jueves, 29 de septiembre de 2022

Not for you. Pearl Jam, vivir en presente.

Unas frases de Héctor Berlioz utiliza Ronen Givony para empezar su libro Not for you. Pearl Jam. Vivir en presente: “La música les ha trastornado el cerebro”. Con su personalísimo preámbulo, confiesa RG que los había visto en directo en 57 ocasiones. Sigue en el confesionario RG: “A los más sensatos esta cifra les parecerá (según el gusto musical) obsesiva, excesiva o absurda, y con razón”. Y pone equivalencias sobre números: cinco suponen devoción, mas de 25 suponen que “estás desconectado de la gente adulta y responsable, lo que no siempre es malo”. Además reconoce su condición de “diletante”. Nacido en 1978, explica los motivos de la realización del libro (en el epílogo da más información al respecto), de las charlas con sus colegas sobre Nirvana, Weezer o Nine Inch Nails. Se define como W.M.A. (estadounidense varón blanco), [judío, laico y a la izquierda de Bernie Sanders), aunque es más de Bach y Beethoven que del grunge. Hace un pequeño análisis sociológico sobre las personas que van a un concierto de Pearl Jam. NFY es el libro que yo hubiese querido escribir si supiese escribir; es el libro que yo hubiese querido escribir si me gustaran tanto PJ como a RG; en definitiva, NFY es mucho más que un libro. NFY es un tratado sobre Historia y política, sobre música y tradiciones, sobre mentalidades y arte. Habla desde el principio sobre las diferencias en los conciertos, sobre la reinvención del grupo en los conciertos, de la no existencia de dos conciertos iguales y hasta aparece referencia a Jerry García y los Grateful Dead. Y puestos a hilar, madeja: “Nadie se mantiene siempre en la perfección”. NFY es un libro sobre la vida y el comercio, sobre leyes y política: “Pearl Jam fue la banda más famosa, influyente e imitada de los años 90”. No estoy de acuerdo, es discutible tal afirmación. Pero RG sigue: “No es casual que la edad dorada del grunge corresponda con exactitud con la llegada, ilusión inicial y desencanto de la era Clinton”. RG va comparando discos y mandatos presidenciales y papales, como bien indica al final de NFY. “Las maquetas de Ten se grabaron en el verano de 1990, unos días después de que Sadam Husein invadiera Kuwait, y el álbum salió al mercando cuando se iniciaba el derrumbamiento de la URSS”. No se puede separar música y vida. Nunca. “Los grupos y su música contribuyeron a crear, durante un tiempo, una nueva cultura juvenil, del pueblo, progresista, sensible y comprometida, para una década se las prometía distinta”. En el segundo capítulo habla RG de los 12 momentos en la Prehistoria de Pearl Jam (Eiroa vive): Beatles, Boeing, Starbucks, Bruce, The Who, Steve Woxniak y el festival de San Bernardino (eran más, pero tengo mala memoria y se me dan mal las cuentas, pero no las matemáticas). También creo que hablaba de Jeff Ament, y de de Deranged Diction, y, después, de Green River. Otra figura recurrente en NFY es la de John Lennon y su asesinato, porque NFY también va de asesinatos y guerras, de soldados de guerra y de porcentajes de población yanki que hubo en distintas guerras y en la actualidad. También se acuerda de Mother Love Bone y, por supuesto, de Chris Cornell, otra figura recurrente a lo largo de NFY: “Para muchos, como apuntó Chris Cornell en Pearl Jam Twenty, el momento determinante de la era del grunge no es la muerte de Kurt Cobain sino la de Andy Wood el 19 de marzo de 1990”. Y más frases: “El principal responsable en la creación de Pearl Jam fue Stone Gossard”. También habla RG de Eddie Vedder en Bad Radio, y las cintas, y los días sin dormir y el sur, y esa primera canción: Alive. No sé las veces que he podido escuchar Alive, o Animal, o Jeremy, o Present Tense. No lo sé. También reflexiona RG sobre la importancia del video, de la MTV, sobre la guerra del Golfo, sobre ese 17 de enero de 1991 que parece ayer y es hace un rato, pero en ese rato he encanecido mucho. Demasiado. También nos hace recordar la Operación Tormenta del Desierto y Garden y esa diatriba sobre el asunto del aborto del que tanto nos hace pensar la lectura del libro. Y hablando del primer disco, por la página 97, aparece la pregunta de rigor fatimí, si es que sigue existiendo rigor fatimí: “¿Es Ten un buen disco? Casi no viene al caso, es como si nos preguntamos si el Atlántico es un buen océano?”. Va más allá, como si fuera un escalador ruso, o ucraniano, en época estalinista y fuera degradado, o gulaguizado: “Si la carrera de Pearl Jam es un mapa, Ten es su Everest”. Y añade: “Ten es el disco más realista del grupo. Todas las canciones son una historia real o están basadas en un hecho real”. ¿Y qué no está basado en algo que no sea mentira? Y juntando letras, asegura RG: “Las letras hablan de personas que se enfrentan a situaciones cotidianas y no cumplen las expectativas por miedo, obligación o inercia”. Y me gustan esas reflexiones que va dejando, para que vayamos apuntando antes de referirse a Al Gore, a Ross Perot, a otros figuras que pierden pero ganan. O no ganan. O nada. “Es un fenómeno que traería de cabeza a un marxista de salón”. Es verdad que muchos marxistas son ahora de salón, y han dejado de ser marxistas, y no sabemos lo que son, lo que fueron, lo que dejan de desayunar o lo que rumian en sus retinas. Y hablando de números y fechas, que es en lo que piensan muchos viejos marxistas, le da hilo a la cometa RG sobre las fechas similares de salida de Ten y Nevermind en 1991, y luego Ten y In Utero. Y los primeros conciertos de PJ, y los videos que podemos ver de la época, y el desenchufado de la MTV de 16 de marzo de 1992 y el de Nirvana, más explotado, de fecha posterior (noviembre de 1993). Y Cameron Crowe, que tanto aparece por Gintonicdream, y Singles: “No descubrimos nada si decimos que la banda sonora de Singles (13 canciones, de las que 10 son impecables) ha envejecido mejor que el film”. Más sobre Singles de RG: “Singles es uno más de esos ejemplos, divertidos en ocasiones y siempre protagonizados por blancos, de género de jóvenes ociosos de la Generación X, que pronto perfeccionaría Friends”. La compara con Reality Bites, Clerks o Empire Records. Insiste el autor en la fertilidad de esa década. Se centra unas páginas en Singles, rodada entre el 11 de marzo (hay mucho 11 en NFY, nada es casual) y el 24 de mayo de 1991. Y esos grupos del recuerdo, como Alice In Chains, o Mooky Blaylock (todo es baloncesto en nuestra vida, siempre). Y el retraso del estreno de la película, que no sería hasta el 18 de septiembre de 1992, definida en el libro como “retrato de Seattle, además de precursora y modélica”. Y puntualiza: “Singles fue una cinta profética, además de un homenaje a una ciudad". Y más música y más grupos, como Temple of the Dog (un solo disco en 1991), y Steve van Zandt (vivan Los Soprano), antes, durante y después del asesinato de JL. Y, como cualquier tarde, Daughter: “Daughter, más que ninguna otra canción o posterior, recoge las influencias, antecedentes y modelos. Es un lienzo, por sus ideas políticas más profundas, una ventana a disposición de la colectividad, y un mapeo del ADN artístico del grupo”. Y el subidón, y la portada en la revista TIME el 25 de octubre de 1993. NFY también es un eje cronológico, una línea del tiempo (no solo musical). Escribe RG: “El artículo de la revista Time recogía las tensiones más extensas de la cultura indie. Reflejaba un conflicto que nunca se resolvería entre la cultura popular (una expresión artística para todo el mundo) y la elitista. En el caso del grunge, una expresión de gente blanca, urbana y de clase obrera, la ironía se daba manera pronunciada”. Y el artículo en Rolling Stone obra de Cameron Crowe, que llevaba sin escribir ahí desde 1979. Escribe RG: “Si el nuevo rock se fundó en 1992, en 1994 alcanzó la hegemonía”. Y pone la puntilla: “Demasiado rebuscado para habérselo inventado”. Y el cinturón de la Biblia, y Romeo Dellaire (viva Ricardo Vicente), y el sitio de Sarajevo y citas ajenas sobre la muerte de Cobain: “El filósofo Ludwig Wittgenstein preguntaba lo siguiente: ¿Por qué una crucifixión embelesa al mundo desde hace 2000 años, si los romanos crucificaron a miles de personas que cayeron rápidamente en el olvido? Me enteré varios meses después del genocidio de Ruanda (e incluso por encima) mientras sobre el caso de Kurt Cobain me lo había leído casi todo”. Y esa muerte, marcó y marcará, y “en el concierto se impone el oficio sobre la tristeza”. Y la actuación de PJ en el SNL el 16 de abril de 1994, con Adam Sandler antes de conocer a Juancho, y Emilio Estévez y la pregunta del trillón de trillones: “¿Era en realidad tan importante Pearl Jam a principios de los noventa?”. Y la fotografía con Clinton en la Casa Blanca, y los jaleos con las comisiones de las ventas de entrada (es la parte que menos me gusta del libro). Y las jodiendas con vistas a la bahía sobre los tres baterías del grupo, y afirmaciones con las que tampoco estoy de acuerdo: “La mayoría de los baterías de rock son aburridos. O mejor dicho, con pocos se divierte uno al verlos”. Y los motivos de la salida de Dave, el batería del grupo: “En pocas palabras, Dave salió por poner de los nervios a Eddie”. Escribe el autor: “Si en 1994 me hubieran preguntado por el futuro del grupo, hubiera dicho que PJ, sin Dave, no duraría mucho, como Nirvana sin Dave Grohl (sí, hasta ese extremo)”. Más fechas: 22 de noviembre de 1994, lanzamiento de Vitalogy, ventas altas, aunque en palabras del autor, “el grupo se encontraba en proceso de disolución. Estaban muriendo de éxito”. Y añade RG: “Vitalogy es el menos accesible, el que menos concesiones ofrece, el más desigual, autoindulgente y deliberadamente opaco. Es un álbum de enigmas, de textos que no se entienden bien, dobles sentidos, acrónimos, citas y mensajes grabados al revés. Es la obra de una persona que no se olvida que se examinará con lupa todo lo que escriban, digan o canten. El recurso de Pearl Jam en 1994 era la metáfora, decir una cosa para expresar otra distinta. A esas canciones les preocupa su público potencial y, si no conectaban, adiós y a otra cosa”. Y sigue: “¿Qué diría un psiquiatra? Que Vitalogy es un trabajo de una morbosidad incesante, centrado de manera casi compulsiva en la mortalidad y en la muerte. Que expresaba una sensación de crisis fácilmente perceptible tanto para los fans como para los oyentes esporádicos”. Y más: “Se notaba un cierto cansancio, una fatiga, escaso interés por justificarse”. Y antes del punto final, otro recorte: “Vitalogy ofrece, por el contrario, un frío consuelo”. Y Rupert Murdoch, y el nacimiento de Fox News, y el asesinato de Selena, y el atentado en OKC, y la matanza de Sbrenica y hasta Mónica la del gotelé. Y luego, como en una etapa de la Vuelta a España, el bache, pero el de 1995, y aquel concierto del 11 de julio en Chicago en el Soldier Field ante 47000 personas. Y luego, No Code, que para el autor “se considera un álbum con peor acogida de público y crítica”. Añade en la página 289 el autor: “Si hubiera que explicar en menos de un minuto lo que no soportaba la gente de Eddie, éste es un fragmento insuperable. La absoluta falta de gratitud, la confusión, la voluntad de comportarse de forma deplorable. Concentra todos los estereotipos de sin par Generación X reunidos en un embalaje de aguafiestas. Al ver la expresión de hostilidad en su rostro, se entiende que Rolling Stone dedicara meses después unas cuantas páginas a atacarle de manera despiadada”. Esto va al tanto de la entrega de los premios Grammy de 1996 y las palabras de EV. Y luego, la libertad de no hacer nada durante semanas, y la salida a la venta de Yield el 3 de febrero de 1998. Escribe el autor: “Los planetas se alinearon para la creación de Yield. Es su cuarta obra maestra”. Suma y sigue: “Pearl Jam hizo con Yield el disco que muchos esperaban. Pero el resultado general es más conservador que Vitalogy, Vs. O No Code”. Pero no es oro todo lo que había en el Banco de España: “Para otro tipo de fan, por el contrario, Yield representaría otra cosa, el inicio del inevitable declive de Pearl Jam”. Y quemas de banderas, y asuntos sobre quemas de trozos de tela, que es lo mismo pero no siempre es lo mismo. Y las citas de Milton Friedman y las contrarréplicas de Noam Chomsky, y las sesiones de Binaural a finales de 1999, y los atentados de 7 de agosto de 1998 en las embajadas gringas de Kenia y Tanzania, y el recuerdo de The Looming Tower y Microsoft y el Tommy de los Who (muy recurrente) y esa imagen de que “los radicales y los reaccionarios tienen mucho en común”. Más de lo que pensamos, aquí y después de las elecciones de Italia. Y el concierto en Dinarmarca y aquellos nueve muertos y los heridos, y las elecciones del 43% de Clinton y el 19% de Perot, y la figura de Nader: “Sacó al final 2,6 millones de votos, el 3% aproximadamente del electorado. Quedó muy por debajo del 5 por ciento que le habría dado derecho a subvenciones. Gore ganó en número de votos pero perdió en Florida por 600. En este estado Nader obtuvo 97488 (yo fui uno de ellos)”. Y el nuevo siglo, y el nuevo disco. Un 12 de noviembre de 2002 salió al mercado Riot Act. Escribe Ronen Givony al respecto: “Es un disco conocido sobre todo por su pesimismo, su carácter combativo y su rabia incandescente. Es el álbum más abiertamente político de Pearl Jam”. Y añade, también al respecto: “Pero también es un trabajo impregnado de dramas personales: una reflexión sobre la vida, el envejecimiento y la inocencia”. Y puntualiza, por si sirven de algo las puntualizaciones: “Riot Act es, en el fondo, un trabajo que no está a la altura”. Y siguiendo ese eje temporal, tito Arnold llega a ser gobernador de California en 2003, tras la crisis energética que sufrió el estado desde 2001. Y Colin Powell y las armas de destrucción masiva y el recuerdo de Generation Kill, y su Bushleaguer. Y citas de Eric Hobsbawm y Proust, y la salida de PJ, su álbum de estudio número ocho, de 2 de mayo de 2006. Y el caos económico de 2009 y la victoria de Obama y los programas de Fox News comiendo de la tarta del éxito televisivo porque había vida más allá de la CNN. Y ese 2009 y Backspacer, y ese disco que “huele a muerto. Suponía el conformismo total, un insulto a todo lo que en un tiempo pasado había defendido el grupo”. Y de ahí, de salto en salto, a 2013 y Lighting Bolt, que salió a la venta un 11 de octubre de ese año, y las referencias al documental Body of War que había sido estrenado en 2007. Y Gigatown de marzo de 2020. Y las consideraciones finales del autor, que, a veces duelen, pero son realistas: “Es triste reconocerlo, en gran medida Pearl Jam está pasado de moda”. Y pensamientos globales, sobre los que volver a reflexionar: “En la segunda mitad de los 90, el fenómeno del grunge terminó con un suspiro y una resaca posterior de la que los grupos nunca se han recuperado del todo”. Y más: “Tal vez es lo que tenía que pasar. El rock no es un movimiento ni un monumento, su destino es la combustión y reemplazo por otra cosa nueva”. Y había mucho más que la música: “Pearl Jam y sus coetáneos pusieron de moda el idealismo, la preocupación por los demás. Era una música que creía, de forma ingenua, de un lenguaje compartido, en la conciencia social y la comunidad, que aspiraba a cambiar la vida de la gente”. En definitiva, un libro que es más que un libro porque no se puede resumir una idea y un espíritu en 435 páginas. Imprescindible. Coda: Ahora menos del 0,5%; en Vietnam, el 4%; en la Segunda Guerra Mundial, el 12%. Si, el porcentaje de yanquis que sirven y sirvieron en el ejército de USA antes y ahora.

lunes, 26 de septiembre de 2022

La lección. Primera temporada.

No sé si viene al caso o no, pero al empezar a ver La lección se me vino a la cabeza una frase de las que soltaba el hombre de la camisa verde en mitad de cualquier conversación, con o sin sentido alguno: “Está el precio del ganado y por otro lado la calidad del ganado”. Luego volveremos con las cabezas de ganado, un poco más tarde. La lección nos lleva a un instituto de Israel, donde nos mete, de cabeza, en jaleos sobre opiniones y religiones y abusos de opiniones. Las mentiras con altavoz tienen su eco. Y si se mete la prensa a joder la marrana (esto iba de ganado), peor todavía. En la cuadra, entre mierda sobre mierda, el ganadero debe poner orden, debe inyectar semen a la cerda madre, debe fumigar los alrededores, debe desparasitar a las bestias, debe vacunar a los jóvenes animalillos. El ganado y los deberes, siempre en clase y con falta de clase. Y en ese cuadro, en esa naturaleza viva y después muerta (porque en La lección hay mucha referencia a las muertes ocurridas y no ocurridas), se reflexiona sobre el sacrificio y el valor que tienen los muertos y los no muertos, los vivos con problemas y con necesidades físicas y afectivas varias. Y ante ese panorama pastoril, antes o después, bestia parda muerta y llantos y rechinar de cascabeles. A veces no está bien volver al encuadre del instituto, aunque ese encuadre solo sea un motivo más pensar en películas como Perro blanco. Si algo nos enseña el buen pastor, aparte de ser citado en Pulp Fiction, es que todos llevamos un Tarantino dentro y que siempre un samoano puede cruzarse en nuestra vida. Y quien dice un samoano dice alguien que no piensa como nosotros, o es más lechoso, o bien peinado, o enseña filosofía o valores o educación cívica, si es que queda civismo que enseñar. Hágase querer por un charco bien lleno de barro que los cochinos querrán meterse en él; hágase querer por ese micrófono y la batidora de mierda pesebrista llegará al cielo y al infierno; hágase querer por el sacrificio animal que es tan equiparable al humano como los días que acaban en ese y nuestras cabezas, sean más o menos animales, acuden al instituto para la sorpresa del día. Y aunque no acaben en ese, todos los días tienen a la manada deseosa de sangre, deseosa de carnaza, o pienso, o hierbas varias, que siempre hay que tragar sangre para escupirla. Una buena lección la de esta serie.

Hágase querer por la lluvia de otoño

City on a Hill. Tercera temporada.

“La muerte acaba con la vida, no con las relaciones”. Hay varias muertes al comienzo de la tercera temporada de City on a Hill, pero deberían sumarse más. La vida es una sucesión de entierros, de esquelas en el periódico, de necrológicas llenas de buenas intenciones porque hay muchos caracteres que completar por unas columnas que no salen ni a seis euros la hora. O a siete. Policías, dioses, revivir el infierno y la felicidad, rezos en mitad de un infierno que pasa de lo personal o lo que no se resiste. O se resiste, y todo es mentira, y en estos momentos de servidumbre solo queda el deber de obedecer. Y los fantasmas del pasado, con y sin lápida, vuelven a sacar llanto y crujir de coches. Nos lleva también COAH a la convivencia mal entendida, a mantenerse en la pocilga para no acabar en la cloaca. Pero buscamos algo más, “porque hay satisfacción en la venganza”. Pero entre a pocilga y la cloaca, hay que andar con ojo, porque “a veces buscas fantasmas y te encuentras demonios”. Hay pasados que mejor dejar estar, y otros que te sorprenden. Siempre en la duda, siempre en la pregunta eterna, siempre en la mentira. Y en la lucha, con o sin citas a Hitler y las referencias a los coches (demasiado baloncesto y Sean Connery), y todo lo que te lleva a las soluciones alternativas. A ciertas edades esas soluciones solo llevan a la marcha, a la huida, a dejarlo todo atrás. Y justo ahí, cuando toca Waterloo aunque sepamos el resultado de la contienda, no es posible determinar la guillotina hasta que estamos esperando pastillita en Santa Helena. Y siempre, en mitad de esa media mentira, debemos preguntarnos sobre nosotros, sobre Dios y sobre lo que vamos a desayunar mañana. Siempre sale el sol, pero siempre hay nubes en el horizonte, siempre hay jodiendas que te hacen cambiar la perspectiva de lo que odiamos y de lo que seguimos odiando. Siempre. Y esas frases, remarcadas, que nos llevan a la rutina en mitad de la derrota cotidiana: “Los demonios no piensan en las consecuencias”. Y seguimos con tierra en los zapatos, y, casi nunca, somos correspondidos.

sábado, 17 de septiembre de 2022

Westworld. Cuarta temporada.

Aunque muchas veces desconcierta, Westworld siempre deja buenas imágenes, historias complejas y frases con las que pensar mientras observas una Valencia futurista y unas torres que volar. Para empezar, nos dice que “el arte es una mentira que dice la verdad”. Viene bien el desconcierto de esos dos primeros episodios, esa confusión que lleva a asumir que “la vida real te puede defraudar. No es que sea mala, pero debería dar más”. Muchas veces somos máquinas imperfectas que solo pensamos en trabajar y pagar facturas, en comer para defecar, en llenar un depósito que tiene demasiados agujeros y no rinde lo suficiente: “¿Y si estoy rota y es el mundo el que hay que arreglar?”. Quizás sea posible optar, buscar opciones, caer en la locura contemporánea, traducir tacos que sabemos lo que pueden significar aunque no siempre pillemos la copla: “Ganar no sirve de nada a menos que alguien pierda”. Y el sueño y sus variedades, y resurgir de una especie de pesadilla perenne: “No revisitaremos el pasado, lo recrearemos”. Pero cuando todo parecía un videojuego distinto, volvemos a la mariada de siempre. Pero seguimos en las mismas, porque “este mundo es mentira y no tiene sentido”. Nunca. Y vivimos entre bucles y laberintos y nada tiene sentido. Nunca.

jueves, 15 de septiembre de 2022

La vida contada por un sapiens a un neandertal

Este libro no es el de Bioy y Borges, aquella historia ladrillesca en el que Bioy apuntaba, día, mes y año, y toda conversación con Borges. Yo hay días que soy más de Borges que de Bioy, y luego se me pasa. Aquí son Millás y Arsuaga los que pretenden explicarnos el mundo y la vida y las intolerancias y un montón de cuestiones más. No siempre salen las cosas como nosotros creemos. Eso de ir con magnetófono en mano y seguir la estela de monos y chimpancés no siempre funciona. No siempre. Y van, como dos abuelos, contando batallas de la evolución entre visitas a bares y cementerios, a supermercados y tiendas varias. De todo hay en la viña del Señor. En La vida contada por un sapiens a un neandertal se habla de la Prehistoria como droga, Arsuaga cuenta y relata y Millás apunta y resume. ¿Qué parte es real y qué parte no es exacta al cien por cien? No lo sabemos, como tampoco sabemos lo de Bioy y Borges. “Los siglos que nos separaban eran calderilla frente a los milenios que nos unían”. Y yo no hubiera juntado tan alegremente las palabras piorno y gamón en una misma página porque no sé lo que significan. No lo sabía hasta ahora. Divorcios naturales y palabras claves: “El chisme sirve para controlar la jefatura”, sueltan los artistas a la altura del capítulo segundo, cuando titulan el asunto Todo es neandertal aquí. Lanzamientos varios, pero con precisión. Eso nos diferencia de otras especies porque según la doble firma JJM/JLA, “la puntería ha sido esencial en la evolución”. Y añaden: “La fuerza fue sustituida por la política gracias a las piedras”. Pese a todo, y su tono demasiado fácil, hay verdades claras, que son reconocibles, que podemos encontrar, aunque no siempre se digan en voz alta, o, directamente, no se digan porque copian modelos de épocas distintas y oscuras: “Tras la Guerra Civil, el campo y el deporte empiezan a estar mal vistos. Un intelectual después de la guerra no iba al campo”. Claro que sí. El Valle Secreto como ejemplo, y palabras que apuntas y luego vuelves a buscar en el diccionario de la RAE: Gordolobo, escaramujos. Palabros, en todo caso. “La prehistoria no está en los yacimientos, eso es lo que se creen los ignorantes. La prehistoria no se ha ido, mira a tu alrededor, está aquí, por todas partes. La llevamos tú y yo dentro. En los yacimientos solo hay huesos. La prehistoria está en el animal que pasa como una sombra”. Y Lucy, y el LSD, y los Beatles, y Etiopía, y 1974, y las clases de Prehistoria de Eiroa padre, todo en el recuerdo. “Las huellas de los australopitecos bípedos de hace 3 millones y medio de años son exactamente iguales a las de nuestros niños en la arena de la playa. Toda esa biomecánica la hacemos sin pensar”. Y luego toca hablar de grasas y el músculo. Sapiens y favores, y la barba nuestra de todos los días: “El primer personaje de la Historia que se afeita la barba es Alejandro Magno”. Y más frases que podemos cuestionar: “Para algunos todo es cultura y para otros todo es biología. La cultura es una capa más”. O podemos pensar, ya puestos a darle al color y no solo en la cueva, si somos más de Durero, de Rembrandt, o de Goya, o de Rubens. Y si Goya pasa por ahí, toca hablar de su maja desnuda, de su fertilidad, de su ovulación, y la revolución de lo pequeño, y los cuentos transformados en otras cosas: “Esto no es un cuento. Si quieres un cuento te lees el Génesis. La evolución no tiene la estructura de un relato. No hay planteamiento, nudo y desenlace. La evolución es el mundo del caos”. Y entre viaje y viaje, visita a la plaza de abastos, y la bipedestación, y todo tiene una definición: “La locomoción humana es un prodigio de la bioingeniería. De este modo, consumimos muy poca energía en el desplazamiento”. Y palabros que subrayar como braquiación. Pero al final no todo es tan fácil, no todo es tan sencillo, no todo tiene una explicación perfecta: “Los físicos no creen en el Dios de la Biblia, el Dios de las barbas al que rezas para aprobar un examen, pero tienen la mosca detrás de la oreja. Se pasan la vida preguntándose si hay alguien ahí”. Y apostilla JLA: “Hay muy pocos biólogos creyentes, pero los físicos y los matemáticos no dejan de preguntarse qué hostias pasa”. Y los vascos, y la altura, o las alturas, o las definiciones y Bettonia, y lugares los que fijarse: “El paisaje es el primer documento para entender la Historia. La geografía es la que manda. Lo es todo". Y apostilla: “La España vacía es un producto de la Geografía”. Y si antes hablábamos de Eiroa, ahora podríamos recordar a otros profesores, pero no siempre: “Roma destruyó la sintaxis del clan para alumbrar la de la ciudad”. Y vamos por la calle, y nos fijamos y hacemos reflexiones en voz baja y en voz de la otra: “Lo primero que te debes preguntar de una cultura es si tiene espacios públicos. De ser así, se trata de una civilización en el sentido contemporáneo del término. En caso contrario, es una agrupación”. Vivan las subvenciones, y las afirmaciones que en otras civilizaciones te meterían en líos: “La sociedad es la causa y Dios el efecto”. Y cuando todo se complica, seguimos con más preguntas y más reflexiones y más cuitas: “La complejidad no es garantía de bondad, ni siquiera garantía de justicia”. Y puestos a buscar soluciones, seguimos con el crucigrama: “El experimento de las sociedades sin Dios es muy reciente. No sabemos aún que va a ocurrir”. Y puestos a experimentar, seguimos: “Yo no sé que será de esta hormiga concreta, pero puedo detallarte la evolución del hormiguero. La historia no es una sucesión de hechos meramente yuxtapuestos”. Escribe Millás sobre Arsuaga: “Creo que le molesta la idea de que la vida sea absurda”. Y relojes y perros y dueños, y esa gran duda sobre la castración: “La gallina no es más que el instrumento que utiliza el huevo para perpetuarse”. Y en esas que está el reloj dándole a la aguja, o al revés, y piensas sobre lo que deberías en mitad de la catástrofe: “Hemos conseguido convertir al lobo en un animal de compañía: seleccionando para la reproducción a los más dóciles”. Y en mitad de la revolución de los colores, que también Bart es distinto pero único: “Raza es un término veterinario. Di etnias o pueblos del mundo”. Y La Covaciella, y el Naranjo de Bulnes y la competencia espermática y reaccionar a esa gran verdad que es que “la gente deprimida se abandona”. O no. Y el viaje al colegio, con niños de distintas edades, y realidades nada paralelas, y el tamaño de los cerebros de esos mismos niños, y “el hambre está en la trastienda de todo, ha sido el gran problema de la humanidad”. Y ahora, que ya pensamos en la oscuridad temprano, hay que reconocer que hace falta valor para aguantar la estación que empieza en diciembre: “El invierno es la peor de las enfermedades”. Y todo es mentira, aunque la muerte, de vez en cuando, iguala a casi todos: “Vamos de sepultura en sepultura en busca de un epitafio que podamos hacer nuestro. Y en todas aparece alguien que no olvida a alguien”. Y en las visitas, si hay que llegar al cementerio, se llega, aunque no siempre acertemos. Un libro para recordar detalles en los que no siempre nos fijamos.

domingo, 11 de septiembre de 2022

Brockmire. Primera temporada.

Cuando llega el colapso, no hay control. Hay veces, demasiadas veces, que pasamos un Rubicón y no recordamos ni el río, ni su ubicación exacta, ni si el agua estaba fría, tibia o era agua seca, que entre Galicia y Portugal encontramos de todo. El Segura también es mierda pura, pero ese es otro Rubicón del que hablaremos más tarde. Brockmire nos mete en sus primeros minutos en un despiporre de cabina de retransmisión deportiva. Un narrador dándole a la botella entre carrera y carrera de béisbol despotricando de su cornúpeta situación recién estrenada. Y de ahí, a los infiernos, al destierro, al paso de las grandes ligas a asiáticas competiciones de bichos varios. A cada Unamuno le toca su Fuerteventura, que decía el hombre de la camisa verde. Y es recuperado, en parte, para formar parte de un enjambre de decepciones y sueños, de gordos jugadores que engullen bolas en sus barrigas y de viejas glorias que conocemos por ser acompañantes de Teresitas, de dueñas de bares y equipos, de gente sin rumbo en una ciudad olvidada de la mano de casi todos. Brockmire nos pone en la disyuntiva de creernos dueños de nuestro destino, pero hay penitencias que parece que no acaban nunca. O casi nunca. Hágase querer por una jefa que sirve y dispone una estancia en ningún sitio en partidos que casi nadie ve y con un recreo demasiado alcohólico y al cincuenta por ciento de valor. O sin valor. Mera subsistencia, mera supervivencia, mera escala temporal entre eslabones de dolor muy particulares. “Cuando Dios se retire, lo menos que pueden hacer es aplaudirlo”. Hay frases que subrayar y otras que olvidar al momento: “Haz lo que tengas que hacer para cumplir lo que puedas cuando puedas”. Tampoco se trata de hipotecar lo que no es hipotecable. No podemos vivir sin deporte, pero tampoco podemos quedarnos ajenos a lo que nos rodea. Queremos matar a mucha gente que tenemos cerca, pero no podemos, Salva. Me lo decía mucho el hombre de la camisa verde, que solo estaba preocupado por morir, al menos, un día después que su madre. “La ignorancia ya no es una opción para mí. Tengo que saber todo y tengo que saberlo ahora”. Estimulantes, depresión, días que son demasiado largos y, como decía EHDLCV, “demasiadas buenas” las que tenemos al alcance. Al jodido alcance. La mejor manera de irse no es siempre una opción. No siempre. ¿De verdad no sabes el modo en que se realiza la gelatina? Piénsalo antes de comerla. O no. No lo pienses: “¿Qué clase de criatura no mata a su presa para luego usar la ciencia para privarlo de su propia esencia de vida?”. Debería ser de otra forma, de una manera en la que la escapatoria fuera posible, o por menos, que hubiese un intento para ello: “No hay nada decente en los seres humanos”. O dicho de otro modo: “Viva la ausencia de alma”. En la mayoría de seres, ni alma ni intelecto ni nada que se le parezca al intelecto: bisontes que embisten porque no saben que hay algo más allá, y no hablo únicamente de libros. Más frases: “Si quieres sumergirte en el inmenso bostezo del olvido, no mires a los cielos. Tan solo mírate directamente en el espejo”. O refúgiate en la casa de Imelda y pregúntate si debes trabajar a diario para ganarte tu harina con el sudor de tus cuerdas vocales. Tradiciones, modas envejecidas, tragos y vocecitas varias. Viva la nostalgia y los accidentes y los partidos que pueden cambiar una vida o la risa y las esperanzas. “Nunca confíes en nadie que le chupa el pito al diablo para sobrevivir”. Es una manera de decirlo, o siempre lo hemos dicho pero casi nunca lo reconocemos. O lo que sea. Creemos que no tenemos sentimientos, pero la curiosidad siempre está ahí, sea con béisbol o con botellas de sambuca. Conocimiento, suposiciones, diferenciaciones y “hacer tiempo es lo que hacemos para vivir”. Ojalá fuera todo tan fácil. Y en mitad de ese capitalismo atroz en el que vivimos desde hace demasiado tiempo, siempre hay una empresa, o grupo de empresas, o bichos convertidos en empresas que quieren más, que pasan por encima de lo que tenga que pasar, pasando de planes de la A a la última letra de tu alfabeto favorito. Y ver, en mitad de un vestuario, a alguien explicar los motivos de Hitler en sus campañas… Hay algo que no funciona bien, pero como ocurre con los jugadores de baloncesto naturalizados por decreto, “lo que pasa en Macedonia se queda en Macedonia”. Y bajo esa apariencia de pueblo olvidado de la mano de Dios, o de dioses yanquis que multiplican problemas, nos muestra Brockmire los problemas de una sociedad que se fue a pique hace mucho tiempo pero que es reconocible a todas luces: “Todos tienen los mismos restaurantes de comida rápida de mierda, las mismas calles principales vacías y forradas de comercios vacíos. Son rebaños de las cáscaras, víctimas del desenfreno del capitalismo que creó una mentira del sueño americano… El béisbol es solo una diversión que nos evita reflexionar sobre nuestros problemas”. Y tipos de cuarenta y tantos con problemas de adolescentes, personas sin rumbo, o con rumbo equivocado, o sin brújula a pesar de Latorre y demás. Y por el contrario, nos muestra, con pinceladas, el otro extremo, el de la gente rica y blanca, minoría entre minoría entre cualquier país a medio civilizar, con problemas distintos pero que tampoco reflexiona sobre el precio del azúcar. Hay experiencias que pueden llegar a asustar, y Brockmire nos lleva a ese infierno, pero su protagonista nos deja caer que “si el infierno tuviera un bar le daría la mano a Satanás”. Empieza muy bien, pero baja en algunas de sus pildoritas episódicas. No hay perfección en la vida, y en los que cuentan el deporte, menos. Los chistes ambulantes tienen algún día de gloria y muchos días de mierda, frase que pudo soltar algún día el hombre de la camisa verde. O quizás no, quizás no la dijo el hombre de la camisa verde, que para él todos los días eran días de mierda, como lo son para casi todos los protagonistas de Brockmire. O para casi todos los protagonistas de una vida. O para casi todos.

martes, 6 de septiembre de 2022

Harry Palmer: el expediente Ipcress. Primera temporada.

“El marxismo, el libre albedrío…son ilusiones”. Podría ser cualquier frase, pero toca empezar con esta proclama de Harry Palmer: el expediente Ipcress. O podría empezar con otra: “Somos marionetas del imperativo histórico”. O con una tercera: “Para los hombres es más fácil mentir. Para los hombres todo es más fácil”. Está bien que tengamos concesiones al empoderamiento, no pueden faltar en cualquier producto que quiera vender. O venderse, mejor venderse que todo es mentira, que no todo va a ser traficar con chocolate en la Guerra Fría. Ni con whisky. Ni dejarse avasallar por uniformes. Da el asunto de los uniformes para varios ensayos, pero no hay tiempo ni ganas, o ganas ni tiempo ni uniformes. ¿Por qué llamarlos uniformes en vez de uniformas? ¿O unicornios con forma de uniformo? Los años 60’s, creo, no han sido lo suficientemente explotados visualmente, y muchas veces entendemos el motivo. Aquí se les va la mano con la distancia, con lo estirado. “Debemos disuadir al enemigo”. O a la enemiga, o al enemigue. Y con tanta disuasión, falta cercanía. La historia es buena, pero Joe Cole siempre será, como alguno escribió alguna vez, el ACNEE de los Peaky Blinders: no expresa nada, le da igual arre que so. Quince años después de Nagasaki todavía había miedo de volver al punto de la locura. Viva Berlín, Beirut, y muchas ciudades que explorar en ese Medievo que fueron los años de postguerra. Viva Cuba: “Puede que un día todos seamos comunistas”. Claro que sí. Más frases: “Soy un pagano impío que no teme al infierno”. Se confunden bandos y enemigos, los hermanos Kennedy y los acuerdos, Bruselas y la CEE, el secuestro y las lecciones, las molestias y la ropa tendida, la ciencia y la mentira. Ajedrez en los infiernos. Estocolmo y los daños colaterales. Y la pregunta del millón: “¿Cuándo voy a ser rico?". La política y la codicia siempre se confunden. Roma, Londres, Agatha Christie de lectura en el avión, el KGB y los yanquis jodiendo la marrana, y los chinos, y Corea, y el jaleo de Cuba que dejó a más de uno con el azúcar y el puro al aire, que no todo son pruebas nucleares, ni Viena y recrear que “hemos vivido una mentira, cada uno a su manera”. En esta recreación de lo que pudo ser y no fue, siempre es medir las mentiras de cada uno en esta gran mentira, porque “hay demasiado que no sabemos”. Expiación para todos, sea deber o privilegio, sea mentira o cicatriz de Cuba. Harry Palmer: el expediente Ipcress intenta crear su propio mundo, de mujeres peligrosas y de espías que se meten en jardines y ropas ajenas, porque no existe un espía que no busque esas jodiendas con vistas a Bahía de Cochinos. Pero el infierno sigue lleno de buenas intenciones, como JFK, como la reina de Inglaterra, como la traición y las escuchas ilegales de la época. Sigamos esperando, que la lucidez total es complicada, casi o tanto más que el esplendor de Brigitte Bardot. O no.