lunes, 14 de agosto de 2023

Fortuna

Fortuna, de Hernán Díaz, vuelve a confirmar que todo es mentira. Todo es mentira de principio a fin de la novela. O de lo que sea Fortuna, que es mitad testamento, cuarto y mitad de restos y mucha basura de la que nos gusta. ¿Es que no hay mejor basura que la mentira? ¿No hay mejor mentira que la bolsa? ¿No hay mayor escoria que la mentira cotidiana que duerme con nosotros? HD nos dice, al final de Fortuna, “que Dios es la pregunta menos interesante a las preguntas más interesantes?”. Quizás sea realidad esa esfera de niebla, porque “este sitio parece lleno de simulacros”. Y ya puestos a escribir sobre Fortuna, vayamos a la 414: “Uno solo está casado de verdad cuando está más comprometido con sus votos que con la persona a quien aluden”. Fortuna nos lleva al mercado y a la farsa (¿acaso nuestra vida no es otra cosa?), a reflexionar sobre cerdos, buitres y vampiros (¿acaso no nos dominan solo esas tres especies?), a creer que todo es posible (incluso que una mujer domine el mundo). Más preguntas que nos deja Fortuna: “¿Dónde cree usted que habría alojado Dante a los sabios de Wall Street? ¿En el cuarto círculo del Infierno o en el octavo? ¿Codicia o fraude?”. Y palabras raras en italiano, en alemán, en inglés, que suenan diferentes pero excluyentes, porque en ciertos ámbitos, hasta el aire es excluyente: “¿Y qué es una elección sino una rama del futuro que se injerta en el tallo del presente?”. Noticias, noticias que varían dependiendo de la hora y caras que son “ruina desolada”. Me gusta ese pensamiento pecaminoso (o pensamiento, que ya eso no se lleva, y no es solo pecaminoso sino delictivo), de pensar que cualquier cosa “en el futuro sería considerada libro de texto”. Fortuna también es entreguerras y Suiza, Hitler y ociosidad, universos equivocados en vidas fuera de lugar, billetes impresos sin papel suficiente, recuperaciones que parecen bancarrotas y ruinas que salen al amanecer con un vestido blanco de domingo. Y como todo es mentira, podemos seguir “explotando todas las posibilidades del luto”. Fortuna es una mentira sobre el luto antes del luto, sobre negar lo evidente ante la realidad, un “espectáculo ligeramente bufonesco” que se queda a la altura de chiste ambulante con nuestra realidad cotidiana: “Hay gente que en ciertas circunstancias esconde sus emociones verdaderas detrás de la exageración y la hipérbole, sin darse cuenta de que su caricatura amplificada revela la medida exacta de los sentimientos que pretende ocultar”. Nos repite Fortuna ese axioma de que el “capital que engendraba capital engendraba capital”, pero es que es no hay otro. Es el que manda. Toca trabajar e intentar dormir un poco y alguna cosilla más sin importancia. No suena REM pero “la negación es una forma de confirmación” (y algunos seguimos negando escuchar a REM en el pasado, o en The Bear, o en cualquier asunto que nos lleve a posicionarnos. Y ya puestos a reflejarnos en el espejo, que nos quede claro que “lo importante el cómputo de nuestros logros, no lo que se cuenta de nosotros”. Y como profesores, como alumnos, como esclavos de ese capitalismo hecho cruz y martillo y cincel y canción de relleno, sabemos que “el trabajador ha quedado reducido a la condición de pordiosero”. Pero como profesores, también sabemos que “no hay inversión que devuelva mayores dividendos que la educación” (aunque también me gusta esa de que “la educación de un niño empieza varias generaciones antes de que nazca”). Y ya puestos a soltar trolas en plan Fortuna, sigamos en contra de los “guardianes del gusto” que nos dicen que leer, que escuchar, que respirar. Y puestos a poner números en la calculadora del error, pongamos 1807, pongamos 1837, y 1873, y la cifra de 1884, y la de 1893, y la mentira de 1907, y 1920 y 1929, porque “el brazo egoísta siempre es corto”. Con un par. Y los pasatiempos convertidos en herencias envenenadas, en locura, leyes económicas de retrete sucio, en basura (y no solo frívola ni burguesa), en “mascotas obedientes”, en las formas de medir el miedo (HD utiliza la palabra “estándar”). Todo es mentira, pero debo recordar que “sé que tengo los días contados, pero no todos los días son números reales”. Y Fortuna no es un número, ni real ni de los otros, en un texto complejo pero lleno de matices maravillosos.

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