jueves, 20 de junio de 2024

Lo raro y lo espeluznante

Lo raro y lo espeluznante es un ensayo que te hace buscar información continuamente por alto número de referencias en el texto. Mark Fisher asegura que empezó a fijarse en lo raro tras un simposio sobre H.P. Lovecraft, y lo espeluznante es el tema central de un audioensayo (On Vanishing Land) de 2013. ¿Qué los une? Escribe Fisher: “Lo que tienen en común lo raro y lo espeluznante es una cierta preocupación por lo extraño”. La parte de lo raro empieza con “Fuera de lugar, fuera de tiempo: Lovecraft y lo raro”, en la que el autor asegura que “lo raro es un tipo de perturbación particular”. Pero da muchísimos matices: “No es que lo raro sea erróneo, sino que nuestras concepciones deben ser inadecuadas”. MF dice que “cualquier debate sobre ficción rara tiene que empezar con Lovecraft”. Es más, dice que con sus publicaciones en revistas pulp, “inventó el cuento raro”. En ese contexto, dice que “las historias de Lovecraft tienen una fijación obsesiva con la cuestión de lo exterior: un afuera que irrumpe a través de encuentros con entidades anómalas desde un pasado lejano, en estados alterados de conciencia o en giros extraños de la estructura temporal”. En ese sentido, añade palabras como conmoción, psicosis, placer, dolor y que la obra de Lovecraf (y está bien) no da miedo: “La fascinación es una sensación que comparten los personajes de Lovecraft y sus lectores”. Y para acabar, subraya: “En Lovecraft hay interacción, intercambio y, sin lugar a dudas, un conflicto entre este mundo y los demás”. Y siempre, la guerra, poniendo el trauma de lo nuevo (IGM) [hasta cita a Escher]. La segunda píldora, “Lo raro frente a lo mundano: H.G.Wells”, se centra en la lectura de su obra La puerta en el muro, con una “ficción rara que siempre nos muestra un umbral entre dos mundos”. Y en esas, sale la puerta verde, ya que “la puerta siempre ha sido un umbral que conduce más allá del principio de placer, al mundo de lo raro”. La siguiente aportación, sobre lo grotesco y lo raro, nos lleva al grupo The Fall, sobre todo a su etapa entre 1980 y 1982, porque según MF, “como en lo raro, lo grotesco nos habla de algo que está fuera de lugar”. Añade el autor: “Desde el punto de vista de la cultura oficial burguesa y de sus categorías, un grupo como The Fall -de clase obrera y experimental, popular y modernista- no podría ni debería existir, y en The Fall destacan por la manera en que esbozan un política cultural de lo raro y lo grotesco”. En su disco de 1980 (Grotesque), según Fisher, nos encontramos “cuentos, pero contados a medias”. Con la cuarta pildorita, el autor se acerca a Tim Power (Atrapado en el círculo de uróboros), citando Las puertas de Anubis en la que TP hace “una propuesta fabulosamente imaginativa sobre la paradoja del viaje en el tiempo”. Hace mención al rizoma desarrollado por Deleuze y Guattari en su obra “Capitalismo y Esquizofrenia”. Cita Matrix, Stars Wars y se pregunta: “¿No será que todas las paradojas tienen un toque de rareza?”. En el siguiente apartado (Simulaciones y alienación: Rainer Werner Fassbinder y Philip K. Dick), nos habla de las imágenes de Escher y de que “hay otro tipo de efecto raro: el que generan los bucles extraños”. Añade referencias a la adaptación como película para televisión de Fassbinder de El mundo conectado y de la novela de Dick Tiempo desarticulado en la que “la novela aborda el realismo literario como una especie de disneyficación”. Y, como no, acaba citando a Jameson y su obra El postmodernismo como lógica cultural del capitalismo tardío. Reflexionando sobre David Lynch titula la siguiente píldora como Cortinas y agujeros. Habla de Terciopelo azul y de la serie Twin Peaks con la constante de la “oposición entre un Estados Unidos de pueblecitos idealizados y diversos mundos subterráneos o ajenos (criminales, ocultos)”. Escribe Fisher: “Las cortinas ocultan a la vez que revelan; no marcan un umbral, sino que lo constituyen: son una salida al exterior”. Sobre Mulholland Drive, escribe que “cualquier realidad aparente reside en un sueño”. En la segunda parte del libro se acerca a lo espeluznante, que para el autor “merece ser, por derecho propio, un tipo particular de experiencia estética”. Añade que “se adhiere a ciertos espacios y paisajes físicos” y que se “constituye por una falta de presencia o una falta de ausencia”. En este particular, cita el final de la versión de El planeta de los simios de 1968, habla de Stonehenge y de la Isla de Pascua y asegura que “Lo espeluznante tiene que ver con lo desconocido; cuando descubrimos algo, desaparece”. En otro apartado se refiere Daphne de Maurier y Christopher Priest, con sus cuentos que fueron llevados al cine como en el caso de Los pájaros de 1952, en el que tiene un papel fundamental la radio: “Hacia el final, la BBC deja de emitir. Y el silencio significa que estamos de manera definitiva en el espejo de lo espeluznante”. Obras como La afirmación y El glamour, de Priest, “se articulan alrededor de ausencias, vacíos que deberían estar ocupados por ese algo que realiza la acción”. En las siguientes piezas (Algo donde no debería haber nada. Nada donde debería haber algo) y (Acerca de la tierra que desaparece: M.R. James y Eno), cita la versión de 1978 de La invasión de los ladrones de cuerpos y lleva el asunto a su terreno de estudio: “El puerto es un signo del triunfo del capital financiero; es parte de la infraestructura pesada que facilita la ilusión de un capitalismo desmaterializado. Es lo espeluznante que se esconde bajo el relumbre mundano del capital contemporáneo”. A los sucesores de James (Nigel Kneale y Alan Garner) les dedica el siguiente capítulo (El tánatos de lo espeluznante), asegurando que “muestran demonios inorgánicos o artefactos que han sido exhumados y que actúan como motores fatídicos que arrastran a los personajes a compulsiones mortales”. Y añade: “La jugada típica de Kneale es darle una vuelta de tuerca científica a lo que antes se había considerado sobrenatural”. Resumiendo, “la vida es un reino de muerte”. Se centra en la saga Quatermass, cita la obra de Ballard (El mundo sumergido) y ya comienza a referirse al 2001 Una odisea en el espacio de Kubrick. Cita la novela Red Shift, de Alan Garner y asegura que “no leemos la historia como una serie de acontecimientos aleatorios, sino como un brazado de sucesos traumáticos”. Refiriéndose a Margaret Atwood y Jonathan Glazer (De dentro afuera, de fuera adentro), no lleva a la novela de la primera de 1972, Resurgir, hablando del enigma del padre perdido y en la que “lo que nos acecha no son los espíritus de la historia, sino los espacios exteriores o que se encuentran en las lindes de lo humano”. Añade Fisher sobre la novela de Atwood que “podría leerse como un amargo despertar tras la euforia militante de los sesenta”. En cuanto al film de 2013 de Glazer, Under the skin, “la contribución final de la película es recordarnos la sensación de lo espeluznante que es intrínseca a nuestras inestables concepciones de sujeto y objeto, cuerpo y alma”. Hablando de huellas alienígenas se refiere a Kubrick, Tarkovski y Nolan, aunque “lo espeluznante sea, para nuestra decepción, uno de los grandes ausentes de la mayoría de obras de ciencia ficción”. De estos autores habla sobre 2001, El resplandor, Solaris, Stalker e Interstellar, asegurando que esta última “consigue la posibilidad al amor espeluznante”. Para acabar (... lo espeluznante permanece: John Lindsay) analiza la novela de 1967 titulada Pícnic en Hanging Rock, poniendo énfasis en unas desapariciones que dan mucho que pensar. En definitiva, un libro para volver a recrearnos en escenarios de ficción que nos llevan a esos momentos que meten el miedo en el cuerpo.

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