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martes, 11 de junio de 2019
Billions. Cuarta temporada.
Los enemigos de mis enemigos son mis amigos. O algo así podría resumir la herencia de la tercera temporada y el comienzo de la cuarta en Billions. Se complica más el asunto con múltiples aristas. Todos contra todos. Dinero para pescar entre los tiburones. Más dinero. Viva la soberbia de los multimillonarios. Ya sabemos la diferencia entre el millonario y el multimillonario (el segundo, cuando va a comprar un yate, no pregunta el precio ni por curiosidad al escoger el barco). Y hay que volver a la escena, y jugar con dos barajas (como jugó Artis Gilmore en ABA y luego en la NBA). Y frases cinéfilamente bíblicas (Training Day, Rain Man, Pretty Woman) para acabar en el mismo sitio: en la derrota. Ese doblebarajismo, cual Fournier perdiendo ante el Efes en casa cuando todo eran puntos suspensivos, llevan a la maldad. A volver a lo peor, a hacer sangre, a sacar cajas que estaban guardadas en un armario. Y si no puedes ganar, que no lo hagan los otros. Plan A, plan B, plan Z, pero que jodas al enemigo. Siempre. Y si hay que caer en los brazos de la Bratvá, en los brazos de lo peor de lo peor, pues se cae. Ya habrá tiempo de escapar, o de, como bien dice Grigor Andolov (JM), saltar. Saltar. Tal que así. Y gallinas, y más gallinas, y la tortura china, y la perfección de las matemáticas, y las que se quedan y no se van. ¿Hipólito de Marsilio? ¿De verdad Pericles se pasó por el Partenón? ¿Resaca? ¡Foucault vive! Vivan los pronombres, las relaciones familiares y lo que queda entre los puntos suspensivos y el abismo. ¿La Santa Cena con gatos? ¿Son fatisface lo complejo o vivimos para la satisfacción? ¿Abrelatas del refugio atómico? ¿Como que tenemos que recurrir a Wikipedia a estas alturas de la película? Y volver a las esencias, al papel, al trabajo de toda la vida cuando no va. Porque a veces no va. No va. ¿Cuban? ¿Mark Cuban? ¿Cómo era eso de las secadoras viejas? El cáncer y poner a alguien de rodillas. Pero no caigamos en mentiras. Y si hay que decir la verdad, se dice. ¿Confianza? ¿Miedo? ¿Conocernos realmente? La fiscalidad y arrojar el mal. Ese discurso, el de "iluminar zonas oscuras", habría que ponerlo en los colegios e institutos, en las casas y los altares. ¿Y quién no es masoquista en alguno de los aspectos de su vida? Todos somos dependientes, como me decía siempre un Luján a la hora del café en la residencia catastral ("todos los Lujanes somos dependientes"). La confianza. La puta confianza. Meditación y risas y el deseo de la verdad. No somos perfectos (nunca lo seremos). ¿Quiénes somos? ¿Tenemos derecho a criticar a los demás? ¿Somos unos chistes ambulantes? Viva Churchill. ¿Son provincianos los yankis? ¿Los gringos no saben mandar? ¿Negociar no recupera a una mujer? Las mujeres nos utilizan. Y hacen bien. Se me jode la memoria pensando en la doctora de Hijos de la Anarquía y la de Billions. Es la misma pero no es lo mismo. Paradigmas. Fiscales, dentistas, abogados. Vaya tropa. La utilidad y la futilidad. Y personas que buscan drogas y buscan personas útiles. O no. Todos queremos algo a cambio. Recordar a Lecter y una prisión. Cárceles y tronos, mierda sobre mierda. Clarisssssssssssssssssssssssssssssssss. ¿Ballena blanca? ¿A estas alturas? ¿De quién es el arpón? Y en mitad de esos trenes de mierda, en mitad de esas mujeres con las que cogozarse, en mitad de las escuchas, llegan las reflexiones sobre Apocalipsis Now y sobre los escritos de Conrad y la supervivencia. Huir, escapar, hasta desaparecer en plan UPyD. Billions, las visagras, jugar a varias partidas a la vez y apostar al Aranda perdedor. O no. Quizás todos estamos ocupados en cuitas inferiores. Y traiciones, en posiciones de distintas personas y en distintos momentos. Cámaras y escuchas. Hablar a las paredes. Volver al pasado. Oportunidades que te explotan en la cara. Diablos, agentes dobles, helicópteros para tapar traiciones. Y más traiciones. El vértigo y la competencia, el dolor y balance destruidos. No son amigos, son herramientas para lo que queramos conseguir.
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