domingo, 30 de mayo de 2021

sábado, 29 de mayo de 2021

Reyes de la noche. Primera temporada.

Hay una gran canción de Airbag titulada “Ahí viene la decepción”. Pues eso pasa con Reyes de la noche. Ni reyes, ni noche ni cebolletas en vinagre. Nada. Una gran decepción. Ya sé que es muy difícil hacer comedia. Muy difícil. Y si llevas la rivalidad de José María García y José Ramón de la Morena a la comedia (aunque al final se intentan poner trascendentes, con pretensiones) no puedes caer en la más triste parodia. ¿Cómo se puede transformar una historia que fue increíble en un chiste sin gracia ninguna? Es paródica hasta el Infierno. Los que seguíamos la radio de aquella guerra, sabemos que este invento no debía trivializarse así de esta forma de teleserie. No sé muy bien como definir Reyes del noche, y decepción es una palabra benévola. Demasiado benévola. Además, hay un refrito entre El larguero y Supergarcía en la Hora Cero, entre Carrusel y Tiempo de Juego, entre los subalternos y los toros bravos. Hay parecidos razonables que son de juzgado de guardia, pero no se llegará a tanto. Los que disfrutamos con la radio, antes, ahora y (supongo que) después de esto no nos merecemos una obra interpretativa como Reyes de la noche. ¿Cómo hemos llegado a esto? ¿Viendo el piloto no vieron la que se venía encima? Hay retazos que son reales (lo de escuchar la radio viendo el fútbo, clavado), pero hay ciertas cosas que no se deberían permitir la frivolización. Lo dicho: Ahí viene la decepción.

viernes, 28 de mayo de 2021

miércoles, 26 de mayo de 2021

Patrick Melrose. Primera temporada.

Deja Patrick Melrose un rastro de sangre en la garganta, una voz susurrante cuando estás abajo, una colección de frases del desastre, el desamor, la desesperación, el olvido y el dolor. Patrick Melrose es una serie sobre el dolor de no conseguir superar un trauma. Está sazonado Patrick Melrose de recuerdos desagradables, de oraciones ante un Dios que no responde. Se trata de quemar los libros de autoayuda, y, de paso, desear la muerte de los tuyos. Y sí, esas frases quedan: "El sufrimiento es lo que acontece cuando otros comen". También es Patrick Melrose una sucesión de personas indeseables y un ensayo sobre decisiones incoherentes y malas interpretaciones. "Los adictos no lo dejan hasta que tocan fondo". Pero como siempre dicen los catequistas irredentos, "siempre sale el sol". O no. Y hay decisiones que hay que tomar, y principios que cumplir: "Solo lo mejor o nada". Siempre hay pastor y perros fieles, pero también hijos de la perra de satanás. ¿Soluciones? Pocas, porque siempre hay algo podrido, siempre hay alta fidelidad y niñas perdidas, siempre es ese "saco de mierda que además de gotear siempre te salpica". Pero entre la locura y la cordura, está el día a día, la supervivencia, la asistencia a funerales y bodas, aunque, como bien dicen en la serie, “solo habría que ir a los funerales de los enemigos”. De ahí en adelante, nada, o como reflexionan aquí, “lo que uno ansía es el hastío”. Y reuniones anónimas después de fiestas infumables, pero es imposible borrarlo todo del disco duro porque “olvidar sería maravilloso si no tuviese tanto miedo a hacerlo”. ¿Por qué nos da pavor no recordar e intentar pasar página? ¿Por qué no dejar atrás la época heroica? Imposible para algunos, factible para otros. ¿Balanza? ¿Término medio? Las silenciosas desesperaciones que hacen que tomemos decisiones en los peores momentos. Y Patrick Melrose es un bravo retrato de esa gentuza esnob que se cree por encima del mal y del supermal, de esa chusma con traje y corbata, de esa burguesía que pide a gritos guillotina: “Son los últimos marxistas, los últimos en creer que la clase social explica todo”. Evasión del mundanal ruido es lo que nos pide el cuerpo, pero no siempre está a nuestro alcance. La nostalgia siempre lo fastidia todo a partir de cierta edad. Podemos prestar atención a algunas cuestiones, pero se nos escapa casi todo. Y todo es mentira.

martes, 25 de mayo de 2021

Héroes: Silencio y Rock and Roll

Tengo una camiseta casi hecha papel de El mar no cesa. El mar no cesa, Héroes del Silencio, Enrique y sus secuaces. Pero el documental netflíxtico sobre Héroes, titulado Héroes: Silencio y Rock & Roll. Silencio y puntos suspensivos. Ascenso meteórico y jodiendas desde Zaragoza. Empieza el asunto con un viejo video de una entrevista en la que dicen que “falta concienciación nacional respecto a nosotros”. ¿Concienciación en 1984? Aragón, Zaragoza, porque no podía faltar el Aragón de Labordeta. Con Héroes del Silencio pasa como con Labordeta, o con Sergio Algora, o como con el Zaragoza de Víctor Fernández y el gol de Nayim, que hacemos comparaciones con lo que fueron y con lo que llegaron a ser, pero mucho más aún con lo que hubieran podido conseguir pero no consiguieron. ¿Por qué no lo consiguieron? Si hubieran pensado en el dinero, se hubiesen stoneizado hasta el bucle infinito y hubieran estirado el chicle clorofílico hasta el 2050, hasta el plan en el que Sánchez nos acaba de vender un nirvana (todo es mentira, incluso si Ana Iris Simón tiene que recordámelo). ¿Por qué se pelearon esos egos? ¿Por qué esa historia no sé estiró? ¿Qué más da que se llevaran bien, mal o regular? Cuando llego a clase, con alumnos de cierta edad, digo que la amistad no existe: existe gente con la que pasamos ratos. También digo que todo es mentira. Y es así. Este resumen documental va de eso: mucha cinta de video, alguna autodestrucción, muchos recuerdos de grupos anteriores (vaya nombres como Proceso entrópico, Zumo de vidrio, Tres de ellos, Edición Fría, Los modos…) de los miembros del grupo… Y no podemos vivir de los recuerdos. No sé si Fran Fernández y Sergio Algora se llevaban bien o mal, pero me da igual: hicieron himnos maravillosos. Quizás HDS no hicieron tantos como debieron. Yo no vengo a hacer amigos, también le digo a mis alumnos. Con algunos sí he hecho amistad después, pero eso es otro cantar. Se centra al principio el documental en sus inicios zaragozanos, y su aragonismo, y las cintas y la primera vez que sonaron en Radio Zaragoza, en la Ser, y los cambios en su formación y en aquella canción de la primera maqueta. También aquel concurso de Radiocadena Española del 1986 con los conciertos finales en Salamanca y Gustavo Montesano y Roberto Durruty, y los nombres de las salas de entonces y su primer contrato con Hispavox (¿se puede decir hoy Hispavox y el nombre de las discográficas de entonces?). Y Pito, y la entrevista con Abellán en Los 40 y Mar adentro. Hay un antes y después (frase típica número 1 de muchas conversaciones) de Mar adentro. Siempre. ¿Qué sería de nosotros sin Mar adentro? ¿Qué sería de nosotros sin Miguel Sánchez-Ostiz? Mar adentro son, para mí, Las pirañas. Y Phil Manzanera, y el papel de Radio 3 en el asunto (aparece Diego A. Manrique como el menos bueno de la película de la crítica [o cítrica] musical), y esa forma despectiva de llamarlos “Los Hombres G del Moncayo” (siempre está bien darle un tono geográfico al asunto). Es una batalla que tengo perdida, la de la crítica. En cualquier rama artística, la crítica es necesario, pero no siempre justa. Faltaría más. No queremos lo insípido en nuestra vida, para eso siempre podemos escupir en el mar. Cuando juntaba letras en los 90’s, repetía mucho unas palabras de El Porvenir de España de Ángel Ganivet: “Mientras en España no existan hábitos intelectuales y se corra el riesgo de que las ideas más nobles se desvirtúen y conviertan en armas de sectario, hay que ser prudentes. La sinceridad no obliga a decirlo todo, sino a que lo que se dice sea lo que se piense”. Lo que se piense. No somos críticos ni jueces, somos observadores con más o menos don (o ausencia) de palabra, y esas palabras pueden herir o dañar o esconder errores o magnificar el asunto. O no. O simplemente todo sea una percepción. Percepciones equivocadas o acertadas, como sus viajes a Alemania, a Bélgica, a Suiza. La llegada de El espíritu del vino, y Londres y su Gira del Exceso y la llegada del mejicanito, y Benasque y Los Angeles y Avalancha y las diferencias y el problema de la mano de Juan, y la disolución y luego la vuelta en 2007 para 10 conciertos multitudinarios. Como si fuera ayer. Todo esto me parece que ocurrió ayer. Pero va a ser que no.

Himno para pensar en discursos y silencios

lunes, 24 de mayo de 2021

domingo, 23 de mayo de 2021

Halston. Primera temporada.

Nada como sesiones de soledad en el recreo de un instituto para leer, estudiar o ver series, cuando el mundanal ruido se hace mayor y todo parece de una infantilización total. Pues en esas circunstancias, como si fuera el enésimo triple-doble de Westbrook, he visto en ratos Halston. Ni tenía ni idea del personaje, ni de las gasas ni de su obsesión polas orquídeas. Ni idea. Únicamente vi Halston por el ryanmurphismo de The Politician, no por otra cosa, y la verdad es que se me hizo empalagoso el personaje, con ese Ewan con una cadencia al hablar que da miedo (o, quizás, otra cosa). Y aparece una casa en Indiana, al principio, y no hay canasta de baloncesteo. ¿Pero esto qué es? ¿Esto es real? El espectro de JFK y Jackie, su caída, y preguntas para relfexionar: “¿Cuándo dejó la gente de llevar sombrero?”. Vaya usted a saber. Hay menos frases lapidarias que en The politician, pero es que eso son palabras mayores. Quizás la atención se vaya al personaje de Liza Minelli, a los colaboradores de Halston (vaya pandilla), a las vicisitudes entre empresarios y credores, entre artistas y creadores. ¿Se trivializa todo en Halston? ¿Es todo una exageración? Esa sucesión de pasos de peatones, de fiestas, de disputas y celos (y celas, y celes, que al final no todo va a ser celaaísmos y monterismos). Perfumes, ropas, maletas, facturas… Quizás todo se distorsiona y se desorienta, ahora que estamos de resaca de Pentecostés, quizás tanto Studio 54 no era para exagerar. O sí. Y esas preguntas neoliberales, que nos recuerdan a Ronaldo y Margarita: “No perdemos dinero, pero no ganamos lo suficiente”. Y en el día (veremos si se materializa) el descenso de Estudiantes a LEB Oro, nos recuerda el tal Halston siempre con gafas de sol (de noche y de día) a aquel Almodóvar que apareción en la final del Europeo contra Rusia de 2007 en los Madriles con sus gafas de sol en el Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid. Y para acabar, los tabús, con el VIH que se nombra lo justo aunque siempre esté ahí. Y sí, el Infierno sigue lleno de buenas intenciones.

Infiernos en distintos platos

Rimas y leyendas, y todo lo demás.

jueves, 20 de mayo de 2021

miércoles, 19 de mayo de 2021

lunes, 17 de mayo de 2021

domingo, 16 de mayo de 2021

sábado, 15 de mayo de 2021

Bucles en himnos

¿O era al revés?

viernes, 14 de mayo de 2021

Sobre ballenas y emociones

Para escuchar y leer.

Habrá que escucharlo

Buenas noticias sobre Triángulo de Amor Bizarro. Habrá que escucharlo.

Palomares. Primera temporada.

¿Cuándo pensabas tú que en un documental sobre Palomares alguien iba a decir “un poquito de por favor”? Pues no lo pensabas. Yo tampoco. Nunca. Dicen en el cuarto capítulo o episodio (¿se dice episodio o capítulo o edición?) que si esas 4 bombas hubieran caído en La Moncloa, no habría restos de contaminación plutónica, ni nada que se le parezca. Pero es el sureste español, esa zona olvidada de la mano de Nixon y Aznar, de la guitarra de Kerry y del gallo Margallo, de Reagan y González, de los Bush y de Franco. De Franco. Porque esto era en blanco y negro, y todavía, según el documental, hay 26 hectáreas. Ni más ni menos, ni menos ni más. 26. Casi nada. ¿Y por qué pijo no las limpian? Hablan de algo que es Americio. ¿Y toda esas muertes de cáncer? ¿Y esa señor que dice que su hijo cayó fulminado en 50 días? En 50 putos días. 50 días. Piénsalo. La jodida exposición al plutonio. A mí hay momentos en los que no se si reírme, llorar o apagar el monitor en la guardia de Paideia (vulgo, castigados) donde he visto estos episodios, o capítulos, o ediciones. ¿Y por qué nos dejamos que nos estafen (como bien cantan Triángulo de Amor Bizarro y revisitan Carolina Durante)? Viva Soweto. Viva Almeria. Viva Cuevas. ¿Qué hacemos con los problemas de salud importantes? ¿Qué hacemos con Portmán? ¿Qué hacemos con el jodido Portmán? En Palomares tuvo que ser una “Juana de Arco”, una alcaldesa, una joven, la que levantó la polvareda de mierda. Informes, franquistas, socialistas, pérdidas de tiempo”. Un geniecillo loco que sale en los cuatro, dice que “todo enfermo tiene derecho a saber de su historial médico completo”, o algo así. Algo que vemos normal, habitual en el XXI, no lo era con el asunto de Palomares. ¿Pero qué paso en Palomares? He puesto el video del trailer de Palomares en 4 subgrupos entre 4º de ESO y 1º de Bachillerato y no tenía ni Dios, ese Dios del que hablaba Ciges cuando tenía hambre (¿era Ciges, verdad?) PSOE, dictadura y hasta Pablo Iglesias con coleta, pero ya no tiene coleta, pero en 2018 si tenía. Mucha agenda 2030 y muchos libros y mucho 15M (¡¡¡10 años ya!!!), pero ni fue a las residencias ni a Palomares. Bombas que hubo que rescatar y sacar, y bombas que sueltan plutonio, y que respiras y en la que todo es mentira. Porque en Palomares, aparte de muchas cosas, se constata que la “descominación como fraude” es un principio axiomático. ¿En qué jodido cajón estuvo encerrado el asunto Palomares durante décadas? ¿Tuvo que llegar la alcadesa Antonia Flores para sacar todo aquello? Como le digo a mis alumnos, está la historia oficial, la historia de vuestro libro de texto y la historia que yo os cuento (bueno, este año, mucho árabe no sé, pero intento que entiendan algo). Y no solo fue el daño local, también se habla del daño que hizo a los gringos de Yankilandia que vinieron a buscar las bombas y pasaron por tierra, mar y aire y se llevaron el plutonio en sus huesos. Sí, porque el plutonio va a los huesos. A los jodidos huesos. También, en el relato, se habla de la radio clandestina de la que ya hemos hablado por aquí más de una vez, y de la llegada de la Sexta Flota (con más de tres pares de calzoncillos, Antonio) y 34 barcos buscando la bomba perdida. “En busca de la bomba perdida” debió llamarse la tercera pildorita en vez de “Bienvenido Mr. Fraga”. Siempre me acuerdo de Fraga, y la pregunta que le hice sobre la Constitución en el Arco de San Juan, y la mirada de su asistenta cuando dije que no me estaba contestando… Otro farsante, casi como Fernandito contestándome sin decirme nada. Y dejar de pescar, y de cultivar tomates y todo Cristo esperando el Jueves Santo por la noche. Una jodida matanza económica. Y aquella compensación económica que fue como escupir en el mar de la bomba. Como escribe bien Miguel Sánchez-Ostiz, su frase nos serviría para resumir el documental sobre Palomares: “El pesebre que no cesa”. Y hasta dan los chicos de las barras y estrellas 60.000 $ para el arreglo de la Iglesia. La moral y la penitencia y el problema del turismo en España (me estoy imaginando a Illa y a Darias presentando el asunto de Palomares y no sé si lo harían peor). Vivan los discursos gallegos y la foto de rigor en la playa de Quitapellejos. Qué espectaculo. Qué jodido bochorno, casi como en la planta aquella de Lenin en Ucrania. Pero en España, siempre se traga, se tragaron las maniobras de evasión publicitarias y las cortinas de humos efectivas. Todo mentira, como los barriles de tierra contaminada que vaya usted a saber en que milla del Meditérraneo fueron arrojado por los chicos del Tío Sam (falta el otro tío, el Pencho, en esta historia, pero no habrán buscado la viñeta correspondiente...Pifanio). ¿Por qué no evacuar el pueblo? ¿Qué les hubiera importando? La Guerra Fría se pudría en los aires, en los aviones que cayeron, en las canciones de los Beatles y en las jodiendas con vistas a Palomares. Un buen intento, una buena ilustración de un suceso de esos que ocurren pero como no es en nuestro barrio no nos importa mucho. O menos todavía.

10 años del 15M

jueves, 13 de mayo de 2021

El inocente. Primera temporada.

Ríase usted del gótico. Ríase del románica. Hágase preguntas del tipo: ¿En qué momento dejaron los chicos del Medievo la construcción en piedra y se pasaron a la madera? Básicamente, cuando no hay más cera que la que arde, y hace falta alumbrar mucho. Empieza con énfasis El inocente, dejando reencuentros nada ocasionales y muchas preguntas en el aire. En cada capítulo se nos cuenta el pasado de los protagonistas, ya sean principales o secundarios o del sector servicios (aunque no salen tabernas madrileñas ni ayusísticas, sino de la Tabarnia catalana. No somos nadie. Peleas de discotecas que se tuercen. ¿Esto no lo habíamos visto en Convictos en el aire? Creo que sí. Dicen en el primer capítulo que "la felicidad es pasajera". Vuelve el neoplatonismo, joder. Ríase usted del gótico. Ríase del románica. Hágase preguntas del tipo: ¿En qué momento dejaron los chicos del Medievo la construcción en piedra y se pasaron a la madera? Básicamente, cuando no hay más cera que la que arde, y hace falta alumbrar mucho. Empieza con énfasis El inocente, dejando reencuentros nada ocasionales y muchas preguntas en el aire. En cada capítulo se nos cuenta el pasado de los protagonistas, ya sean principales o secundarios o del sector servicios (aunque no salen tabernas madrileñas ni ayusísticas, sino de la Tabarnia catalana. No somos nadie. Peleas de discotecas que se tuercen. ¿Esto no lo habíamos visto en Convictos en el aire? Creo que sí. Dicen en el primer capítulo que "la felicidad es pasajera". Vuelve el neoplatonismo, joder. Reencuentros y curiosidades. Ya me decía el tipo de la estación de Alhama de Murcia, el que pinchaba el limón con el tenedor para darle zumo a las patatas, que después de la cárcel nada es lo mismo. Y es verdd. Faltaría más. Pero la serie es rara de hidrogel desde el inicio. ¿No sabías lo que era el hidrogel hace dos años? Lástima. Empieza raruna desde el momento en el que el asesino se reúne semanalmente con la madre de su víctima. ¿Cómo? Paren rotativas y periódicos online (¿Cómo se para un periódico online? ¿Qué cable corto? ¿Apago el wifi?). Bufetes, novias camino de Berlín (“no quiero reproches”, decía la canción), fotos que se reciben, videos fuera de lugar, un Fiat con interrogantes, calvos, detectives, gente de Los Serrano y si hace falta de Los hombres de Paco. O quizás no era de los hombres de Paco. Con las series españolas me pasa como con las danesas: se me cruzan los actores en todas las series. ¿O no eran danesas? Y pasan los años, y los años, y gente del pasado reaparece en el presente. Dineros, suicidios, orfanatos en distintos países. Bueno, y preguntas que sí están dentro de lugar (mis alumnos a veces me preguntan que es eso de dentro de lugar) como la siguiente: ¿Qué diferencias hay en el Imperio Romano y el Cartaginés? Y hablan de siglos y años, pero las monjas no tienen respuestas para todo. Lo de los forenses haciendo bromitas, tópico. Policías retirados haciendo preguntas. Hasta las FARC son nombradas: lean a don Alejandro García García y aprendan un poco, por Dios. Y para cuadrar el cuarto de estar, Coronado haciendo de policía. La serie es atrayente y, en ocasiones, adictivas, pero extensa de más. Lamentar, otra vez, que nos quieran contar una telenovela venezolana interminable (después hablaremos de la coleta de Pablo) cuando lo que necesitamos es un narcocorrido de tres minutos. Y el Infierno, con El Inocente, sigue lleno de buenas intenciones.

miércoles, 12 de mayo de 2021

Maus

¿Cómo llegué a Maus? El relato sobre el relato de cómo llegué a Maus. Un 4 de diciembre me regalaron Los surcos del azar de Paco Roca. Días después, en La Cultureta no sé si fue Guillermo Altares o Sergio del Molino, calificó Los surcos del azar como “el Maus español”. El amigo Jesús, el autor de Megacuarenteno también habla de él favorablemente. Y de ahí, dar(le) hilo a la cometa, estirar el chicle, leer historias sobre cerdos, gatos y ratones, al más puro estilo orweliano, virtud y orfandad a partes iguales. Y empieza el tebeo, y las viñetas, y un dibujante interroga a su padre sus vicisitudes, y las de sus familiares sobre un pasado de las que no se quiere hablar. ¿Por qué no se quiere hablar del Holocausto? ¿Por qué no hablar del asesinato masivo? ¿Por qué no hablar? Decía anteayer Francino, a su vuelta postcovid, que el personal no quiere hablar del virus. No quiere. Escribe el autor de Maus, que uno de los suyos se sacó 14 dientes cuando estaba en Rusia para no ir al ejército. Y de ahí, todo lo demás: lucha entre nazis y rusos, prisioneros de guerra, Nuremberg, los juegos de ajedrez zweigianos con pan y piedras, los sábados leyendo textos sagrados, la llegada de la Gestapo y la Wehrmacht, un Bar Mitzvah que nunca se te olvida, el protectorado y el Reich polacos, la llegada a Lublin y todo lo demás. ¿Habíamos oído hablar del toque de queda pero realmente sabíamos lo que suponía un toque de queda precovid? Va a ser que no, que todo es un chiste comparado con el impuesto por los nazis a los judíos. Y del mercado negro, vaya usted a reírse a otro sitio. Lo mismo con un búnker. Y de los suicidios maternos, y de Auschwitz, y de los túneles, y de los traumas que te duran de por vida. ¿Y las manías de ese padre? ¿Tú no tendrías manías después de campos de concentración, de ver disparates? Esas palabras escritas por alguien que se supone que te quiere, “es como una caricatura del viejo judío ávaro”. Y la comparación con el odio a los negros, y un número de por vida: 175113. ¿Por qué no hablamos más en clase del affaire Dreyfuss? Nunca es suficiente. Y Birkenau y el tifus y los piojos y Mengele y la Union Werke y frases para enmarcar: “Desde Hitler no quiero tirar ni siquiera una miga”. Nada. No se desperdicia nada. A veces es de una crueldad desagradable, pero hay que leer Maus. Sí o sí.

martes, 11 de mayo de 2021

lunes, 10 de mayo de 2021

miércoles, 5 de mayo de 2021

Line of Duty. Sexta temporada.

“España es un señuelo”. Un jodido señuelo. Podríamos estar hablando de Sánchez y Ayuso, de la marcha eclesial al estrellato televisivo o la desaparición naranja de las instituciones. Pero en la sexta de Line of Duty, como en las anteriores, se trata de ir a la raíz de la corrupción institucionalizada. ¿Es posible? ¿Se puede luchar contra las cloacas? No se puede ganar a la corrupción institucionalizada porque, en teoría, no existe oficialmente. Nada. Ni una palabra. No existe. Y siempre hay un actor principal (que no vemos, o que creemos que vemos y no es), unos actores secundarios y un tipo que mueve los hilos. “La mano que mece la cuna es la mano que domina el mundo”, decía aquella película. Y desde las altas instancias, hasta las más bajas, el Principio de Peter se manifiesta en todos los mandamases. ¿Se puede decir mandamases en el siglo XXI pandémico? Supongo, no lo sé. Mete también la sexta temporada delitos informáticos, direcciones IP, robos, asaltos en traslados, visitas inesperadas durante la noche, compañía y soledad y tratamientos y muchos asuntos más. ¿Nos imaginamos una pregunta en un interrogatorio sin un “sin comentarios”? ¿Nos imaginamos alguna conversación sin su “Jesús, María y José” o sin su “Madre de Dios”? A lo mejor no, pero algunos utilizamos aquello de Bendito sea el dulcísimo nombre del Creador después de horas y horas escuchando La Jungla abellanesca. ¿O se dice abellanística? Nada como recrearse en las cloacas, en las terapias para olvidar lo cotidiano, en la subida de tontos a un poder que no se merecen y no saben disfrutarlo. O quizás, sí pero llevamos mucho tiempo apelando a la verdad y a la responsabilidad cuando todo es mentira e irresponsabilidad.

domingo, 2 de mayo de 2021

Por si no tuvimos suficiente con los Trump...

Otro ladrillo en el edificio de un futuro MVP

Aunque la pregunta que se hacen algunos es sobre la estancia de Doncic en Dallas: ¿Aguantará con un equipo manifiestamente mejorable o buscará un plan B?

El bosque. Primera temporada.

La historia de El bosque es la de tantas otras: un pueblo, una desaparición, un sitio en el que todos se cruzan en la escuela, en el instituto, en el bar, en la panadería. Y con la desaparación, empiezan las sospechas, los enigmas, las dudas. Y siempre es fácil acusar a los etiquetables, pero en este tipo de pueblos todos tienen secretos, oscuros pasados, infedelidades, pasos al lado oscuro y apariciones de lobos blancos si hace falta. Hasta los judíos, las niñas perdidas, los silencios y las mentiras, y las ropas de las desaparecidas. Vivan los tópicos en los que caer, vivan las huidas y los policías con dramones familiares y los jaleos escolares y las cabañas en los bosques y las muñecas con signficados varios y los dibujos inclasificables. De todo hay El bosque televisivo. Y empiezan las detenciones, y las equivocaciones. Y por tener, hasta tenemos cintas de videos, con grabaciones de psquiatras y cibercafé y direcciones que seguir. De loqueros y para acabar en loqueros, tiene de todo. Y siempre hay un sospechoso barbudo, y un marido que se equivoca y una adopción y suicidios e interrogatorios. No son como los de Line of duty, pero algo es algo. ADN. La palabra ADN ya tiene que salir a relucir en cualquier momento. Siempre, y junto a un esqueleto, y un profesor de Historia que ha escrito una libro sobre la Batalla de las Ardenas. Viva el chauvinismo y que buenas series hacemos. Viva Francia. O no.

sábado, 1 de mayo de 2021

La calle de la Luna

Desde el principio, La calle de la Luna me ha recordado, una y otra vez, a Pantanosa. A la famosas Pantanosa que me leí dos veces y ahora no sé en que lugar estará, a que manos fue a parar, en que lugar dormirá. La calle de la Luna, de Kiko Méndez-Monasterio, es una novela de frustración y sueños incumplidos, de querer y no poder realizar místicos oficios, de querencias imposibles y de realidades que defraudan. Así, como la vida. Siempre con el peso de la religión de fondo (“Hoy la religión, en vez de confortar, asusta”), siempre con la familia en el aliento en el cogote, siempre con los compañeros (que no amigos) de andanzas hasta el amanecer, siempre cambiando cromos de un álbum que sabes que no vas a completar nunca. Siempre, como dice el personaje del tío del protagonista, el tío Agustín (con ese nombre, solo podía dejar frases lapidarias), “hay que volver a Roma”. Gran personaje el tío, y sus memorables oraciones: “Todo lo que no es Roma es plagio o barbarie”. Deja KM-M una esencia de melancolía y añoranza, con estíos en los que “todavía bebíamos con sed de veranos”. Como alguien que yo conozco, ególatra de mí, llama jefes a sus padres, y tenía dudas sobre la política. Entonces, que en 2006 todo era distinto. Y deja palabras unidas para que compongamos nuestro propio puzzle de desilusión y falta de esperanza: “Supongo que nunca sabemos quienes fuimos porque siempre fuimos para otros”. La calle de la Luna es una novela de garitos ajenos y propios, de canciones que fusionan desamores de manual, de ilustraciones de horas de estudio bajo el mismo flexo que teníamos todos. Y sí, aparece un cura de sotana preconciliar para cerrar el círculo. ¿Cómo no recordar las canciones de la iglesia? Siempre. También reflexiona sobre los miedos que acecharon a una sociedad, cambiando moral y pensamiento, cambiando impresiones sobre lo que se debía hacer en un momento si no se quería caer en el dolor de lo desconocido. Además, nos transporta (sin Ministerio a su cargo, de momento…) a la época de la universidad con carpetas forradas de lo que todos sabemos, y que ya la retrató como la ruina en la que se ha convertido: “La facultad es un colegio para niños grandes, una parodia de aprender y de enseñar, una iniciación en lo inútil, en lo mal hecho y en lo inevitable”. Hoy valdría para la mayoría de institutos y para muchos de sus equipos directivos, pero ese es otro cantar de gesta (y mira que Cid han retratado en una serie…). La calle de la Luna es una novela que debe ser leída con la tranquilidad de la distancia, desde la decepción de lo que no quieres que ocurra y ocurre, pero es un ejercicio que todos no nos atrevemos a hacer, y, además, está muy bien escrita. Te hace dudar de tí la novela, te hace recordar sermones (lejanos y cercanos), te hace visualizar la utilidad de las esquelas de los periódicos, te hace reescribir frases muy parecidas a las que tú utilizas continuamente: “Plagios de plagios son las novedades”. Siempre hay que hablar del despotismos ilustrado, siempre es un buen momento. Y la sorna: “Estaban de moda los faralaes y la feria, y Sevilla, que ahora tenían un tren rápido, como si alguien tuviese interés en llegar rápido a Sevilla”. Todo mentira en esta vida, hasta las caras: “A nuestra generación no le veremos las arrugas, sino los estiramientos”. Deja KM-M una mirada nostáligca, un ramo de flores que regalas con cariño pero que el calor marchita a los pocos minutos: “Hay gente que vive de recuerdos, los de mirada nostálgica y tal, y yo empiezo a ser uno de esos”. Y llevándolo al terreno del futuro, de la educación que damos a los jóvenes, importante recordar lo que escribió KM-M: “Creemos que los niños no entienden nada y les hablamos como idiotas normalmente”. En definitiva, La calle de la Luna es una novela de tópicos, pero con una buena historia. Coda: ¿De verdad podríamos vivir con la solisiana "Agenda nunca"?

El disparate del día

O los 60 disparates. ¿Tendrá Ainge en el futuro dinero para quedárselo?