jueves, 26 de junio de 2025

Total Control. Primera temporada.

Total Control va de lo de siempre. Siempre. En época de redes sociales, ahora convertidas en tiranías obsesivas y macabras, todo es posible. El ascenso meteórico y el paso al mayor de los ostracismos. Total Control va de sangre y crecidas, de llegadas a una política en la que todo es asco y falso, corrupción y barbarie, falta de sentimientos e insensibilidad. En el capítulo cuatro, escuchamos que “la política es un deporte de sangre”. Yo le quitaría parte de deporte y añadiría millones de cisternas de lo otro (vivan los leucocitos). Total Control ilustra con personajes que deberían hacerse continuamente la pregunta de nuestros políticos (¿eres traidor o incompetente?), siempre y cuando sepan preguntarse a sí mismos, que no siempre saben (no siempre saben de casi nada y siempre se cumple el axioma del odio a preguntarse a sí mismos, que son demasiado ególatras, y llevan aquello de Glen Rice de hablar de ellos mismos en tercera persona al extremo. Al extremo que sea, con niebla y sin ella, porque “cuando subes a la cima es difícil quedarte con las caras del camino”. ¿Y todo para qué? Para nada. En cualquier país, por muy avanzado que parezca siempre vemos lo mismo: “Hay madres durmiendo en sus coches con bebés. No tienen sitio dónde ir. ¿Cómo puede ser este un país civilizado?”. Nada. En política, todo es mentira. Siempre.

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