viernes, 31 de diciembre de 2021

The Game. Primera temporada.

Llegué a The Game por el Brian Cox al que sus hijos quieren suceder (o matar, directamente) y por uno de los jerifaltes de Chernobyl. ¿Cómo no había llegado antes a The Game? Quizás porque prestamos demasiada atención a asuntos superfluos y poca a lo realmente importante, a aquello que nos hace meditar y pensar y volver a lo verdadero. The Game, utilizando el lenguaje inclusivo que nos quiere meter con calzador, pone el énfasis en la sospecha. De primeras, ves que hay un topo (o topa, o tope) en un grupo del MI5 inglés. ¿Pero quién? ¿De quién sospechar? Brian Cox dirige el cotarro pero lo llaman Papi; un amanerado aparece como un arribista con deseos de ascenso; la nueva, ejerce de nueva; un poli adscrito aparece como el de fuera, el que no pertenece a la tribu pero tiene que adaptarse a la tribu; el joven talentoso que puede ascender más rápido que nadie tiene un pasado turbio en Europa Oriental; y un matrimonio trabaja junto en esta tribu. ¿Es real la ilustración del grupo? ¿Quién actúa a favor de los rusos? Es 1972 y hay huelga de mineros y te dejan a oscuras todas las noches. Europa quedó a oscuras en los bombardeos de la II Guerra Mundial (ahora también la han coloreado, ya no saben que saquear, que desierto anegar de agua) y The Game nos lleva al espionaje en una operación prosineckiana llamada “cristal”. Cristales que puede acabar con todo. ¿Pero por qué no desconfiar de todos? ¿A quién está bien señalar? ¿Por qué cristal y no cerámica vidriada? ¿Niebla o día soleado? The Game es el juego del despiste, es señalar lo que viene y lo que está por pasar, es esconder los errores del pasado y poner la desconfianza en primer plano. Pese a unos primeros capítulos un poco densos, demasiado chocolate y poca leche en Nochebuena, la ambrosía llega al final. Hay partidas que acaban demasiado tarde y otras que empezaron antes de pone barajar. The Game nos lleva a preguntarnos si todo es mentira, si el enemigo vive con nosotros desde el principio. ¿Es todo el poder un capricho de nuestros enemigos? ¿Podemos controlar lo que no depende de nosotros? Un gran ejercicio narrativo el de The Game.

jueves, 30 de diciembre de 2021

XRey II

Dejó el listón tan alto la primera temporada de XRey que la segunda no parece del mismo podcast. O sí, pero distinto. Parecen deportes distintos, o el mismo deporte pero una liga distinta. Se acerca el 6 de enero, y toca escuchar informaciones sobre reyes. Cambiamos padre por hijo, Juan Carlos I por Felipe VI pero XRey sigue en esta segunda temporada con su gran documentación, con testimonios notales pero quizás es el personaje el que da para menos para rellenar los audios. O no. O quizás hemos endiosado ciertos personajes y ya no estamos en el Antiguo Régimen. Ahora estamos en algo que no sé si es régimen, desgobierno o chiste triste que desentona. Creo que es una buena fuente de información para los que olvidamos rápidamente o para los que nos cuesta quedarnos con anécdotas a la salida de una iglesia o en un aeropuerto. Un buen intento que no ha quedado redondo como pasó con la primera temporada.

miércoles, 29 de diciembre de 2021

Infinito himno para no caer en la desesperación (otra vez)

Las aventuras de Limoncier en Japón. Primera parte.

Me regaló Don Jesús Manuel García Gómez la primera temporada de Las aventuras de Limonicer en Japón y me obsequió con dedicatoria. Estas aventuras ya las habíamos disfrutado desde marzo a este mes a lo largo de 2021, pero siempre está bien recordarlas (que no todo es Megacuarenteno). Ahora que todos hablamos de nuevas variantes, de récord de contagios y de pandemias que no acaban, siempre viene bien reflexionar con ilustraciones que nos llevan a pensar en el futuro de todo esto. En este caso, a Limoncier se le reclama en Japón, y un tipo tan “bien presentao” como él no puede negarse a colaborar con el doctor Takamuri para frenar la mutación de los mazavires. En Himeji y con nuevos botines, Limoncier se pone manos al asunto pese al problema del idioma. En la tercera parte llega a Osaka, aunque no puede permitirse “debilidades como el amor”. Y los puntos suspensivos se completarán en la isla de los conejos. ¡Te esperamos en nuevas aventuras, Limoncier!

martes, 28 de diciembre de 2021

Don't Look Up

Don't Look Up empieza de forma desconcertante, como si de una farsa se tomara… Cometas de 10 kilómetros de ancho, botellas de agua gratis y que se cobran, drogotas metidas a doctorandas, un tipo candidato a no sabes qué y que sale por la tele… ¿Y qué hace Leo? El geniecillo loco, con complejos y con mierdas varias. ¿Nos interesa más la historia o la mentira? ¿Qué pijo hace Steven Seagal en una foto con la presidenta yanki? ¿Por qué está tan gordo Leonardo? Otra película sobre el apocalipsis. Dice Leo que el cometa provocaría 1000 Hiroshimas. En la película lo llaman “destructor de planetas”. Mierda sobre mierda. ¿Las cosas pasan o se pueden evitar? ¿Tenemos que tomarnos a chufla lo que no podemos tomarnos a chufla? ¿Hay que satirizar lo que no llega a fábula? ¿Hay vida después de las redes sociales? ¿Después de Trump y de la momia hay vida inteligente en La Casa Blanca? Nos recreamos con la teoría de la conspiración, pero nunca llega. Luego te toca la puerta, te abre en canal y saludas y te ves en un marrón. La farsa vende, te subes al carro y te crees Charlton Heston haciendo el fariseo en cualquier película. Y si un hijo de la anarquía debe salvar el mundo, que Dios nos pille confesados. Y en nuestra gilipollez, cada vez más creemos en los gurús gatesizados, y el fin es la antesala del desastre. Y el dinero manda. Y nada es gratis, aunque creas que es gratis. Divide, vencerás y tendrás un móvil de puta madre. Y otro móvil nuevo cada siete meses. Y si todo es una farsa, pongamos más mierda en la palabra familia. Un pinchazo rápido, dice la enfermera cuando te pone la inyección. Pastillas para todos. Y Leo, geniecillo loco gordo transformada en estrella cuando le rapan la barba y le pintan la cara, se pone profundo y nos lo explica: “No todo tiene que sonar ingenioso, inteligente y agradable continuamente”. Basta de azúcar, de estevia, de flor del té negro, de sacarina. No queremos más. Viva la carne roja. Como todos la vamos a palmar, habrá que disfrutar de la vida, habrá que poder respirar antes del jamacuco, antes de que te tapen la cabeza y te metan en un coche gubernamental. Y se repite varias veces en No mires arriba eso de “Vamos a ponerle fuera del sistema”. Todo mentira para seguir ignorando lo real. Y luego, te mueres.

Yo he visto cosas que vosotros no creeríais

Empieza Federico Volpini escribiendo sobre El Americano y recordándonos el tiempo y las estaciones, y comparando Suecia con el Sahara. Repite la palabra “supongamos” muy a menudo Volpini, y me gusta: “Supongamos que uno es un garbanzo y pretende disimularse entre las lentejas”. ¿Cómo lo haríamos? Vaya historia la de las legumbres. Después pasa a Tú, yo y todos los demás, y se refiere a Kafiristán (¿existe Kafiristán?). La siguiente parada es en el Viaje a Darjeeling. Nos recuerda FV las amenazas neotestamentales: “Los simples heredarán la Tierra”. Aunque la pregunta seria es la siguiente: ¿De verdad hay algún payaso listo aparte de los que salen en el video de los Artic Monkeys? La cuarta adoración nocturna es sobre En busca de la tumba de Cristo, en la que FV reflexiona sobre la resurrección lazarina y asegura: “Hay ciertas cosas de as que uno debe salir escapado. Cuanto antes. Sin descanso, no sea que te alcancen con el tiempo”. Luego pasa al Robin Hood de Russell Crowe y nos recuerda algo que, entre fusión y fusión bancaria española, hasta llegar al Banco Único, nos pone la mentira en la frente: Sabido es que la Banca roba al pobre para dárselo al rico. Este es un mecanismo de corrección por si a los ricos se les escapa un pobre. Hay quien afirma que la Banca y los ricos son una misma cosa. Error: la Banca es un estilo de ser rico”. Pum, pum. De ahí pasa a Desafío total, pensando en un domingo con Carlos Martínez y Michael Robinson, pero no era con tito Arnold, era con sobrino Colin. Estas críticas de Federico Volpini son pura delicia. Dan para pensar. El siguiente apunte va sobre Zona libre, y vuelve Natalie Portman a escena, pero esta vez a Jerusalén. Después, de nota en nota, A la deriva, donde asegura FV: “Si tu Freddy Krueger particular es que eres tonto, no hay que invitar a amigos”. Con tenemos un problema gordo, empieza fuerte: “Estrenar películas dobladas sería una buena razón para no verlas. Para verlas hacen falta más razones”. Y vuelve a apostillar Volpini: “ A la existencia te traen. Al cine vienes por tu propia voluntad”. La siguiente anotación va al respecto de El Nuevo Mundo, un tiro al centro de la diana, una reflexión sobre el tiempo perdido mirando la nada. Con Déjame entrar vuelve a pensar sobre si nos conviene la vida eterna, pero asegura que “en el mundo igual no existe Dios, pero si hay guionistas”. Sobre las nuevas versiones de las películas, señala con razón: “El norteamericano no le abre la puerta más que a otro norteamericano”. Sobre El libro negro de Verhoeven, FV dice que “no había tantas (cruces gamadas) como suelen salir en las películas, pero las suficientes para llenar unos cuantos cementerios”. Habla de Holanda, de alemanes y de la II Guerra Mundial. De ahí pasa a El Espía, reflexionando sobre sombras y caminatas, y sobre accidentes de los que escribí hace tiempo pero que me mi mala letra me impide interpretar. Con La maldición de la flor dorada nos recuerda que “Las horas hieren hasta llegar la última, que mata. Con El territorio de la bestia, FV nos recuerda que “la criatura humana considera que la tierra es su casa. La bestia viene desde la Prehistoria a jorobar”. Y no únicamente desde la Prehistoria. La reflexión sobre La luz silenciosa no la entendí. Sobre Aroma con amor cuenta la experiencia de la vuelta de Woody Allen a la comedia tras Match Point (es que esa película es muy buena). A cuenta de Solo quiero caminar, habla FV sobre el valor de la religión y de Díaz Yanes, de Ariadna Gil y de Diego luna. Sobre The host, opina FV: “Un calamar que pinta Corea en tinta roja”. 300 no se la he puesto a mis alumnos nunca, y cuando en 1º de ESO hablo de ella, ni se acuerdan y ni saben de ella. Volpini escribe que “Esparta nunca tuvo murallas. No las necesitaba. Sus muros eran los cuerpos de los espartanos”. Nos recuerda, y yo no tenía ni idea, que “300 es Frank Miller. Y, en este sentido, prodigiosa, violenta, llena de fuerza, de una plasticidad apabullante”. Siguiendo el espíritu de Ben Wallace, la siguiente reseña va sobre El curioso caso de Benjamin Button sobre la que apostilla: “Situar el desenlace en el lugar y en el momento en que se hace es de un burdo oportunismo sonrojante”. En el apartado de cine familiar, la primera píldora trata de Kick-Ass, Listo para machacar, en la que FV se pregunta lo mismo que yo muchas mañanas: “¿Qué se me ha perdido a mí en el colegio?”. Y deja esta otra joyita: “Criado en las novelas gráficas, el ser humano, hoy, sale a la calle con la preparación necesaria para enfrentarse a cualquier videojuego”. Para empezar la disertación sobre Como los demás, se pregunta Federico Volpini: “¿Puede un niño adoptar padres homosexuales?”. Sigue hablando de Eduardo Haro Ibars y nos recomienda la lectura de Jude el oscuro si no se ha hecho, y reflexiona sobre sobre lo que somos: “La inocencia es un abismo. Solo la culpabilidad es responsable”. La siguiente píldora va sobre La huérfana, en la que nos cuenta lo que los padres esperan de los hijos: “El niño es el vengador enmascarado de Papá”. Para empezar a comentar Haloween, el origen, FV deja otra perla: “Lo que no hay que dejar al alcance de los niños es la familia”. La siguiente pastilla cinéfila trata sobre Negra Navidad, en la que Volpini nos recuerda que “la perversión del asesino corre pareja a la perversión del espectador”. Viva la perversión. El siguiente apunte engloba películas bajo el título de cine religioso (!!!), y empieza con La chica del tren, resumida con la frase “el tiempo patina hacia el abismo”. De Pequeña Miss Sunshine escribe FV que “es a la transgresión lo que la caridad a la justicia: un apaciguador de conciencias sin peligro real”. A mí PMS no me gustó nada, será que soy de otra liga de un deporte totalmente distinto. Después nos hace pensar sobre Juno, otra película que pudo dar un paso más (y no pudieron, o no quisieron. Con Borat, FV hace una descripción desde la Prehistoria hasta ahora: “Podría interpretarse que la historia del hombre es la de su progresivo alejamiento de sus defecaciones, de sus heces, o sea: de su animalidad”. Con Agua nos recuerda FV que la civilización se hizo gracias a cambiar costumbres que no tenía nada de civilizadas. De Mongol de Sergei Bodrov dice que se “acaba justo cuando las cosas empiezan a moverse”. Con Hula Girls, a la que equipara FV con Full Monty, nos lleva a meditar sobre las minas (o lo que queda de ellas) y las personas que vivieron de ellas: “Primero, jubilaciones anticipadas, que es como cuando llaman a la puerta: fuera hay alguien y luego resulta que eras tú. Los despidos”. Y apostilla: “El paro, al que la Providencia le hace en ocasiones los arreglos; el paro, que se toca de oído, lleva partitura”. Luego escribe sobre Rodrigo Cortés y Buried, otra obra que tengo pendiente. Con En el valle de Elah nos hace creer que siempre podemos dar otra vuelta de tuerca. Y cualquier araña (sea la que sea, incluida Spiderman 3) sirve de pretexto para escribir sobre el bien y el mal, sobre ideas universales que nos cuestionamos: “El bien y el mal son una misma cosa. Desde luego, se parecen bastante. Bombardea uno Sarajevo y es el bien; vuela uno Nuevo York y eso es el mal. Pulula el átomo por Occidente todo y es el bien; intentan capturarlo los chiítas y es el mal. ¿Dónde reside el mal? Con el vecino. Que es quien se lo merece, dicho sea de paso. Cuando el vecino considera que el mal podría ser asesinar al otro, tener la bomba atómica o reducir el cerebro de la gente a la imbecilidad, venga, de donde venga, es radicalismo y es, asimismo, el mal. Es más que un club. Lo cierto es, sin embargo, que el bien y el mal conviven dentro de uno”. Con Superman Returns (El regreso) habla de Dalí y su Cristo, del Padre y el Hijo, y de gentes con turbantes, y otra vez la vida norteamericana apacible que es puesta en peligro por gente mala y demoniaca. Muy mala y muy demoniaca. El siguiente apartado del libro lleva el título de Viajes por el tiempo y empieza con The Doors: When You’re Strange, y el ejemplo de Jim Morrison lo pone FV como el malo de la película que todos necesitamos (en su caso, nos recuerda el autor, Vietnam, la represión en el tema del sexo, la discriminación). Siempre hace falta un malo, alguien a quien culpar, alguien al que poder señalar con nuestro índice. Escribe FV: “En estos tiempos de desinformacion, de no saber de quién puedes fiarte, la mejor forma de distinguir al amigo es esperar a que lo localice el enemigo. Sabemos que es amigo en cuanto el enemigo dispara contra él”. Le pone tres adjetivos a Jim Morrison: Egocéntrico (¿quién no lo es?), perturbador (todos tenemos días malos) y fascinante (eso lo consiguen muy pocos). Recuerda FV que lo inició en todo a Morrison fue la lectura, y con ella, Nietzsche. Yo la recuerdo como una gran película, la verdad. El siguiente film de este apartado es, la desconocida para mí, Chrysalis (mención que no leo porque quiero ver la película cuando de reojo miro y observo que es un “homenaje soterrado a Blade Runner”). La siguiente pildorita va sobre Señales del futuro, con la explica a la perfección que “asistimos a un discurso beato, incongruente, falso, en el que queda claro que el futuro es de los elegidos”. ¿Y quién serán los elegidos? Vaya usted a saber. Con A contraluz, me quedan dudas de lo que quiere expresar FV. En la siguiente píldora (no sabemos si pequeña y mordida), nos recuerda La primera nevada, en la que teoriza sobre el destino, sobre los acontecimientos que pasan o que nos pasan, sobre la determinación que tenemos sobre los hechos. El hombre de la camisa verde, después de un accidente de moto alicantino, decía que él no tuvo la culpa, pero le pilló allí, aunque quizás él, quizás, si que llevaba encima pequeñas píldoras mordidas. Y grandes. La siguiente película citada es Todos tenemos un plan, en la que recuerda la infancia y su seguridad, pero también es verdad que hay un momento en el que todo deja de ser seguro y la infancia se vuelve agridulce, borrosa, brumosa. O tal vez, no. El siguiente apartado del libro empieza con Marilyn Monroe (y no pongo la cita de Montero Glez, no sé si debo que luego me leen algunos alumnos) y se titula Clásicos: nombres. El de MM hay que leerlo entero, hay que buscar el libro, comprarlo y leerlo. Vaya un resumen tan bien hecho. Con Charlton Heston recuerda sus sufrimientos en latitudes y longitudes distintas, en épocas pretéritas y futuras (salvo en una de Tarzán, que dice Volpini que ahí, justamente, no hubo sufrimientos porque ni le daba tiempo a ello). Con la música de películas me pierdo, soy analfabeto total, y en el caso de Elmer Bernstein me pasa exactamente eso, aunque con la música el analfabetismo no es un óbice para disfrutar de himnos, ya sean de los Siete Magníficos o de La Gran Evasión. El siguiente gigante del que escribe FV es Marlon Brando. Quizás gigante se quede pequeño para escribir de MB. El cromo que sigue a MB es el Roy Scheider, aquel jefe de policía de Tiburón y de tantas otras películas que nos recuerda FV. El siguiente apartado del libro es el que se refiere a Clásicos: temas, y que se inicia con la frontera inmediata que nos lleva a la Calle Mayor de Bardem (viva la Gran Vía) y sigue con Tres en la carretera y Casablanca. Escribe FV: “En Casablanca el asesino es el asesino del amor: otro amor, siempre”. Luego entrelaza Casablanca con Horizontes de grandeza en Carne de horma, en la que acabamos cantando todos la Marsellesa, seamos o no gabachos. Para El Señor de la Guerra de 1965 (quizás existan más con ese nombre), utiliza las palabras amor y hematomas, y dice que “a los paisajes tienes que ir prevenido”. Con El tesoro de los tiburones de 1975 utiliza el título de la píldora siguiente: El músculo atormentado (no la he visto tampoco). La siguiente pildorita, Todo mío, va sobre En busca del fuego de Jean-Jacques Annaud de 1981, que recuerdo que la ví en el IES El Palmar, porque nuestra profesora Manuela Ortega nos la puso en fragmentos, aunque no todo el personal de aquella peculiar clase entiendo el asunto. Desde entonces (1992), no la he vuelto a ver, ni he pretendido que mis alumnos de 1º de ESO la vea. De momento. En Temperatura ambiente hace un recorrido por películas de bichos y seres que a veces son peor que los bichos con el ejemplo de Cuando los dinosaurios dominaban la tierra de Val Guest de 1970. Píldora siguiente titulada Piratas de agua dulce embotellada al respecto de Éxito a cualquier precio de 1992, en la que nos recuerda que, como la energía, el pirata se transforma. Aunque yo conozco a varios que siguen siendo piratas, lo serán hasta su muerte. Siempre. Un cine de narices nos lleva a ver, como Volpini, “que la nariz es la proa de la persona humana”. Y hay disparos napoleónicos, falsos o no, que se olvidan. Tampoco he visto La luz del final del mundo (1971). La píldora titulada Miedo la deberíamos leer en los momentos de inseguridad, en los momentos de silencio autoimpuesto, de lejanía de la humanidad. O no, pero me ha gustado mucho. En vías de hecho, FV nos recuerda El maquinista de la general (1927) y Misión de audaces de John Ford (1959) y aquella Guerra de Secesión llevada al campo de los trenes. Con Películas de juicios nos lleva a la idea siempre repetida por Pumares: no existe la ley, existe un tipo que interpreta la ley. Creo que era Pumares, o podría ser García, que iba uno delante y el otro en el siguiente programa. Pero FV pone acento en el problema de los jurados, que esos ya son muchos tipos los que interpretan la ley. Quizás demasiados. La diligencia y Las aventuras de Jeremiah Johnson sirven para hablar de la siguiente píldora, llamada Talk West. Con Tirando al blanco nos recuerda Zulú (1963) y Amanecer Zulú (1973), y que también el Ejército británico tuvo sus Waterloo particulares. En Perspectivas pone en la balanza Oriente y Occidente comparando Black Rain y Yakuza (me apunto la segunda que tampoco la he visto). El recuerdo que tengo de Black Rain es bueno, y como dice Volpini, “por lo demás, tensión, violencia y el asombro”. Rituales, en este caso de purificación, como bien indica el autor, a través del “valor suicida”. En el siguiente apartado FV se pregunta si es corto el corto, en el que empieza hablando de Viaje a Marte y termina con ´sica para un apartamento y seis percusionistas. El siguiente apartado se titula Festivales, y dice Volpini, a propósito de Sitges, que primero hay que llegar, y escribe sobre las vicisitudes para poder acceder a ciertos lugares y el calendario de un día en el festival de turno. Después de Sitges toca recordar el festival de Gijón, y su cambio de director. De las películas que comenta me apunto dos que desconocía: Children of Sarajevo, de Aida Begic, y California solo, de Marshall Lewy. El tercer festival comentado es el de Sevilla, y me apunto su comentario sobre Paradise: Faith que es de los que hace pensar: “La fe da miedo. Da miedo a quien la siente y da más miedo aun a los que no creemos. Pavor, ante el Misterio, los creyentes. Y pavor a los creyentes, los demás”. Un libro imprescindible Yo he visto cosas que no vosotros no creeríais, con buenas ilustraciones de Amanda León, para volver de vez en cuando a él, como el autor se refiere a The Rocky Horror Picture Show: “Una luna de miel a la que regresar frecuentemente en nuestra nave Tierra”.

Megacuarenteno y Limoncier en La Opinión de Murcia (27/11/2021)

El amigo Jesús Manuel García Gómez es entrevistado en La Opinión de Murcia acerca de sus tebeos de Megacuarenteno y Limnocier. Lectura obligatoria.

lunes, 27 de diciembre de 2021

Los papeles. Primera temporada.

Siguiendo la estela de mis errores, no leí lo suficiente sobre el asunto Gürtel, sobre Bárcenas, sobre la moción de censura. La política, cansa. A veces, aburre. Mucho. Pero hay que estudiar, escuchar, leer todo lo que llega a tus retinas sobre aquel asunto que llevó al PP a la oposición. El hombre de la camisa verde me decía que del GAL no sabíamos ni el 1%. Demasiado me parece. O demasiado poco. Vaya usted a cuantificar. El podcast de El País titulado Los papeles es una buena síntesis de aquella sucesión de noticias, de aquel maremoto, de un escándalo de los que no se olvidan. Los cinco capítulos de Los papeles, más el capítulo extra de la entrevista a Jorge Trías, sirven para recordar (y actualizar) teorías de la conspiración que salen en los periódicos y que luego acaban en juzgados. Siempre ha habido silencios sobre la verdadera historia que llevó a Rajoy a no dimitir y que no se hubieran convocado elecciones y permitir que la moción de censura saliera adelante. Aparecen nombres de los que a veces no nos acordamos, como el de Jorge Trías, Luis Fraga, el cura falso que aparece por la casa de Bárcenas, el chófer, las cloacas, los periodistas de El País, Correa y otra serie de nombres que aparecen con iniciales. Iniciales. Los papeles es una historia no solo de cajas opacas, es la historia de avaricias e intereses, de mítines que hay que financiar y para los que hace falta dinero, de ayudas a personas que sufrieron atentados y no tenían efectivo. Quizás se mezclan muchos asuntos en Los papeles, pero esa contabilidad, fotocopiada o no, no debe ser olvidada, debe ser publicitada siempre. Repite mucho Pedro Jota, o repetía, que ya no lo leo, que el periodismo es política sin responsabilidad. O algo más. Si es responsabilidad saber sobre pagos que no se justificaban de la forma adecuada. ¿Y tanto creció el asunto? Pero Los papeles es también una historia de traiciones y de falsas amistades. Dice Trías que en política no hay amigos, que hay intereses. Un saco de mierda tan grande es imposible que no explote, dicen los que trabajan en los vertederos. La política, como casi todos las mentiras, no huele a colonia de rosas. Quizás debería resumirse de otra manera, pero Los papeles es una obra notable para un pasado que todavía tiene repercusiones en el presente. Aunque yo sigo recordando a Quique González y lo mucho que me gustó B (la película de Bárcenas).

domingo, 26 de diciembre de 2021

Palomitas para todos

XRey. Primera temporada.

Somos tan chulos que nos creemos el ombligo del mundo. Sabemos más que nadie de todo. De casi todo. Te crees que tienes estudios, que te matriculaste de una o dos carreras, que has hecho varios masters, cinco doctorados, un capazo de efepés y conoces siete idiomas. Sigues siendo imbécil o gracioso, pero en varios idiomas y con varias carreras, y puedes hablar de ello en reuniones familiares, en discusiones de WhatsApp o en el bar leyendo en el Burrucha. Viva Cehegín. Con el Rey Juan Carlos, pasa igual: creemos que lo sabemos todo de él. O casi todo, tengas más o menos carreras, o tengas guardados 500 ejemplares de Hola o del Diez Minutos. XRey es un podcast que merece mucho la pena. Es una reconstrucción de un personaje, de sus cuitas y sus vicisitudes, de canciones y barcos de reuniones, de padres enfrentados a hijos y llantos que antes o después llegan. En estos ejercicios, hay que ser prudentes, pero como Lester Bangs en Casi famosos, “hay que ser honrado y despiado” (o inclemente). El ejercicio que hacen Toni Garrido y sus compañeros es serio, es de una documentación que ha llevado mucho tiempo, es muy cuidado, detallista y al que no le tiembla la mano, con entrevistas numerosas, variadas y que se completan entre ellas. Siempre caemos en tópicos de utilizar el verbo borbonear, o metemos (con o sin calzador) la palabra juancarlismo, o hablamos sin pensar de leyendas urbanas, semiurbanas o metropolitanas. XRey, pese a cierta duración de sus capítulos, no se hace largo como algún que otro podcast y los diez capítulos podrían ser más si fueran de la misma calidad. La primera temporada de XRey es un envidiable compendio de informaciones y opiniones, de comentarios y testimonios que cualquier persona, se dedique o no a la Historia de España, debe tener presente sin cicatrices ni desmemoria. Una excelente obra muy recomendable.

viernes, 24 de diciembre de 2021

El primer sexo (libro de Éric Zemmour)

No conocía la existencia de Éric Zemmour hasta noviembre de 2021. ¿En qué mundo vivimos? ¿Cómo no está todo lo que ha publicado este individuo traducido al castellano? Buenas preguntas aunque lo grave es la primera frase de este texto (para acabar entre la silla eléctrica y el potro de tortura). Dicen las crónicas políticas de los diarios que antes leía el personal que ÉZ ha adelantado a la hija del paracaidista en Argelia, que la extrema derecha lepeniana ha sido hamiltonizada por el zemmourismo, que tiene narices que un francoargelino judío se esté llevando el caladero de votos de la hijísima de Juan María. Sé que me ha quedado un comienzo de entrada ciertamente lubichsiano, al más puro estilo mariápolis (pero como dijo Koeman, es lo que hay). Sabemos que Francia es un experimento (las Francias, mejor dicho) y que Alberto Rivera no es Macron (suenan risas de fondo y latas de refresco son pisadas al unísono). Las Francias han sido las probetas cuyos residuos han servido de ejemplo, décadas después, al resto de la vieja Europa. O de lo que queda de Europa. La Europa tostada, que decía el hombre de la camisa verde mientras le pedían tabaco los negros que se llevaban los neumáticos usados del taller junto a su casa. Podía decir la Europa negra, pero decía tostada. Escribe Emilia Landaluce al principio del prólogo de El primer sexo que ÉZ ya se dio cuenta (utiliza otras palabras exactas, pero son adecuadas aquellas tres y las de esta frase también. Y habla EL de que EPS es un panfleto reivindicativo (y pone énfasis en que en las Francias no es algo despectivo el panfleto). Viva la reivindicación. También EL subraya en tricolor de las Galias que ÉZ es crítico con el multiculturalismo. Y es un tipo que va contracorriente. Y, a diferencia de otros, se posiciona (mejor dicho, se posicionó hace mucho tiempo contra la ideología de género, otra de las grandes mentiras de la contemporaneidad. Ya advierte EL hablando del hombre de las cavernas y del macho en el prólogo. Y apostilla EL en el prólogo que EPS ha sido etiquetado de “machopatriarcal” por los grupos feministas supremacistas. Casi nada. Cuando estoy en clase y digo la palabra “gente” advierto a mis alumnos que levanten la mano (o el aullido, dependiendo del viento de levante de ese día, de esa hora, de ese desembarco sin Normandía) y me recuerden que eso de gente no existe, que no es tangible, que la gente no se puede coger toda a la vez. Dice ÉZ que no se puede caer en las generalidades (y así es, y lo hacemos demasiado a menudo). ÉZ nos recuerda (otra vez) que el asunto (o trasunto) de las relaciones hombre-mujer son el centro de un universo que siempre está en todas partes (viva Trecet). Subraya ÉZ que al hombre de toda la vida se le ha quitado su forma de ser, sus palabras, sus gestos, su todo. Y el discurso lo ha cambiado todo (ahora lo llaman “relato” y está más manipulado que un puzle de dos tres piezas. Y siguiendo el rodillo (que a algunos nos ha pillado), sacamos la mujer que llevamos dentro (y así estoy yo, todo el día haciendo las tareas propias de mi sexo con mi amiga la lavadora, mi amigo el lavavajillas y no con mi amiga albañil, que en mis años de existencia no he conocido ninguna). Dice ÉZ que trabaja más como robapiedras (vulgo, arqueólogo [un beso con lengua para mis amigos robapiedras]) en vez de polemista. A mí si me gusta la polémica. Me gusta dejar las cosas claras en reuniones de trabajo y sesiones de evaluación, aunque eso me traiga problemas (muchos problemas). ¿Por qué estamos perseguidos los que seguimos ideales quijotescos? Escribe ÉZ sobre la extraordinaria fortuna de la palabra “machista”, sobre todo tras la etiqueta que le pusieron las feministas de los 60’s. Ahí, justo ahí, dice ÉZ que se ganó una “guerra lingüística” (esas que son tan importantes, como bien recuerda ÉZ). Y de ese “ahí”, al desastre: ya no son las mujeres las que tildan de machistas a los hombres, sino que son otros hombres. Viva la guerra lingüística. Aquí en España hace mucho tiempo que la mayoría de partidos políticos copiaron ese infecto modelo. Cita ÉZ a deportistas franceses (uno de ellos el gran Cantona, al que hay algunos que todavía no le perdonan la patada a un tipo que le insultó), y la repercusión que sus palabras y hechos han tenido en las Francias de hace unos años (este libro se publicó en 2006). Desde la perspectiva de ese año, hace un repaso a las modas que se imponían (y si habla de modas, se centra en el físico de las modelos impuesto, a su vez, por los modistos). Escribe sobre la Europa del este, la delgadez frente las curvas y esa eterna dicotomía. Y como la mayoría en aquellas fechas nos preguntábamos qué hacía Linda Evangelista con Barthez o la esposa de Karembeu con él. Era motivo de charla en recreos y cambios de clase. Y enfatiza ÉZ la labor que tuvieron las revistas de papel en su día en la creación de estos estereotipos y modas. Y pone el ejemplo ÉZ de los hombres peludos bebiendo birras ante una final de fútbol (o las Francias, de rugby) y ese ejemplo de brutalidad a perseguir por las hordas del buenrollismo y del azúcar en vinagre de manzana). Y me gusta eso (de lo que no tenía ni idea) de llamar fuera “bobo” al “pijo-progre”. Mete en el electorado bobo a los progres, a los tolerantes o los que defienden lo multicultural. Mete en la batidora del primer capítulo también el retrato de los centros urbanos, mezcla de esos bobos y de inmigrantes. ¿Por qué esta conjunción? Porque, según ÉZ, los inmigrantes sirven a los bobos, a bajo precio, que la bohemia siempre necesita chacha. Pone al mando de la cultura y la fiesta a esos bobos que controlan las influencias y el poder. ¿Este retrato de hace quince años es reconocible? Habría que contestar que es altamente reconocible. Y el famoso (y actual “no es no”) ÉZ ya lo resume con otras palabras, y dice ue lo que viene a socavar toda esta ideología de género es la cimentación cultural judeocristiana de hombre y mujer. Esa alianza entre feminismo y homosexualidad que lo controla todo y cuyo objetivo es la desnaturalización de los sexos. Así lo explica ÉZ: “El publicista no es un profeta; es el brazo armado de la ideología dominante”. El bofetón de la pandemia coronavírica nos ha recordado (por si a alguien se le había olvidado), que la industria es china y Occidente es, simplemente, un consumidor necesario, un eslabón perdido entre el adoctrinamiento y la servidumbre. Subraya ÉZ el consumismo de marca por el primer mundo, aunque sea un Oeste salvaje. Y en ese proceso de hacer al hombre una mujer (feminización) tiene un papel clave la benettonización del negocio (todo controlado por la publicidad y la propaganda). ¿Cómo traduce este galimatías ÉZ? Literalmente, lo hace así: “ La última pincelada de un proyecto auténticamente revolucionario de fabricación frankestiniana de un hombre sin raíces ni raza, sin fronteras ni país, sin sexo ni identidad. Un ciudadano del mundo mestizo y asexuado. Un hombre desarraigado”. Todo es cosmética, porque la cosmético es un negociazo. De los grandes. Y todo eso acaba llegando a los líderes políticos, y se produce la “parejización” de la política (siempre la mujer/esposa) del líder en primera línea. También recuerda a los sementales (dentro y fuera de la política), como fueron Giscard, Mitterrand y Chirac, y el modo en que los asuntos de pareja salen a la luz y pueden entorpecer la vida de un político (pone el ejemplo de Sarkozy). Y del primer político de las Francias al último francés, todo cambia, todo hombre es tiranizado por una mujer y se llegan a extremos que, hace años, eran inimaginables. También incide ÉZ en la química que llega a los jóvenes, la medicación para problemas de hiperactividad o anorexia de jóvenes, y resalta el autor cómo se ha copiado el modelo yanki de tratamiento (“cuando muere la autoridad del padre, siempre gana la química”). En el segundo capítulo se refiere a la sobreprotección que tiene la psicología en los últimos años (escribe sobre “un psicólogo que pontifica sin cesar”). Usa ÉZ una película de sobremesa cualquiera de sábado o domingo(da igual el país o la cadena generalista, da igual el país en el que estemos) y nos muestra las características de un telefilm en la que el hombre es retratado como alcohólico, drogadicto y putero. Y en este panorama, ahora lo dominan todo la esposa/mamá y el psicólogo que sustituye al sacerdote en el confesionario. Cambio de cromos y a rodar, a darle hilo a la cometa. Escribe ÉZ: “La modernidad bien pensante comparte las intuiciones de las beatas”. Y todo ello acaba en la transformación del hombre en mujer, un verdadero chiste ambulante, una gran mentira. Y, como en el primer capítulo, vuelve ÉZ a repetir una y otra vez el deseo principal del feminismo es acabar con todo lo que lleva implícito la tradición judeocristiana. Y para cercar el marco, pone el autor de la persecución a la prostitución y a los que hacen uso de ella, y pone el ejemplo de lugares gringos donde las autoridades publicitan los nombres de los que han sido pillados haciendo uso de ella. En el capítulo cuarto empieza ÉZ hablando de la paternidad y de una serie de cambios, como la legalización del divorcio (vuelve a recordar la historia del heredero al reino de color azul y de las muchísimas mujeres que hay mal casadas). Recuerda, y eso es cierto, que la mayoría de divorciados se vuelve a casar, o quiere volver a casarse. Como el imaginario colectivo manda, muestra esa doble perspectiva o visión de la mujer que contrapone la pareja soñada a la pareja real. Es más, ÉZ dice que la pareja se vuelve diosa durante el matrimonio (vaya un negocio, que diría el otro). Subraya la diferencia entre sexos a la hora de afrontar la soledad, y el incremento de madres solteras que hay. Dice ÉZ que incluso en el cementerio, Don Juan sigue siendo vigilado. Con lupa. A continuación, sigue la reflexión con el asunto del aborto como conquista de las mujeres (contrapone los tres cuartos de millón de nacimientos a los doscientos mil abortos anuales). Números, estadísticas. Como decían los viejos profesores a la hora de hablar de números, no hay que pasarse con el champán con el estómago vacío. El problema demográfico acabará con lo que el autor llama “desaparición programada de los pueblos europeos”. Y para solucionar el problema, ÉZ arremete contra tecnócratas y progresistas que han visto a la inmigración como la única solución posible al descenso de la natalidad. Y como si de un hilo se tratará, el jersey se deshila con el asunto de la reagrupación familiar que permite la llegada de extranjeros al país de turno. ¿Es este análisis demasiado simple? No es simple, es complicado: es como el golf, lo más difícil del mundo para los que no somos deportistas extraordinarios. Y subraya ÉZ que este fenómeno acabó siendo una “inmigración de repoblación”. ¿De verdad está Occidente cansado de criar niños y ha recurrido a la inmigración como única salida posible? Y Europa ha sido preñada por el resto de continentes, pero el embarazo no siempre sale bien, a veces hay problemas y la comadrona se ha hecho mayor y chochea, y se le cae la baba en el paritorio mientras que la vieja Europa, abierta de patas entre Gibraltar y Estambul, se desangra sin solución. Y en la página 147, Le Pen, Sarkozy, Bush. Pero escribió ÉZ que no todo el personal era capaz, o podía votar a Le Pen. También se pregunta sobre sionismo y sobre las etiquetas del mismo. Y en cuanto a los árabes de Francia, también ilustra con palabras sus actitudes y posicionamientos, sus ropajes y sus comportamientos, y los cambios que ha sufrido con la desaparición de la autoridad del padre en la unidad familiar de los magrebíes. Recuerda la revuelta de los suburbios franceses de noviembre de 2005 (parece el Mesolítico, pero no lo es) y volviendo la vista más atrás en el calendario, se acuerda ÉZ de cuando con motivo de la crisis de 1974 se cuestionó si ante el aumento del paro habría que mandar a sus países de origen a los extranjeros sobrantes del mundo del empleo. Preguntas que no todo el mundo se hace en voz alta. En el quinto capítulo pone a la mujer en el centro del mismo, analizando su acceso a los trabajos que antes monopolizaban los hombres, con diferencias en épocas y por países (vaya usted a saber el uso exacto de las preposiciones). Dice ÉZ que “las mujeres son el ejército de reserva del capitalismo”. Ni más ni menos, aunque la diferencia de porcentaje de ingresos viene por la diferencia en los oficios, tampoco es la fórmula del agua en polvo. ¿Quién culpa a quién de sus fracasos? Este debate sigue siendo más viejo que Saturno. Lo que subraya el autor es la bajada de sueldos de los hombres para equipararlos a los de las mujeres. Y el final de la historia es la ruptura de la familia patriarcal, como recuerda ÉZ. Y la política se ha vendido a la moda, y en esa moda, como indica el autor, “los diputados se han transformado en asistentas sociales”. Y en ese proceso de feminización se produce la desvirilización. Al final, todo es una cuestión de poder, de controlar lo que no siempre podemos controlar. Y como en Juegos de guerra, “la única manera de ganar es no jugar”. Pero esto no es un juego. Un libro que invita a la reflexión.

miércoles, 22 de diciembre de 2021

Digo yo que por algo será...

No siempre funciona, pero casi siempre funciona. O no. Casi siempre es una buena idea escuchar a Los acusicas. Siempre señalar es de buena educación. Por algo tenemos el índice, que los tesoros nacionales están para usarlos.

martes, 21 de diciembre de 2021

Misa de medianoche. Primera temporada.

Empecé a ver Misa de medianoche (gran nombre para los que vamos a misa) sin saber nada de su primera temporada. Bueno, sin saber nada de la serie. Y empecé a leer los títulos de los episodios y decidí, únicamente por los títulos, seguir. Recuerdo cuando íbamos al videoclub y muchas veces te llevabas la cinta simplemente por la carátula. En esas estamos a mitad de los 40, ejerciendo la postadolescencia al más puro estilo yanki, cambiando rostros por títulos de capítulos (algo es algo). Y, desde mi desconocimiento sobre MDM (tiene casi nombre de droga), solo le puse un pego desde los primeros capítulos: los rostros avejentados de algunos actores eran reconocibles (el maquillaje hacía algo, pero algo intuía del motivo de no escogerlos mayores directamente). Quizás es defecto, o es que somos quisquillosos por naturaleza, es que somos folloneros por genética, es que somos vampiros sedientos de ficción, aunque para ellos busquemos algo que tiene nombres de libros bíblicos. Y aparecen palabras como renacimiento, penitencia, milagro, sacrificio, pecado. Pero al final, como casi siempre, todo mentira. ¿Es clasificable MDM? Yo no pasé miedo ni pavor, pero sí sentí inquietud por saber qué o quién estaba detrás de todo esto. Y a eso del tercer y cuarto capítulo, empiezas a completar piezas del puzle, empiezas a hacer las albóndigas con un poco de relleno, otra ración de sangre, los justos piñones (que están de caros como la luz), unas ramitas de perejil y el toque de Salvador Juan Bautista. Claro que sí. Deja desde el principio buenos argumentos sobre lo que esperamos de la iglesia, sobre lo que podemos exigir a un pastor, sobre lo que hacemos y queremos que se sepa y no se sepa (que tu mano derecha no sepa lo que hace tu mano izquierda). Viva San Mateo. Quizás vaya el asunto lento, con capítulos largos, pero es que todos tienen algo que contar: la niña paralítica, que va en silla de ruedas, el hijo pródigo que vuelve a casa, la oveja descarriada, el buen pastor, la que va de santa pero no lo es tanto, la beata que todo lo cubre, el padre que tiene dudas, la madre que todo lo perdona. Podríamos seguir con personajes bíblicos de una isla olvidada de la mano de Dios, de gente pescadora de hombre y de vicios, de profesiones complejas y soledad taciturna. Y en mitad de ese cuadro, lo extraordinario y las dudas, las herejías y un islámico con dudas sobre los milagros (¿quién entiende una salvación milagrosa y no un cáncer de páncreas de alguien de los tuyos?). Y quizás, en la duda razonable, este la virtud (que no falte la virtud, nunca) de MDM. Remover tripas, pero también llegar a las entrañas, a las preguntas incómodas, al dolor propio, pero viendo sufrimiento ajeno, al enojo personal pero viendo el chorro de sangre del vecino. MDM puede ser terapéutica, puede dar respuestas a unas preguntas que nos hacemos y no encontramos respuestas (pero si lo hacemos con sustitutos, ya sea de serie B o con edulcorantes con los que creemos encontrar una felicidad más falsa que una inflación beneficiosa). Dudas y quebrantos, que siempre habrá más puntos suspensivos en nuestra vida, en nuestra existencia navideña de sonrisa falsa al más puro estilo acusica. “Me faltan nueve de los diez mandamientos”, canta Ángel Stanich en Escupe fuego. ¿Podríamos elegir los mandamientos? Debemos. Yo lo hago. Está claro que todos lo hacemos. Eso de resumir en dos, difícil, por mucho que alguien tras una sotana o una casulla insista en ello. No podemos esquematizar algo tan complejo de digerir, algo tan complicado de subrayar con boli rojo. O fluorescente infernal. “Al loro, que no estamos mal”, nos contó un día Laporta. Ahora habría que recuperar esa frase para tantas cosas a fecha de diciembre de 2021, ahora que Nochebuena es imposible de celebrar en familia, pero si puedes ir al mitin de tu partido político favorito con 2000 fans más. Mentira tras mentira, vayas o no a esta MDM. Pero al final, pese a ese intento de hacernos creer que en la verdadera fe está la salvación, en la fe individual (aquí disfrazada de islam, con alusiones a un 11-S del que todos nos acordamos), la conclusión de MDM es que todos somos ovejas descarriadas, que la milonga del buen pastor es un chiste y que no hay más que mentira en nuestras vidas. En la mentira, quizás, esté la salvación.

miércoles, 15 de diciembre de 2021

Los profesionales

No había visto Los profesionales pero había escuchado distintos fragmentos en el Videodrome de Gregorio Parra en Radio3. Fragmentos que los recuerdas casi al dedillo cuando los ves por primera vez, escuchados mil veces y reescuchados otros cientos de ocasiones: “La revolución no es una diosa sino una mujerzuela, nunca ha sido pura, ni virtuosa, ni perfecta. Así que huimos y encontramos otro amor, otra causa, pero sólo son asuntos mezquinos, lujuria pero no amor, pasión pero sin compasión, y sin un amor, sin una causa, no somos nada. Nos quedamos porque tenemos fe, nos marchamos porque nos desengañamos. Volvemos porque nos sentimos perdidos. Morimos porque es inevitable...”. ¿Qué sabemos de la Revolución Mejicana? Aunque la pregunta, realmente, debe ser: ¿Qué sabemos de cualquier revolución? Aquí, precisamente, nos metemos en 1917, con 4 individuos nada recomendables en busca de una buena causa (en teoría) como es la vuelta de una esposa al redil del marido. Pero nada es lo que parece en Los profesionales, como nada es lo que parece en la revolución: “¿La revolución?... Cuando el tiroteo termina, los muertos se entierran, y los políticos entran en acción. Y el resultado es siempre igual, una causa perdida”. No sé si me explicaron algo en la facultad de la revolución mejicana. No me acuerdo. Pero siempre nos hacemos una idea preconcebida, metemos la palabra “ideales” en cualquier frase y le damos hilo a la frontera, al tren, a la máquina de vapor, a las flechas que inventaron los hombres del Paleolíticos (nada de los indios, por favor) y quedamos bien. Somos cool. Guays, al más puro estilo listillo y socialmente no retrasada (vulgo, pijo) indomable Will Hunting. A veces perdemos el tiempo viendo mamarrachas, escuchando mamarrachadas, haciendo el mamarracho. Y resulta que no hemos visto Los profesionales, y que hemos perdido ocasiones que, casi nunca, se pueden recuperar. O sí. Pero todo sigue siendo mentira.

Los policías (Ha-Shotrim). Primera temporada

Después de Fauda, creemos que todo es lucha entre palestinos e israelíes, pero nos olvidamos de las guerras intestinas en el país del pueblo elegido (el hombre de la camisa verde decía que era el pueblo señalado). Los policías (>Ha-Shotrim) nos lleva a la diatriba de posicionarnos en una posible guerra sucia contra la mafia, contra los malos, contra los que nos llevan por el mal camino. ¿Nos vale todo contra los que nos llevan a un camino de corrupción? ¿Es posible escupir a la cara para terminar con lo peor? Aquí tuvimos nuestra dosis de GAL (parece que nos hemos olvidado de ello, con la chapuza a cuestas), pero en todos lados cuecen habas (vivan los michirones). Al igual que en Fauda, también Ha-Shotrim nos lleva al drama de los daños colaterales: esposas de policías, madres de policías, hijos de policías, novios de hijas de policías que sufren las consecuencias de esta guerra sucia, de esta lucha que se sale de cauces legales para acabar con del lado oscuro. ¿Cuál es el límite final? ¿Hasta dónde podemos llegar? ¿Qué línea es la última que no debemos traspasar? Demasiados capítulos para una buena historia que no termina de materializarse bien: el infierno sigue lleno de buenas intenciones.

martes, 14 de diciembre de 2021

Periodismo

El poder del perro

Otra película de Judas. De varios Judas. No están en Tierra Santa, están en Montana, allá por los años 20’s del XX. Un planazo ir allí, con terneros, caballos, arena, alcohol, santos que son demonios y demonios que no se las ven venir. Y no se puede ir de bueno por la vida, que te acaban tomando por gilipollas. Por imbécil. Nada es real (para varia) en El poder del perro. Todo mentira. Nada como sacar de la miseria al personal para que se vuelvan más avariciosos, más codiciosos. Todo para mí, que hasta que no se busque un heredero siempre sobran parientes. Siempre. No hacían falta dos horas para contar esta historia, pero hay que rellenar el asunto, que todo cuenta en el corazón de la ene roja. O casi todo. Y si Jane Campion necesita sacar el pianito, y las revistas, y el bañito de turno, se graba lo que haga falta en las antípodas. Otra mentira. Y de las largas.

lunes, 13 de diciembre de 2021

Succession. Tercera temporada.

“No quiero tener termitas en los puñeteros cimientos”. Revoluciones napoleónicas en imperios mediáticos. ¿Cómo pensar en el inicio de la tercera temporada de Succession? Huesos, harina, matas de habichuelas y llamadas de teléfono padre/hijo. “Todo es un riesgo si no hay huevos”. Siempre hay que tener una frase presente, como decía el hombre de la camisa verde: “Nunca hay que decir lo siento”. Miradas y cuellos y gestos y jaleos varios. “Nos vamos, que nos estamos eternizando”. ¿Cuánto tarda uno en eternizarse? Batallas familiares aunque no tengamos infarto para empezar pero si helicópteros. ¿Qué sería de una serie de televisión actual sin teléfonos móviles? ¿Podríamos imaginarla? Plan A, Plan B, pasito adelante, pasito atrás, cambio de cromos, barniz en la fachada: mentira sobre mentira. “Si aún tienes las manos limpias es porque en tu casa de putas también hacen la manicura”. Mentiras y más mentiras, como “el puré caducado”. Del jamón york no hablamos, que eso no es jamón. Libros sobre aviones y decisiones, y “que broten las 100 flores”. O un millón. Viva Bosnia. “¿No te marcarás un Judas?”. Viva el miedo, vivan las corbatas largas, vivan las patillas mal afeitadas, vivan las preguntas que se dicen en familia: “¿Crees que te has atado la chorra a un tren en marcha?”. Salas, jarras de agua, ascensores que traen al caballo sin Helena, marionetas y fraternas puñaladas en familia. Está bien eso de “meter un millón de arañas venenosas en la uretra”. En esta historia de la dinastía Julio-Claudia contemporánea, de pavos reales e hijoputas, no hay nadie bueno. No se salva nadie, ni la ensalada de los platos, ni las putas hojas de lechuga. Pero los padres prefieren lechuga, y los díscolos, hinojo. ¿Qué pijo es el hinojo? También subraya la tercera temporada de Succession ese feminismo tan de ahora, de valer doble por el hecho de ser mujer, marioneta sobre marioneta y tiro porque me toca. Todo mentira hasta la caja de pino, hasta el acuerdo prenupcial, hasta el abrazo paternofilial. De tuit a tuit y tiro porque me toca. Pero por primera vez desde el inicio de Succession, hay un bajón en el nivel de los capítulos (demasiado) sobre todo entre el tercer y el octavo capítulo para, de golpe, en el noveno, volver a Shakespeare, volver al drama y a las puñaladas, al llanto y a la muerte asistida (aunque no siempre se produce), a la traición y a los Judas: Judas en el matrimonio, en la fraternidad, en la cornamenta, en un sí que quiere decir quizás, un quizás que significa y un no, que siguiendo a Don Manuel Alcántara, te evita ser un buen diplomático. En Succession no vale la diplomacia, no vale el miedo porque el ogro siempre gana. No vale ir de guay en tu cumpleaños, no vale mandar fotitos, no vale aspirar a la plata olímpica porque luego ni ganas diploma y acabas, como Roman, “eyaculando polvo”.

Otra matanza que no hay que olvidar

Citamos Badajoz, citamos Cabra, citamos tantas matanzas que algunas se nos olvidan, o hacemos que se nos olviden, o queremos que se nos olviden. Y no se pueden olvidar. A veces, algo sencillo, como este pequeño testimonio sobre las matanzas de Paracuellos del Jarama, están bien para recordar hechos históricos que no debemos olvidar de ninguna de las maneras.

Ciencia y guerra

"Y, además, los prestigios de las carreras universitarias y de investigación están, en Europa, socialmente desprestigiados, muertos. Para conseguir el primer contrato hay que haber hecho una carrera de cuatro o cinco años, una tesis doctoral, un máster, haber vivido como un bohemio dos años en el extranjero para aprender dos lenguas... Total, para ganar, con 30 años cumplidos, 2.000 euros. Lo que tarda el vendedor de pisos en decir: el salón". José Perona, Ciencia y guerra (20 de abril de 2003)

Servant. Segunda temporada.

Un peldaño (de madera podrida hecha astillas) baja en estimación la segunda temporada de Servant. A pesar de ello, mantiene la intriga y el suspense a lo largo de sus largos pasillos, a lo largo del barro del sótano, con la iluminación de las viejas luces del trastero que sirve de habitación. Y no es fácil seguir con una historia que engancha, con su tiempo medido en cada capítulo, con los gritos y el subidón musical, cambiando la lluvia de la primera temporada por la nieve (en todos los sentidos) de la segunda, con la misma pasión por el vino y metiendo al ganso, si hace falta, al horno. ¿Y por qué no es posible repetir este éxito (al menos en calidad) en la ingente cantidad de series que tenemos en la actualidad a nuestro alcance? Es una buena pregunta y no siempre de fácil respuesta. Habrá que esperar a enero para ver el inicio de la tercera temporada de Servant para zanjar la cuestión. Una gran serie.

sábado, 11 de diciembre de 2021

Neorrealismo virtual

"Un detalle les falta, para mi gusto, a las películas del nuevo cine realista: algunos de los obreros o sus mujeres deberían pertenecer a la secta de los lactoovovegetarianos. Y deberían usar papel reciclado. Para que el nuevo realismo fuera, definitivamente, virtual". José Perona, Neorrealismo virtual (17 de noviembre de 2002)

viernes, 10 de diciembre de 2021

Servant. Primera temporada.

Me cuesta el miedo. Creer en el miedo. Tener miedo en la ficción. También en la realidad. Y llevar eso al papel o a las 625, o al cine, e interpretarlo, más todavía (si fuera posible). Pues Servant, pese a mis reticencias, me ha enganchado en su primera temporada entre platos masterchéficos y golpes de cilicio, entre pelirrojos que comparten material genético y doctoras que no son doctoras, entre padres (casi) siempre ausentas y sectas que se comportan al son de las sectas (si hicieran lo contrario no serían sectas). El tiempo de verano (el del calor y el que cantaban The Sundays) necesita ventiladores y ventanas abiertas; la enfermedad mental, la locura, la enajenación, no tiene solución. Decía el concejal Bartolín (ya venido a menos, no sé sí llegaba a un 70% su peso corporal de cocaína, pero casi) que los dependientes no se reinsertan, que eso es imposible. Totalmente de acuerdo. ¿Qué nos lleva a ver lo que no vemos y a sentir lo que es imposible sentir? ¿Cómo podemos operar imágenes no reales y transformarlas en creíbles? ¿Cómo puede la cebolla convertirte la cebolla en magnate? ¿Cómo un gilipollas con ínfulas sale en la tele insultando a aspirantes a estrellas que cabalgan en caballo sin herraduras? Servant, aunque a veces va a rienda suelta y, a veces, a fuego lento de sopa de pescado casera, puede llegar a hacernos pensar diversas hipótesis sobre la misma anguila viva: todo es mentira, incluso la langosta (vivan las plagas bíblicas, vivan los bautizos de farsa, vivan las habitaciones impostadas, vivan los zanahorios que fingen ser unos tipos que no son. ¿Intentamos pasar un poco de miedo aunque no podamos creer en el miedo? Pues Servant lo consigue, desde el principio mostrándonos primeros planos de caretos desafiantes (paletos, que cantaba David Summers), coherencia que no pierde del episodio 1 al 10, salmo tras salmo, que hay que interponer algo entre primera y segunda lectura en la misa diaria de la villa del dolor existencial. Da gusto ver episodios de media horita, sin tener que parar el aparatito de televisión para hacer caso a la glándula prostática. Orgullo de lo que está bien hecho, debería poner al final de los créditos. Hacía tiempo que no veía algo tan redondo, algo que de verdad no se va por las ramas ni estira el clorofílico chicle de turno. No es original, ni falta que hace. Todavía hay esperanza: creo que, pese a mi edad, puedo empezar a tener miedo y no solo cuando es domingo por la noche y pienso en la primera clase con los alumnos de un lunes de mierda.

El club de los metafísicos

"Por su parte, el fundamentalismo europeo que pivota sobre el apaciguamiento exige ahora la vuelta a los principios. El comentario de textos europeo se reviste de creencias. Y haciendo caso omiso de la historiografía, obviando la historia, los nuevos profetas europeos nos cuentan ahora que esta guerra se basa en motivaciones económicas. Aducen los ateos europeos, incluso los agnósticos, versículos bíblicos contra la guerra. Hasta los pueblos europeos sometidos durante setenta años a la delicuencia comunista alzan su voz altiva para denunciar el marxismo ideológico que se esconde bajo el pragmatismo petrolero". José Perona, El club de los metafísicos (2 de febrero de 2003)

jueves, 9 de diciembre de 2021

Las flores cierran en invierno

Etiquetar los textos que engloban Las flores cierran en invierno es un ejercicio difícil pero que enriquece (lo mismo que ocurre con cualquier cosa que firme o en la que colabore Federico Volpini). Historias de cerebros de faraones y de señores medievales que en Valencia hacían de las suyas, de certezas a medias y de la vida inanimada de los electrodomésticos. Eso, para empezar. Y, como siempre, FV deja sus pildoritas para reflexionar. En Festín, comienza de la siguiente manera: “La sangre derramada es siempre sangre virgen. Y emborracha”. El proceso neuronal y la desaparición de un número concreto nos lleva a un mundo distinto del que vivimos, como si nuestro retrato (falso, verdadero, insípido, necio) nos convirtiera en presidentes o en mendigos, en flor de cactus o en oso adorado en el Medievo. En Tiempo, metido a Marc Bloch, nos dice lo siguiente: “No parece que el tiempo pueda tener consciencia de sí mismo: ubicuo como es, omnipresente, eterno, multiforme y todopoderoso, ¿de qué le sirve al tiempo, cuando el tiempo carece de deseos?”. Más preguntas que nos deja FV en el sendero de nuestra ignorancia: ¿Cómo plantear la muerte de la muerte? ¿Es posible? En Saturación escribe FV que “en la virtud está la esencia de la felicidad”. Y, como en unos viejos libros, nos lleva a tierras cuyas fronteras a veces son difusas: “Se afirma en Anatolia que en el Juicio Final a los borrachos se les ahogará en vino y que a los tibios se les permitirá que lo contemplen”. Adán, Eva, manzanas, y más vino, cajas y más cajas. Lobos y fantasmas de la creación. Juega FV con los elementos que perturbaban la Einstein y a los geniecillos de bata blanca, a los que acumulan dolencias y paranoias. Derrotas que, durante horas, por pura ignorancia parecen victoria. En Desilusión hace despertar a aquellos que se mueren por poder poner selfies de sus correrías: “Cualquier viaje carece de sentido”. En El arte de la guerra, como si de una crisis financiera se tratara, nos relata la lucha sin cuartel y los intereses cruzados: la mentira sobre la mentira. Como un politólogo sin carrera (que lo somos todos), FV se pregunta: “¿Es el mono el eslabón perdido entre el hombre y el presidente del gobierno?”. Atavismo es un cuento para pensar, siempre y cuando no estés operado de apendicitis o de las muelas del juicio. En Fiesta aldeana asegura que “la sangre del duende fertiliza las tierras”. Del duende dice, que no del alumno. Para empezar En el principio, FV pone a un hombre a meditar: “Pensaba que es difícil pensar; que la meditación no lleva a nada, a menos que uno se desplace con ella; que solo la experiencia de lo externo te acerca a la verdad que es, a pesar de todo, inabarcable”. En Diferencias, FV asegurara que “olvidar es como un bálsamo sobre la piel herida de nuestros sentimientos”. Después Volpini nos recuerda la desdicha de Mahoma. Lo de los puntos cardinales me lo guardo para mi 1º de ESO. No está mal tampoco creer en las tradiciones, aunque para José Perona fueran tradiciones envejecidas. En el siguiente apunte tengo recurrir al diccionario de la RAE para definir el derviche: entre los musulmanes, especie de monje. Toca rezar, volver(se) asceta, encontrar la lucidez al alba, al mediodía y cuando haga falta. Siempre asimilamos silencio (o casi siempre), pero no siempre castidad, pero FV le pone la etiqueta de danzantes a los derviches en cuestión. En Leyenda nos preguntamos por flores y por entrepiernas, por secretos que llevan a secretos y verdades que nos da miedo asimilar. En el resto, finales largos en comparación con el preludio, saboreamos la gloria de batallas y viajes que nos podía contar un profesor de Medieval. O de Arqueología. O de cualquier ciencia historiográfica, en la que el de bata blanca nos diría que los labriegos corrían y volvían a correr, espada en mano, cantar de gesta de un futuro que siempre era próximo. En Cuentos irlandeses, hay dos palomos que van tras la misma tórtola (o eso creemos nosotros), hasta que se antipodizan (amén). En Samuel, volamos hacia un siglo XI inglés, cuando empiezan a confundirse reyes normandos y británicos, preludios de guerras que posteriormente protagonizaron doncellas y fuegos eternos, aunque aparecen en el mismo texto la palabra judío y Navidad (amén al cuadrado). En Jerusalén compartido (amén, amén, amén), nos adentramos en cruzadas del Temple (nada pone del Santo Sepulcro ni del Hospital), pero no solo en Tierra Santa: las preguntas llegan a otras ciudades santas… y menos santas. En Hablando de suplicios se llega a la valentía de pensar en la diversión de los dioses del panteón. Bendita valentía y bendita lectura la de Las flores cierran en invierno. Coda: A veces idealizamos lo que ocurrió en épocas pasadas, o fabulamos en exceso pero no ponemos en valor lo suficiente lo que cuesta esa recreación, sea por escrito o en imágenes, sea utilizado para versionar el fin de los días o el principio de un cisma. O tal vez, no.

Anna. Primera temporada.

¿De qué tiene miedo Dios? ¿De una serpiente en una nave abandonada? ¿Saltar de una iglesia olvidada a medio construir? ¿De una persecución de niños pintados de azul y blanco? Salir, cruzar trapos, aires venenosos, aire que no sabes que contiene en época de pesadillas como la actual no nos viene mal un cuento como Anna. Contagios, frontera, Palermo no es Roma. Máquinas de coser. Cuentos de 2015 que nos estallan en la cara como melones que caen desde un décimo piso y asusta hasta los helechos. Ventanas que se hacen cuadros. Bélgica no es Roma, faltaría más. Complot, vacuna. Todos al campo. ¿Trabajar si no hay futuro? El Cristo y la urna, el poder y la reja, la iglesia dormida. El hombre de la camisa verde me decía que cuando se murieran los viejos me iba a quedar solo en la iglesia. No se murieron todos pero las iglesias se vaciaron durante un tiempo y los curas hacían las misas en la intimidad de la soledad. Nada como Cenicientas en etapas de locura e hinchazón. Déjese querer por una epidemia; volvamos al Paleolítico, inventemos el fuego, escupamos en nuestro propio apocalipsis. Fábulas, que no hay tocino para todos, que no hay mañana sin profanación. No hay rezos sin catarsis, no hay milagro sin expiación. ¿O era al revés? Hace pensar Anna en el legado de los arquitectos. Pregunta número uno que se hacen los niños y los jovencitos en Anna: ¿Quedarán adultos vivos? ¿Cuál es el límite? Caballos, esqueletos y mermelada. La etiqueta de los envases, el olfato desarrollado, la nueva Revolución Industrial del vapor de las epidemias. Y niños que descubren no estar bien, y dejar frases que hemos escuchados a los enfermos toda la vida: “Esto es lo peor de la enfermedad: no tener hambre”. Persecuciones, ejércitos de niños, bautismos tintóreos, entierros en atún, ejercicios masterchéficos de salto. Dictaduras a pequeña escala. Y si hay que recordar la presentación de los Bulls de Jordan (con su musiquilla), se imita, o se crea una danza y un vestido de novia y lo que haga falta. Brazos ausentes y tormentas en un partido en mitad del escombro. Vivan los sastres, sean o no hermafroditas. Habría que preguntar al ministerio igualitario si el asesinato de una mujer a manos de algo que no es hombre o mujer (o los dos géneros a la vez) es violencia machista. Preguntas que deja Anna. La basura, las gaviotas, los lavabos acumulados, los perros comiendo carne humana, los colchones olvidados, las fuentes muertas. De todo nos muestra Anna. Y nada como Las meninas para ilustras la muerte de la madre con el hijo, el alma luminosa que se escapa entre lirios. Y si el volcán no va a buscarte, búscalo. Rápidamente. Y si la península está en el horizonte, a por ella. Todo eso y mucho más es Anna.

miércoles, 8 de diciembre de 2021

The Americans. Sexta temporada.

¿Quién podría imaginar un Pizza Hut en la Plaza Roja en octubre de 1987? ¿Quién podría imaginar que Gorbachov aguantaría lo que aguantó sin ser asesinado ¿Glasnot? ¿Perestroika? ¿Qué crucigrama es el que toca este mes? La última temporada de The Americans es la del desgaste: matrimonial, el de la CCCP, el de la agencia de viajes, el de las doctrinas paternas, el del colegio guay, el del sueño capitalista, el de todas las mentiras del comunismo. ¿De verdad que vale la pena luchar para luego acabar así? ¿Hay alguna verdad en nuestra existencia? Siempre volvemos al lugar del jaleo, al de aquella jarana que no nos quitamos de la cabeza, a aquel postre que degustamos y que no podemos retomar por el colesterol y el azúcar. Volver para el entierro, para la caja de pino, para el finiquito existencial, para bajar la persiana de un negocio que no sostiene. ¿Somos más del desembarco de Normandía o de Stalingrado? ¿De verdad que tenemos que tragarnos sapos una y otra vez? Aquí no recordamos Paracuellos, que luego siempre hay más de uno que se molesta. ¿Es posible mejorar el final? Siempre. O casi siempre. ¿Podría ser peor? Por supuesto. ¿Dónde encontrar el equilibrio monsalviano? Difícil, muy difícil. Destacable en esta sexta temporada el uso de la música, el tono que late por el que se ve que todo se va al traste desde el principio, detalle tras detalle, cura ortodoxo y sospecha continua, duda razonable y huida hacia Chicago (o hacia Houston, que podemos elegir frío o calor, viva la mentira). ¿Manifiestamente mejorable en sus finales momentos? Quizás se pueda robar el alma, robar el aliento, robar la caja diabólica que susurramos por las noches, pero depende del rasero de la comparación. O de la antítesis, de la falsedad de un régimen que tenía más enemigos interiores que exteriores, de un gigante con tobillos de madera que se hicieron astillas demasiado tarde. Pero siempre nos queda Yeltsin y los teletipos de prensa que anunciaban, cuando llegaba a cualquier país del mundo, que se retrasaba su bajada del avión, porque iba demasiado borracho. Decía el hombre de la camisa verde que para que cayera la Unión Soviética y llegaran Yeltsin y Putin mejor que no hubiera ocurrido nada. Dejemos la historia ficción para más tarde, para el próximo apocalipsis, para la próxima parada en un McDonald’s antes de subir a un tren. Y los finales mejorables, en otra ocasión. Lástima.

Otras limpiezas étnicas

"Deberíamos, pues, podar la biblioteca. Aristóteles sería eliminado por ser asesor del dictador Alejandro. Platón, por haber querido instaurar varias dictaduras. Sénecea, por maestro de Nerón. Voltaire, por traficante de armas con Prusia. Si siguiéramos la teoría puritana de Lutero, toda la Roma del Papa Julio II debiera ser arrasada. Y el Monasterio del Escorial. Velázquerz debería ser descolgado del museo del Prado porque era aposentador real de reyes corrompidos. Molière escribía para monarquías totalitarias. Uno de los Strauss dirigió para Hitler. Durante el siglo pasado se consiguió la separación entre gran creación y la buena conciencia. Ahora retornan los dicterios. Se suman a ello las manumitidas señas de identidad y las obras completas de Georges Dobleuve Bush. Y, claro, los telepredicadores. En una palabra, la censura. Censura política y ciudadana. Como si el gran arte europeo y mundial tuviera que ver con el circo. Pero yo espero que haya siempre alguien, como Catulo, que no olvide escribir versos. Aunque sea en los váteres". José Perona, Otras limpiezas étnicas (12 de mayo de 2003).

domingo, 5 de diciembre de 2021

La casa de papel. Quinta parte (segunda mitad).

Hemos leído, hemos visto, hemos escuchado en los sermones de la Iglesia una y mil veces sobre el séptimo mandamiento. A mis alumnos de 1º de Bachillerato, con esos estándares tan magníficos (escasos, sobre todo) les mandaba escuchar el Videodrome de Gregorio Parra, donde se resumía muy bien la última de las grandes crisis económicas. Precisamente en clase, cuando me han preguntado sobre La casa de papel, me sale la vena bíblica, la vena religiosa, la vena católica que tan dentro de la cocotera llevamos. ¿Por qué utilizar la metáfora? Pues porque la entienden. Los jóvenes han entendido bien (demasiado bien) la cebolla del robo y han creado una serie de dioses con nombre de ciudades que no saben situar en un mapa político. Y con esa comparación, lo entienden aún mejor: el Catolicismo ha multiplicado por miles los dioses a los que adorar con un innumerable séquito de mártires, santos, apóstoles de primer y segundo orden, kikos varios y demás santuario. Y nuestros jovencitos, con su panteón de mono rojo y careta daliniana han montado su belén particular, ya que desde pequeñitos han tenido más de un buey en sus clases. Lo que no debería ser exaltado es el robo por el robo, la casquería por la casquería, el asesinato familiar bíblico llevado hasta extremos en el Banco de España. Hágase querer por un ladrón, podría titularse en algorístico estribillo mientras cantamos a las villas desconocidas que no sabemos situar ni con Google Maps. Y del final sin pies ni cabeza, otro día hablaremos.

La lucha de las lenguas en Cataluña

"Los partidos PSOE y PP han traicionado consecutivamente a los dos millones de personas que, nacidas fuera, trabajan en Cataluña y viven una ciudadanía de segundo orden. La cabeza del Bautista Vidal-Quadras, ofrendada por la Salomé José María Aznar al tetrarca Jordi Herodes, es el penúltimo fruto del apaciguamiento de España al Padrino, a quien la dimisión de José Borrell le ha debido saber a glorio, como a los Obiols, los Maragall y los Raventós". José Perona, La lucha de las lenguas en Cataluña (19 de mayo de 1999)

jueves, 2 de diciembre de 2021

El último duelo

El hombre considera que todo es suyo, incluidos otros hombres. La Edad Media, con sus andamios de madera, no solo los hombres. Me gusta el retrato que hace El último duelo del marco feudal, aunque no sé si creerme la mitad. O cuarto y mitad. Me gusta ese cuadro de juramentos de fidelidad y peleas por una dote antes de celebrar una boda, el valor de las yeguas y de las palabras, de los gestos y de la sonrisa real, la cobardía en el enfrentamiento bélico y la milonga de cobrar las rentas. El problema, aparte del tiempo para los que están en lucha con su próstata, es esa triple visión de la historia (creía que estaba en junio de 2002 viendo en casa de mi hermano Corre, Lola, Corre) antes de la resolución final. Y como todo es propiedad (es decir, mío) desde que soy pequeño, siempre creemos que todo es nuestro, incluida la verdad. Me ha gustado El duelo final, aunque también me hubiera gustado una hoguera final o una redención con lágrimas de cualquier índole. El último duelo invita a posicionarse con uno de los tres protagonistas, en creer o no creer, porque no todo vale en una confesión o en una confidencia. Ahora, entre colores morados que lo inundan todo, ya sea noviembre o marzo, todo es mentira A finales del siglo XIV, también era todo mentira pero, de vez en cuando, podías retar y ser retado y ejercer la espada. Pero a veces, posicionarse es esperar un error, y matrixiados todos, esta historia la hemos visto repetido, como a ese gato que creemos que es la oveja Dolly clonada. Y sí, yo siempre voy como santiabadista que soy, con el que pierde. Siempre con el que pierde.

Los idus de marzo

"Quienes, escasos, epígonos griegos y romanos, militamos en una interpretación circular de la historia, estamos confirmando esa mirada a medida que se acercan los idus de marzo. Vuelve la historia para explicar el mundo. Desde Tucídides a Arnold Toynbee. Me gusta. Me gusta como espectador esa forma de releer la historia. Vuelven los narradores clásicos de los imperios romano y chino para reescribir el sueño del imperio usanita". José Perona, Los idus de marzo (2 de marzo de 2003)

miércoles, 1 de diciembre de 2021

The Americans. Quinta temporada.

La quinta temporada de The Americans va de preguntas que quedan sin respuesta: ¿continuar o seguir? ¿Asesinar o perdonar la via? ¿Vaciar el armario o mandar a alguien a Argentina? ¿Japón está lejos o cerca? ¿Es todo mentira en nuestra vida o únicamente el 100%? ¿Podemos cambiar la vida de los demás o simplemente maduramos hasta la putrefacción? ¿Es posible el exilio o nos conformamos con el destierro interior? No es fácil estirar el chicle cuando hay interludios, cuando las pausas y las renuncias son etapas que cumplir, silencios que cubrir, espacios que modelar, instancias que dejar en blanco. Cambiar no supone siempre evolucionar, porque muchas veces nos acangrejamos, nos volvemos reacios y marchamos a una huida antimaoísta, una marcha hacia atrás porque el derrumbe se ve que, antes o después, llegará. Y siempre llega.

Grace. Primera temporada.

Grace, con la apariencia de la novedad, surge de la idea clásica de serie policial. Sin grandes estridencias pero con efecto imaginativo: oscuridad, gritos, trenes, ruido, caos. De todo un poco. Pero lo poco y bueno, mucho mejor. Médium, desapariciones propias y ajenas, estigmas del pasado, prensa que jode la marrana, turbios momentos del pasado que no siempre pueden desembocar bien. Y secretos. Muchos secretos. Grace esconde secretos que cuando salen a la luz provocan destellos pero también pesadillas, disgustos y pesambres, dolor y quebranto para aliviar otros infiernos interiores que llevamos siempre con nosotros.