viernes, 31 de enero de 2014

Nacionalismo y religión

Interesante el artículo de Daniel Tercero sobre Nacionalismo y Religión en la que recoge las ideas de Carlton J.H.Hayes, al que, según D.T. se le acusó de condescendencia con el franquismo. Y cuando hablamos de nacionalismo, siempre hablamos de idioma común y tradiciones comunes. Pero cuando hablamos de tradición, tenemos que recordar al Maestro de Gramático, y recordamos siempre que esas tradiciones son "modas envejecidas". Y todo lo demás.

Beer

Ponte a sumar cervezas en Europa. Esto si que es la Unión y no el invento ese de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero que se inventaron en el 51. Pamplinas.

Gaviotas fuera del Vaticano

La chusma gaviotil se deshace de los organizadores del cotarro, de aquellos que honraron la bandera y defendieron el bar de los borrachos que iban a liarla. Monta un bar para esto, pijo.

The Politician's Husband

No estamos hablando del marido de la peluquera. Este marido, como buen político, es un mentiroso cabronazo que no para de dar disgustos. The Politician's Husband, género fresco del nuevo drama político en televisión, nos muestra la ausencia de escrúpulos y la diferencia en la escala de valores según género. Es jodido reconocerlo pero es así. Cabrones y crápulas políticos hay muchos; recordamos al mejor Boss, y lo mejor de las Alas Oestes, y recientemente al Spacey más cabrón en la versión gringa de House of Cards. Lo que pasa es que aquí Emily Watson es insuperable, mucho más creíble que un David Tennant demasiado gestual (¿te dejaste todo el talento en Broadchurch?). Pero es lo que hay, es lo que tienen las joyitas a las que de vez en cuando les encontramos imperfecciones. Aunque últimamente lo digo menos, hemos de reconocer que si todo es mentira en la vida, en política lo es mucho más. Golpes de ánimos tras bombas para hacer a un imbécil y su chusma presidentes; un expresidente que permite a su mujer hacer el ridículo en las riendas de la capital del reino; ministros evocando brazos incorruptos y otros colocando a sus hermanos en despachos oficiales. La realidad siempre supera a la ficción, pero la chusma y la "casta" política no tienen parangón. Palanganas, estercoleros intelectuales, personal que no se ha terminado un puto libro en su vida (viva Suárez) y un interminable catálogos de malnacidos. Por esto, solamente por esto, estos (mal)nacidos no debieron ver la luz nunca. Un día le dije a un alumno en clase que "por tipos como tú España necesita un ley del aborto que contemple todos los supuestos". Desafortunadamente para mí, él no lo entiendo; en el grupo, los 4 que siempre se enteraban. No está mal, 4 de casi cuarenta. Es más difícil encontrar a 4 políticos en España entre 40 con los que mantener una conversación fluída sobre más de un tema. Bueno, siempre hay algún figura inigualable en el PP, pero estos casos, en un curioso fenómeno de ósmosis política, se han reproducido lamentablemente en todos los partidos en las tres últimas décadas. Principio de Peter y todo lo demás.

jueves, 30 de enero de 2014

Palomeando

Que no se me malinterprete, joder. Yo he cuidado palomas en la cuadra particular. Las he visto panicear con mucho ánimo. Pero noticias como la particular me recuerdan mucho al gran Tony Wilson y a los Happy Mondays, aunque este año los lunes no sean muy felices ni literarios.

Limbo

Antes lo tenía en un altar. Sí. En un altar. Pero algo ha cambiado en Agustín Fernández Mallo. Creo que podría ser más prolífico y olvidar ciertos aspectos que hace que su obra se diluya. Divertimentos al margen, opiniones siempre excéntricas, Limbo es una buena colección de escritos que juegan con la casualidad, aunque no exista. Empecé su lectura, con opinión cambiante. Las referencias al Heisenberg desencanto y a Einstein, y a figuras nada retóricas dan que pensar. Y cuando se habla de secuestros, de distinto tipo por encima del Trópico de Cáncer, todo es discutible. La reclusión y sus daños colaterales, y sus ventanas y platos, y sus cables y sus comidas, y sus ausencias. Los viajes y sus penurias, las niñas y sus fotos, los mataderos y sus chimeneas, los padres que hacen cosas inexplicables por sus vástagos. Todo tiene un origen, todo tiene un motivo. Muchas veces no lo entendemos, no entendemos como caemos en una conversación kafkiana en mitad de la nada. Y los gemelos no tienen explicación, como no la tiene la planta 12 de un edificio (semi)colosal. Como siempre, la lectura nocillesca es atrayente, aunque llevaba años sin escuchar The Magnetic Fields. ¿Demasiados? Quizás. O tal vez fue cierto desencanto después de su versión de El hacedor, o que el último experimento no me gustó tanto. No lo sé. El desarrollo de ciertos sentidos lleva implícito la falta/ausencia de otros, y la paciencia de/con los sordomudos, atroz. Tanto o más que 200 mentiras, o de las que hagan falta. Llevo casi 22 años sin subirme en un avión, y no recuerdo las bolsas de vómitos, o si existían en aquel entonces, aunque recuerdo mucho de aquella etapa preDeamTeam. Sí recuerdo por contra, el FIB del 2011, si recuerdo esas actuaciones de Primal Scream, de Arcade Fire, de The Strokes, de los Artic Monkeys, aunque de Sábato, más que El túnel recuerdo Informe sobre ciegos, del cual escogía citas que ponía en trabajos y exámenes de la carrera, y que relaté en una oposición ante el tribunal, aunque dudo que esos cinco palurdos que tenía delante lo hubiera leído. Es difícil seguir el camino de la muerte, aunque a veces no haga falta recorrer de Atlántico a Pacífico, de Palma al infierno de lluvia francés. Y todo lo demás.

martes, 28 de enero de 2014

Contrapareando

Anoche, como cada lunes, Don Importante nos habló desde Canal 8, esta vez sobre La Contraparada y todo lo demás.

Rompepistas

Llevo poco leyendo a Kiko Amat, sobre todo leo Bendito Atraso. Es más, Rompepistas es la primera novela suya que leo, y el aire a Todo por una chica de Hornby es saludable. Es como el Hornby español, aunque no sé si es del Arsenal, aunque a él el Deporte como que no. Junio de 1987. Recordar los meses anteriores a ser mayor de edad y todas esas bajezas. Su círculo más cercano, su grupo de amigos: Clareana, el Chopped, Carnaval. Me hace recordar la época del primer año de instituto cuando ibamos a la capital del reino valcarcil a eso de las seis de la tarde, a tomar reclutas, a bebernos tequilas, a pedir calimochos, a rogar por un súbete al árbol, a compartir los minis de tócame los huevos, a desvelarnos con las botellas de sidra de El Refugio, y los tapones de Don Chupito, y los cementerios de El Meneíto, y los futbolines de líbero, y los calibaches de Pelotazo, y las escaleras de Capítulo (dando trompicones), y los Bacardicola de Quitahipo. Vaya época, en mi caso con el Merluzo, el Pepino, el Monty, el Maike, el Pichines y todo aquella pandilla que hicimos en el único primero de REM del IES El Palmar en el que no había mujeres. Una pandilla siniestra pero de mucho reir la nuestra. Muchísimo. Digo que Rompepistas me recuerda a aquella época, aunque con una diferencia: la música. Nosotros escuchábamos una música de mierda. Una putísima mierda. En eso nos sacaban ventaja Rompepistas y sus secuaces. Antes juntaba letras e intentaba decir lo que me evoca al mejor Hornby este Rompepistas amatiano, a las anécdotas de 31 canciones, a Fiebre en las gradas, y, también hay que decirlo, a Alta Fidelidad. Me he reído mucho leyendo Rompepistas. Y lo peor/mejor de todo, es que me he reído en lugares que no son adecuados, como no fue adecuada la publicación de Juliet, desnuda. Pero eso es otro cantar. Digo que me he reído mucho en sitios inapropiados. En estos 17 días de gripe paterna, entre visita y visita al centro de salud, entre toses ferinas y gripes vocales, allí sentado esperando el turno de papá, la risa saltó. A mi ya nadie me respeta, pero el pueblo lo piso poco porque como no encuentro muchas neuronas por el camino lo evito. Pero cuando me dio la risa con Rompepistas contando las travesuras del cole de curas que hizo con Carnaval, pues el personal te mira raro. Una cosa es ir en un autobús de la ONU, ese que llevo cogiendo casi a diario desde el curso 1991/1992, entre voces en árabe y centroafricanas y de ucranianos que no sé si están a favor de Putin, y te vean con el libro rojo sin Mao; otra, muy distinta, que con los moribundos y epidémicos y griposos, terminales o no, les siente como un tiro en la rodilla que mientras esputen sangre y mocos y mierdas varias, tú estés allí pensando en pintar con tu culo las paredes del centro correcional de turno. Rompepistas deja perlitas sobre historias de abuelos, sobre el mazazo que viene o tiene que venir con la parca de protagonista principal, sobre interpretaciones de la Guerra Civil Española (no solo perdieron los buenos, perdieron todos), sobre Annual y Normandía y sobre las palizas y las puñaladas, y el tipex en la ropa, y las camisetas reutilizadas en trapos (todavía me acuerdo de lo que me hizo Isabel con mi camiseta de Depeche Mode), y los gritos y llantos de padres y madres, y los juegos con la hermana pequeña y todo lo demás. Qué buenos recuerdos me has traído a la retina y a la imaginación, Rompepistas.

De nuevo, Durantula

Me venció el sueño entre Revolver y el final del partido. Con Revolver es la segunda vez que me pasa, la primera fue en el cine. Lo de KD, ya es costumbre. Y todo lo demás.

Treme. Cuarta temporada.

Es verdad que todo lo bueno se acaba. Pero la pregunta no es esa. Exactamente. La pregunta es: ¿Qué ocurre cuando se acaba lo mejor? ¿Qué ocurre cuando se acaba Treme? ¿Y qué ocurre cuando el mismo bache sigue en la misma calle de mierda? ¿Qué se puede hacer ante la derrota continua? Hace tres años, cinco meses y diecisiete día, en mitad de un calor insoportable, me preguntaba por estas mismas procelosas aguas turbias: "¿Qué diablos interiores tenemos que no nos dejan dormir?". Pues sigo sin tener respuestas, aunque el cansancio y las canas me hagan dormir y no recordar. Y Treme, precisamente, en muchas de sus secuencias, es un intento por no olvidar el pasado: las tradiciones, las canciones, el carnaval, el criollismo, los asesinatos impunes, la corrupción, el (des)amor y todo lo demás. Y cuándo no hay negocio, o posibilidad de mantener, aunque los Saints sean los campeones del mundo y los Colts una ilusión de lo que fueron con Manning, aunque luchen Godzilla y Martin Luther King, aunque un nombre sea una lucha, aunque los 40 hagan una mutación y un bautizo turbio, aunque las niñas vuelvan a meter las manos en el pan, todo cambiará. A peor, quizás. Nunca lo sabremos: nunca entonaremos himnos por jefes que ya no están, nunca se olvidará al hijo muerto, nunca se trabajará el miércoles postjarana. O tal vez sí. Tal vez nos convirtamos en ese holocausto sin final, en esa collar entre disparos, en esa banda que nunca se reunirá. También tiene una importante reflexión esta cuarta temporada de Treme relacionada con las concesiones que se somos capaces de hacer: en el trabajo y en la vida cotidiana, en concebir la mentira como algo positivo, como una llamada que esperamos en primera persona del singular pero que es una llamada a la incógnita. Ya sé que pongo en un altar a Treme, pero el altar se ha quedado pequeño. Quizás debería ponerla en una catedral, pero al final las catedrales tienes grietas, y las vidrieras estallan y las goteras hacen que te resbales y todo se vaya a la mierda. Pero es que la vida es eso, un momento entre el que todo no se ha ido a la mierda. Y punto. Coda: No he hablado de Obama, pero el fracaso y la decepción con este individuo, con este "ángel de la paz" que nos ha salido rana Gustavo es tan grande que no merece la pena más que el desprecio. Y todo lo demás.

lunes, 27 de enero de 2014

Una de (vecinos)

O más cosas. Una de (tantas). Pero siempre quedan himnos y partidos políticos a los que afiliarse.

El amor en política

Lo de tito Alejo se veía venir. Desde hace mucho tiempo. El rumor, la bruma y todo lo demás. Y que no se nos olvide que hay mucho individuo en el sector gaviotil y sector duro del cuervo que, hasta hace 4 días le reía las gracias al ingenioso zumbón. Pero no hay nada como hacer sangre de los desastres del prójimo. Ayer lo decía nuestro francotirador preferido: "Este gobierno hace que Zapatero y su chusma de iletrados parezca la Escuela de Atenas". La Escuela de Atenas, esa misma que cuelga litografiada en mi clase de PCPI de los lunes, y que hasta el lunes que viene no visitaré. Menudo despiporre. Menudo despatarre. Menuda miasma. Menudo ridículo. Puestos a divagar, pongámonos a coleccionar sabotajes. Vemos que las gaviotas no tienen nada de docilidad. Año tras año, matan palomas. El Todopoderoso escribe recto con renglones torcidos, y las papanatas de Mr. Scrooge. O del otro. Esos imbéciles, nosotros, los que no salimos a la calle a derruir la delegación del gobierno y del partido de la oposición. Estaría mal visto cortar un par de calles de un par de barrios. Ponedle imaginación: esos chorizos y chorizas (me acuerdo mucho de la exministra Bibiana, neoplatonismo al poder y claro ejemplo del principio peteriano) saliendo corriendo (si es que alguna vez lo han hecho), recordando cuando estaban en el cinco tenedores y adorando los principios de la cocina neorrealista. Y esas caras sucias, asquerosas, de esos politicuchos, ya no asustan, porque la transición no ha terminado: los hijos de puta que dirigieron la transición han colocado a sus hijos y amigos, y a también a sus hijas y amigas (esta vez un beso, Bibiana), y a sus putas, esas que pagamos tú y yo con el IRPF que me roban de mi sueldo de 589 euros. Y así vamos. Ahora, en un rato, en mitad de la tertulia pijoprogre de la Sexta que todos véis porque está bien, o en el 24 Horas, o la de la Ser de los despidos, os llevaréis las manos a la cabeza mononeuronal que apenas utilizáis. Erratas de la vida. Pero le seguiremos dando apoyo a la chusma zapateril y rubalcabiana, a la escoria rajoyesca y floriana, esos aprendices de Duces y Reichs, esos desechos morales que no trabajan y viven como herederos del Imperio. O de lo que queda del Imperio. La marginalidad del talento al poder. Y como en esta vida no se pueden hacer dos cosas a la vez, os dejo. Me voy a ALMORZAR. Con MAYÚSCULAS.

Doctrina

Doctrinas hay muchas. Reales, verídicas, útiles, muy pocas. Casi ninguna, pero siempre alguna luz, algún faro, nos ilumina la catástrofe. Sabremos que es una catástrofe, el final, la pesadilla, pero el que no tenga ni idea, el que esté perdido, se creerá inmortal. Menudo error. Así que solo queda una. Y todo lo demás.

Soy un miedoso de mucho cuidado

Como buen psicópata, o eso me decía todos los días el hombre de la camisa verde, siempre hay que escribir de una determinada. De la única manera posible. Lo demás, jodiendas con vistas a la bahía, baratijas de chusma de San Esteban, concejalías peperas y bildutarras, llantos que nadie oye y pasta de la que, como dice la canción, se gasta. Y todo lo demás.

sábado, 25 de enero de 2014

62

A falta de Drama, Melo nos lo soluciona en una noche de viernes. El año siguiente será otra cosa. O tal vez no.

Creativa publicitaria

Nos quedamos sin reina pero ganamos una exitosa creativa publicitaria. O un gran truco de marketing, vaya usted a saber. Y la canija, de concierto en concierto. ¿Saldrá también rana?

Himnos para callar coches

Está uno con su ajetreo matutino de semirresponsabilidad, tienda arriba, tienda abajo, pastas y prensas, garrafas de hachesdosó, y pasa el coche anunciando muertos. Y todo lo demás. Coda: siempre queda la música, ¿no?

viernes, 24 de enero de 2014

Un mundo de zurdos

¿O deberíamos decir siniestros? Ya no hay monjas, en esos colegios tan tan, que aten la zurda de turno a la silla para que personal se olvide de escribir con su mano natural. Nada de eso. Los dioses inferiores ahora se dedican a otras medidas, a oler el pescado en el mercadillo, a sacrificar al estilista de la pecera. ¿Para qué queremos tinieblas? ¿Para qué capar al cura de turno? El desprecio, la virtud y todo lo demás.

La fiesta del día

Hoy no hablaremos de la comisión de nada, aunque podríamos hablar, que hay comuniones peligrosas. Muy peligrosas. La salud y sus prejuicios, sus ataques melbournianos. En la ópera del día, la lucha libre profesional es un deber, aunque no entendamos el merkeliano idioma. O dialecto. O lo que sea ese dialecto de ebanista borracho, tinieblas exteriores.

Vivimos del aire

Que no hay casualidad. No hay amenazas de lunes. Ni el juez, ni la justicia, ni la querella. Solo himnos, como aquellos, como los que suenan.

jueves, 23 de enero de 2014

Esperando a impuntuales

A veces, solo las versiones amenizan las esperas. Bueno, y los gritos de Obradovic, y el recuerdo del mejor Batiste. Y todo lo demás.

miércoles, 22 de enero de 2014

Políticos y libros

Nada como las entrevistas de Jot Down, en este caso a Gregorio Morán, para recordar la escasa talla política de nuestros idolatrados líderes de la Puta transición española. Esa gran mentira, la jodida transición española. Cuando trabajaba de verdad, no la mierda que hago este curso, y tenía la suerte de explicar la gran mierda de la transición, hablaba despectivamente de esa casta política, residuo de la pura nada. En la entrevista a Morán, se hace referencia a esa incredulidad de no acabar un libro por parte del ínclito Adolfito. Marginalidad al poder. Y aquella transición trajo la subvención generalizada a la política que tenemos ahora. Cortos de miras. Pandilla de estúpidos. Aquí cualquier vagabundo dirigía un país. Y muchos diablos, con o sin copas en el cuerpo, con el rabo bien picante. Y los generales, también, a lo suyo. Y venga berridos, y pistolas, y tanques en febrero, y la bodega llena de vino. Y nuestros padres votando a la UCD, y luego al CDS. Y, luego algunos, a AP y al PP. Con un par. Y el vermú diario, escurriendo el bulto, y el país hecho unos zorros. Granujas al poder. Y así hasta el 2014 o hasta que llegue el Apocalipsis.

Más sobre lo mismo de siempre

Hace justo 20 días, que parecen minutos, hablé por aquí del tema de moda en Francia hasta que a Hollande lo pillaron de parranda. Ahora empiezan los daños colaterales.

Metralletas y armas cortas

Me da miedo. Ir a la ventanilla de la caja de ahorros de turno. Soy hombre del Medievo: nada de tárjetas de crédito, ni cartillas, ni mierdas de esas. Pero no me fío de nadie en la cola de la caja. De nadie. Y sé que tengo razón, que hay mucho seguidor de Tarantino suelo con pasamontañas. Y todo lo demás.

Pasaporte renombrado

Ya hablé por aquí de Poemas para zurdos de Virginia Cantó. Y de lo que evoca y no la poesía, como este Pasaporte renombrado. Es cierto, hay viernes que buscan un tipo determinado de aceras, aunque el azul del cielo no sea de Alberti. A veces, los posos de los vasos de ginebra son indescifrables. ¿Releer a Don Vicente? Cualquier momento es bueno. ¿Deleitarse con tito Leonardo? Siempre es una buena opción. Cuando se escoge la derrota, por defecto, el empate es utópico. Y las perlas, sean mates o grises, nunca se olvidan. Pero ese mismo gris, ya sin perla, se vuelve turbio. No creo en las casualidades, aunque curiosamente las intersecciones y esquinas dan un juego increíble. Y el acre repetido, de nuevo. Reinventar la historia, incluso para el más pervertido de los revisionistas, es complicado, se tengan más o menos tickets a mano. Y los bostezos urbanos del otro lado del Atlántico. Y volviendo a ese revisionismo, por muchas mañanas que pasemos en los museos es imposible reconciliarse por la historia. El aquí y el ahora, como los demonios, como ese tráfico repetitivo, como ese parque de reinvención. Y la desobediencia, aunque sucia, es llamativa, tanto o más que el olor a ozono. La revolución de los colores siempre tiene una cara B, una casa vacía y la fijación en los libros de los extraños en los aeropuertos. Y la cena tibia (por qué no recalentada ahora que Coppini ya no está?). Y ordenar los olores por meses, y volver al azúcar, mil veces. Y prohibiendo imágenes bíblicas, Adán se recreaba viendo a Eva dormir, y desde entonces (casi) siempre desayunamos solos. Y que suenen violines, o, en su defecto, que bramen violas. Y surge de nuevo la gran pregunta, si el Apocalipsis vendrá un domingo por la tarde o la noche de un lunes invernal. Y caricias añiles, y el eco de la nieve, y los distintos eneros y el insomnio eterno de las horas interminables. Y todo lo demás.

lunes, 20 de enero de 2014

Gritar

Buscando, de nuevo, Una semana en el motor de un autobús. La historia del disco que casi acaba con Los Planetas, me encontré con está colección de cuentos, Gritar, que Lengua de Trapo reeditó. Las historias de Ricardo Menéndez Salmón no siempre fáciles de digerir. Casi nunca. Siempre hay dramones, llantos, jodiendas varias con vistas o no a la bahía como ocurre con El corrector, La ofensa y Derrumbe. Salvo el último de los nueve cuentos, Para una historia privada de la literatura (que deja un aire bioycasaresco en la retina), el resto hacen pensar. Y demasiado. Hacen pensar sobre los errores de la convivencia, sobre lo cotidiano de fallar, sobre lo que creemos que nos conviene y no lo es tanto. La vida en llamas habla de sobresaltos, sombras en la piscina, niños y ancianos que cuidar en distinta manera y cosas en común que se pierden por el camino mientras se lee a personas que casi no han leído en su vida. El placer de los extraños narra la conversación en la espera de los medios de transporte. Los que somos peatones malditos como yo, sabemos que las respuestas ante la iniciativa ajena ante un libro son diversas: sorprendentes, ajenas, soberbias, condicionadas, absorbentes. Para mí, sin duda ninguna, El placer de los extraños muestra lo que todavía Salmón no ha sabido condensar en una sola novela desde el punto de vista epistemológico (no sé a qué estás tardando). El planteamiento de Gritar es absolutamente novedoso. Los pocos que todavía nos atrevemos a leer periódicos en papel, uno tras otro, crónica tras obituario, a veces nos encontramos anuncios llamativos. No spoileo mucho sobre el asunto porque merece el gintonic leerlo. Hablemos de Joyce si quiere no me ha llegado, no sé el motivo. Las noches de la condesa Bruni es una reflexión sobre el tiempo y las decisiones que hicimos en el pasado con los azucarillos que degustamos en el mejor café del mundo. El terror, Los ancestros y A nuestros amores, Proust incluído, creo que son el claro reflejo de lo que hasta ahora había leído del autor. En definitiva, salvo el color del libro, el resto es de obligada visita lectora. Y todo lo demás.

sábado, 18 de enero de 2014

El show de Durantula

Sobran las palabras, pero cuando llegue final de abril veremos como vamos de cansancio, tito Kevin.

Solo tienes que alistarte

James Gandolfini: tributo a un amigo

Hace un rato, pero con versículos en cristianos, he visto James Gandolfini: tributo a un amigo. Tito James, un grande, en todos los sentidos. Recuerdo que este junio pasado llegaba al departamento del centro penitenciario, cuando trabajaba de verdad y no la porquería de este año (un beso al pedáneo del Puerto, futuro presidente del reino valcarcil), el compañero Sergio, dándole a la tecla, me dijo que Gandolfini ya estaba por el otro barrio. A Gandolfini, con mala uva, lo recordamos comiendo pasta a cualquier hora, pegando puñetazos, sentado al sol con los colegas, en el puticlub, con el oso y la piscina, matando personal o mandando matar personal, recibiendo tiros y un montón de asuntos más que vimos en Los Soprano. Casi nada Los Soprano. Un tío con cojones. Con un par. Meter(se) en ese personaje, aguantar a esa madre (con la que se reía un montón) en el rodaje, aguantar a Junior (otro crápula que ha aguantado hasta Boardwalk Empire), aguantar a Carmela, a esa hermana pelma y gorda, a esos hijos, a esta tropa soprana, irrepetible, cabrona, encantadora y divertida. Pero lo que no tenía ni idea, y me ha reconfortado, es la labor que hacía Gandolfini con la otra tropa, la de los soldados estadounidenses destinados en el exterior, Afganistán e Irak en primera línea. Y, aún más, con los soldados repatriados, con los licenciados, con los retirados, con los que peor lo pasaban y lo siguen pasando. Un tributo entrañable, tito James.

viernes, 17 de enero de 2014

Eskorbuto

La política, y la música y todo lo demás. Lo resume muy bien este artículo de JotDown. Yo, de Eskorbuto, poco. Lo que me contaba el hombre de la camisa verde y los más sanguinarios del lugar, pero siempre veías a alguien en el instituto o por la capital del reino valcarcil. Pues eso, a la mierda el País Vasco. Y todo lo demás.

miércoles, 15 de enero de 2014

Tiempo de transición

He leído la mayoría de páginas de Tiempo de transición en salas de espera de médicos y rayos acompañando a mi padre, como me pasó hace unas semanas con Los Gatos pardos. En Tiempo de transición, Patricio Peñalver nos cuenta historias de personajes diferentes pero a los que, antes o después les llega la decepción. Individuos con rumbo equivocado, quiosqueros sentenciados, conductores rutinarios, aspirantes a batas verdes que tendrán nauseas de por vida. Pero el diferente populacho de Tiempo de transición entre citas de Schowb, de Cortázar, de Rulfo, de Kafka, entre versículos bíblicos y coránicos, con referencias al quijotesco Cervantes y al busca bárbaros de Kavafis, a los Claros del Bosque de Zambrano y a muchos asuntos más, da mucho juego. Cuando tenía alumnos que superaban mi C.I (y he tenido muchos), hablaba de esa farsa que mis padres (nacidos en el año 44 y año 48) y muchos tipos e individuas de su generación medianamente alababan: tuvimos a un falangista como Suárez al frente de todo (el mismo que permitió que víctimas de ETA salieran por las puertas no principales de las Iglesias mientras mandaba camiones de dinero al PNV, [y, afortunadamente, aunque Escipión el Africano se lo cargue en sus palabras, lo mejor que le está pasando es no acordarse de nada]),a un PSOE que se olvido de sus ideales, a un comunismo injustamente tratado y a un sindicalismo que si curraba de verdad (los Redondos y Camachos, esos si trabajaron y no los amantes del marisco actuales). A lo que iba, que se me va el santo al cielo aunque hoy no compre cupones de la ONCE, ni el 38 ni el 75, ni el perro ni el gato, pero si encuentro el 64 si que buscaré mi casa, o las mamellas, o la con perdón, aunque mi abuelo los vendía en las cuatro esquinas. Esa transición, esa mal llamada transición, fue una puta farsa, un engaño. Llamadlo como queráis: milonga o bacalá. Esos individuos y tipejas que solo pensaban en funcionariarse, en entrar en el aparato del Estado cuando habían estado rajando de él hasta hace 4 días. Lo malo, siempre lo malo, es que el tiempo ha retratado a muchos de esos personajes, desde el señor Yáñez hasta el señor Martín Villa, ambos reflejados en las páginas que Clares ilustra en la portada con el pescadito sobre los legajos y papeles. Hay páginas que me revuelven en la silla y otras que me atraen más: me llaman más la atención las de las luchas universitarias, las de los párrocos que se la jugaron (como diría el gran Manuel Alcántara, ya no quedan curas obreros con casco y en el andamio, pero existieron, como el de mi pueblo que ayudo personalmente a la familia de un miembro del PCE que falleció en el aquel fatídico accidente y al que muchos paletos pueblerinos deseaban fusilar y algo más), la del despido (im)procedente (al final, despido). Y me quedo con el ritmo de ese último "El metro avanza hacia el Nuñez de Balboa" (¿de verdad alguien terminó de leer el Ulises de Joyce?), en el que me hace recordar la línea 6, precedente del 61 hoy extinto y que nos llevaba a Villa Desmadre camino de la Arrixaca (Murcia es que es así, nada como tener un enfermero como concejal de tráfico), y canciones de Albarracín con Farmacia de Guardia, y Burnin, y Víctor Manuel, y el Leño rosendiano, y al filipino Aute que nos hace dormir, y a los primos Vega de Nacha Pop, y al Sabina que habla de Madrid y al falto de rinoplastia Battiato, y a la Groenlandia de los Zombies. Pero, quizás sea mi (mala) interpretación, pero, afortunadamente, muestra la "decepción" con esa pésima transición que sufrió este país. Y, quizás, sigo malinterpretando, esos grupos musicales que he citado antes, no propiciarion la suficiente revolución cultural que España necesitaba, paralela al éxtasis que supusieron las huelgas generales del 76, y del 78, y del 81 y del 85. Quizás, también, por miedo a los tricornios y a la indumentaria militar, pero esta transición (mal)concebida, abuso de despolitización, fue algo absolutamente cosmético, y los niños que habían vivido como dioses durante la dictadura (Bonos, Bellochs y buena parte del PSOE, media UCD, el 80% de AP) fueron los que pactaron la gran farsa. El personal se olvidó de la gran miseria de los 70's con la imagen ilusoria de que el tardofranquismo convirtió en propietarios de algo (piso, coche, tele) a la mayoría de los españoles. Y esos ideales de lucha universitaria que cuenta Tiempo de transición, de maestros y profesores que se olvidaban del programa y leían los Campos de Castilla machadianos, se perdió en cuestión de años, creando la clase media más desmovilizada de la historia de España contemporánea. Por lo que refleja y por lo que hace evocar me gusta Tiempo de transición. Y todo lo demás.

sábado, 11 de enero de 2014

Problemas hechos himnos

Dos de las joyas con las que acaba el primer capítulo de La lista negra.

Pelotas

Llegué el miércoles al centro penitenciario de turno, el único día que curré esta semana, y me encuentro esto en el teclado y el personal hablando del tema. Con un par.

El ala oeste de la Casa Blanca. Tercera temporada

La tercera temporada de El ala oeste de la Casa Blanca es una sucesión de hechos que tienen lugar después de las decisiones que tomamos: mentir, asesinar, mirar a los ojos en el momento equivocado, jurar, cortar cables de teléfonos, contratar, comprar vestidos negros. Pero al final, después de los 22 episodios, recordamos el que los precede, estrenado poco después del atentado del 11-S-2001. Y ahí Sorkin nos mete en su terreno: en el de las preguntas que nos hacemos pero, sobre todo, en las que pensamos pero no las decimos en voz alta. Terrorismo, turbantes, yihad y la soberbia de la juventud. La jodida soberbia de la juventud. Vemos a un presidente que, quizás por primera vez, no trata tan bien a sus más estrechos colaboradores y se ve aterrado ante sus propias mentiras. Y ese grupo estrecho, ese círculo, duda. Es lo que ocurre con la confianza. A veces creemos al presidente como si fuera cualquier persona. Y no lo es. No lo es. No es fácil ese tratamiento. Ese señor, sí señor. Continuo y a veces, no tan necesario. Las mentiras y las sorpresas positivas del vicepresidente. Y los viajes en avión, y la invención de un país para no dañar sensibilidades. Y las mentiras televisivas sobre los informativos, que tito Aaron tan bien trató en Studio 60, y ahora en The Newsroom. A veces hay temporadas que no quieres que acaben pero tienen que acabar: sí o sí. Eso ocurre con la tercera de El ala oeste de la casa blanca, aunque no sabes si apellidarte del norte es perjudicial o no para el turismo. Y vemos las dos caras del feminismo (si es que solo tiene dos, de eso ya me ocuparé en el tema 72 de las oposiciones si es que lo retomo, que yo soy más de pacifismo [estoy entre Gandhi 3 y Gandhi 4] y ecologismo). Y todo lo demás.

viernes, 10 de enero de 2014

Ray Donovan. Primera temporada

Se ha escrito mucho y se ha hablado de más sobre los parecidos entre Ray Donovan y el Señor Lobo de Pulp Fiction creado por Quentin Tarantino y su mandíbula cuadrada. Ray Donovan es mucho más complejo. Bostoniano afincado en la meca del cine angelina. Ray Donovan es un solucionador de problemas de estrellitas de cine, televisión y música. Barriendo la mierda de la farándula, vamos. Quitando escoria ajena. Pero el problema más gordo, como casi siempre es el propio. Miramos la paja ajena y no vemos la viga propia. Lo de siempre. La familia de Ray Donovan está hecha un solar. Ray Donovan está hecho un solar. Apartamento en plan Don Draper y los puntos suspensivos que eso conlleva. Hermanos con problemas, padre con trapicheo, hermana muerta, mujer que va a yoga, hijo adorador de estrella pervertida, hija que desea al vecino negrata de enfrente y un montón de asuntos más. Uno de los puntos a subrayar es como toca temas como la pederastia eclesial, el uso de las drogas, la mafia en los cuerpos de policía y algún desliz más. Recomendable.

Cajas de música difíciles de parar o el desencanto de Nacho Vegas

He visto en directo a Nacho Vegas tres veces. La primera, allá por el Pleistoceno, en el viejo Garaje de la tía María, enfrente de la ICA, con Mariano y porque ibamos a ver a los Second (cantando en inglés) y Vegas y sus secuaces eran el segundo plato. Al entrar en aquel mítico lugar (lo demás han sido sucedáneos), cuando nosotros entrábamos, él salía. Yo, con mis melenas timotei tapándome la cara, ni me di cuenta. Luego caí cuando lo reconocí con su camiseta eurovisiva de Nosoträsh. Nos sorprendió como, en aquel psicodélico y rojiblanco escenario, le pedía al resto de la banda más ruido. La segunda, con burbujaplanetera en la sala Clares del Auditorio Victor Villegas, sentados en una de esas doce filas de las que se compone. Dolor de oídos. Dijo que grabase el personal lo que quisiese con móviles y todo lo demás. La tercera, en grupo más amplio, el SOS 4.8 en el 2012, sobrios y de día. Tres veces y tres sensaciones distintas. Reconozco que, escuchar enfermizamente como repito las canciones, solo lo hice con El jardín de la duermevela de este disco que no me llamo atención de primeras. Recuerdo que antes escuchábamos los discos mínimo 10 veces. Un disco era un asunto privado, una joya en el reproductor. Luego, escuchando más veces Cajas de música difíciles de parar te gustan más: Tu nuevo humidificador (sorprendente), En la sed mortal (lenta pero reconfortante), El Salitre (tormentas para todos). Quizás pocas para el número de canciones que tiene con CDMDDP. ¿Y por qué ahora leer Cajas de música difíciles de parar o el desencanto de Nacho Vegas? Más que por el asturiano, por su autor, por Carlos Prieto, al que de vez en cuando (no ponedme etiquetas, vamos) leía en Público, a todo color gracias a Escolar. Y de este libro, básicamente, me interesaba la primera parte, titulada “El contexto”, donde Prieto nos pone en situación: Asturias, la reconversión, la familia socialista, la cultura de la transición, la movida, el germen del indie, el socialismo asturiano, el padre en esquema del PSOE asturiano, los escupitajos en la calle, los policías escoltando en puerta de casa y todo lo demás. Del resto, solo me interesa la música, la verdad (en este caso concreto). Me gusta recrearme con Seronda, me gusta recrearme con El Ángel Simón, me gusta recrearme con Que te vaya bien Miss Carrusel, me gusta recrearme en Cómo hacer Crac, me gusta recrearme con El hombre que casi conoció a Michi Panero, me gustaba cantar con Juan Carlos y Ana la Añada de Ana la friolera, me gustaba recrearme con Baby Cat Face, me gustaba recrearme con Perdimos el control, me gustaba recrearme con Morir o matar, me gustaba recrearme con La gran broma final, me gustaba recrearme con Canción de Isabel y me gustaba recrearme con En la ardiente oscuridad.

Radar

Al final, siempre te encuentran, te retratan te saquean y casi nadie contento. Bueno, Hacienda, sí. Y todo lo demás.

El viajero de Leicester

No soy aficionado a la literatura fantástica. Ni al cómic. Ni al cine de ciencia ficción. No lo soy porque no le pongo imaginación al asunto: no me creo casi nada, porque todo es mentira. En la literatura fantástica, también. Esto lo comento porque llegué a El viajero de Leicester a través de Nuestros hijos volarán con el siglo de Juan Pedro Aparicio. No sé explicar las novelas fantásticas sin destriparlas, pero da igual. Lo importante es que te cautiven desde el principio con buenos diálogos, y, sobre todo, que no lo fastidien con los pequeños detalles. Si te fijas en esos detalles y no ves imperfecciones, entonces se puede avanzar en la lectura como ocurre con El viajero de Leicester. Y, al igual que con Nuestros hijos volarán con el siglo, me gusta el tratamiento del final de la novela que le da Juan Pedro Aparicio. Los matices más o menos intelectuales, la solemnidad, el misterio, el acento inglés, la cortesía y todo lo demás. Una novela de tragos cortos, y creíble a ratos, lo que para mí es todo un logro. Es verdad que el estancamiento de la muerte temprana es difícil de tratar, muchas veces engorrosa, brumosa la mayoría de ellas. Y esa Cristina recurrente, niña casi siempre, turbadora en su ingenuidad y en sus preguntas por el amor y el dolor, por el desamor y los labios. Y el Café Central, ese lugar donde nos encontramos de vez en cuando y si no, nos encontraremos. Fantasía con mayúsculas. Y punto.

Adaptaciones chinarrescas

Como ahora ando con los pies fríos y he perdido esa noción, sólo queda escuchar buenas versiones como un festivo escuchando el Bulevar.

Cuando no hay más

miércoles, 8 de enero de 2014

Novela de ajedrez

Empecé a leer Novela de ajedrez de Stefan Zweig al cuarto de hora de empezar el claustro de profesores del día 20 de diciembre. En esa pérdida total de tiempo que es un claustro me escapé, me evadí, por un rato, de la desesperación. No quiero contar mucho sobre la novela porque es corta y una joya por descubrir, de esas que cuándo caen en tus manos te preguntas el motivo de no leerla antes. 19 días después de empezarla la terminé, después de recordar ciertos asuntos después de ver acabar Nuestros padres, nuestras madres. El asunto en cuestión, aparte del final del propio Zweig, es la tolerancia que tenemos sobre los nazismos (interiores y exteriores), o sobre cualquiera que nos intente obligar a comer mierda aunque insistamos que no sabemos si no nos gusta porque no la hemos probado aunque no tenemos la intención de hacerlo. Llamdlo ikurriña, senyera, mortadela con olivas, caviar o lo que sea. Si no quieres hacer algo no se debería hacer. En Novela de ajedrez es el caso de la invasión hitleriana de Austria, y también se habla de la cuestión checoslovaca. La cuestión es que cuando el nazi de turno se empeña en joder, siempre hay daños colaterales. Aquí, nuestro hombre, nuestro protagonistas, ante la única posibilidad de memorizar partidas y partidas de ajedrez, de jugar contra él mismo hasta la locura, sufrirá de por vida consecuencias insospechadas. Como nos pasaría a cualquiera, digo yo. Coda: y tengo pendiente Fouché.

martes, 7 de enero de 2014

De seguida

lunes, 6 de enero de 2014

Hijos del tercer Reich

Cuando dice de torcerse todo, se tuerce. Lo que parecía un triunfo nazi rápido a mitad de la Segunda Guerra Mundial se fue a tomar viento fresco. Te destroza el autobús y te llevan al tanatorio, que diría David de Jorge. Algo así pasa con Hijos del Tercer Reich. Lo que parece la despedida de unos amigos al principio de la serie, una despedida corta, se convierte en un hasta no se sabe cuándo. O nunca. Como la jodida vida, pasar de la felicidad a la tortura en un puto minuto. Pero los mismos que ríen las quenelles de turno en el siglo XXI son los que se ponen las manos en la cabeza con lo que pasó en media Europa. Y todo lo demás.

George Michael y los entrenadores

Píldora de lunes de Shirley. La paciencia, los entrenadores equivocados en el lugar equivocado y todo lo demás.

sábado, 4 de enero de 2014

Buscando un blanco

Ahora que los perros pasan menos hambre, siempre es bueno recordar himnos con los que empezar el año con la energía necesaria para llegar al día 8.

Los gatos pardos

Hoy toca hablar, otra vez, de uno de los 20 murcianos del año de La Verdad. Pero hoy toca hablar de Ginés Sánchez. Y toca hablar de él porque he terminado de leer Los gatos pardos, insólita y desconcertante, de diálogos en los que no hace falta usar guiones. No soy fanático de las etiquetas que se le ponen a determinadas novelas. No sé si la etiqueta tarantiniana que se le ha puesto a Los gatos pardos es acertada. Tiene asuntos y tramas que se le pueden asemejar a las historias (re)inventadas del genio de la mandíbula cuadrada. Pero las historias que se tuercen y (re)tuercen en Los Gatos pardos son mucho más: son sangre y son gitanos, son puertos y mares sucios y salados, son romero y pelos de gatos, son historias del Mónaco y de La Fica, de los Ramones y el Camel, y de los viejos con azada y los mejicanos con acento, y del tequila y el güisqui y de un montón de temas más. A veces, esas etiquetas, más que favorecer, distorsionan a posibles lectores que desoyen a unas palabras maestras, tranquilas y sin prisas, como las de Los gatos pardos de Ginés Sánchez. Y todo lo demás.

jueves, 2 de enero de 2014

Quenelle

Se está hablando mucho de la quenelle. Se está escribiendo, también. Y, como no (des)informando. No me sorprende, y menos en Francia. ¿Alguien no recuerda el colaboracionismo de muchos galos con los nazis? Yo, como siempre, me quedo con lo que nos traen en Guerra Eterna.

Las clases ociosas

De mañana en mañana, de tema en tema, con el ruido de fondo de la hormigonera asesina que el concejal de turno ha empleado a sus amigos constructores, aparecen ante tímpanos ociosos himnos con los que ilustrar con palabras el estado actual de la cuestión. Y todo lo demás. “Las clases ociosas nos dicen que debemos darles las gracias no nos lo dicen, más bien nos lo mandan gracias por cualquier trabajo basura gracias por las hostias, gracias por la usura. Ante ti me arrodillo y me doy golpes de pecho gracias oh gran jefe, tú eres tan bueno. Ante ti me arrodillo y me doy golpes de pecho gracias oh gran jefe, tu dios es tan bueno. Tu dios es dorado, tu dios es verdadero tu dios es mi dios, nuestro dios es el dinero. A ver qué tal se te da tragar monedas de dos euros así hasta el millón, y flotar, y nadar en alta mar con ellas en el cuerpo. Las clases odiosas nos dicen que debemos darles las gracias no nos lo dicen no, más bien nos lo mandan. Claro que sí, vuestra mierda nos la comeremos. Lustrar vuestros zapatos con la lengua es más, mucho más, de lo que merecemos. Y gracias por los desahucios gracias por los bonzos, por todos los suicidados. ¡Cada cuatro años os votamos! ¡Cada cuatro años os votamos! El poder es lo vuestro, para nosotros algo ajeno. Y si nos mandáis morir de hambre será porque adelgazar es bueno. A ver qué tal se os da alimentaros sólo de billetes de quinientos y tragar, y acumular, y cuando llegue el momento de cortar, de rajar de ver qué tenéis dentro... ¡los que comen caviar nos mandan comer cerdo! ¡los que no paran de mentir, de hablar nos mandan callar... callar o caer muertos!”

miércoles, 1 de enero de 2014