jueves, 29 de septiembre de 2022

Not for you. Pearl Jam, vivir en presente.

Unas frases de Héctor Berlioz utiliza Ronen Givony para empezar su libro Not for you. Pearl Jam. Vivir en presente: “La música les ha trastornado el cerebro”. Con su personalísimo preámbulo, confiesa RG que los había visto en directo en 57 ocasiones. Sigue en el confesionario RG: “A los más sensatos esta cifra les parecerá (según el gusto musical) obsesiva, excesiva o absurda, y con razón”. Y pone equivalencias sobre números: cinco suponen devoción, mas de 25 suponen que “estás desconectado de la gente adulta y responsable, lo que no siempre es malo”. Además reconoce su condición de “diletante”. Nacido en 1978, explica los motivos de la realización del libro (en el epílogo da más información al respecto), de las charlas con sus colegas sobre Nirvana, Weezer o Nine Inch Nails. Se define como W.M.A. (estadounidense varón blanco), [judío, laico y a la izquierda de Bernie Sanders), aunque es más de Bach y Beethoven que del grunge. Hace un pequeño análisis sociológico sobre las personas que van a un concierto de Pearl Jam. NFY es el libro que yo hubiese querido escribir si supiese escribir; es el libro que yo hubiese querido escribir si me gustaran tanto PJ como a RG; en definitiva, NFY es mucho más que un libro. NFY es un tratado sobre Historia y política, sobre música y tradiciones, sobre mentalidades y arte. Habla desde el principio sobre las diferencias en los conciertos, sobre la reinvención del grupo en los conciertos, de la no existencia de dos conciertos iguales y hasta aparece referencia a Jerry García y los Grateful Dead. Y puestos a hilar, madeja: “Nadie se mantiene siempre en la perfección”. NFY es un libro sobre la vida y el comercio, sobre leyes y política: “Pearl Jam fue la banda más famosa, influyente e imitada de los años 90”. No estoy de acuerdo, es discutible tal afirmación. Pero RG sigue: “No es casual que la edad dorada del grunge corresponda con exactitud con la llegada, ilusión inicial y desencanto de la era Clinton”. RG va comparando discos y mandatos presidenciales y papales, como bien indica al final de NFY. “Las maquetas de Ten se grabaron en el verano de 1990, unos días después de que Sadam Husein invadiera Kuwait, y el álbum salió al mercando cuando se iniciaba el derrumbamiento de la URSS”. No se puede separar música y vida. Nunca. “Los grupos y su música contribuyeron a crear, durante un tiempo, una nueva cultura juvenil, del pueblo, progresista, sensible y comprometida, para una década se las prometía distinta”. En el segundo capítulo habla RG de los 12 momentos en la Prehistoria de Pearl Jam (Eiroa vive): Beatles, Boeing, Starbucks, Bruce, The Who, Steve Woxniak y el festival de San Bernardino (eran más, pero tengo mala memoria y se me dan mal las cuentas, pero no las matemáticas). También creo que hablaba de Jeff Ament, y de de Deranged Diction, y, después, de Green River. Otra figura recurrente en NFY es la de John Lennon y su asesinato, porque NFY también va de asesinatos y guerras, de soldados de guerra y de porcentajes de población yanki que hubo en distintas guerras y en la actualidad. También se acuerda de Mother Love Bone y, por supuesto, de Chris Cornell, otra figura recurrente a lo largo de NFY: “Para muchos, como apuntó Chris Cornell en Pearl Jam Twenty, el momento determinante de la era del grunge no es la muerte de Kurt Cobain sino la de Andy Wood el 19 de marzo de 1990”. Y más frases: “El principal responsable en la creación de Pearl Jam fue Stone Gossard”. También habla RG de Eddie Vedder en Bad Radio, y las cintas, y los días sin dormir y el sur, y esa primera canción: Alive. No sé las veces que he podido escuchar Alive, o Animal, o Jeremy, o Present Tense. No lo sé. También reflexiona RG sobre la importancia del video, de la MTV, sobre la guerra del Golfo, sobre ese 17 de enero de 1991 que parece ayer y es hace un rato, pero en ese rato he encanecido mucho. Demasiado. También nos hace recordar la Operación Tormenta del Desierto y Garden y esa diatriba sobre el asunto del aborto del que tanto nos hace pensar la lectura del libro. Y hablando del primer disco, por la página 97, aparece la pregunta de rigor fatimí, si es que sigue existiendo rigor fatimí: “¿Es Ten un buen disco? Casi no viene al caso, es como si nos preguntamos si el Atlántico es un buen océano?”. Va más allá, como si fuera un escalador ruso, o ucraniano, en época estalinista y fuera degradado, o gulaguizado: “Si la carrera de Pearl Jam es un mapa, Ten es su Everest”. Y añade: “Ten es el disco más realista del grupo. Todas las canciones son una historia real o están basadas en un hecho real”. ¿Y qué no está basado en algo que no sea mentira? Y juntando letras, asegura RG: “Las letras hablan de personas que se enfrentan a situaciones cotidianas y no cumplen las expectativas por miedo, obligación o inercia”. Y me gustan esas reflexiones que va dejando, para que vayamos apuntando antes de referirse a Al Gore, a Ross Perot, a otros figuras que pierden pero ganan. O no ganan. O nada. “Es un fenómeno que traería de cabeza a un marxista de salón”. Es verdad que muchos marxistas son ahora de salón, y han dejado de ser marxistas, y no sabemos lo que son, lo que fueron, lo que dejan de desayunar o lo que rumian en sus retinas. Y hablando de números y fechas, que es en lo que piensan muchos viejos marxistas, le da hilo a la cometa RG sobre las fechas similares de salida de Ten y Nevermind en 1991, y luego Ten y In Utero. Y los primeros conciertos de PJ, y los videos que podemos ver de la época, y el desenchufado de la MTV de 16 de marzo de 1992 y el de Nirvana, más explotado, de fecha posterior (noviembre de 1993). Y Cameron Crowe, que tanto aparece por Gintonicdream, y Singles: “No descubrimos nada si decimos que la banda sonora de Singles (13 canciones, de las que 10 son impecables) ha envejecido mejor que el film”. Más sobre Singles de RG: “Singles es uno más de esos ejemplos, divertidos en ocasiones y siempre protagonizados por blancos, de género de jóvenes ociosos de la Generación X, que pronto perfeccionaría Friends”. La compara con Reality Bites, Clerks o Empire Records. Insiste el autor en la fertilidad de esa década. Se centra unas páginas en Singles, rodada entre el 11 de marzo (hay mucho 11 en NFY, nada es casual) y el 24 de mayo de 1991. Y esos grupos del recuerdo, como Alice In Chains, o Mooky Blaylock (todo es baloncesto en nuestra vida, siempre). Y el retraso del estreno de la película, que no sería hasta el 18 de septiembre de 1992, definida en el libro como “retrato de Seattle, además de precursora y modélica”. Y puntualiza: “Singles fue una cinta profética, además de un homenaje a una ciudad". Y más música y más grupos, como Temple of the Dog (un solo disco en 1991), y Steve van Zandt (vivan Los Soprano), antes, durante y después del asesinato de JL. Y, como cualquier tarde, Daughter: “Daughter, más que ninguna otra canción o posterior, recoge las influencias, antecedentes y modelos. Es un lienzo, por sus ideas políticas más profundas, una ventana a disposición de la colectividad, y un mapeo del ADN artístico del grupo”. Y el subidón, y la portada en la revista TIME el 25 de octubre de 1993. NFY también es un eje cronológico, una línea del tiempo (no solo musical). Escribe RG: “El artículo de la revista Time recogía las tensiones más extensas de la cultura indie. Reflejaba un conflicto que nunca se resolvería entre la cultura popular (una expresión artística para todo el mundo) y la elitista. En el caso del grunge, una expresión de gente blanca, urbana y de clase obrera, la ironía se daba manera pronunciada”. Y el artículo en Rolling Stone obra de Cameron Crowe, que llevaba sin escribir ahí desde 1979. Escribe RG: “Si el nuevo rock se fundó en 1992, en 1994 alcanzó la hegemonía”. Y pone la puntilla: “Demasiado rebuscado para habérselo inventado”. Y el cinturón de la Biblia, y Romeo Dellaire (viva Ricardo Vicente), y el sitio de Sarajevo y citas ajenas sobre la muerte de Cobain: “El filósofo Ludwig Wittgenstein preguntaba lo siguiente: ¿Por qué una crucifixión embelesa al mundo desde hace 2000 años, si los romanos crucificaron a miles de personas que cayeron rápidamente en el olvido? Me enteré varios meses después del genocidio de Ruanda (e incluso por encima) mientras sobre el caso de Kurt Cobain me lo había leído casi todo”. Y esa muerte, marcó y marcará, y “en el concierto se impone el oficio sobre la tristeza”. Y la actuación de PJ en el SNL el 16 de abril de 1994, con Adam Sandler antes de conocer a Juancho, y Emilio Estévez y la pregunta del trillón de trillones: “¿Era en realidad tan importante Pearl Jam a principios de los noventa?”. Y la fotografía con Clinton en la Casa Blanca, y los jaleos con las comisiones de las ventas de entrada (es la parte que menos me gusta del libro). Y las jodiendas con vistas a la bahía sobre los tres baterías del grupo, y afirmaciones con las que tampoco estoy de acuerdo: “La mayoría de los baterías de rock son aburridos. O mejor dicho, con pocos se divierte uno al verlos”. Y los motivos de la salida de Dave, el batería del grupo: “En pocas palabras, Dave salió por poner de los nervios a Eddie”. Escribe el autor: “Si en 1994 me hubieran preguntado por el futuro del grupo, hubiera dicho que PJ, sin Dave, no duraría mucho, como Nirvana sin Dave Grohl (sí, hasta ese extremo)”. Más fechas: 22 de noviembre de 1994, lanzamiento de Vitalogy, ventas altas, aunque en palabras del autor, “el grupo se encontraba en proceso de disolución. Estaban muriendo de éxito”. Y añade RG: “Vitalogy es el menos accesible, el que menos concesiones ofrece, el más desigual, autoindulgente y deliberadamente opaco. Es un álbum de enigmas, de textos que no se entienden bien, dobles sentidos, acrónimos, citas y mensajes grabados al revés. Es la obra de una persona que no se olvida que se examinará con lupa todo lo que escriban, digan o canten. El recurso de Pearl Jam en 1994 era la metáfora, decir una cosa para expresar otra distinta. A esas canciones les preocupa su público potencial y, si no conectaban, adiós y a otra cosa”. Y sigue: “¿Qué diría un psiquiatra? Que Vitalogy es un trabajo de una morbosidad incesante, centrado de manera casi compulsiva en la mortalidad y en la muerte. Que expresaba una sensación de crisis fácilmente perceptible tanto para los fans como para los oyentes esporádicos”. Y más: “Se notaba un cierto cansancio, una fatiga, escaso interés por justificarse”. Y antes del punto final, otro recorte: “Vitalogy ofrece, por el contrario, un frío consuelo”. Y Rupert Murdoch, y el nacimiento de Fox News, y el asesinato de Selena, y el atentado en OKC, y la matanza de Sbrenica y hasta Mónica la del gotelé. Y luego, como en una etapa de la Vuelta a España, el bache, pero el de 1995, y aquel concierto del 11 de julio en Chicago en el Soldier Field ante 47000 personas. Y luego, No Code, que para el autor “se considera un álbum con peor acogida de público y crítica”. Añade en la página 289 el autor: “Si hubiera que explicar en menos de un minuto lo que no soportaba la gente de Eddie, éste es un fragmento insuperable. La absoluta falta de gratitud, la confusión, la voluntad de comportarse de forma deplorable. Concentra todos los estereotipos de sin par Generación X reunidos en un embalaje de aguafiestas. Al ver la expresión de hostilidad en su rostro, se entiende que Rolling Stone dedicara meses después unas cuantas páginas a atacarle de manera despiadada”. Esto va al tanto de la entrega de los premios Grammy de 1996 y las palabras de EV. Y luego, la libertad de no hacer nada durante semanas, y la salida a la venta de Yield el 3 de febrero de 1998. Escribe el autor: “Los planetas se alinearon para la creación de Yield. Es su cuarta obra maestra”. Suma y sigue: “Pearl Jam hizo con Yield el disco que muchos esperaban. Pero el resultado general es más conservador que Vitalogy, Vs. O No Code”. Pero no es oro todo lo que había en el Banco de España: “Para otro tipo de fan, por el contrario, Yield representaría otra cosa, el inicio del inevitable declive de Pearl Jam”. Y quemas de banderas, y asuntos sobre quemas de trozos de tela, que es lo mismo pero no siempre es lo mismo. Y las citas de Milton Friedman y las contrarréplicas de Noam Chomsky, y las sesiones de Binaural a finales de 1999, y los atentados de 7 de agosto de 1998 en las embajadas gringas de Kenia y Tanzania, y el recuerdo de The Looming Tower y Microsoft y el Tommy de los Who (muy recurrente) y esa imagen de que “los radicales y los reaccionarios tienen mucho en común”. Más de lo que pensamos, aquí y después de las elecciones de Italia. Y el concierto en Dinarmarca y aquellos nueve muertos y los heridos, y las elecciones del 43% de Clinton y el 19% de Perot, y la figura de Nader: “Sacó al final 2,6 millones de votos, el 3% aproximadamente del electorado. Quedó muy por debajo del 5 por ciento que le habría dado derecho a subvenciones. Gore ganó en número de votos pero perdió en Florida por 600. En este estado Nader obtuvo 97488 (yo fui uno de ellos)”. Y el nuevo siglo, y el nuevo disco. Un 12 de noviembre de 2002 salió al mercado Riot Act. Escribe Ronen Givony al respecto: “Es un disco conocido sobre todo por su pesimismo, su carácter combativo y su rabia incandescente. Es el álbum más abiertamente político de Pearl Jam”. Y añade, también al respecto: “Pero también es un trabajo impregnado de dramas personales: una reflexión sobre la vida, el envejecimiento y la inocencia”. Y puntualiza, por si sirven de algo las puntualizaciones: “Riot Act es, en el fondo, un trabajo que no está a la altura”. Y siguiendo ese eje temporal, tito Arnold llega a ser gobernador de California en 2003, tras la crisis energética que sufrió el estado desde 2001. Y Colin Powell y las armas de destrucción masiva y el recuerdo de Generation Kill, y su Bushleaguer. Y citas de Eric Hobsbawm y Proust, y la salida de PJ, su álbum de estudio número ocho, de 2 de mayo de 2006. Y el caos económico de 2009 y la victoria de Obama y los programas de Fox News comiendo de la tarta del éxito televisivo porque había vida más allá de la CNN. Y ese 2009 y Backspacer, y ese disco que “huele a muerto. Suponía el conformismo total, un insulto a todo lo que en un tiempo pasado había defendido el grupo”. Y de ahí, de salto en salto, a 2013 y Lighting Bolt, que salió a la venta un 11 de octubre de ese año, y las referencias al documental Body of War que había sido estrenado en 2007. Y Gigatown de marzo de 2020. Y las consideraciones finales del autor, que, a veces duelen, pero son realistas: “Es triste reconocerlo, en gran medida Pearl Jam está pasado de moda”. Y pensamientos globales, sobre los que volver a reflexionar: “En la segunda mitad de los 90, el fenómeno del grunge terminó con un suspiro y una resaca posterior de la que los grupos nunca se han recuperado del todo”. Y más: “Tal vez es lo que tenía que pasar. El rock no es un movimiento ni un monumento, su destino es la combustión y reemplazo por otra cosa nueva”. Y había mucho más que la música: “Pearl Jam y sus coetáneos pusieron de moda el idealismo, la preocupación por los demás. Era una música que creía, de forma ingenua, de un lenguaje compartido, en la conciencia social y la comunidad, que aspiraba a cambiar la vida de la gente”. En definitiva, un libro que es más que un libro porque no se puede resumir una idea y un espíritu en 435 páginas. Imprescindible. Coda: Ahora menos del 0,5%; en Vietnam, el 4%; en la Segunda Guerra Mundial, el 12%. Si, el porcentaje de yanquis que sirven y sirvieron en el ejército de USA antes y ahora.

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