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miércoles, 16 de diciembre de 2020
Euphoria (capítulo especial 6 de diciembre de 2020)
Mentiras, pastillas y mentiras sobre estar limpio. La perfección no existe, ni en el capítulo especial de Euphoria de 6 de diciembre de 2020. Escuchar y oir, escuchar y oir gilipolleces en voz alta, escuchar y oir mierdas que no quieres ni escuchar ni, por supuesto, oir. Ni en voz alta ni baja. ¿La vida le sonríe a estos tipos, tipas y tipes? La salud mental y sus daños colaterales. ¿Eres débil si no estás zumbado? La turbidez y sus aristas y las mentiras de bar cutre. ¿Puedes estar centrado y no creerte Fernando Redondo? ¿Podemos creer si no estamos educados en la altivez suicida? Mentira sobre mentira. El equilibrio es imposible. Trolas y más trolas. Calvarios a los 17 años de niñatos que no han trabajado en su vida. Ja. Triple ja. ¿Qué necesitamos para vivir la vida? Reconociendo la caída, uno se siente Jesucristo pero se queda en San Juan Bautista. La jauría del plan B. ¿Pero quiere uno realmente rehabilitarse? El concejal Bartolín me decía que todos los varones de su familia eran dependientes. Causas perdidas. Probaron las drogas y las cebollas se dispararon. La enfermedad de la adicción y los regaladores de consejos. Hablan en Euphoria de tiempo y paciencia, de crueldad y autodestrucción. ¿Merece un adicto nuestra atención? “Despojos y desastres con patas”. Toca pensar después del capítulo del sexto día del último mes de 2020 de Euphoria. Mucho. Y no eres ni Jesucristo ni San Juan Bautista, sino los que estaban con Jesucristo siendo crucificados pero de ellos no se acuerda ni Dios. Hasta de conversión se habla en Euphoria, pero no de la de San Pablo camino de Damasco. No. No hay sitio para los sirios en este momento. ¿Perder las riendas? ¿Perder el norte? ¿Perder la vida? Mentira sobre mentira. Dios y las creencias, y nuestra misión en el mundo, y los terremotos, y el cáncer y las jodiendas con vistas a la bahía. Vivan las misiones mesiánicas y las terrenales, y la Unión De Gilipollas Colgados Del Mundo. Todo es mentira. ¿Para qué queremos preguntas si tenemos mentiras? ¿Qué será lo siguiente? ¿Entonces las drogas solo esclavizan a las niñas de 17 años? ¿Y al resto? ¿Las revoluciones ya no son radicales? ¿Qué pijo son entonces las revoluciones? ¿Hacemos una revolución para acabar hecho un propietario de Galapagar? ¿Para tener una casa con tinajas? ¿Para casarte con la sobrina de un guitarrista? ¿Para comprarnos unas zapatillas de marca sin necesidad? Hasta de Kaepernick y de Nirvana tienen los cojones de hablar y reflexionar. Pues si hablan de Kaepernick habrá que hablar de la enfermedad de Tourette y de aquellos que, mucho antes, se negaron a escuchar himnos que dicen que oprimen. O no. Quizás el himno no oprima. Quizás todo sea mentira. Y hacer lo que te salga de la Isla de las Hormigas. ¿Qué nos importa nada? ¿La depresión importa? ¿La publicidad importa? ¿Importa el móvil último modelo? ¿Eso sí importa? ¿De verdad? Dice uno de los protagonistas: “La auténtica revolución no tiene aliados”. Hablan de la temporalidad de las revoluciones, de su corto espacio se tiempo. El padrino de Euphoria sigue con su retahíla: “Una verdadera revolución es en el fondo algo espiritual, es algo que derrumba, que aniquila tus prioridades, tus creencias, tu estilo de vida y reconstruye con la intención de…”. ¿Qué pretende una verdadera revolución? Al final, no sabes sí creer, no creer, dejar de creer, dejar de respirar, ser psicópata a sueldo o imbécil las 24 horas del día. Vaya usted a saber. Sigue el padrino: “Tienes que creer en la poesía porque todo lo demás te acabará fallando”. Y sentencia: “Tu única esperanza es una revolución, pero una de verdad, por dentro y por fuera, pero te la tienes que currar, aquí no valen medias tintas”. Vivan los calamares.
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