicen los dos policías a los que le han cargado el muerto todavía vivo. Nada como saber los días que te quedan de vida. Vivan los espías y los exespías. “Si está chiflado, es el chiflado más coherente que he visto en la vida”. Nada como garantizar lo que no se puede garantizar. Y como ya todo parece un capítulo de Line of Duty, a grabar se ha dicho, a contar y sumar y darle al botón rojo. 18 de noviembre. Nada como tres semanas de agonía para un cuento de terror. Nada como un asesino para ser asesinado. Corrupción, corrupción, corrupción. Y nada como una foto en la prensa para vender lo gótico contemporáneo: “Desde Rusia con ardor”. Y el recuerdo de los cumpleaños de Putin, y las analogías con las fábulas de un loco con mucho poder. Análisis y Polonio 210. “Voy a morir, pero voy a morir siendo libre”. Lo peor de todo es que pese a todos los esfuerzos, todas las evidencias, la serie (la vida) deja una desazón terrible, una impotencia total ante el poder putinejo. Da igual todo, porque todo, para ciertos ojos, es mentira. O para todos los ojos. Una historia triste bien resumida.