lunes, 9 de junio de 2025

MobLand. Primera temporada.

Cuando Tom Hardy amenaza entre susurros, aunque no te lo termines de creer con esas orejonas y esa pinta de macarra, sabes que va en serio el asunto. Empieza MobLand como “Oda a las cuitas de TH”, o como “Los problemas de la mafia y sus descendientes descerebrados” (como degenera la especie en los cabrones, que decía EHDLCV). Pero Mobland es algo más que eso: son los escupitajos de Pierce Brosnan, el no enterarse de Helen Mirren, las dudas entre matar o no matar (no es circo romano porque en Londres ya son menos del 40% los británicos de origen, los romanos de toda la vida) y sobre todo, puñaladas. MobLand es una sucesión de puñaladas al pecho, desde el principio, compartas o no hija, compartas o no huidas, compartas o no hijo o nieto o complot. Mobland es traición, porque “en este mundo solo sobreviven los monstruos más grandes”. En esta sucesión de traiciones, de roturas en la cárcel y con el padre al que hacer daño, no hay medias tintas. Todo sale por los aires, sea coche vacío o lleno, sea el día acabado en griega o en mentira. Todo es mentira en Mobland, aunque “de todas las innumerables conclusiones de los acontecimientos humanos, mi favorita es la irónica”. Aunque tiene pinta de no concluir, Mobland apuntaba más de lo que se esperaba tras los primeros capítulos, pero es que es difícil mantener el listón tan alto durante tantas horas.

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