viernes, 11 de diciembre de 2020

Nasdrovia. Primera temporada.

Ruskis, pachangas de baloncesto, platos raros, patitos con sorpresa, fiestas de cumpleaños, jodiendas con vistas a un juzgado, pescaderos con acento, tatuajes varios y crisis de los 40. Un puzzle de sorpresas y risas, de desconexión de un estrés que viene de antaño. O no. O simplemente sea mi impresión de la primera temporada de Nasdrovia. Siempre hay curiosidades que nos cambian la vida, nos cambian el apetito, nos cambian las medicinas y nos cambian las decisiones. Tragedias tenemos todos; tolerancias, menos. Suspensiones que cortocircuitan el dolor, la ansiedad o lo que haga falta. Tachenko y Biriukov, dedos y arenques, karaokes y canciones de Loquillo, Mari Trini y Mecano. Casi nada. La mafia va, viene y tiene epicentros que hacen salpicar copas casi llenas de vodka. O de lo que sea. Tres horas para mandibulear de otra manera, para chascarrillos de óptica distinta, de sentimientos de culpabilidad y emoción. O tal vez, no. Viva Nasdrovia y todo lo demás.

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