miércoles, 5 de junio de 2019

Chernobyl. Primera temporada.

Yo hago memoria y no me acuerdo de cuando pasó lo de Chernobyl. Casi no quiero acordarme de la mancha de Gorbachov, convertido ahora en vodka y poco más. La primera temporada de Chernobyl pasa de unos inicios en los que parece que no se quiere saber nada (ya pasará, el viento, el frío, la lluvia de boro y arena) hasta que se convierte en algo que da mucho miedo. Si el primer capítulo es de presentación y muestra del horror y de llamadas de teléfono que esconden el miedo, el segundo es el terror hecho televisión. Sabes que se puede joder (y bien jodido el asunto) y nadie quiere asumir responsabilidades. Pero al final, siempre hay alguien que da un grito, un golpe en la mesa y jode esa baraja de naipes que era el comunismo en la segunda mitad de los 80's (viva la terminología alejandrogarciesca). Terror, jodidas radiaciones, muertes en horas, ropa contaminada, huir demasiado tarde. Y el infierno se hizo carne, y habitó entre nosotros. Y siguiendo con el contenido bíblico, no podían provocar un éxodo de millones de ucranianos y bielorrusos y letones y lituanos y estonios. Pero el viento sopló hacia el oeste y llegó a Occidente y Yankilandia puso a funcionar satélites y maquinaria (también del odio). Nada como hacer leña del árbol caído, del reactor que amenazaba a Europa. Mucha mierda, mucha zona de exclusión, mucho robot, mucho diagnóstico cuando desde el principio se sabía el horror. El puto horror. "La verdad no existe", dice un tipo recluido en un lugar de mierda. Claro que no. Ni Gorbachov para los comunistas. Tampoco existe. Esa eliminación de todo (mascotas, cultivos) llevó a la locura. Animales comiendo animales. Eliminación puerta por puerta. Pero pese a lo asqueroso por momentos que nos pueda parecer, hay que mostrar esa crueldad. La crueldad provocada por las mentiras. El no reconocimiento de la situación. El olvido. Como cualquier otra matanza del comunismo, nunca ocurrió. No sé la valoración que hay que darle a Chernobyl ni a lo que supuso Chernobyl. Ya no se podía mandar a Siberia a los culpables porque el humo que fue al oeste lo vio todo Cristo. Mentira sobre mentira. El colapso, la humillación, el sacrificio, la realidad, las instantáneas muertes, el cáncer hasta el Apocalipsis Leninista, la huida hacia adelante. Aquellos grafitos radiactivos trajeron estos lodos putinescos. Pero no existió, o parece que no existió... hasta que HBO lo recreó. Viva el comunismo institucionalizado. Ayer se cumplían 30 años de los sucesos de Tiananmen, pero hoy muchos chinos lo desconocen. Y todo lo demás, también. Coda: Ya tiene el marqués de Galapagar otra serie para regalar... si es que se la puede regalar a alguien en un acto público en unos años. Viva el comunismo.

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