jueves, 31 de diciembre de 2020

Hacen falta más tipos como Sergio Algora

Jugando a historia ficción, a canción ficción, a ficción dentro de la ficción cual Woody Allen con viento de ese aragonés del bueno, estoy imaginando las canciones escritas por Sergio Algora durante el confinamiento pandémico sobre citas que nunca ocurrieron, sobre lo que te sienta bien o mal, sobre el humo de los bares, sobre el fuego en la boca, sobre la existencia acompañada de soledad y miedo. O no. Tal vez nunca imaginamos secuencias bíblicas, nunca creemos que nada puede ocurrirnos, que todo es mentira y que nunca existió aquel fatídico día de julio de 2008. Todo es mentira y todo sigue siendo mentira.

miércoles, 30 de diciembre de 2020

Hágase querer por un James

No. No me refiero a la relación entre James Rodríguez y Carleto. No. No. Escuchaba esta mañana a Santiago González y a Rosana en ELMDF hablar sobre la concesión de la ciudadanía española a James Rhodes, icono de la nueva izquierda (ejemplo de clase trabajadora que se esloma de sol a sol en la industria española, en la construcción española, en la minería española). ¿Qué ha hecho James Rhodes para conseguirlo? ¿Es necesario? ¿A qué intereses representa el pianista (bien)peinado. ¿Cuántas personas necesitarían la nacionalidad española para salvar su vida? Pues muchas. Más de una vez he recordado por aquí los llantos de una madre de un alumno de mi tutoría, venezolanos todos, media familia allí, media familia aquí, recién llegados a Torreagüera, ayudados por el CEPAIM y por todos los dispuestos a ello, con el tema del papeleo y toda la mierda burocrática pertinente. Pero si eres amigo, fiel escudero, vasallo de unas ideas, da igual: lo consigues todo. El ejemplo de MM, rubia jotaefekiana al poder. Mejor lo resume Malpartida. Mucho mejor. Pero si te llamas Óscar Pérez, no.

martes, 29 de diciembre de 2020

Grandes momentos de la televisión

La Corona Vacía: Ricardo II

Empieza La Corona Vacía con la historia de Ricardo II. Un mono, un duelo, un primo dolido, un fiel vasallo ofendido, un tío enojado, una espada que vuela. Tiene de todo desde el principio The Holy Crown al ritmo del tito Guilllermo Shakespeare. Y claro, el que se pasa el día ofendiendo a los demás, rodeado de chupatintas y pelotas, acaba mal. Muy mal. No siempre haciendo el bien recibes agradecimiento, pero suele pasar que el que siembra vientos recoge Katrinas. Katrinas de las de verdad, de flor de lis en tierra de los Saints y los Pelicans. Y los que juegan a pintar a San Sebastián, acaban sansebastianizados; los que juegan a juzgar cual Cristo, acaban cristianizados yendo antes de tiempo con el Todopoderoso que todo lo iguala y a nadie deja indiferente. La historia de Ricardo II es una historia de venganza y envidia, de dolor traumatizado por familias engendradas dentro de la más asquerosas de las infamias. Pues viva la venganza, la envidia y la infamia, en cualquiera de sus órdenes, estrecheces y mentiras. Porque esta política medieval, estas mentiras institucionalizadas, estaban a la orden del día. Primos que mandaban matar a primos, o mandaban con palabras envenenadas a que otros instrumentalizaran su necedad. Si el Principio de Peter lo vemos normal con ZP, Rajoy o SP-C, en la Edad Media vivían en él, en la espada y el yugo, en la mentira cruel y constante. Y todo lo demás, también.

domingo, 27 de diciembre de 2020

viernes, 25 de diciembre de 2020

The Good Doctor. Tercera temporada.

Otra vuelta de tuerca en la tercera temporada de The Good Doctor. Más drama, más llantos, más quebrantos, más dolores de cabeza, más jarana y más muerte. Amor, desamor, huida hacia adelante, renuncias, novedades, rupturas, envidia, familia, idas y venidas. Pero con el drama por encima de todo. Mucho drama. Que no falte en el universo Shore. Nunca. ¿Vale todo para forzar la lágrima? ¿Vale todo para conseguir audiencia? ¿Vale todo en el universo de la ficción? Si se hace bien, si que vale (casi todo). O quizás, no. Gran tercera temporada de The Good Doctor. Veremos como sigue la ficción con la pandemia coronavírica. Al tiempo.

Himno de día de Navidad de 2020

Industry. Primera temporada.

La primera temporada de Industry viene salpicada por referencias a Girls, a la dirección de algún capítulo de la creadora de Girls. Pero esta serie es mucho más que Girls (me quedé en la segunda temporada, no aguantaba cuitas inaguantables). La primera temporada de Industry viene salpicada por referencias a Girls, a la dirección de algún capítulo de la creadora de Girls. Pero esta serie es mucho más que Girls (me quedé en la segunda temporada, no aguantaba cuitas inaguantables). Algún cursi, alguna cursi, algune cursi (¿tenemos equivalente feminazi para la palabra cursi?), escribirá, dirá, grabará un podcast sobre la presión que tienen los niñatos, niñatas y niñates de los bancos de inversión, el estrés de jugar con millones de libras y euros y dólares, dólaros y dólaras (no confundir libras con libros, las libra siempre era el equivalente a 100 pesetas), sobre el estrés de un exigencia laboral inabarcable. Y empieza Industry con la muerte de uno de estos niñatos que estaba casado con su profesión y, literalmente, vivía para su trabajo, para agradar a sus jefes, jefos y jefas (porque vaya retratito acertado hace de los que mandan, de la cadena de manda y del vivo reflejo del Principio de Peter en el trabajo). ¿Cómo ha llegado a ser jefe, jefa o jefo? Pues dándole a lo que Montero Glez decía que le había dado MM hasta llegar a ser MM. Está claro. No he contado (como hacen mis alumnos con mis chascarrillos en 4º B este pandémico curso) las veces que dicen resaca, que dicen de quedar tras el trabajo, que dicen de liarla parda aunque no tengan posibilidad de liarla parda. Nada como chocar contra un cristal varias veces durante una fiesta del trabajo, nada como una caída en mitad del océano, nada como escupir en el mar antes de ser despedido, nada como mentir en mitad de la mentira. Industry vuelve a demostrar que todo es mentira. Nada es real. Nada tiene veracidad en este opaco espejo de mentiras, en este páramo de indignidad que soportamos en el trabajo. Y somos culpables todos los que no somos los suficientemente reacios a aguantar lo que antes no aguantábamos. ¿Facturas? ¿Recetas antisoledad? ¿Volver para vivir en una mentira? ¿Trabajar en algo que no te gusta para comprar cosas que ni necesitas ni vas a necesitar? ¿Quién necesita un traje nuevo teniendo 20 trajes ya aunque parezcan de un Funerarias Saturnino? De Funerarias Saturnino hablaremos otro día. Industry es una reflexión sobre la soledad de gente que cree que, estando rodeado de seres sin principios durante horas y horas, ya tiene suficiente. Ni suficiente ni leches ni pepinillos en vinagre (aunque ahora estoy dándole más a las guindillas picantes en vinagres plurales recogidos sin daños corporales). La soledad. Hemos creado una sociedad de individuos que viven solos cuando creen que son el centro del universo; de tipejos que creen que una red social es vida social; de sociópatas que escuchan mierda y creen beber ambrosía. Ni la pandemia nos hará mejores. Ni mucho menos. Vivan los bajos instintos. Y de la retahíla de frases, mejor ni empezar porque van a ser lapidarias (o lo serían si esta serie la dirigido Guy Ritchie). Industry es recomendable para verla en Navidad, para pensar, volver a pensar y creer que pensando, otra vez, somos mejores. Mentira. Lo que es Industry es un manual de supervivencia, un instrumento para saber que no se puede confiar en nadie, un recordatorio de la inexistencia de amigos en el trabajo (gente con la que pasamos ratos). O no. Y que hay individuos, individuas e individues que no saben, no quieren y no pueden vivir sin el trabajo. Tal que así. “Sobrevive diciéndoles lo que quieren oir”, espeta un politoxicómano expulsado del trabajo de su vida, expulsado de drogadictos anónimos, despedido de por vida. Le tocaba escuchar La Copa de Europa de Los Planetas, pero ni siquiera sabía que existía. Y estos jóvenes profesionales en ascenso, antes llamados JASP (no como los alumnos de antes Julio, Agosto, Septiembre, puteados… porque ahora les suda el pepinillo en vinagre (o la guindilla, o las tápenas) estudiar en verano), solo quieren ser adorados por los demás cuando hablan de sí mismos en tercera persona. Con un par. Más frases: “Una buena noche con un cliente vale más que 100 informes”. O 1000. O 1789, o guillotinas para todos, o “algún aún por descubrir o algo dentro de mí” como cantaba Jota en LCDE. Y los tópicos políticamente incorrectos que tanto se añoran en las nuevas series políticamente correctas, y serias, y mentirizadas desde el útero materno por la superioridad moral de la izquierda: “No deberían darle pasta a los negros”. Como para decirlo en clase. Y hasta para recomendar a los adoradores de sermones hay regaladores de consejos: “Sé como el cura en el púlpito: claridad y convicción”. Pues eso, Industry es claridad y convicción. Y punto. Coda: Algún día, subidos desde un campanario, habrá que explicar, como el tullido de Sospechosos habituales, la mentira estilizada, la gran mentira de la que desconfiar en mitad de una vuelta insospechada. O no. Coda 2: "Si quisiera una historia, leería Moby Dick". Leer, vaya cosa de infames, pijo.

Navidad de Reserva

Yo soy el fruto de un sueño irreal...

Alsinianos todos

jueves, 24 de diciembre de 2020

El Cid. Primera temporada.

El Infierno, castellano y leonés, sigue llenos (entre parias y taifas) de buenas intenciones. ¿Cómo plantear una serie como El Cid contentando al personal? Díficil, muy complicado. Pero es lo que hay. Hay que intentarlo, aunque tengas cagadas varias, echanovizando y bardemizándolo todo. Sangre fresca, batallitas, luchas por el poder, relaciones fraternales complicadas, premios y castigos, envidias y cuota de géneros (que estamos en 2020 y hay que meter con calzador la cuota de 8M correspondiente que no se enfade nadie, que sola y con Dios quiero llegar a Zamora y Toro). No solo la dificultad de iniciar una serie que tiene vocación de continuidad, sino de enlazar historias mezclando tradición, modas envejecidas y cuitas varias. Si ese infierno, antes y después del testamento de Fernando I, continúa por estos indicios, habra que tener paciencia y no caer en la tentación de santagadear antes de tiempo. O sí. No estamos en tiempos de virtud ni de buenrrollismo. No. Y si el rey de Aragón es de Puerto Lumbreras, se dice y tal que así. Y punto.

miércoles, 23 de diciembre de 2020

domingo, 20 de diciembre de 2020

sábado, 19 de diciembre de 2020

The Good Doctor. Segunda temporada.

Aspergianos con malas pulgas que se salen con la suya... a veces. ¿Se podría titular así la segunda temporada de The Good Doctor? Como se trata de estirar el chicle (como todo en la vida, como todo en esta mentira disfrazada de vida cotidiana), estiremos el chicle. Vacilaciones, cambios, modificaciones, música dramática de fondo, tumores del tamaño de una habitación, enfermedades distintas en la vida y en el humor, en la existencia y la supervivencia. The Good Doctor es una historia, ante todo, de superación, de encontrar salidas en un salto al vacío, de alternativas en mitad de la peor vida, de justicia poética sin canciones de Sergio Algora de fondo. Ni la muerte de Maradona ni la cirrosis de Gascoigne pueden ser entendidas sin el contexto narrativo adecuado; la de un cirujano con Asperger en un hospital de San José, tampoco. O sí. O tal vez, dentro de la mentira, podamos teatralizar que el ascenso es posible, que hubo equipos como el Hamburgo o el Celtic que una vez ganaron la Copa de Europa, que incluso, en las peores tormentas, al final, muy al final (si no hay un chino o un virus chino o la versión postmoderna del chino Cudeiro que te joda) sale el sol y te sales con la tuya cuando escampa. Pero, generalmente (¿por qué no escribo básicamente ahora que media España dice básicamente continuamente) no suele ser así. Pero esto es, simplemnte ficción. Y viva la ficción. Coda: Fijaos si son posibles los imposibles que hoy, Koeman como entrenador del FCB se enfrenta al Valencia C.F. con el que hace 5 años vivía un infierno cañizarizado. O no.

Himnos de murciélagos que no te cansas de escuchar

viernes, 18 de diciembre de 2020

El hombre en el castillo. Segunda temporada.

Sigo con la segunda temporada de El hombre en el castillo desde una altura número 15, en mitad de un toque de queda y en un país en ruinas. La historia de EHENC sigue mejorando capítulo a capítulo. Hay rupturas, idas y venidas, enfermedades y huídas, dolores, llantos y quebrantos. Y, avanzando un poco en la historia (no leas si no quieres), nada como soñar la muerte de Hitler. Pero no una muerte cualquiera. No. Encamado. Ni más ni menos. El tembloroso Hitler fallece en cama y Himmler y sus secuaces ponen hombres de paja, pero no sale el asunto como debía y hay cambios. Cambios, marcha atrás y todo por una cinta, por unas imágenes, por una bomba, por una historia en Bikini. Casi nada. Da mucho que pensar (afortunadamente), aunque nos estamos acostumbrados a una ucronía, a una distopía que nunca imaginamos ni en el peor de nuestros sueños. Hay opiniones que dicen que cualquier asunto es posible. Pero no lo sabemos hasta que llega el desastre, hasta que el barco se hunde, hasta que Japón y Alemania, aliados bélicos y postbélicos, están a punto de la guerra. Como en cada uno de nosotros hay una guerra interior, vivamos esa guerra hasta las últimas consecuencias. Y todo lo demás, también.

miércoles, 16 de diciembre de 2020

Euphoria (capítulo especial 6 de diciembre de 2020)

Mentiras, pastillas y mentiras sobre estar limpio. La perfección no existe, ni en el capítulo especial de Euphoria de 6 de diciembre de 2020. Escuchar y oir, escuchar y oir gilipolleces en voz alta, escuchar y oir mierdas que no quieres ni escuchar ni, por supuesto, oir. Ni en voz alta ni baja. ¿La vida le sonríe a estos tipos, tipas y tipes? La salud mental y sus daños colaterales. ¿Eres débil si no estás zumbado? La turbidez y sus aristas y las mentiras de bar cutre. ¿Puedes estar centrado y no creerte Fernando Redondo? ¿Podemos creer si no estamos educados en la altivez suicida? Mentira sobre mentira. El equilibrio es imposible. Trolas y más trolas. Calvarios a los 17 años de niñatos que no han trabajado en su vida. Ja. Triple ja. ¿Qué necesitamos para vivir la vida? Reconociendo la caída, uno se siente Jesucristo pero se queda en San Juan Bautista. La jauría del plan B. ¿Pero quiere uno realmente rehabilitarse? El concejal Bartolín me decía que todos los varones de su familia eran dependientes. Causas perdidas. Probaron las drogas y las cebollas se dispararon. La enfermedad de la adicción y los regaladores de consejos. Hablan en Euphoria de tiempo y paciencia, de crueldad y autodestrucción. ¿Merece un adicto nuestra atención? “Despojos y desastres con patas”. Toca pensar después del capítulo del sexto día del último mes de 2020 de Euphoria. Mucho. Y no eres ni Jesucristo ni San Juan Bautista, sino los que estaban con Jesucristo siendo crucificados pero de ellos no se acuerda ni Dios. Hasta de conversión se habla en Euphoria, pero no de la de San Pablo camino de Damasco. No. No hay sitio para los sirios en este momento. ¿Perder las riendas? ¿Perder el norte? ¿Perder la vida? Mentira sobre mentira. Dios y las creencias, y nuestra misión en el mundo, y los terremotos, y el cáncer y las jodiendas con vistas a la bahía. Vivan las misiones mesiánicas y las terrenales, y la Unión De Gilipollas Colgados Del Mundo. Todo es mentira. ¿Para qué queremos preguntas si tenemos mentiras? ¿Qué será lo siguiente? ¿Entonces las drogas solo esclavizan a las niñas de 17 años? ¿Y al resto? ¿Las revoluciones ya no son radicales? ¿Qué pijo son entonces las revoluciones? ¿Hacemos una revolución para acabar hecho un propietario de Galapagar? ¿Para tener una casa con tinajas? ¿Para casarte con la sobrina de un guitarrista? ¿Para comprarnos unas zapatillas de marca sin necesidad? Hasta de Kaepernick y de Nirvana tienen los cojones de hablar y reflexionar. Pues si hablan de Kaepernick habrá que hablar de la enfermedad de Tourette y de aquellos que, mucho antes, se negaron a escuchar himnos que dicen que oprimen. O no. Quizás el himno no oprima. Quizás todo sea mentira. Y hacer lo que te salga de la Isla de las Hormigas. ¿Qué nos importa nada? ¿La depresión importa? ¿La publicidad importa? ¿Importa el móvil último modelo? ¿Eso sí importa? ¿De verdad? Dice uno de los protagonistas: “La auténtica revolución no tiene aliados”. Hablan de la temporalidad de las revoluciones, de su corto espacio se tiempo. El padrino de Euphoria sigue con su retahíla: “Una verdadera revolución es en el fondo algo espiritual, es algo que derrumba, que aniquila tus prioridades, tus creencias, tu estilo de vida y reconstruye con la intención de…”. ¿Qué pretende una verdadera revolución? Al final, no sabes sí creer, no creer, dejar de creer, dejar de respirar, ser psicópata a sueldo o imbécil las 24 horas del día. Vaya usted a saber. Sigue el padrino: “Tienes que creer en la poesía porque todo lo demás te acabará fallando”. Y sentencia: “Tu única esperanza es una revolución, pero una de verdad, por dentro y por fuera, pero te la tienes que currar, aquí no valen medias tintas”. Vivan los calamares.

lunes, 14 de diciembre de 2020

Grand Army. Primera temporada.

Vaya tela la primera de Grand Army. De la mentira del empoderamiento femenino, del feminismo judío, de los matrimonios por conveniencia, de los atentados islámicos en Nueva York a la homosexualidad de los indios, de la adopción de una china por una familia judía al baloncesto de instituto, de la cultura del miedo a la del libre albedrío. Días de mierda en un instituto de mierda. O no. Pánico y jodiendas en un taxi, en un metro, en una fiesta judía, en una familia de la exIndia británica, obras de teatro más falsas que un billete de Mortadelo. ¿Se puede montar un numerito sobre la libertad de los pezones en una clase sin que una profesora te llame puta? ¿Se puede preguntar si estás seguro o segura o segure continuamente? ¿Podemos cuestionar las mentiras entre piruletas y falsos mitos sobre la ridiculez? El peligro de Grand Army es la redsocialización de todo? ¿Hay que contarlo todo continuamente las 24 horas del día? ¿Todo es todo? ¿Mentira sobre mentira? Todo grabado, todo subido a las redes sociales, todo llevado de móvil a PC, de tableta a la retina de todos. El tiempo malgastado en tonterías varias, en mierdas que te pueden llevar a la ruina. Y las consecuencias de una broma, de un robo, de un dolor existencial. ¿Puedes querer a las personas que te hacen un daño infinito? ¿Es posible? Y como en buena serie de instituto, el futuro universitario en el aire, las carreras como salida de un infierno del que no siempre se puede salir. Parejas (mal)avenidas, nombres en mitad de un expediente, habladurías y cosas raras a las que es difícil poner nombre. Y pensar, como siempre digo, te mete en líos. Ahora no vale. Nada vale nada. De las arcadas al poder, y tiro porque me toca. Seres mononeuronales hablando sobre obras de teatro feministas mientras hacen todo lo contrario en su vida cotidiana. Y la vida de los negros importa. Vale. ¿Y la del blanquito lechoso no? ¿Seguro que no? ¿Ola negra? Sermones indios en mitad de la multiculturalidad de la mentira. Abusos televisados en mitad de un mundo sin valores, en mitad de un engendro del que todos somos responsables. Y veamos Dirty Dancing otra vez, que no pasa nada. Claro que sí. El elitismo quiere salir en fotos con la peña de La Fama y de La Paz, y del Espíritu Santo y de Santa Lucía. Y quedar bien. Quedar muy bien. Preguntas sobre el origen de las personas, sobre los parecidos y las diferencias, sobre lo híbrido y la mezcla. Los blancos en la diana de todo. Fotos de orfandad, fotos de desesperanza, fotos de ilusión. Videos de elección, videos de condena, videos de la locura colectiva. O no. Simplemente deberíamos encerrarnos en una biblioteca y no salir, y no llevar ningún aparato eléctrico en un mes. Probad, probad malditos. Confesiones en mitad de un ascenso etéreo, confesiones en mitad de la terapia, confesiones sin motivo aparente. ¿A quién no le gusta desvariar? ¿A quién no le gusta desconectar? ¿A quién no le ilusiona la antología del disparate? ¿No tenemos bastante con los dibujos animados? También reflexiona la primera temporada de Grand Army sobre la desesperación de una generación de amargados que no tiene ni pajolera idea de lo que va a hacer, a pasar, a multiplicar(se) por cero la mitad de su existencia. Putos ceros a la izquierda, uno detrás de otro. Ya no valen explicaciones por parte del profesor porque no hay esperanza: nadie va a escuchar al profesor. Ninguno. Se lo suda todo. Proyectos inconclusos. ¿Confundimos a la rabina con la psiquiatra? ¿Al cura con el psicólogo? Y si lo llevamos todo al extremo de las redes sociales, las cuentas falsas salen a florecer como níscalos en Cehegín en otoño. Arroz y níscalos para todos, pijo. Hasta con la bazofia antiTrump se regodea Grand Army, dándole suero en vena a aquellos que quisieran seguirle el rollo. Y la cantinela de la segregación en los centros de internamiento. ¿Hasta dónde llegan nuestras tragaderas? ¿Límites logarítmicos? Y las verdades que duelen, y las mentiras que sangran, y las verduras que nos venden como el manjar de los Dioses en un Infierno laico. ¿Se entiende? Y copiar, copiar y volver a copiar. ¿Algo original? ¿De verdad que comparan Grand Army con la versión gringa de Euphoria? ¿Procesar traumas? ¿Es el momento de procesar traumas viendo Grand Army entre ola y ola pandémica? ¿De verdad hay esperanza? ¿Seguro? Coda: ¿Esto son las Olimpiadas mejicanas para acabar así?

Parejas míticas

Como dijo Sánchez en rueda de prensa, para las vacaciones estivales...

sábado, 12 de diciembre de 2020

Virgin River. Segunda temporada.

Vuelve el azúcar acaramelado en la segunda de Virgin River, pero también vuelven los sentimientos avinagrados, la tirantez, las falsas esperanzas, el dolor de la huída, la querencia por lo peligroso, la novedad en mitad de unos paisajes que, aunque idílicos, a veces hieren. Y hieren mucho. Da que pensar la segunda de Virgin River. Idas y venidas, anillos de pedida que vuelven a ser pedidos, mala leche, sorpresas y pesadillas del pasado que vuelven al presente, jodiendas con vistas a ríos, montañas y valles, y kayaks emocionales y de los otros. Y, al final, más puntos suspensivos en espera de una tercera temporada que nunca se sabrá la forma en la que saldrá.

viernes, 11 de diciembre de 2020

Nasdrovia. Primera temporada.

Ruskis, pachangas de baloncesto, platos raros, patitos con sorpresa, fiestas de cumpleaños, jodiendas con vistas a un juzgado, pescaderos con acento, tatuajes varios y crisis de los 40. Un puzzle de sorpresas y risas, de desconexión de un estrés que viene de antaño. O no. O simplemente sea mi impresión de la primera temporada de Nasdrovia. Siempre hay curiosidades que nos cambian la vida, nos cambian el apetito, nos cambian las medicinas y nos cambian las decisiones. Tragedias tenemos todos; tolerancias, menos. Suspensiones que cortocircuitan el dolor, la ansiedad o lo que haga falta. Tachenko y Biriukov, dedos y arenques, karaokes y canciones de Loquillo, Mari Trini y Mecano. Casi nada. La mafia va, viene y tiene epicentros que hacen salpicar copas casi llenas de vodka. O de lo que sea. Tres horas para mandibulear de otra manera, para chascarrillos de óptica distinta, de sentimientos de culpabilidad y emoción. O tal vez, no. Viva Nasdrovia y todo lo demás.

Vuelve Liam

Mentiras, el Sahara Occidental y coartadas de pacotilla

Seguimos pensando en aquellos accidentes...

Siempre. Curiosos, que no casuales, que las casualidades no existen. Nunca existen.

Línea de fuego

Empecé Línea de fuego un 20 de octubre de 2020 y la acabo, decepcionado, un 11 de diciembre. Mes y medio después, pese a algún fogonazo de lucidez, lo termino de aquella manera, terminar por terminar. No hacían falta más de 600 páginas para contar la historia de un lugar de mierda en el que luchan gentes perdidas o sin brújula, obligados o renegados, llevados por una circunstancias de mierda a un pueblucho de mierda dentro de una guerra de mierda. Quizás fue la Guerra Civil Española simplemente eso, una mierda. O no. O quizás hubo personas con conciencia que fueron llevados a una barbarie sin motivo, a una jodienda con vistas a una Harinera, a una ubicación porquera llena de vino y poco más. Hay de todo, recordando al principio en la enumeración de nombres y pasados de Un día de cólera. O no. O únicamente es figuración mía. O de todos. O vaya usted a saber. La idea de Línea de fuego es buena, pero no termino de encontrarla redonda. Quizás si hubo ideales en esa guerra de mierda, pero muchas veces fueron ideales equivocados. Antiguos mineros de La Unión, las chicas del cable, carlistas por familia, extranjeros de toda índole... ¿Me suena? ¿Lo he visto ya? ¿Lo he explicado ya en clase? Quizás. Lugares comunes. Demasiados lugares comunes. Camaradas que defraudaron y señoritos que defraudaron, eso fue aquella guerra de mierda. Como decía el grafiti de Aljucer, queremos soluciones, no promesas. Y aquella guerra de mierda vino precedida por unas promesas previas de mentira asquerosa, de soluciones que nunca llegaron y problemas que se multiplicaron. Tiene puntazos de los que me gustan, eso sí. Lo del chocho pasionario en Teruel, de traca. Eso sí me gusta, me gusta la guasa socarrona de La sombra del águila, que gracias a Sergio y su recomendación la mandé como lectura en Bachillerato. Está bien cagarse en el copón de Bullas, o tal vez, no. Sí el Infierno sigue lleno de buenas intenciones, aquí tenemos otra prueba. O no. Quizás nos estemos acostumbrados a quejarnos de todo, a resoplar en cada esquina, a buscar insecticida cuando lo que necesitamos es leer más y darle a la cocotera hasta la extenenuación. O no.

Hoy Darío recuerda a Torrijos

Tal día como hoy...

jueves, 10 de diciembre de 2020

domingo, 6 de diciembre de 2020

Roadkill. Primera temporada.

Va de más a menos (le sobran minutos, conversaciones intrascendentes, repeticiones de pacotilla) pero la historia es buena en la primera temporada de Roadkill. Un ascenso a los infiernos. Utilización. Mentiras. Mierda sobre mierda. Habla sobre los títeres del poder, la mentira (otra vez institucionaliza), la escoria en la Cámara de los Comunes, la escoria en general y la escoria en particular. Como si todo fuera Seguidores de TAB, diríamos que no queremos estar solos nunca más. O no. O no hablar. O no decir nada. Roadkill, la familia, la familia que llega de improviso, los secuaces, los trabajadores a tu cargo, los jefes que imponen, los que callan por su sueldo y el dolor atemporal. Todo mentira en un ascenso que no satisface, que no termina de convencer, que es, de nuevo, escoria. Vamos a enterrar reyes, pijo.

sábado, 5 de diciembre de 2020

Allegados

miércoles, 2 de diciembre de 2020

Entrevista obligatoria

Dieter entrevista a Federico tras la publicación de su último libro.

Trampa-rencia...

Fargo. Cuarta temporada.

Ha vuelto Fargo pero con altibajos, con jodiendas de intercambios entre niños de clanes distintos, de orígenes distintos, de etnias distintos, de problemas infinitamente distintos. O no. El único problema a destacar es la credibilidad. ¿De verdad un intercambio de niños para conseguir una paz duradera? Una jodienda, por supuesto. ¿A quién creer? ¿Contamos demasiado? ¿Contamos coincidencias? ¿Demasiado para ser verdad? ¿Hacemos lo que nos conviene o nos confomamos? Fargo no deja indiferente, pero a veces nos lleva a preguntas incómodas, a mafias incontrolables, a indignantes mediadas que en ocasiones tenemos que tomar. ¿Qué hubiera hecho yo sí...? ¿Qué inquietudes nos llevan a mostrarnos reacios a todo? ¿Qué será lo siguiente? Las urgencias mafiosas llevan implícitas dolor y sangre, asco y redención, venganza y persecucioón, cruzadas personales que intentan destrozar todo lo destrozable. O no. En Fargo la secuencia de hechos no siempre tiene lógica. O no. Pero siempre nos lleva a la pregunta de la posiblidad de la casualidd o la curiosidad. ¿Podemos dejar atrás las traiciones y mirar hacia adelante? ¿Nos conformamos con un menú del día o necesitamos caviar los siete días de la semana? Todo mentira, pero con muchas variantes. O, quizás, todas estas líneas también sean mentira. Más mentiras.