miércoles, 20 de marzo de 2024
Nos vemos en otra vida. Primera temporada.
No he leído el libro de Manuel Jabois en el que se basa Nos vemos en otra vida. La serie nos hace pensar sobre los que participaron en el atentado del 11M (sobre la dinamita, sobre las minas, sobre los que compraron la dinamita y sobre los que vendieron y trasladaron los explosivos sin hacer preguntas, o haciendo preguntas y sin recibir respuestas) pero no se pregunta en ningún momento la gran pregunta: ¿Quién pagó todo aquello? ¿Quién financió y fue el autor intelectual del 11M? A muchos les pasa lo que al gitanillo protagonista, “es que en esos años, no pensaba mucho”. La serie, con saltos temporales, nos mete de lleno en la vida de un crío de Avilés que se ve obligado a buscarse la vida (y el centro de menores), cualquier cosa por escapar de la obra y de la mina y del trabajo de verdad, por mucho que lleves el 5 de Zidane a la espalda. En el primer capítulo, el retrato no se dulcifica: “Los que tuvieron suerte están muertos; los que no, están en la cárcel”. Y entonces, la figura de Suárez Trashorras, aparece como si de un personaje de ficción se tratase (porque no lo te lo imaginas ni en una novela mala: “Emilio era un esquizofrénico con acceso a dinamita. Por eso dijeron que a los yihadistas les vino Dios a ver cuando Emilio se cruzó en su camino”. En ese ambiente, todos se conocían pero nadie dijo el no por respuesta, todos siguieron colaborando, pero da la sensación, a lo largo de la serie, de que faltan piezas. No puede ser que esos tipejos que compraban mochilas en el supermercado lo organizaran todo. No. ¿Quién mueve los hilos? Pero esta ficción está bien hecha, es un reflejo de aquellos años en los que valía cualquier cosa para salir de un agujero pequeño y, antes o después, acabar en un agujero más grande. Pero siguen faltando preguntas. Y muchas respuestas, que nadie quiere darlas.
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