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sábado, 10 de octubre de 2015
Fargo. Primera temporada.
En Los Soprano eran osos; en Fargo, lobos. Lobos con piel de cabrones, lobos que se transforman, muertes bien disimuladas, plumíferos que provocan muertes, mudos que matan con sus silencios. Intuición, un Saul que nos hace pensar si es tan buen actor cómo parece, un pasado de hace 19 años que siempre está presente. Y la eterna pregunta: ¿Podemos ante las situaciones mirar para otro lado? ¿Podemos dejar que los cabrones se salgan con la suya? Siempre hay una foto que nos delata, siempre hay un lago semicongelado en el que acabar hecho cubitos ahora que los gintonics parecen un olla gitana. La intuición de Solverson, el aprovechamiento del momento de Lester, la vida cambiante de Lorne Malvo, la injusticia con Gus, la moraleja de Fargo. Todos tenemos un asesino en nuestro interior: todos tenemos un martillo en casa que puede tener múltiples funciones. Los hijos inútiles, los seguros que se dejan de pagar, la ortodoxia religiosa, las plagas bíblicas de langosta, la jodienda con vistas a Minnesota. ¿Qué hace que salte la chispa de la mentira y nos pillen con las manos en la lavadora? El autismo de Gordo como metáfora de todo lo que está por venir. Una pistola que protagoniza nuestra ruleta de la (mala) suerte en primera persona del singular. Nada nuevo bajo la nieve de en tierra de Wolves. Y todo lo demás.
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