jueves, 2 de diciembre de 2021

El último duelo

El hombre considera que todo es suyo, incluidos otros hombres. La Edad Media, con sus andamios de madera, no solo los hombres. Me gusta el retrato que hace El último duelo del marco feudal, aunque no sé si creerme la mitad. O cuarto y mitad. Me gusta ese cuadro de juramentos de fidelidad y peleas por una dote antes de celebrar una boda, el valor de las yeguas y de las palabras, de los gestos y de la sonrisa real, la cobardía en el enfrentamiento bélico y la milonga de cobrar las rentas. El problema, aparte del tiempo para los que están en lucha con su próstata, es esa triple visión de la historia (creía que estaba en junio de 2002 viendo en casa de mi hermano Corre, Lola, Corre) antes de la resolución final. Y como todo es propiedad (es decir, mío) desde que soy pequeño, siempre creemos que todo es nuestro, incluida la verdad. Me ha gustado El duelo final, aunque también me hubiera gustado una hoguera final o una redención con lágrimas de cualquier índole. El último duelo invita a posicionarse con uno de los tres protagonistas, en creer o no creer, porque no todo vale en una confesión o en una confidencia. Ahora, entre colores morados que lo inundan todo, ya sea noviembre o marzo, todo es mentira A finales del siglo XIV, también era todo mentira pero, de vez en cuando, podías retar y ser retado y ejercer la espada. Pero a veces, posicionarse es esperar un error, y matrixiados todos, esta historia la hemos visto repetido, como a ese gato que creemos que es la oveja Dolly clonada. Y sí, yo siempre voy como santiabadista que soy, con el que pierde. Siempre con el que pierde.

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