miércoles, 5 de mayo de 2021

Line of Duty. Sexta temporada.

“España es un señuelo”. Un jodido señuelo. Podríamos estar hablando de Sánchez y Ayuso, de la marcha eclesial al estrellato televisivo o la desaparición naranja de las instituciones. Pero en la sexta de Line of Duty, como en las anteriores, se trata de ir a la raíz de la corrupción institucionalizada. ¿Es posible? ¿Se puede luchar contra las cloacas? No se puede ganar a la corrupción institucionalizada porque, en teoría, no existe oficialmente. Nada. Ni una palabra. No existe. Y siempre hay un actor principal (que no vemos, o que creemos que vemos y no es), unos actores secundarios y un tipo que mueve los hilos. “La mano que mece la cuna es la mano que domina el mundo”, decía aquella película. Y desde las altas instancias, hasta las más bajas, el Principio de Peter se manifiesta en todos los mandamases. ¿Se puede decir mandamases en el siglo XXI pandémico? Supongo, no lo sé. Mete también la sexta temporada delitos informáticos, direcciones IP, robos, asaltos en traslados, visitas inesperadas durante la noche, compañía y soledad y tratamientos y muchos asuntos más. ¿Nos imaginamos una pregunta en un interrogatorio sin un “sin comentarios”? ¿Nos imaginamos alguna conversación sin su “Jesús, María y José” o sin su “Madre de Dios”? A lo mejor no, pero algunos utilizamos aquello de Bendito sea el dulcísimo nombre del Creador después de horas y horas escuchando La Jungla abellanesca. ¿O se dice abellanística? Nada como recrearse en las cloacas, en las terapias para olvidar lo cotidiano, en la subida de tontos a un poder que no se merecen y no saben disfrutarlo. O quizás, sí pero llevamos mucho tiempo apelando a la verdad y a la responsabilidad cuando todo es mentira e irresponsabilidad.

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