miércoles, 2 de diciembre de 2020
Fargo. Cuarta temporada.
Ha vuelto Fargo pero con altibajos, con jodiendas de intercambios entre niños de clanes distintos, de orígenes distintos, de etnias distintos, de problemas infinitamente distintos. O no. El único problema a destacar es la credibilidad. ¿De verdad un intercambio de niños para conseguir una paz duradera? Una jodienda, por supuesto. ¿A quién creer? ¿Contamos demasiado? ¿Contamos coincidencias? ¿Demasiado para ser verdad? ¿Hacemos lo que nos conviene o nos confomamos? Fargo no deja indiferente, pero a veces nos lleva a preguntas incómodas, a mafias incontrolables, a indignantes mediadas que en ocasiones tenemos que tomar. ¿Qué hubiera hecho yo sí...? ¿Qué inquietudes nos llevan a mostrarnos reacios a todo? ¿Qué será lo siguiente? Las urgencias mafiosas llevan implícitas dolor y sangre, asco y redención, venganza y persecucioón, cruzadas personales que intentan destrozar todo lo destrozable. O no. En Fargo la secuencia de hechos no siempre tiene lógica. O no. Pero siempre nos lleva a la pregunta de la posiblidad de la casualidd o la curiosidad. ¿Podemos dejar atrás las traiciones y mirar hacia adelante? ¿Nos conformamos con un menú del día o necesitamos caviar los siete días de la semana? Todo mentira, pero con muchas variantes. O, quizás, todas estas líneas también sean mentira. Más mentiras.
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