Hace 55 minutos
lunes, 7 de julio de 2025
Los sin nombre. Primera temporada.
El teléfono y El principito. Mira que asustan los dos a la vez, metiendo miedo. Porque Los que escuchan mete miedo desde el principio, con algún momento cerdo hanniballectérico incluso. Milagros y desapariciones en una Barcelona sin resurrección. Y hablan en gabacho y no en catalán. Eso sí que es un milagro. En esta Barcelona, hay muchos enfermos y en muchos sentidos. Y muchas mariposas. Y noticias, y esa catarsis convertida en huída o abandono, o en venta, o en alcohol. Hágase querer por lo oculto, hágase querer por la ínsulina, hágase querer por la casa de los horrores, hágase querer por las renacidas, hágase querer por los cabezazos contra la mesa (mi madre me decía más lo de “los cabezazos contra la pared”). Pero al final, todo es mentira, te crees lo que quieres creerte aunque sea una puta farsa, un engañabobos. O lo que sea. Y los pájaros, se choquen o no contra nuestras ventanas, son ratas del aire. Siempre. Hágase querer por la loca de las resurrecciones. Y ese comodín, argentino y desaparecido, que aparece cuando menos te lo esperas. O esperes. O peros (es, manzana para todos). Estafas piramidales que acaban en bañeras, en cuerdas, en disparos, en salas de interrogatorios, fotos y cajas de cartón. O en muchas cajas, repetidas, repartidas por el mundo. Protegidos, locos, paranoias y más mariposas. Todo entre milagros y señales divinas, o nada divinas. Insectos para todos. Volver, volver, volver: “El mundo puede ser muy cabrón para los niños como nosotros”. Y como en la NBA con Guille, tenemos que hablar de Kevin (con o sin lengua). Mariposas y mentiras, y sílabas encadenadas que hacen pensar y preguntarse, en voz alta, como en aquello de San Mateo sobre la búsqueda. Y lo que encontramos. Tiene miga el pan de Los que escuchan y es mejor no tragarlo con el estómago vacío, si es que acaso quedan entrañas cuando llegas al sexto capítulo.
sábado, 5 de julio de 2025
Europa
Europa no tiene denominador común. Pasa del cenicero de pie y del mueble bar a personas que tienen protocolos para los sueños de sus hijos (que ya han soñado el mismo sueño), va de fanzines de institutos y de la posibilidad de viajes temporales, de canciones de Sinatra y de Johny Cash. Pero es mucho más. Eso solo es la escama de un pescado que es adictivo pero puede resultar entre repulsivo y venenoso, y eso lo hace más atrayente. El nombre viene de una luna, de una luna de Júpiter, según nos dice Luis López Carrasco en la segunda píldora de esta medicina literaria hecha de imaginación (mucha imaginación) y, porqué no decirlo, de derrota. Aparecen, o eso me da la impresión a mí, personajes derrotados que pasan del videojuego a pensar en un lugar o una fecha imposible a la que volver. Y esos sueños, los de Europa y el resto de relatos de este libro, “son incontrolables”. Y añade LLC: “Al menos, hasta su generación, lo eran”. De estos relatos, me quedo, en primer lugar, con el titulado como Todos los finales posibles. Será por la Historia, eso que me paga las facturas y que antes era atrayente y ahora un mal necesario que explicar una y otra vez para evitar otros males mayores y no necesariamente obligatorios. TLFP nos mete en un berenjenal apocalíptico, de esos que tanto dicen llegar y afortunadamente no llegan, aunque el miedo es que lleguen y tengamos que cambiar de calculadora: “Y todo el mundo se acostumbra, tras días de bombardeos, a que la cuantificación ahora, en tiempos de guerra, se realiza en unidades de millón”. En esa posibilidad de viaje de la que hablan los dos protagonistas de TLFP, “la máquina solo podía viajar al pasado y solo podría realizar un viaje”. Podía, podría, por ese orden. Apostilla el autor en la página 73: “Y había sido Daniel, padre de una adolescente sombría, quien le había disuadido de intentar enderezar a los hombres, convencido de que ese cataclismo era el mejor de los posibles”. Cataclismo y mejor en la misma frase, para que se entienda, y es verdad que así se entiende. Añade LLC: “Estamos viviendo el diluvio universal con retraso. Y vuelvo sobre la idea de que muy probablemente el pasado sea inmutable. Es una misión condenada al desastre”. Como no nos miramos al espejo (lo suficiente) no nos hemos dado cuenta de que “quizá nosotros seamos la plaga, quizás siempre hemos sido la plaga, las siete plagas”. Jesucristo, Sócrates, San Pablo. La arrogancia del canon occidental y entender “El Imperio Austrohúngaro como el hogar del pensionista”. Da mucho que pensar TLFP. Pum, pum. Y entre el resfriado de las gallinas (yo todavía recuerdo cómo los vecinos del Campillo las emborrachaban dentro de las jaulas, y como mi padrino castraba los marranos encima del Renault 5), en segundo lugar me quedo con la pildorita titulada Donde los enemigos esperan sentados junto a cubos de basura, unas letras de encuentro entre el desencanto, la decepción y la escapada, y donde leemos que “el que viene a hacer el caos se acaba cansando, se muerte y se va”. Decía el hombre de la camisa verde que si le ponemos empeño podríamos llegar a ser invisibles. De eso, o quizás no, va DLEESJACDB, ya que “los cadáveres digitales desaparecen a los pocos segundos”. En definitiva, un buen libro que se entiende (aún mejor) cuando en la página 165 llegas al final de los agradecimientos y lees sobre la “velocidad caníbal” de la incertidumbre y de la precariedad, y como el autor reconoce en primera persona “que no podía apoyarme en el recurso que hasta entonces nunca me había fallado: la imaginación”. Que viva la imaginación. Siempre.
jueves, 3 de julio de 2025
1923. Segunda temporada.
1923 vuelve hablando de voluntades, pero no solo voluntades divinas. Cada uno tiene lo suyo, incluido su Dios, que decía el hombre de la camisa verde. Nada como observar, para aprender. Todo es comercio, como si de un gobierno mentiroso se tratara: “El gobierno quiere mendigos, porque un mendigo no se cuestiona nada. Y el que lo hace, el que cuestiona, pasa hambre”. Y claro, “si hacemos las cosas por nosotros mismos, no necesitamos un gobierno”. 1923 habla de lucha y supervivencia, de días que permiten saltar y días que no vale más que aguantar: “A la gente no les define lo que les pasa, les define lo que hacen. Con cierta frecuencia les define lo que no hacen o lo que les da miedo hacer. Demasiado vagos o egoístas”. Siempre hay algo por lo que luchar y un puma (o un hijo del siglo) del que huir: “Hay dos clases de hombres en este mundo: los hombres que hacen cosas y los hombres que se las quedan. Mussolini es de los que se las quedan”. Vivan los eufemismos sobre la clase turista, hace 102 años o ahora: “No son turistas. Lo llaman así porque ladrones y vagabundos sonaban mal”. Claro que todo es mentira, como “que no ves la prisa porque no tienes visión”. O tenemos visión y no queremos darnos cuenta de nada, que es mejor olvidar esos anuncios de soda entre la nieve, esas estrellas esperando, ese frío en mitad del juicio y ya se sabe que “las amenazas llevan una cierta inseguridad social”. Pero, puestos a buscar perras, ahora toca pensar en los que dominan el mundo: “Rancheros aparte, este es un mundo de ricos, y todos pueden disfrutarlo: los repartidores de periódicos, los comerciantes, los vendedores de coches, los médicos, los abogados. Lo único que no se puede comprar en una tienda es la euforia del riesgo, la emoción del peligro”. Y los continentes por explorar, qué gran invento, para dormir o mirar o ranchear: “América no es la tierra de los sueños, es la tierra de las oportunidades. Las oportunidades es algo que hay que aprovechar”. Si cuestionamos lo que hace cada uno, es nuestro problema. Vivan las habilidades rentables, viva la lectura, viva lo que hacemos y no sabemos si deberíamos hacer. Vivan los pasajes de relevancia. Viva lo que pensamos que debemos hacer en voz alta y no siempre hacemos. Viva cuando gritamos que todo es mentira. Y siempre hay que aprender de los viejos, sean o no amables, sean o no sean otra cosa. Y hay conversaciones que siempre hay que tener. Tener. Agujeros. Presión. Mierda. ¿De verdad no podemos confiar en un cocinero delgado? ¿Nunca? ¿Seguro? No hay nada seguro: “El hombre lo destruye todo. Lleva en guerra con este mundo desde que llegó a él. En guerra con sus animales, con sus árboles, con el clima y todo lo demás. Si de los lobos dependiera, sólo existirían ellos y lo mismo con los osos y las serpientes y las arañas. Los árboles crecen bien altos para robarles la luz del sol a todo lo que tengan o se pongan bajo sus pies. Nada coexiste. La vida es un constante estado de lucha por la supervivencia y solo hay una cosa que sale victoriosa: La naturaleza. La Tierra no es una roca condenada a soportar innumerables y pequeñas violaciones de sus habitantes . Es un ser vivo, que evoluciona, interactúa y que es capaz de acabar con cualquier existencia con cualquier tambaleo de su eje. Han habido cinco extinciones en este planeta en las que prácticamente toda la vida ha sido erradicada y sus habitantes eliminados de la faz de la Tierra. Tiene todo el sentido que se avecine una sexta”. La sexta es un infierno (en todos los sentidos). Siempre. Siempre. Una gran serie con un capítulo final excepcional.
miércoles, 2 de julio de 2025
Algún día este dolor te será útil
No todo el mundo entiende la soledad. Desde hace unos años, cada instituto al que llego es para mí un espacio de soledad en los momentos sin clase. Escribe Peter Cameron en Algún día este dolor te será útil: “Estar solo es una necesidad básica para mí, tan básico como la de alimentarme o beber agua, pero observo que a los demás no les sucede lo mismo”. Antes, cuando tenía tiempo antes de la crianza, me encantaba ver solo el baloncesto, leerme los periódicos solo, la lectura encerrado conmigo mismo. Ahora que eso es imposible entre el matrimonio y la niña, sigo sin entender ese miedo a la soledad de muchos. Pánico de la mayoría. La gente no sabe estar sola, decía el hombre de la camisa verde. ADEDTSÚ es una novela de lectura fácil, que engancha, pero no es agradable. Trata de personas que viven en su encierro, temporal o definitivo, rodeados de soledad aunque siempre tengan alguien cerca. Y no todo está en Shakespeare. Añade PC: “El gusto por el arte es fácil. Lo importante es que te guste la vida. A cualquiera puede gustarle la Capilla Sixtina”. Pero como todo es mentira y tenemos que pagar facturas, vamos al instituto, o donde nos manden: “Si todo el mundo tuviera que creer en la labor que desempeña en su trabajo, no se haría gran cosa en el mundo”. Y en esa gran mentira que es la vida, incluso, a veces, te llevan al loquero, o loquera, y te hacen hablar, o repetir preguntas o lo que sea: “La terapia es una idea de las sociedades capitalistas bastante equivocada en la que un examen de tu vida, complaciente para contigo mismo, sustituye a la auténtica realidad de la vida”. Pero es que hasta Tony Soprano iba a terapia y aunque no esté a nuestro alcance, debemos tener claro que “es mejor no decir nada que expresarme de una manera inexacta”. Y en esa soledad, compartida o no con redes sociales o antisociales, con viajes sociales o antisociales, en trabajos sociales o antisociales, “es muy difícil agradar al prójimo, no digamos amarlo, porque eso te lleva a hacer cosas equivocadas, cosas que te distancian”. En definitiva, ADEDTSÚ es un librito que te puede ayudar casi sin pretenderlo, y eso es mucho en este presente en el que la soledad está proscrita por esa mayoría ausente que siempre está dando consejos. Y yo odio a los regaladores de consejos.
lunes, 30 de junio de 2025
Total Control. Segunda temporada.
Si en la primera temporada todo empieza con tiros ajenos, el detonante de la segunda temporada de Total Control es un sucidio. Un tipo en silla de ruedas se pega fuego en la puerta del banco que le embarga la granja. La “exsenadora volátil” y su “nueva política”, con sus diferencias, se deja otro partido, por segunda vez, y se olvida de su hipotético ministerio por intentar sacar su propio escaño por cuenta propia. En el papel no es fácil, en la práctica un delirio. Y en el cóctel desértico se unen las amenazas de muerte, las persecuciones, el miedo en el cuerpo. Y la expresidenta, intentando resucitar de un letargo causado por sus propios seguidores. Total Control nos enseña lo vulnerable, los extremos, la búsqueda de eso que dicen que existe (centro) y que es un magma que no ayuda precisamente. Como decía el hombre de la camisa verde, entre zorras anda el juego en la zorrera. En la maldita zorrera. Todo ha cambiado en el panorama político, nada es lo que era: “La gente normal ya no se afilia a los partidos, están ocupados viviendo la vida, lo que significa que las bases se han reducido a un montón de idiotas y a los corruptos de la derecha cristiana”. Derrapes y amenazas, saltos a un dakariano escenario de mierda. De mucha mierda, como siempre en política. Pero la televisión lo cambia todo. No para de cambiarlo todo. Y en primera persona femenino singular, en el debate televisivo, la protagonista afirma: “No pido confianza. ¿Quién confía en los políticos?”. Si en España se habla de la España vacía, en Australia repiten mucho lo de la Australia rural y regional. Todo mentira, pero casi todo da votos. O ruido, y la industria del carbón, y lo eólico y lo solar, y esas mierdas que nos llevan a apagones mediáticos y los que ocurren el 28 de abril. Traiciones y venganzas. Hágase querer por la ética ausente. Por todas las éticas. Pero cuando van contra tu familia, todo cambia. Y la jodienda de tener capacidad de elegir, ante el miedo y ante el odio. Las dos malas, las dos peligrosas, con las dos siempre sales perdiendo. O perdienda. O perdiende. Zorras, madres y toda la jungla, o selva, o estepa de toda la vida. O vida. O vide. La política siempre defrauda, pero es atrayente, decía EHDLCV. EL miedo, los hombres de hojalata y esas cosas que te pasan cuando menos te lo esperan. En Total Control todo es circo, dentro y fuera de la cámara representativa, pero es que, como en la vida, estas fieras solo necesitan un poquito de carnaza para afilar el colmillo. Y siempre hay cuchillos, propios y ajenos, raciales y de los otros, que buscan su objetivo. Siempre.
jueves, 26 de junio de 2025
Total Control. Primera temporada.
Total Control va de lo de siempre. Siempre. En época de redes sociales, ahora convertidas en tiranías obsesivas y macabras, todo es posible. El ascenso meteórico y el paso al mayor de los ostracismos. Total Control va de sangre y crecidas, de llegadas a una política en la que todo es asco y falso, corrupción y barbarie, falta de sentimientos e insensibilidad. En el capítulo cuatro, escuchamos que “la política es un deporte de sangre”. Yo le quitaría parte de deporte y añadiría millones de cisternas de lo otro (vivan los leucocitos). Total Control ilustra con personajes que deberían hacerse continuamente la pregunta de nuestros políticos (¿eres traidor o incompetente?), siempre y cuando sepan preguntarse a sí mismos, que no siempre saben (no siempre saben de casi nada y siempre se cumple el axioma del odio a preguntarse a sí mismos, que son demasiado ególatras, y llevan aquello de Glen Rice de hablar de ellos mismos en tercera persona al extremo. Al extremo que sea, con niebla y sin ella, porque “cuando subes a la cima es difícil quedarte con las caras del camino”. ¿Y todo para qué? Para nada. En cualquier país, por muy avanzado que parezca siempre vemos lo mismo: “Hay madres durmiendo en sus coches con bebés. No tienen sitio dónde ir. ¿Cómo puede ser este un país civilizado?”. Nada. En política, todo es mentira. Siempre.
lunes, 23 de junio de 2025
The Studio. Primera temporada.
Cuando una panda de payasos borrachos se pone a pegar gritos, aunque estén rodeados de viejas glorias, o estrellas, o muros de cartón piedra, da igual que tengamos al profe de química en un sillón caro o volando de una cuerda en un escenario babeando. O a Scorsese sin levantarse de la silla. Todo mentira. Tanto grito, cansa. Visualmente, ya estamos cansados de videojuegos. O no. The Studio pone a los primates a hacer de primate. Da igual todo. El principio de Peter hecho serie. O no. Juego sucio para un tipo que se ríe de sus propias gracias, aunque te vuelvas loco viendo una cámara loca que no para. Nunca. Y las arrugas de Steve Buscemi en el cuello. Casi nada. Aunque pretenden arreglarlo acordándose de Ray Liotta atravesando una cocina. O varias cocinas. O todas las cocinas del mundo: “Es lo que más me gusta de este trabajo. Los de fotografía y la directora dando vida al guión”. Y se hacen preguntas sobre los trajes. ¿Hace falta saber el nombre de las personas que nos pagan la nómina? Habla The Studio sobre la posibilidad de meter chimpancés en virus o virus en chimpancés. O lo que sea: “Los buenos copian y los grandes roban”. ¿Quién todavía no ha visto El club de la lucha? ¿De verdad? ¿Alegatos a favor del golpe? O no. Más frases: “¿Verías El séquito religiosamente o te era demasiado familiar para disfrutarla?”. Esa pregunta, hecha al protagonista en una cena benéfica, resume bien ese tiovivo de locura, no siempre bien) entendido de The Studio. Y ya no entendemos la vida, porque hay gente que todavía duda de El padrino, y prefiere The Bear. ¿Somos más de médicos o de películas? Hágase querer por unos premios en los que no es nombrado, o quiere ser nombrado y no lo consigue. O por unas setas en una Venecia de mentira.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)